Isaías 3 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 26 versitos | Isaías 3 Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998) | 26 versitos
1

Anarquía en Jerusalén
59,9-15; Ez 22

Miren que el Señor Todopoderoso
aparta de Jerusalén y de Judá
toda clase de sustento:
todo sustento de pan,
todo sustento de agua;
1
La anarquía en Jerusalén.
Pues he aquí que el Señor Yahvé Sebaot está quitando de Jerusalén y de Judá
todo sustento y apoyo:
(todo sustento de pan y todo sustento de agua);
2 capitán y soldado, juez y profeta,
adivino y anciano;
2 el valiente y el guerrero, el juez y el profeta,
el augur y el anciano,
3 jefe de batallón y notable,
consejero, artesano y mago
y experto en encantamientos.
3 el jefe de escuadra y el favorito,
el consejero, el sabio hechicero y el hábil encantador.
4 Nombraré jefes a muchachos,
los gobernarán niños.
4 Les daré mozos por jefes,
y mozalbetes los dominarán.
5 Se atacará la gente, unos a otros,
un hombre a su prójimo;
se amotinarán
muchachos contra ancianos,
plebeyos contra nobles.
5 Querrá mandar la gente, cada cual en cada cual, los unos a los otros,
y cada cual en su compañero.
Se revolverá el mozo contra el anciano,
y el vil contra el hombre de peso.
6 Un hombre agarrará a su hermano
en la casa paterna y le dirá:
Tienes un manto, sé nuestro jefe,
toma el mando de esta ruina.
6 Pues agarrará uno a su hermano,
al de su mismo apellido, diciéndole:
«Túnica gastas: príncipe nuestro seas,
toma a tu cargo esta ruina.»
7 El otro protestará ese día:
No soy médico,
y en mi casa no hay pan
ni tengo manto:
no me nombren jefe del pueblo.
7 Pero el otro exclamará aquel día:
«No seré vuestro médico;
en mi casa no hay pan ni túnica,
no me pongáis por príncipe del pueblo.»
8 Se desmorona Jerusalén,
Judá se derrumba:
porque hablaban
y actuaban contra el Señor,
rebelándose en presencia de su gloria.
8 Así que tropezó Jerusalén,
y Judá ha caído;
pues sus lenguas y sus fechorías a Yahvé han llegado,
irritando los ojos de su majestad.
9 Su descaro testimonia contra ellos,
alardean de sus pecados
como Sodoma, no los ocultan:
¡ay de ellos,
que se acarrean su desgracia!
9 La expresión de su rostro les denuncia,
y sus pecados como Sodoma manifiestan,
no se ocultan.
¡Ay de ellos,
porque han merecido su propio mal!
10 ¡Dichoso el justo: le irá bien,
comerá el fruto de sus acciones!
10 Decid al justo que bien,
que el fruto de sus acciones comerá.
11 ¡Ay del malvado: le irá mal,
le darán la paga de sus obras!
11 ¡Ay del malvado! que le irá mal,
que el mérito de sus manos se le dará.
12 Pueblo mío,
a quien un niño pequeño lo tiraniza
y mujeres lo gobiernan:
pueblo mío, tus guías te extravían,
borran el trazado de tus sendas.
12 A mi pueblo le oprime un mozalbete,
y mujeres lo dominan.
Pueblo mío, tus regidores vacilan
y tus derroteros confunden.
13 El Señor se levanta a juzgar,
de pie va a sentenciar a su pueblo.
13 Se levanta a pleitear Yahvé
y está en pie para juzgar a los pueblos.
14 El Señor viene a entablar un pleito
con los jefes y príncipes de su pueblo.
Ustedes han arrasado las viñas,
tienen en casa lo robado al pobre.
14 Yahvé demanda en juicio
a los ancianos de su pueblo y a sus jefes:
«Vosotros habéis incendiado la viña,
el despojo del mísero tenéis en vuestras casas.
15 ¿Qué es eso?
¿Con qué derecho
aplastan a mi pueblo,
y pisotean la cara de los pobres?
– oráculo del Señor Todopoderoso– .
15 Pero ¿qué os importa? Machacáis a mi pueblo
y moléis el rostro de los pobres»
—oráculo del Señor Yahvé Sebaot—.
16

