Jeremías  42 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 22 versitos | Jeremías  42 Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998) | 22 versitos
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Consulta a Jeremías

Entonces los capitanes, con Juan, hijo de Carej, y Yezanías, hijo de Hosayas, y todo el pueblo, del menor al mayor, acudieron al profeta Jeremías
1
Huida a Egipto.
Entonces se llegaron todos los jefes de las fuerzas, así como Juan, hijo de Caréaj, Azarías, hijo de Hosaías y el pueblo en masa, del chico al grande,
2 y le dijeron:
– Acepta nuestra súplica y reza al Señor, tu Dios, por nosotros y por todo este resto; porque quedamos muy pocos de la multitud, como lo pueden ver tus ojos.
2 y dijeron al profeta Jeremías: «Caiga bien nuestra demanda de favor ante ti, y ruega a tu Dios Yahvé por nosotros, por todo este resto, pues hemos quedado pocos de muchos que éramos, como tus ojos están viendo,
3 Que el Señor, tu Dios, nos indique el camino que debemos seguir y lo que debemos hacer.3 y que nos indique tu Dios Yahvé el camino por donde hemos de ir y lo que hemos de hacer.»
4 El profeta Jeremías les respondió:
– De acuerdo; yo rezaré al Señor, su Dios, según me piden, y todo lo que el Señor me responda se lo comunicaré, sin ocultarles nada.
4 Les dijo el profeta Jeremías: «De acuerdo: ahora mismo me pongo a rogar a vuestro Dios Yahvé como decís, y sea cual fuere la respuesta de Yahvé para vosotros, yo os la declararé sin ocultaros palabra.»
5 Ellos dijeron a Jeremías:
– El Señor sea testigo veraz y fiel contra nosotros si no cumplimos todo lo que el Señor, tu Dios, te mande decirnos.
5 Y ellos dijeron a Jeremías: «Que Yahvé sea testigo veraz y leal contra nosotros si no obramos conforme a cualquier mensaje que tu Dios Yahvé te envía para nosotros.
6 Sea favorable o desfavorable, obedeceremos al Señor, nuestro Dios, a quien nosotros te enviamos, para que nos vaya bien, obedeciendo al Señor, nuestro Dios.6 Sea grata o sea ingrata, nosotros oiremos la voz de nuestro Dios Yahvé a quien te enviamos, por cuanto que bien nos va cuando oímos la voz de nuestro Dios Yahvé.»
7 Pasados diez días, el Señor dirigió la palabra a Jeremías.7 Pues bien, al cabo de diez días dirigió Yahvé la palabra a Jeremías.
8 Éste llamó a Juan, hijo de Carej, a todos sus capitanes y a todo el pueblo, del menor al mayor,8 Éste llamó a Juan, hijo de Caréaj, a todos los jefes de las fuerzas que había con él y al pueblo todo, del chico al grande,
9 y les dijo:
– Así dice el Señor, Dios de Israel, a quien me enviaron para presentarle sus súplicas:
9 y les dijo: «Así dice Yahvé, el Dios de Israel, a quien me habéis enviado en demanda de su favor:
10 Si se quedan a vivir en esta tierra,
los construiré y no los destruiré,
los plantaré y no los arrancaré;
porque me pesa el mal
que les he hecho.
10 Si os quedáis a vivir en esta tierra, yo os edificaré y no os destruiré, os plantaré y no os arrancaré, porque me pesa del mal que os he hecho.
11 No teman al rey de Babilonia,
a quien ahora temen;
no le teman
– oráculo del Señor–
porque yo estoy con ustedes
para salvarlos y librarlos de su mano.
11 No temáis al rey de Babilonia, que tanto os asusta: no temáis nada de él —oráculo de Yahvé— que con vosotros estoy yo para salvaros y libraros de su mano.
12 Le infundiré compasión
para que los compadezca
y los deje vivir en sus tierras.
12 Haré que se os tenga compasión y él os la tendrá y os devolverá a vuestro suelo.
13 Pero si dicen:
No habitaremos en esta tierra
– desobedeciendo al Señor,
su Dios– ,
13 Pero si decís vosotros: “No nos quedamos en este país”, desoyendo así la voz de vuestro Dios Yahvé,
14 sino que iremos a Egipto,
donde no conoceremos la guerra,
ni oiremos el toque de trompetas,
ni pasaremos hambre de pan,
y allí viviremos,
14 diciendo: “No, sino que al país de Egipto iremos, donde no veamos guerra, ni oigamos toque de cuerno, ni tengamos hambre de pan, y allí nos quedaremos”;
15 entonces, resto de Judá,
escuchen la Palabra del Señor:
Así dice el Señor Todopoderoso,
Dios de Israel:
Si se empeñan en ir a Egipto
para residir allí,
15 ¡pues bien! en ese caso, oíd la palabra de Yahvé, oh resto de Judá. Así dice Yahvé Sebaot, el Dios de Israel: Si vosotros enderezáis rumbo a Egipto y entráis como refugiados allí,
16 la espada que ustedes temen
los alcanzará en Egipto,
el hambre que los asusta
se les pegará en Egipto
y allí morirán.
16 entonces la espada que teméis os alcanzará allí en Egipto, y el hambre que receláis, allá os irá pisando los talones; y allí, en Egipto mismo, moriréis.
17 Todos los que se empeñen
en ir a Egipto para residir allí,
allí morirán por la espada,
el hambre y la peste,
y no quedará ni un superviviente
de todas las calamidades
que yo les enviaré.
17 Así sucederá que todos los que enderecen rumbo a Egipto como refugiados morirán por la espada, por el hambre y por la peste, y no les quedará superviviente ni evadido del daño que yo traiga sobre ellos.
18 Porque así dice
el Señor Todopoderoso,
Dios de Israel:
Como se derramó mi ira y mi cólera
sobre los habitantes de Jerusalén,
así se derramará mi cólera
sobre ustedes si van a Egipto.
Serán maldición y espanto,
desprecio y burla,
volverán a ver este lugar.
18 Porque así dice Yahvé Sebaot, el Dios de Israel: Como se vertió mi ira y mi cólera sobre los habitantes de Jerusalén, así se verterá mi cólera contra vosotros como entréis en Egipto, y seréis tema de imprecación y asombro, de maldición y oprobio, y no veréis más este lugar.
19 Esto dice el Señor, resto de Judá:
No vayan a Egipto.
Sépanlo bien,
porque yo se lo atestiguo hoy.
19 Ha dicho Yahvé respecto a vosotros, resto de Judá: “No entréis en Egipto.” Podéis estar seguros que os lo he avisado hoy,
20 Cierto que se engañan a ustedes mismos cuando me envían al Señor, su Dios, pidiendo que rece por ustedes al Señor, su Dios, y que les comunique todo lo que dice el Señor, su Dios, para cumplirlo.20 que os estáis engañando a vosotros mismos, pues que vosotros me habéis enviado a vuestro Dios Yahvé diciendo: “Ruega por nosotros a nuestro Dios Yahvé, y cuanto diga nuestro Dios Yahvé nos lo declaras, que lo haremos.”
21 Yo se lo he comunicado hoy, y no quieren obedecer al Señor, su Dios, que me ha enviado a ustedes.21 Yo os lo he declarado hoy, pero no hacéis caso de vuestro Dios Yahvé en nada de cuanto me ha enviado a deciros.
22 Pues ahora, sépanlo bien: Morirán a espada, de hambre y de peste en el sitio que eligen como residencia.22 Ahora, pues, podéis estar seguros de que por la espada, el hambre y la peste moriréis en aquel lugar adonde deseáis refugiaros.»

