Salmos 31 Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011) | 24 versitos |
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Salmo 31 (30) °

Dios, refugio seguro

(1) Al Director. Salmo de David.
(2) A ti, Señor, me acojo: | no quede yo nunca defraudado; | tú, que eres justo, ponme a salvo,
2 (3) inclina tu oído hacia mí; | ven aprisa a librarme, | sé la roca de mi refugio, | un baluarte donde me salve,
3 (4) tú que eres mi roca y mi baluarte; | por tu nombre dirígeme y guíame:
4 (5) sácame de la red que me han tendido, | porque tú eres mi amparo.
5 (6) A tus manos encomiendo mi espíritu: | tú, el Dios leal, me librarás;
6 (7) tú aborreces a los que veneran ídolos inertes, | pero yo confío en el Señor;
7 (8) tu misericordia sea mi gozo y mi alegría. | Te has fijado en mi aflicción, | velas por mi vida en peligro;
8 (9) no me has entregado en manos del enemigo, | has puesto mis pies en un camino ancho.
9 (10) Piedad, Señor, que estoy en peligro; | se consumen de dolor mis ojos, | mi garganta y mis entrañas.
10 (11) Mi vida se gasta en el dolor, | mis años en los gemidos; | mi vigor decae con las penas, | mis huesos se consumen.
11 (12) Soy la burla de todos mis enemigos, | la irrisión de mis vecinos, | el espanto de mis conocidos: | me ven por la calle y escapan de mí.
12 (13) Me han olvidado como a un muerto, | me han desechado como a un cacharro inútil.
13 (14) Oigo el cuchicheo de la gente, | y todo me da miedo; | se conjuran contra mí | y traman quitarme la vida.
14 (15) Pero yo confío en ti, Señor; | te digo: «Tú eres mi Dios».
15 (16) En tus manos están mis azares: | líbrame de mis enemigos que me persiguen;
16 (17) haz brillar tu rostro sobre tu siervo, | sálvame por tu misericordia.
17 (18) Señor, no quede yo defraudado | tras haber acudido a ti; | queden defraudados los malvados, | y bajen llorando al abismo,
18 (19) enmudezcan los labios mentirosos, | que profieren insolencias contra el justo, | con soberbia y con desprecio.
19 (20) Qué bondad tan grande, Señor, | reservas para los que te temen, | y concedes a los que a ti se acogen | a la vista de todos.
20 (21) En el asilo de tu presencia los escondes | de las conjuras humanas; | los ocultas en tu tabernáculo, | frente a las lenguas pendencieras.
21 (22) Bendito sea el Señor, que ha hecho por mí | prodigios de misericordia | en la ciudad amurallada.
22 (23) Yo decía en mi ansiedad: | «Me has arrojado de tu vista»; | pero tú escuchaste mi voz suplicante | cuando yo te gritaba.
23 (24) Amad al Señor, fieles suyos; | el Señor guarda a sus leales, | y a los soberbios los paga con creces.
24 (25) Sed fuertes y valientes de corazón | los que esperáis en el Señor.

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Introducción a Salmos

SALMOS

La tradición hebrea dio a esta colección el nombre de «Himnos» o «Libro de himnos». En tiempos anteriores fue llamado «Oraciones». Los epígrafes de los salmos nos brindan una tercera posible denominación: en cincuenta y siete epígrafes aparece el nombre Mizmor, que se refiere a un canto con acompañamiento musical (psalmoi en la traducción griega de los LXX). Salmos o Salterio; es decir, una colección de loas o de encomios, de súplicas o de peticiones; un auténtico manual de oración; un conjunto de poemas oracionales u oraciones poéticas. El Salterio es, en su conjunto, un microcosmos bíblico. Los grandes temas del Antiguo Testamento suenan sinfónicamente. El libro, por tanto, debe leerse e interpretarse escuchando las voces procedentes de otros libros del Antiguo Testamento y percibiendo los ecos que resuenan en el Nuevo Testamento.

Aunque el libro está formado por ciento cincuenta salmos en todas sus versiones, no se sigue en ellas una numeración uniforme; es distinta en el texto hebreo (TH) y en la traducción griega de los LXX. Las versiones latinas y la traducción litúrgica siguen la numeración de los LXX, lo cual origina confusiones u obliga a consignar una doble numeración. En la presente traducción la numeración litúrgica va entre paréntesis.

Fuente: Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

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Notas

Salmos 31,1-24*31 Súplica individual que describe el paso del desaliento en la prueba al júbilo por el amor y la salvación de Dios. Destaca la confesión del v. Sal 31:15: Tú eres mi Dios. Jesús muere con las palabras de este salmo en sus labios: Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu (Luc 23:46).