Contra el lujo femenino
32,9-14; Am 4,1-3

Dice el Señor:
Porque se envanecen
las mujeres de Sión,
andan con el cuello estirado
provocando con la mirada,
caminan con pasos cortos
haciendo sonar
las pulseras de los pies:
16
Las mujeres de Jerusalén.
Dice Yahvé:
«Por cuanto son altivas
las hijas de Sión,
y andan con el cuello estirado
y guiñando los ojos,
y andan a pasitos menudos,
y con sus pies hacen tintinear las ajorcas,
17 Por eso el Señor cubrirá de sarna
la cabeza de las mujeres de Sión,
el Señor desnudará sus vergüenzas.
17 rapará el Señor el cráneo de las hijas de Sión,
y Yahvé destapará su desnudez.»
18 Aquel día
arrancará el Señor sus adornos:
pulseras de los pies,
diademas, medias lunas,
18 Aquel día quitará el Señor el adorno de las ajorcas, los solecillos y las lunetas;
19 pendientes, brazaletes, velos,19 los aljófares, las lentejuelas y los cascabeles;
20 pañuelos, cadenillas, cinturones,
frascos de perfume, amuletos,
20 los peinados, las cadenillas de los pies, los ceñidores, los pomos de olor y los amuletos,
21 sortijas y anillos de nariz,21 los anillos y aretes de nariz;
22 trajes, mantos, chales, bolsos,22 los vestidos preciosos, los mantos, los chales, los bolsos,
23 vestidos de gasa y de lino,
turbantes y mantillas.
23 los espejos, las ropas finas, los turbantes y las mantillas.
24 Y tendrán:
en vez de perfume, podredumbre;
en vez de cinturón, soga;
en vez de rizos, calvicie;
en vez de sedas, un sayal;
en vez de belleza, cicatriz.
24 Por debajo del bálsamo habrá hedor,
por debajo de la faja, soga,
por debajo de la peluca, rapadura,
y por debajo del traje, refajo de arpillera,
y por debajo de la hermosura, vergüenza.
25 Tus hombres caerán a espada;
tus soldados, en la guerra;
25
La miseria en Jerusalén.
Tus gentes a espada caerán,
y tus campeones en guerra.
26 gemirán y harán luto tus puertas,
asolada te sentarás en el suelo.
26 Y darán ayes y se dolerán a las puertas,
y tú, asolada, te sentarás por tierra.

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Introducción a Isaías

PROFETAS

Libros proféticos. El apelativo de profeta se ha aplicado en la Biblia a los grandes amigos de Dios que han desarrollado un papel decisivo en la historia del pueblo de Israel, ya sea como líderes carismáticos (Abrahán, Moisés, etc.) o como autores inspirados que escribieron esa historia a la luz de la inspiración divina (de Josué a los libros de los Reyes). La Biblia hebrea los denominó con el término genérico de «profetas anteriores», para distinguirlos de los profetas propiamente dichos, los cuales, a su vez, fueron catalogados como «profetas mayores», Isaías, Jeremías y Ezequiel, y los 12 «profetas menores».
«Elección, vocación y misión» podrían resumir la experiencia excepcional de Dios que lanzaron a estos hombres a enfrentarse con el pueblo en momentos decisivos de su historia, para denunciar el pecado, llamar a la conversión, avivar la fe, abrir un horizonte trascendente de esperanza e interpretar los signos de los tiempos a la luz de la revelación divina.

ISAÍAS

La profecía de Isaías. Isaías es el primero de los grandes profetas, cuya personalidad e impacto de su mensaje hizo que bajo su nombre y autoridad se reuniera una colección de escritos proféticos posteriores a su muerte y a su época, formando una obra de conjunto que nos ha sido transmitida como la «profecía de Isaías».
Durante siglos todo el escrito se atribuyó a un solo autor, a Isaías -que en hebreo significa «El Señor salva»-. Hoy día la obra aparece claramente dividida en tres partes: los capítulos 1-39 serían del profeta Isaías propiamente dicho; los capítulos 40-55, de un profeta anónimo que ejerció su ministerio, dos siglos más tarde, entre los desterrados de Babilonia, durante el ascenso de Ciro (553-539 a.C.), y al que conocemos como Isaías II o Deuteroisaías; finalmente, los capítulos 56-66 formarían una colección de oráculos heterogéneos perteneciente a la época del retorno del destierro y de la reconstrucción del templo, a la que se le ha dado el título de Isaías III o Tritoisaías.
A pesar de las diferencias entre sí y del largo período histórico que abarcan las tres partes de la obra (tres siglos), el conjunto del escrito aparece como un todo unitario, portador de un mismo espíritu profético y de una misma visión trascendente de la historia.

