II Crónicas  34 Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011) | 33 versitos |
1 ° Josías tenía ocho años cuando comenzó a reinar, y reinó treinta y un años en Jerusalén.
2 Hizo lo que es bueno a los ojos del Señor y siguió los caminos de su padre, David, sin desviarse a derecha ni a izquierda.
3 El año octavo de su reinado, siendo aún joven, comenzó a buscar al Dios de su antepasado David, y el año duodécimo comenzó a purificar Judá y Jerusalén de santuarios paganos, cipos, estelas, estatuas e ídolos.
4 Destruyeron en su presencia los altares de los baales, demolió los incensarios que había sobre ellos, rompió los cipos, las estatuas y los ídolos, reduciéndolos a polvo, que esparció sobre los sepulcros de los que les habían ofrecido sacrificios.
5 Quemó sobre los altares los huesos de los sacerdotes. Así purificó Judá y Jerusalén.
6 En las ciudades de Manasés, Efraín, Simeón, y hasta de Neftalí, y en los territorios asolados que las rodeaban,
7 destruyó los altares, los cipos y las estatuas, los trituró hasta reducirlos a polvo y demolió los incensarios en todo el territorio de Israel. Después regresó a Jerusalén.
8 El año decimoctavo de su reinado, después de haber purificado el país y el templo, mandó a Safán, hijo de Asalías, al gobernador Maasías y al canciller Joaj, hijo de Joacaz, a reparar el templo del Señor, su Dios.
9 Ellos se presentaron al sumo sacerdote Jilquías y le entregaron el dinero ingresado en el templo de Dios por las colectas de los porteros levitas en Manasés, Efraín, el resto de Israel, en Judá, Benjamín y entre los habitantes de Jerusalén.
10 Se lo entregaron a los encargados de las obras del templo del Señor, y los maestros de obras que trabajaban en el templo del Señor dedicaron el dinero a reparar y restaurar el edificio,
11 entregándoselo a los carpinteros y albañiles para comprar piedras de cantería, madera para las vigas y el maderamen de los edificios destruidos por los reyes de Judá.
12 Aquellos hombres realizaron su trabajo con honradez. Estaban bajo la vigilancia de Yájat y Abdías, descendientes de Merarí, y de Zacarías y Mesulán, descendientes de Queat, que les dirigían. Los levitas, maestros en tañer instrumentos musicales,
13 acompañaban a los porteadores y dirigían a todos los obreros, fuese cual fuese su tarea. Entre los levitas había secretarios, notarios y porteros.
14 Cuando estaban sacando el dinero ingresado en el templo del Señor, el sacerdote Jilquías encontró el libro de la ley del Señor, escrito por Moisés.
15 Entonces Jilquías dijo al secretario Safán: «He encontrado en el templo del Señor el libro de la ley». Y se lo entregó a Safán.
16 Este se lo llevo al rey, cuando fue a darle cuenta del trabajo: «Tus siervos ya han hecho todo los que les mandaste.
17 Han recogido el dinero ingresado en el templo del Señor y se lo han entregado a los encargados y a los obreros».
18 El secretario Safán informó también al rey: «El sacerdote Jilquías me ha dado un libro». Safán lo leyó ante el rey.
19 Cuando este oyó las palabras del libro de la ley, se rasgó los vestidos
20 y ordenó a Jilquías, a Ajicán, hijo de Safán, a Abdón, hijo de Miqueas, al secretario Safán y al funcionario real Asaías:
21 «Id a consultar al Señor por mí, por el resto de Israel y por Judá a propósito del contenido del libro encontrado. La ira del Señor que se verterá sobre nosotros ha de ser grande, porque nuestros padres no observaron la palabra del Señor, actuando conforme a todo lo prescrito en este libro».
22 Jilquías y los designados por el rey fueron a la profetisa Juldá, esposa de Salún, hijo de Tocat, hijo de Jasrá, encargado del vestuario. Vivía ella en Jerusalén, en el Barrio Nuevo. Le expusieron el caso
23 y ella les respondió: «Así dice el Señor, Dios de Israel: Decidle al que os ha enviado:
24 “Así dice el Señor: Mira, voy a traer el desastre sobre este lugar y sus habitantes, todas las maldiciones escritas en el libro que habéis leído ante el rey de Judá.
25 Por haberme abandonado y haber quemado incienso a otros dioses, por haberme irritado con las obras de sus manos, arderá mi ira contra este lugar y no se apagará”.
26 Al rey de Judá, que os ha enviado para consultar al Señor, decidle: “Así dice el Señor, Dios de Israel, acerca de las palabras que has escuchado:
27 Por tu benevolente corazón, por haberte humillado ante Dios al oír sus palabras contra este lugar y sus habitantes, por humillarte ante mí, haber rasgado tus vestidos y haber llorado ante mí, también yo te escucho —oráculo del Señor—.
28 Cuando te reúnas con tus padres, te sepultarán en paz, sin que tus ojos vean la desgracia que traeré sobre este lugar y sobre sus habitantes”». Ellos llevaron la respuesta al rey.
29 Este mandó convocar a todos los ancianos de Judá y de Jerusalén.
30 El rey subió al templo del Señor, acompañado de todos los de Judá, los habitantes de Jerusalén, los sacerdotes, los levitas y todo el pueblo —grandes y pequeños—, y les leyó todo el libro de la ley encontrado en el templo del Señor.
31 El rey, puesto en pie sobre su estrado, selló una alianza ante el Señor, comprometiéndose a seguir al Señor y a observar sus mandamientos, normas y preceptos con todo su corazón y con toda su alma, poniendo en práctica las cláusulas de la alianza escritas en este libro.
32 Se la impuso a todos los que se encontraban en Jerusalén y en Benjamín. Los habitantes de Jerusalén actuaron conforme a la alianza de Dios, el Dios de sus padres.
33 Josías suprimió las abominaciones que había en todos los territorios de los hijos de Israel, y obligó a todos los que se encontraban en Jerusalén a servir al Señor, su Dios. Mientras él vivió, no se apartaron del Señor, Dios de sus padres.

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Introducción a II Crónicas 

VER INTRODUCCIÓN A 1 Crónicas

Fuente: Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

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Notas

II Crónicas  34,1-33*34-35 Para 2Re 23:4, la reforma de Josías fue consecuencia del hallazgo del libro de la ley. Aquí, sin embargo, la reforma se anticipa a este hecho (2Cr 34:8). Sobre la Pascua que celebra el rey, el autor insiste en que, desde el comienzo de la monarquía, esta fue la primera celebrada en común, con todo Israel y Judá (2Cr 35:18). Respecto al final de Josías, era necesario interpretar su muerte prematura, pues parece contradecir la idea de la retribución inmediata propia del cronista: Josías muere por haber desobedecido el mensaje divino transmitido por Necó. Pero no muere en el campo de batalla (2Re 23:29), sino en Jerusalén, la ciudad de los padres (2Cr 35:24). De este modo se salva en parte la teoría de la retribución.