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Introducción a Jeremías 

JEREMÍAS

La época. Sobre la época del ministerio de Jeremías estamos bastante bien informados gracias a los libros de Reyes y Crónicas, algunos documentos extrabíblicos y el mismo libro de Jeremías. Es una época de cambios importantes en la esfera internacional, dramática y trágica para los judíos. Durante la segunda mitad del siglo VII a.C. Asiria declina rápidamente, se desmorona y cede ante el ataque combinado de medos y persas. Josías, rey de Judá (640-609 a.C.), aprovecha la coyuntura para afianzar su reforma, extender sus dominios hacia el norte y atraer a miembros del destrozado reino del norte.
También se aprovecha Egipto para extender sus dominios sobre Siria y contrarrestar el poder creciente de Babilonia. Los dos imperios se enfrentan; el faraón es derrotado y cede la hegemonía a Babilonia. Josías, mezclado en rivalidad, muere en 609 a.C. En Judá comienza el juego de sumisión y rebelión que acabará trágicamente. La rebelión de uno de los reyes, Joaquín (609-598 a.C.) contra el pago del tributo, provoca la primera deportación de gente notable a Babilonia y el nombramiento de un rey sumiso, Sedecías. La rebelión de éste, provoca el asedio, la matanza y la gran deportación (586 a.C.). Judá deja de existir como nación soberana.

