(SALMO 136)
Una canción en tierra extraña
Cuando estábamos en Babilonia,
lejos de nuestro país,
acostumbrábamos sentarnos
a la orilla de sus ríos.
¡No podíamos contener el llanto
al acordarnos de Jerusalén!
que crecen junto a esos ríos
colgamos nuestras arpas.
que nos sacaron de Israel
y nos hacían trabajar,
nos pedían estar alegres;
¡querían oírnos cantar!
¡Querían que les cantáramos
canciones de nuestra tierra!
en tierra de extranjeros
alabanzas a nuestro Dios!
Si llegara yo a olvidarte,
¡que la mano derecha se me seque!
¡Que me corten la lengua
si por estar alegre
dejo de pensar en ti!
los edomitas gritaban:
«¡Acaben con la ciudad!
¡Que no quede rastro de ella!»
Dios mío,
¡no te olvides de esos gritos!
¡también tú serás destruida!
¡Dios habrá de bendecir
a los que te paguen
con la misma moneda!
a los que agarren a tus hijos
y los estrellen contra los muros!
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