I Reyes 9 Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011) | 28 versitos |
1 ° Cuando Salomón terminó de construir el templo del Señor, el palacio real y todo lo que había deseado hacer,
2 el Señor se apareció a Salomón por segunda vez, como se le había manifestado en Gabaón.
3 El Señor le dijo: «He escuchado la plegaria y la súplica que has pronunciado ante mí. Consagro este templo que me has construido para poner en él mi Nombre para siempre; mis ojos y mi corazón estarán en él por siempre.
4 Y en cuanto a ti, si marchas ante mí como lo hizo David tu padre, con corazón íntegro y recto, haciendo todo lo que te ordene, guardando mis mandatos y decretos,
5 yo afianzaré el trono de tu realeza sobre Israel para siempre como prometí a David tu padre: “No te faltará uno de los tuyos sobre el trono de Israel”.
6 Pero si vosotros y vuestros hijos me dais la espalda y no guardáis los mandatos y decretos que os he dado, y os dedicáis a servir a otros dioses y a postraros ante ellos,
7 yo arrancaré a Israel de la superficie de la tierra que les di, retiraré de mi presencia el templo que he consagrado a mi Nombre, e Israel se convertirá en objeto de burla y de escarnio entre todos los pueblos.
8 Y este santuario se convertirá en ruina, de modo que todos los que pasen ante él quedarán estupefactos y silbarán preguntándose: “¿Por qué ha actuado el Señor así con esta tierra y este templo?”.
9 Y responderán: “Porque abandonaron al Señor, su Dios, que había sacado a sus padres de la tierra de Egipto y abrazaron otros dioses, se postraron ante ellos y les rindieron culto; por eso ha hecho venir el Señor sobre ellos estos males”».
10 Veinte años después de que Salomón hubo construido las dos casas, el templo del Señor y el palacio real,
11 el rey entregó a Jirán veinte ciudades en la tierra de Galilea, pues Jirán, rey de Tiro, había proporcionado a Salomón madera de cedro y de ciprés y todo el oro que quiso.
12 Salió Jirán de Tiro a observar las ciudades que Salomón le había entregado, pero no le agradaron,
13 y se quejó: «¿Qué ciudades son estas que me has entregado, hermano mío?». Las denominó: «Tierra de Cabul», nombre conservado hasta el día de hoy.
14 Había enviado Jirán al rey ciento veinte talentos de oro.
15 Esto es lo referente a la prestación personal que el rey Salomón estableció para construir el templo del Señor y el palacio real, el Miló y la muralla de Jerusalén, Jasor, Meguido y Guézer
16 —el faraón, rey de Egipto, había subido y tomado Guézer y, tras incendiarla y matar a los cananeos que habitaban la ciudad, la entregó en dote a su hija, la mujer de Salomón,
17 quien la reconstruyó—, Bet Jorón de abajo,
18 Baalat y Tamar en el desierto del país,
19 más todas las ciudades de aprovisionamiento que tenía Salomón, las ciudades para carros y caballos, y cuanto Salomón quiso construir en Jerusalén, en el Líbano o por todos los dominios de su reino.
20 A cuantos quedaron de los amorreos, hititas, perizitas, jivitas y jebuseos, que no eran de los hijos de Israel,
21 cuyos descendientes habían permanecido en el país y a quienes los hijos de Israel no habían podido exterminar mediante anatema, Salomón los redujo a mano de obra forzada, como ha sucedido hasta el día de hoy.
22 Pero a los hijos de Israel no les impuso trabajos forzados, pues eran sus guerreros, oficiales y jefes, escuderos y guías de sus carros y caballería.
23 Los capataces de los prefectos al frente de las obras de Salomón eran quinientos cincuenta para dirigir a los obreros de sus construcciones.
24 Una vez que la hija del faraón hubo subido de la ciudad de David al palacio que Salomón construyera para ella, se edificó el Miló.
25 Tres veces al año, Salomón ofrecía holocaustos y sacrificios de comunión en el altar que había levantado al Señor y quemaba ante él las ofrendas abrasadas. Así, llevó a conclusión la obra del templo.
26 El rey Salomón construyó una flota en Esión Guéber, cerca de Elat, a orillas del mar Rojo en tierra de Edón.
27 Jirán envió en las naves servidores suyos, marineros expertos, junto con los servidores de Salomón.
28 Llegaron a Ofir y de allí trajeron cuatrocientos veinte talentos de oro que llevaron ante el rey.

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Introducción a I Reyes

1 REYES

Los dos libros de los Reyes son la continuación de los de Samuel. Juzgan la historia en su conjunto con el criterio teológico del Deuteronomio y con el esquema: pecado, destierro, retorno. Así, tras la destrucción de Samaría, se hace una larga reflexión presentando el desastre como castigo de las infidelidades de Israel (2Re 17:7-23). En los relatos de estos libros destacan, por sus intervenciones, las grandes figuras de dos profetas: Elías y Eliseo. Entre los reyes de Israel resaltan, por su corazón pervertido, Jeroboán I y Ajab con su mujer Jezabel. Se reconoce, sin embargo, la fidelidad de Ezequías (2Re 18:1-37 - 2Re 20:1-21) y la del piadoso rey Josías (2Re 22:1 - 2Re 23:30).

De su teología podemos destacar los siguientes elementos:

1) el monoteísmo: Israel no reconoce otro Dios y Señor que el de los patriarcas;

2) la esperanza mesiánica: a pesar de la maldad de los reyes, Dios hará surgir de la dinastía de David un rey verdaderamente fiel;

3) las instituciones: fundamentalmente el rey y el templo, auténticos pilares de la estabilidad del pueblo, y

4) el destierro, con el que se culmina el libro dejando en interrogante el futuro del pueblo elegido.

Fuente: Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

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Notas

I Reyes 9,1-9*9:1-9 Tras la primera teofanía en Gabaón (1Re 3:1-15), esta segunda resalta de nuevo el carácter condicional de la promesa hecha a Salomón.