El profeta Jeremías. Pocas personalidades del Antiguo Testamento nos resultan tan conocidas y próximas como el profeta Jeremías, nacido en Anatot, pueblo de la tribu de Benjamín, a mediados del siglo VII a.C. A Jeremías lo conocemos a través de los relatos, de las confesiones en las que se desahoga con Dios, por sus irrupciones líricas en la retórica de la predicación. Comparado con el «clásico» Isaías, lo llamaríamos «romántico». Como sus escritos (36,23s), Jeremías es el «profeta quemado».
Su itinerario profético, que comienza con su vocación en 627 a.C., es trágico y conmovedor. Tras una etapa de ilusión y gozo en su ministerio, sucede la resistencia pasiva del pueblo, y activa y creciente de sus rivales, entre los que se encuentran autoridades, profetas y familiares. Su predicación es antipática y sus consignas impopulares. En su actuación, va de fracaso en fracaso; su vocación llega a hacerse intolerable, necesitando la consolación de Dios.
Se siente desgarrado entre la nostalgia de los oráculos de promesa y la presencia de los oráculos de amenaza que Dios le impone; entre la solidaridad a su pueblo, que le empuja a la intercesión, y la Palabra del Señor que le ordena apartarse y no interceder; entre la obediencia a la misión divina y la empatía con su pueblo. Con ojos lúcidos de profeta, contempla el fracaso sistemático de toda su vida y actividad, hasta hacerle exclamar en un arrebato de desesperación: «¡Maldito el día en que nací!... ¿Por qué salí del vientre para pasar trabajos y penas y acabar mis días derrotado?» (20,14-18).
Nuestro profeta es como un anti-Moisés. Se le prohíbe interceder. Tiene que abandonar la tierra y marchar forzado a Egipto, donde seis años después muere asesinado a manos de sus propios compatriotas. De su muerte trágica se salva un libro, y en ese libro pervive la personalidad de Jeremías con un vigor excepcional. Su vida y pasión parece en muchos aspectos una anticipación de la de Cristo.

El libro de Jeremías. Jeremías es un poeta que desarrolla con gran originalidad la tradición de sus predecesores; sobresale su capacidad de crear imágenes y de trascender visiones simples y caseras. El estilo de la poesía se distingue por la riqueza imaginativa y la intensidad emotiva. La prosa narrativa, siguiendo la gran tradición israelita de brevedad, inmediatez e intensidad, es de lo mejor que leemos en el Antiguo Testamento, haciendo de la obra una de las más asequibles para al lector de hoy.
Se suelen repartir los materiales del libro en tres grandes grupos: 1. Oráculos en verso, subdivididos en: oráculos para el pueblo y el rey, confesiones del profeta (10,18-12,6; 15,10-21; 17,14-18; 18, 18-23; 20,7-18), oráculos contra naciones paganas (25 y 46-51). 2. Textos narrativos con palabras del profeta incorporadas. 3. Discursos en prosa elaborados en estilo deuteronomista (7,1-8,3; 11,1-14; 16,1-13; 17,19-27; 18,1-12; 21,1-10; 22,1-5; 25,1-14; 34,8-22; 35,1-19).

Mensaje religioso de Jeremías. Jeremías es un profeta que vive en su propia carne el drama de una fidelidad absoluta a Dios y una absoluta solidaridad con el pueblo rebelde y desertor a quien, fiel a su vocación profética, tiene que anunciar la catástrofe a la que le llevan sus pecados.
Su fidelidad y continuo contacto con Dios, sellados por el sufrimiento, llevará a la conciencia del pueblo la necesidad de un nuevo tipo de relación con el Señor, más íntima y personal, más enraizada en el corazón de las personas que en una alianza jurídica y externa. Esta relación de obediencia es el culto que Dios desea y que deberá manifestarse en juzgar según derecho y en la defensa de la causa del huérfano y del pobre.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Jeremías  42,1-22Consulta a Jeremías. Reaparece Jeremías en escena, esta vez para ser consultado por los que han huido de Jerusalén. La respuesta de Jeremías (9-22) mantiene el tono de sometimiento a Babilonia como única garantía de sobrevivencia. Jeremías conoce la política internacional y sabe que aliarse con Egipto equivale a morir a manos del poderoso de turno. En el fondo, Jeremías siempre temió volver a Egipto, porque sería recorrer el camino de retorno a la misma suerte de los antiguos israelitas en aquel país, sería algo así como un antiéxodo.