1 CRÓNICAS
Por los libros de la llamada escuela deuteronomista (de Josué a 2 Reyes) estamos al tanto del período que va desde Josué hasta el destierro. El autor de Crónicas se remonta hasta Adán y llega hasta Esdras, al menos. El núcleo de su enseñanza puede resumirse en los términos siguientes: toda la historia tiene un centro de gravitación, que en el presente caso es el templo, proyectado por David y edificado por Salomón. En el templo se congrega el pueblo de Dios para buscar al Señor y alabarlo. La alabanza se torna súplica en momentos de dificultad -en la guerra, por ejemplo-, en los que el pueblo únicamente ha de rezar, confiar y esperar; el resto lo hará milagrosamente el Señor. Desde esta perspectiva, el rey David y su dinastía no han caducado, por más que ya no existan cuando escribe el cronista.
El esfuerzo intelectual y religioso de esta extensa obra tuvo su recompensa: la comunidad judía no perdió su identidad, supo afrontar un siglo más tarde la ola arrolladora del helenismo y, después, hizo frente a todos los avatares de la diáspora, las múltiples persecuciones a lo largo de los siglos e incluso el holocausto.
I Crónicas 18,1-17*18 A partir de diversos sumarios de guerra, agrupados ya en la fuente deuteronomista (2Sa 8:1-18), el cronista sitúa aquí el relato de las victorias de David, vinculándolas con lo que escribe más adelante. David no puede construir el templo, porque ha emprendido muchas guerras (1Cr 22:8). El botín de estas victorias será destinado para la construcción del templo (1Cr 18:8; 1Cr 18:11), en el que los hijos del rey no pueden ser sacerdotes (véase 2Sa 8:18) -cargo reservado a los levitas-, sino que han de contentarse con ocupar los primeros puestos junto al rey (1Cr 18:17).