Isaías el profeta.
De la persona de Isaías sólo sabemos lo que él mismo dice en su libro y lo que nos deja leer entre líneas: un hombre exquisitamente culto, de buena posición social, quien siguiendo quizás una tradición familiar ocupó un puesto importante en la corte real de Jerusalén. Hijo de un tal Amós, sintió la vocación profética en el año 742 a.C. «el año de la muerte del rey Ozías» (6,1).
Ya metido en su ministerio profético, se casó con una mujer designada como «profetisa» (8,3), de la que tuvo dos hijos, cuyos nombres simbólicos (7,3 y 8,3) se convierten en oráculo vivo sobre la suerte del pueblo. Toda su actividad profética se desarrolló en Jerusalén, durante los reinados de Ozías (Azarías), Yotán (739-734 a.C.), Acaz (734-727 a.C.) y Ezequías (727-698 a.C.).

Su época
. En el terreno de la política internacional, el libro de Isaías nos trasmite los ecos de un período de angustia que discurre bajo la sombra amenazadora del expansionismo del imperio asirio. El año 745 a.C. sube al trono Tiglat Piléser III, consumado y creativo militar. Con un ejército incontrastable va sometiendo naciones con la táctica del vasallaje forzado, los impuestos crecientes, la represión despiadada. Sus sucesores, Salmanazar V (727-722 a.C.) y Senaquerib (704-681 a.C.), siguen la misma política de conquistas. Cae pueblo tras pueblo, entre ellos Israel, el reino del norte, cuya capital, Samaría, es conquistada (722 a.C.), a lo que seguiría, poco después, una gran deportación de israelitas y la instalación de colonos extranjeros en el territorio ocupado.
Mientras tanto, el reino de Judá que ha mantenido un equilibrio inestable ante la amenaza Asiria, se suma, en coalición con otras naciones y contra los consejos de Isaías, a un intento de rebelión, y provoca la intervención armada del emperador que pone cerco a Jerusalén. La capital se libra de modo inesperado: el invasor levanta el cerco, pero impone un fuerte tributo ( 2Re_18:14 ).

Mensaje religioso. Como escritor, Isaías es el gran poeta clásico, dueño de singular maestría estilística; amante de la brevedad, la concisión y las frases lapidarias. En su predicación al pueblo sabe ser incisivo, con imágenes originales y escuetas, que sacuden con su inmediatez.
La visión de la santidad y del poder universal de Dios que ha tenido en su llamada profética dominará toda su predicación. Verá la injusticia contra el pobre y el oprimido como una ofensa contra «el Santo de Israel», su nombre favorito para designar a Dios. Desde esa santidad, tratará de avivar la vacilante fe del pueblo.
A la soberanía de Dios se opone el orgullo de las naciones poderosas, orgullo que será castigado pues el destino de todas las naciones está en sus manos. Es justamente este orgullo -antítesis de la fe, de labrarse su propio destino a través de alianzas con potencias vecinas- el pecado de Judá que más denunciará y fustigará el profeta. Pero a pesar de las infidelidades del pueblo y sus dirigentes, Isaías abrirá un horizonte mesiánico de esperanza: Dios se reservará un «resto» fiel de elegidos, hará que perdure la dinastía de David y convertirá a Jerusalén en el centro donde se cumplirán sus promesas.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Isaías 3,1-15Anarquía en Jerusalén. El profeta vaticina la decadencia de Jerusalén porque el Señor se aparta de su pueblo. Pero en realidad la decadencia como tal se da como resultado de la incapacidad de sus dirigentes por mantener la armonía en la organización social de la ciudad. Con mucha frecuencia estas situaciones se atribuyen a un castigo divino, del mismo modo que se le atribuye también la prosperidad como bendición. Los versículos 10s son la huella del concepto que ya se tenía de la retribución: al justo le irá bien y al malvado le irá mal. Concepto que también es entendido así por la literatura sapiencial. Los versículos 12-15 son un fuerte reclamo a los dirigentes del pueblo que han pervertido el plan original de Dios, de acompañar y respaldar la puesta en marcha de un modelo de sociedad alterno al que habían experimentado los antepasados en Egipto.


Isaías 3,16-26Contra el lujo femenino. Las hijas de Sión simbolizan la pretensión a veces de ocultar la cruda realidad del pueblo con todo tipo de distracciones: la opulencia de algunos, representada en las baratijas de las hijas de Sión, es un insulto para la ingente cantidad de hombres y mujeres que carecen de lo mínimo. Esto es considerado por los profetas una verdadera afrenta a Dios.