II Crónicas  36 Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011) | 23 versitos |
1 El pueblo de la tierra tomó a Joacaz, hijo de Josías, y lo proclamaron rey sucesor en Jerusalén.
2 Joacaz tenía veintitrés años cuando comenzó a reinar, y reinó tres meses en Jerusalén.
3 El rey de Egipto lo destituyó en Jerusalén, sancionó al país con cien talentos de plata y uno de oro.
4 El rey de Egipto nombró rey de Judá y de Jerusalén a Eliaquín, hermano de Joacaz, cambiándole el nombre por el de Joaquim. A su hermano Joacaz lo tomó Necó y se lo llevó a Egipto.
5 Joaquim tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar y reinó once años en Jerusalén. Hizo lo que el Señor su Dios detesta.
6 Nabucodonosor, rey de Babilonia, subió contra él y lo condujo a Babilonia atado con cadenas de bronce.
7 También se llevó a Babilonia algunos utensilios del templo del Señor y los depositó en su palacio de Babilonia.
8 El resto de los hechos de Joaquim, las abominaciones que cometió y todo lo que le sucedió está escrito en el libro de los Reyes de Israel y de Judá. Le sucedió en el trono su hijo Joaquín.
9 Tenía Joaquín ocho años cuando comenzó a reinar y reinó en Jerusalén tres meses y diez días. Hizo lo que el Señor detesta.
10 A comienzos del año, el rey Nabucodonosor mandó que lo trajeran a Babilonia, junto con los objetos valiosos del templo del Señor. Nombró rey de Judá y de Jerusalén a Sedecías, hermano de Joaquín.
11 ° Tenía Sedecías veintiún años cuando comenzó a reinar y reinó once años en Jerusalén.
12 Hizo lo que el Señor su Dios detesta. No se humilló ante el profeta Jeremías, que le hablaba en nombre de Dios.
13 Además se rebeló contra el rey Nabucodonosor, que le había tomado juramento solemne de fidelidad. Terco y obstinado, no se convirtió al Señor, Dios de Israel.
14 Del mismo modo, todos los jefes, los sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus infidelidades, imitando las aberraciones de los pueblos y profanando el templo del Señor, que él había consagrado en Jerusalén.
15 El Señor, Dios de sus padres, les enviaba mensajeros a diario porque sentía lástima de su pueblo y de su morada;
16 pero ellos escarnecían a los mensajeros de Dios, se reían de sus palabras y se burlaban de sus profetas, hasta que la ira del Señor se encendió irremediablemente contra su pueblo.
17 Entonces promovió contra ellos al rey de los caldeos, que mató a espada a sus jóvenes en el mismo santuario; a todos los entregó en sus manos, sin perdonar a joven ni a doncella, a viejo ni a decrépito.
18 Se llevó a Babilonia todos los objetos del templo de Dios, grandes y pequeños, los tesoros del templo de Dios, los del rey y los de los jefes.
19 Incendiaron el templo de Dios, derribaron la muralla de Jerusalén, incendiaron todos sus palacios y destrozaron todos los objetos valiosos.
20 Deportó a Babilonia a todos los que habían escapado de la espada. Fueron esclavos suyos y de sus hijos hasta el advenimiento del reino persa.
21 Así se cumplió lo que había dicho Dios por medio de Jeremías: «Hasta que la tierra pague los sábados, descansará todos los días de la desolación, hasta cumplirse setenta años».
22 ° En el año primero de Ciro, rey de Persia, para cumplir lo que había dicho Dios por medio de Jeremías, el Señor movió a Ciro, rey de Persia, a promulgar de palabra y por escrito en todo su reino:
23 «Así dice Ciro, rey de Persia: El Señor, Dios del cielo, me ha entregado todos los reinos de la tierra. Él me ha encargado construirle un templo en Jerusalén de Judá. Quien de entre vosotros pertenezca a ese pueblo, puede volver. ¡Que el Señor, su Dios, esté con él!».

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Introducción a II Crónicas 

VER INTRODUCCIÓN A 1 Crónicas

Fuente: Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

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Notas

II Crónicas  36,11-13*36:11-13 De acuerdo con la teología de la retribución representada por el cronista, Sedecías, el último rey de Judá, tuvo que ser deportado a Babilonia, junto con el pueblo, por no haber escuchado al profeta Jeremías, haberse rebelado contra Nabucodonosor y ser un perjuro. El deuteronomista tiene una visión más amplia: el destierro sanciona la reiterada obstinación del pueblo que empezó a agudizarse en el reinado de Manasés.


II Crónicas  36,22*36:22s La última palabra de la historia deuteronomista había sido el indulto de Joaquín, último rey de Judá y portador de las esperanzas mesiánicas; el cronista hubiera podido terminar con 2Cr 36:21: la profecía de Jeremías. Con el edicto de Ciro se cumple la palabra profética y la historia se abre a un nuevo comienzo. Cuando retornen los desterrados y se reencuentren con la tierra perdida, se reconstruirán las viejas ruinas y surgirá nuevamente el templo. Este final de Crónicas enlaza directa y verbalmente con el libro de Esdras. De este modo la etapa de destrucción coincide con el tiempo de la construcción.