I Reyes 2 Biblia Peshitta en Español (Holman Bible Publishers, 2015) | 46 versitos |
1 Cuando se acercaban los días para que David muriera, él dio órdenes a su hijo Salomón, diciéndole:
2 Yo voy por el camino de todos en la tierra. Tú, pues, esfuérzate y sé hombre.
3 Guarda las ordenanzas de Yahweh tu Dios y anda en sus caminos observando sus estatutos, sus mandamientos, sus decretos y sus testimonios tal como está escrito en la ley de Moisés, para que te vaya bien en todo lo que emprendas y prosperes dondequiera que vayas,
4 para que Yahweh cumpla su promesa que declaró acerca de mí, diciendo: “Si tus hijos guardan sus caminos para andar rectamente en mi presencia, con todo su corazón y con toda su alma, no te faltará varón que se siente en el trono de Israel”.
5 Ahora bien, tú estás enterado de lo que me hizo Joab, hijo de Sarvia, y de lo que les hizo a dos generales del ejército de Israel, a Abner, hijo de Ner, y a Amasa, hijo de Jeter, pues los mató como si ellos estuvieran en guerra, derramando su sangre con la espada que llevaba en sus lomos, y pisoteándola con las sandalias de sus pies.
6 Por tanto, hazle según tu sabiduría, y no permitas que sus canas bajen en paz al Seol.
7 En cuanto a los hijos de Barzilai galadita, muéstrales compasión, y que estén entre los que comen a tu mesa, pues ellos me atendieron en todo cuando yo huía delante de tu hermano Absalón.
8 He aquí que Simei, hijo de Gera, de la tribu de Benjamín, de Bajurim, está contigo. Él fue el que me insultó con crueles insultos el día en que yo iba a Majanaim. Pero cuando él descendió a mi encuentro al Jordán, yo le hice juramento por Yahweh Dios, diciéndole: “Yo no te mataré a espada”.
9 Ahora pues, tú no lo tengas por inocente, porque eres un varón sabio, y sabrás cómo tratarlo. Haz que su insensatez se vuelva sobre su propia cabeza, y que sus canas desciendan al Seol con sangre.
10 Y David durmió con sus padres, y fue sepultado en la ciudad de David.
11 El tiempo que David reinó sobre Israel fue de cuarenta años. Reinó siete años en Hebrón, y en Jerusalén reinó treinta y tres años.
12 Salomón se sentó en el trono de su padre David, y consolidó su reinado firmemente.
13 Entonces Adonías, hijo de Haguit, se presentó ante Betsabé, madre de Salomón, y ella le preguntó: ¿Vienes en paz? Y él contestó: En paz.
14 Luego él agregó: Tengo algo que decirte; ella le dijo: Dilo.
15 Él le dijo: Tú sabes que el reino me correspondía por derecho, y que todo Israel había puesto su vista sobre mí para que yo fuera su rey; pero el reino me fue quitado, y ha venido a ser de mi hermano, pues por Yahweh era suyo.
16 Ahora yo te hago una petición, no me la niegues. Ella le dijo: Habla.
17 Él le dijo: Habla con el rey Salomón, que él no te lo negará: que me dé por mujer a Abisag silomita.
18 Y Betsabé respondió: Está bien. Yo hablaré por ti al rey.
19 Entonces Betsabé entró ante el rey Salomón para hablarle acerca de Adonías. Y el rey se puso de pie para recibirla y le hizo reverencia. Enseguida se sentó en su trono, y trajeron una silla para la madre del rey, y ella se sentó a su derecha;
20 luego dijo ella: Te haré una pequeña petición; no me la niegues; entonces el rey le dijo: Pídeme, madre mía, porque yo no te lo negaré.
21 Luego ella le dijo: Que se dé a Abisag silomita por mujer a tu hermano Adonías.
22 Pero el rey Salomón respondió, y dijo a su madre: ¿Por qué me pides a Abisag la silomita para Adonías? ¡Pídeme para él también el reino! Porque él es mi hermano mayor, y el sacerdote Abiatar y Joab, hijo de Sarvia, están con él.
23 Entonces el rey Salomón juró por Yahweh, diciendo: Así me haga Dios y aún me añada, si Adonías no ha hablado esta palabra contra su propia vida.
24 Ahora pues, vive Yahweh que me ha confirmado, me ha hecho sentar en el trono de mi padre y me ha hecho casa como había dicho, que de cierto se le dará muerte a Adonías hoy mismo.
