1 (SALMO 67) Dios victorioso (1) Himno de David (2) ¡Vamos, Dios mío, dispersa a tus enemigos! ¡Haz que huya de tu presencia esa gente que te odia! |
2 (3) ¡Haz que desaparezcan por completo, como desaparece el humo tan pronto como sopla el viento! ¡Haz que esos malvados se derritan como cera en el fuego! |
3 (4) Pero a la gente honrada permítele alegrarse y hacer fiesta, y estar feliz en tu presencia. |
4 (5) ¡Cantemos himnos a Dios! ¡Sí, cantémosle al que manda la lluvia! ¡Hagamos fiesta en su presencia! ¡Él es el Dios de Israel! |
5 (6) Dios, que vive en su santo templo, cuida a los huérfanos y defiende a las viudas; |
6 (7) les da hogar a los desamparados, y libertad a los presos; pero a los que no lo obedecen les da tierras que nada producen. |
7 (7-8) (8-9) Dios mío, cuando sacaste de Egipto a tu pueblo Israel y lo guiaste por el desierto, tan pronto llegaste al monte Sinaí, la tierra tembló y el cielo dejó caer su lluvia. |
9 (10) Dios mío, tú enviaste abundantes lluvias y nuestras tierras volvieron a producir. |
10 (11) Y en esa tierra vivimos; en la tierra que, por tu bondad, preparaste para los pobres. |
11 (12) Tú, Dios mío, hablaste, y miles de mujeres dieron la noticia: |
12 (13) «¡Huyen los reyes, huyen sus ejércitos!» Las mujeres, en sus casas, se reparten las riquezas que le quitaron al enemigo: |
13 (14) objetos de plata y de oro. Pero algunos israelitas se escondieron entre el ganado. |
14 (15) Cuando tú, Dios todopoderoso, hiciste que los reyes de la tierra salieran huyendo, lo alto del monte Salmón se llenó de nieve. |
15 (16) Las montañas de Basán son montañas muy altas; las montañas de Basán son montañas majestuosas. |
16 (17) Ustedes, altas montañas, ¿por qué ven con envidia la montaña que Dios ha elegido para vivir allí para siempre? |
17 (18) Son miles los carros que Dios usa para la guerra; en uno de ellos vino del Sinaí para entrar en su santuario. |
18 (19) Cuando tú, Dios y Señor, subiste a las alturas, te llevaste contigo a los presos, y te quedaste a vivir allí. ¡Todo el mundo, hasta los rebeldes, te dieron muchos regalos! |
19 (20) ¡Bendito seas siempre, nuestro Dios! Tú, Dios y salvador nuestro, nos ayudas en nuestros problemas. |
20 (21) Tú eres un Dios que salva; ¡tú nos libras de la muerte! |
21 (22) ¡A esos enemigos tuyos que no dejan de pecar, les aplastarás la cabeza y se la partirás en dos! |
22 (23) Dios nuestro, tú nos has dicho: «Yo los haré volver de Basán; yo los haré volver de las profundidades del mar, |
23 (24) para que se empapen los pies en la sangre de sus enemigos, ¡y hasta los perros de ustedes lamerán esa sangre!» |
24 (25) En el santuario se ven los desfiles de mi Dios y Rey. |
25 (26) Al frente van los cantores, seguidos de las que tocan panderetas; los músicos cierran el desfile. |
26 (26-27) (27-28) Los dirige la tribu más joven, que es la de Benjamín, y los sigue una gran multitud: ¡Son los príncipes de Judá, de Zabulón y Neftalí! Ustedes, israelitas, ¡bendigan a nuestro Dios, cuando celebren sus reuniones! |
28 (29) Dios mío, Dios mío, ¡demuéstranos tu poder! ¡Déjanos ver la fuerza que has usado para ayudarnos! |
29 (29-31) (30-32) Dios mío, por causa de tu templo los reyes te traen regalos a la ciudad de Jerusalén. Reprende a esa nación que vive sólo para la guerra. Parece una fiera entre los juncos; es como una manada de toros, ¡parece una nación de terneros! Es tanta su ambición por las riquezas que hasta entre ellos se pelean. Egipto te enviará su bronce, y Etiopía te traerá regalos. |
32 (33) Gente de todos los reinos, ¡cántenle a Dios! ¡Cántenle himnos a nuestro Dios! |
33 (33-34) (34-35) ¡Reconozcan su poder! Sobre el cielo de Israel pueden verse su poder y su majestad. Nuestro Dios va por el cielo como si fuera montando un caballo, y deja oír su potente voz, que resuena como el trueno. |
35 (36) Dios mío, Dios de Israel, ¡qué imponente te ves al venir de tu santuario! Tú nos das fuerza y poder. ¡Bendito seas! |