Mateo 9, 18-25

Mientras Él les hablaba estas cosas, llegó cierto dirigente que, acercándose, se postró ante Él y dijo: Mi hija ha muerto hoy, pero ven e imponle tu mano y ella volverá a vivir. Entonces Jesús y sus discípulos, levantándose, lo siguieron. En eso, cierta mujer que había sufrido de flujo de sangre desde hacía doce años, se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto, porque decía para sí: “Si tan sólo toco su ropa, quedaré sana”. Entonces Jesús, volviéndose y mirándola, le dijo: Hija mía, ten ánimo, tu fe te ha sanado. Y desde ese momento la mujer quedó sana. Al llegar Jesús a la casa del dirigente, vio a los flautistas y a la gente en gran bullicio, y les dijo: Retírense, porque la niña no está muerta, sino que duerme . Pero ellos se burlaban de Él. Y cuando desalojaron a la gente, Él entró y tomó de la mano a la niña, y ella se incorporó.
Ver contexto