25 Así que el rey Salomón envió a Benaías, hijo de Joyada, quien atacó a Adonías, y lo mató.
26 Después dijo el rey al sacerdote Abiatar: Retírate a tu campo en Anatot, pues eres un hombre condenado a muerte. Hoy no te daré muerte, pues tú has llevado el arca de Yahweh delante de mi padre David, y fuiste afligido en cada ocasión en que mi padre fue afligido.
27 De modo que Salomón excluyó a Abiatar de ser sacerdote ante Yahweh, para que tuviera cumplimiento la palabra pronunciada por Yahweh en Silo contra la casa de Elí.
28 Cuando llegó a Joab la noticia de que Adonías había sido ejecutado (pues Joab era un seguidor de Adonías, y no fue seguidor de Salomón), huyó, pues, Joab hasta el tabernáculo de Yahweh, y buscó refugio en los cuernos del altar.
29 Entonces informaron al rey Salomón que Joab había huido al tabernáculo de Yahweh para buscar refugio en los cuernos del altar. Enseguida envió el rey Salomón a Benaías, hijo de Joyada, diciéndole: Ve, atácalo.
30 Y Benaías entró al tabernáculo de Yahweh, y dijo a Joab: Así ha dicho el rey: “Sal”. Pero él respondió: No saldré, sino que aquí moriré. Por lo cual Benaías llevó la respuesta al rey, diciendo: Así habló Joab, y así me respondió.
31 Entonces dijo el rey: Hazle conforme a lo que ha dicho; atácalo y mátalo, así quitarás de mí y de la casa de mi padre la sangre inocente derramada por Joab.
32 Yahweh hará volver su sangre sobre su cabeza, pues él atacó a dos varones que eran más justos y mejores que él. Los mató a espada sin que mi padre David estuviera enterado: a Abner, hijo de Ner, general del ejército de Israel, y a Amasa, hijo de Jeter, general del ejército de Judá.
33 Recaiga, pues, la sangre de ellos sobre la cabeza de Joab y sobre la cabeza de sus descendientes para siempre. Pero sobre David y sobre su simiente, sobre su casa y sobre su trono habrá paz eterna de la presencia de Yahweh.
34 Entonces subió Benaías, hijo de Joyada, y atacó a Joab y le dio muerte. Y él fue sepultado en su tumba en el desierto.
35 Y el rey Salomón designó en lugar de él al mando del ejército a Benaías, hijo de Joyada, y al sacerdote Sadoc el rey lo nombró en lugar de Abiatar.
36 Luego envió el rey a que llamaran a Simei y le dijo: Construye una casa para ti en Jerusalén para que habites allí, y no salgas de allí a ningún lado;
37 pues el día que tú salgas y cruces el torrente Quedrón, sabe con certeza que morirás irremisiblemente, y tu sangre será sobre tu cabeza.
38 Entonces dijo Simei al rey: La palabra que ha dicho mi señor el rey es buena. Tu siervo hará así. Y Simei moró mucho tiempo en Jerusalén.
39 Transcurridos tres años, dos siervos de Simei escaparon hacia Aquis, hijo de Maaca, rey de Gat. E informaron a Simei diciéndole: He aquí que tus siervos se encuentran en Gat.
40 Entonces Simei se levantó, montó en su asno y se dirigió a Gat ante Aquis, a fin de buscar a sus siervos. Así fue Simei a traer a sus siervos desde Gat.
41 Informaron, pues, al rey Salomón que Simei había ido y vuelto de Jerusalén a Gat.
42 Por lo cual el rey envió a que llamaran a Simei, y le dijo: ¿No te hice jurar por Yahweh, y te advertí diciéndote que el día que salieras de Jerusalén y cruzaras el torrente Quedrón, sabrías con certeza que morirías irremisiblemente? Y tú afirmaste: “La palabra es buena, así haré”.
43 ¿Por qué, pues, no respetaste los juramentos hechos a Yahweh, y el mandato que te impuse?
44 Luego dijo el rey a Simei: Tú conoces, tú sabes bien en tu corazón toda la maldad que cometiste contra mi padre David. Yahweh haga recaer tu maldad sobre tu cabeza.
45 Pero el rey Salomón será bendito, y el trono de David estará firme delante de Yahweh para siempre.
46 Así pues, el rey dio órdenes a Benaías, hijo de Joyada, de que saliera y atacara a Simei, y él murió.

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Introducción a I Reyes

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