Salmos 109 Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011) | 31 versitos |
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Salmo 109 (108) °

Contra el enemigo calumniador

(1) Al Director. Salmo de David. Dios de mi alabanza, no estés callado,
2 (2) que bocas malvadas y fraudulentas | se abren contra mí | y me hablan con lengua mentirosa.
3 (3) Me cercan con palabras odiosas | y me combaten sin motivo.
4 (4) En pago de mi amor me acusan, | aunque yo oraba por ellos;
5 (5) me devuelven mal por bien | y odio a cambio de mi amor.
6 (6) «Suscita contra él un malvado, | que un acusador se ponga a su derecha.
7 (7) Cuando sea juzgado, salga culpable, | y su apelación se resuelva en condena.
8 (8) Que sus días sean pocos | y otro ocupe su cargo.
9 (9) Queden huérfanos sus hijos | y viuda su mujer.
10 (10) Vayan sus hijos errabundos mendigando | y sean expulsados lejos de sus ruinas.
11 (11) Que un acreedor se apodere de sus bienes | y los extraños se adueñen de sus sudores.
12 (12) ¡Jamás le brinde nadie su favor, | ni se apiade de sus huérfanos!
13 (13) Que su posteridad sea exterminada | y en una generación se borre su nombre.
14 (14) Recuerde el Señor la culpa de sus padres, | y no borre el pecado de su madre:
15 (15) estén siempre ante el Señor | y borre de la tierra su memoria».
16 (16) —«Porque no se acordó de actuar con misericordia, | persiguió al humilde y al pobre, | al de corazón abatido para matarlo;
17 (17) ya que amó la maldición, ¡recaiga sobre él!; | despreció la bendición, ¡aléjese de él!
18 (18) Se vistió la maldición cual manto, | que penetre en su interior como agua, | y en sus huesos como aceite;
19 (19) sea cual vestido que lo cubre, | como un cinturón que lo ciñe siempre.
20 (20) Pague así el Señor a los que me acusan, | a quienes hablan mal de mí».
21 (21) Pero tú, Señor, Dueño mío, | trátame conforme a tu nombre, | líbrame por tu bondadoso amor.
22 (22) Porque yo soy humilde y pobre, | y mi corazón ha sido traspasado;
23 (23) me desvanezco como sombra que declina, | me espantan como a la langosta;
24 (24) se doblan mis rodillas por el ayuno, | y, sin grasa, enflaquece mi carne.
25 (25) Soy despreciable para ellos; | al verme, menean la cabeza.
26 (26) ¡Ayúdame, Señor, Dios mío; | sálvame según tu misericordia!
27 (27) Sepan que tu mano hizo esto, | que tú, Señor, lo hiciste.
28 (28) Maldigan ellos, mas tú bendecirás; | levántense y sean confundidos, | que tu siervo se alegrará.
29 (29) Vístanse de oprobio mis acusadores, | que su infamia los cubra como un manto.
30 (30) Daré gracias al Señor a boca llena, | y en medio de la muchedumbre lo alabaré,
31 (31) porque él se pone a la derecha del pobre, | para salvar su vida de los que lo condenan.

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Introducción a Salmos

SALMOS

La tradición hebrea dio a esta colección el nombre de «Himnos» o «Libro de himnos». En tiempos anteriores fue llamado «Oraciones». Los epígrafes de los salmos nos brindan una tercera posible denominación: en cincuenta y siete epígrafes aparece el nombre Mizmor, que se refiere a un canto con acompañamiento musical (psalmoi en la traducción griega de los LXX). Salmos o Salterio; es decir, una colección de loas o de encomios, de súplicas o de peticiones; un auténtico manual de oración; un conjunto de poemas oracionales u oraciones poéticas. El Salterio es, en su conjunto, un microcosmos bíblico. Los grandes temas del Antiguo Testamento suenan sinfónicamente. El libro, por tanto, debe leerse e interpretarse escuchando las voces procedentes de otros libros del Antiguo Testamento y percibiendo los ecos que resuenan en el Nuevo Testamento.

Aunque el libro está formado por ciento cincuenta salmos en todas sus versiones, no se sigue en ellas una numeración uniforme; es distinta en el texto hebreo (TH) y en la traducción griega de los LXX. Las versiones latinas y la traducción litúrgica siguen la numeración de los LXX, lo cual origina confusiones u obliga a consignar una doble numeración. En la presente traducción la numeración litúrgica va entre paréntesis.

Fuente: Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

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Notas

Salmos 109,1-31*109 Lamentación y súplica individual. Un hombre justo y piadoso, acusado injustamente, pone su causa en las manos de Dios, mientras pide para el acusador un tribunal que lo condene.