Salmos 106 La Biblia (Traducción en Lenguaje Actual, SBU, 2004) | 42 versitos |
1

(SALMO 105)

El pueblo de Dios se arrepiente

¡Alabemos a nuestro Dios!

¡Démosle gracias porque él es bueno!

¡Dios nunca deja de amarnos!

2 ¡Nadie es capaz de describir

los milagros que Dios ha hecho!

¡Nadie puede alabarlo

como él se lo merece!

3 ¡Dios bendice a los que son justos

y aman la justicia!

4 Dios, acuérdate de mí

cuando muestres tu bondad a tu pueblo;

tómame en cuenta

cuando vengas a salvarnos.

5 Permíteme cantarte alabanzas

en compañía de tu pueblo elegido;

¡permíteme disfrutar

de su bienestar y alegría!

6 Nosotros hemos pecado,

hemos hecho lo malo;

hemos sido muy malvados,

como nuestros padres y abuelos.

7 Cuando ellos estaban en Egipto,

no tomaron en cuenta tus grandes hechos;

no tuvieron presente tu gran amor,

y a la orilla del Mar de los Juncos

se rebelaron contra ti.

8 Pero tú los salvaste

para que vieran tu gran poder

y te alabaran.

9 El Mar de los Juncos quedó seco

cuando oyó tu reprensión;

tú hiciste que nuestros abuelos

cruzaran el fondo del mar

como si cruzaran el desierto.

10 (10-11) Sus enemigos los odiaban,

pero murieron ahogados en el mar.

Tú los libraste de ellos;

¡ningún egipcio quedó con vida!

12 Entonces nuestros padres

creyeron en tus promesas

y te cantaron alabanzas;

13 pero al poco tiempo

se olvidaron de tus hechos

y no esperaron a conocer

los planes que tenías.

14 Eran tantas sus ganas de comer

que allí, en pleno desierto,

te pusieron a prueba

y te exigieron comida.

15 Y tú los complaciste,

pero también les enviaste

una enfermedad mortal.

16 (16-17) Cuando estaban en el desierto,

los que seguían a Datán y a Abiram

sintieron envidia de Moisés,

y también sintieron celos de Aarón,

a quien tú habías elegido;

pero se abrió la tierra

y se tragó a todos los rebeldes;

18 ¡llamas de fuego cayeron

sobre esa pandilla de malvados!

19 Nuestros abuelos

llegaron al monte Horeb,

y allí hicieron un ídolo;

¡adoraron un toro de metal!

20 Dejaron de adorar a Dios,

que era su motivo de orgullo,

para adorar la imagen de un toro.

21 (21-22) Dios hizo grandes maravillas

frente al Mar de los Juncos:

¡los salvó de los egipcios!

Pero ellos se olvidaron de él,

23 y tan enojado se puso Dios

que quiso destruirlos.

Moisés, su elegido,

intervino en favor de ellos

y calmó el enojo de Dios

para que no los destruyera.

24 Pero ellos rechazaron

la tierra que Dios les dio

y no confiaron en sus promesas.

25 Dentro de sus casas

hablaron mal de su Dios

y no quisieron obedecerlo.

26 Dios les advirtió

que los dejaría morir en el desierto,

27 y que a sus descendientes

también los haría morir,

o que los dispersaría

por todos los pueblos y países.

28 Pero ellos prefirieron

adorar al dios Baal

de la ciudad de Pegor,

y comieron de las ofrendas

que se hacen a dioses muertos.

29 Con esas malas acciones

hicieron enojar a Dios,

y él les mandó un terrible castigo.

30 Pero un hombre llamado Finees

intervino en favor de ellos

y logró que Dios no los castigara.

31 Por eso Finees

será siempre recordado

por este acto de justicia.

32 Junto a las aguas de Meribá

los israelitas hicieron enojar a Dios,

y por culpa de ellos

le fue muy mal a Moisés;

33 tanto le amargaron el ánimo

que Moisés no midió sus palabras.

34 (34-35) Dios les había ordenado

destruir a los otros pueblos,

pero ellos no lo obedecieron.

¡Todo lo contrario!

Se mezclaron con ellos

y siguieron sus costumbres;

36 adoraron a sus ídolos

y se volvieron sus seguidores.

37 (37-38) ¡Mancharon la tierra

al derramar sangre inocente!

¡Entregaron a sus hijos y sus hijas

como ofrenda a esos demonios!

39 Al cometer tales acciones,

se corrompieron a sí mismos

y resultaron culpables.

40 Dios se enojó mucho con ellos

y acabó por aborrecerlos.

41 (41-42) Por eso los dejó caer

en poder de sus enemigos

para que los humillaran

y los maltrataran.

43 Muchas veces Dios los liberó;

pero ellos, siempre rebeldes,

insistieron en seguir pecando.

44 Dios los vio tan angustiados,

y los escuchó quejarse tanto,

45 que cambió de parecer.

Su amor lo hizo acordarse

de su pacto con los israelitas,

46 e hizo que sus enemigos

les tuvieran compasión.

47 Dios nuestro, ¡sálvanos!

¡Permítenos volver a nuestra tierra,

para que te demos gracias

y te alabemos como nuestro Dios!

48 ¡Bendito sea ahora y siempre

el Dios de Israel!

¡Que diga el pueblo de Dios:

«Así sea»!

¡Alabemos a nuestro Dios!


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Introducción a Salmos

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Fuente: Traducción En Lenguaje Actual Con Deuterocanonicos En Orden Alejandrino (2004)

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Notas