Jeremías  51 Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011) | 64 versitos |
1 Esto dice el Señor: | Voy a suscitar contra Babilonia, | contra los que habitan el corazón del país, | un viento devastador que los destruya.
2 Voy a enviar contra Babilonia | extranjeros que la aventarán | y dejarán vacío su territorio: | la atacarán por todas partes | el día de la catástrofe.
3 Que no se amedrenten los arqueros | ni se cansen los que llevan coraza; | no perdonéis a sus guerreros, | acabad con todo su ejército.
4 Rodarán víctimas en tierra caldea, | gente traspasada por sus calles.
5 Pues Israel y Judá no son viudas | de su Dios, el Señor del universo. | En cambio, la tierra de los caldeos | es culpable ante el Santo de Israel.
6 Huid, abandonad Babilonia, | poned vuestras vidas a salvo, | no acabéis mal por su culpa; | que es la hora de la venganza del Señor, | el día en que va a pedirles cuentas.
7 Babilonia era una copa de oro, | a merced de la mano del Señor, | que emborrachaba a toda la tierra; | las naciones bebían de su vino | hasta el punto de perder el sentido.
8 De pronto cayó Babilonia, | se rompió: ¡llorad por ella! | Traed bálsamo para sus llagas, | tal vez encontremos remedio.
9 Intentamos curar a Babilonia, | pero es imposible: ¡dejadla, | volvamos cada cual a nuestra tierra! | Pues su condena llega hasta el cielo, | alcanza la altura de las nubes.
10 El Señor decidió a favor nuestro; | vamos, proclamemos en Sión | la hazaña del Señor, nuestro Dios.
11 Afilad las saetas, llenad las aljabas; | el Señor incita a los reyes de Media, | pues ha decidido destruir Babilonia: | así el Señor se toma venganza | por haber destruido su templo.
12 Alzad bien altas las enseñas | en dirección a los muros de Babilonia; | reforzad la guardia, | apostad centinelas, | tended emboscadas. | El Señor lleva a cabo lo que piensa, | lo que predijo contra el pueblo de Babilonia.
13 Ciudad repleta de tesoros, | bañada por aguas caudalosas, | ¡llega tu fin, te cortan la trama!
14 El Señor del universo lo jura por su vida: | Aunque estés repleta de gente, | como una invasión de langosta, | cantarán victoria sobre ti.
15 Él hizo la tierra con su poder, | asentó el orbe con su saber, | desplegó el cielo con su habilidad.
16 Cuando deja oír su voz, | retumban las aguas del cielo, | hace que las nubes se eleven | desde el confín mismo de la tierra; | con los rayos desata la lluvia | y saca de sus depósitos el viento.
17 Los hombres se atontan con su técnica, | los plateros fracasan con sus ídolos: | son pura mentira, sin espíritu;
18 son obras vacías, engañosas, | destinadas al día del castigo.
19 No así la «Porción de Jacob», | pues es el creador de todo; | Israel es tribu de su propiedad, | se llama Señor del universo.
20 Tú eres mi mazo, mi arma de guerra: | contigo machacaré naciones, | contigo aniquilaré reinos;
21 contigo machacaré caballos y caballeros, | contigo machacaré carros y aurigas;
22 contigo machacaré hombres y mujeres, | contigo machacaré jóvenes y adultos, | contigo machacaré muchachos y muchachas;
23 contigo machacaré pastores y rebaños, | contigo machacaré labradores y yuntas, | contigo machacaré gobernadores y prefectos.
24 Pero haré que pague Babilonia | y todos los habitantes de Caldea | todos los males que hicieron | en Sión delante de vosotros | —oráculo del Señor—.
25 Vengo contra ti, montaña asesina, | asesina de toda la tierra | —oráculo del Señor—. | Extenderé mi brazo contra ti, | te lanzaré rodando entre peñascos, | haré de ti una montaña quemada.
26 Nadie acudirá a buscar en ti | piedras angulares o de cimiento, | pues serás una ruina perpetua | —oráculo del Señor—.
27 Alzad el estandarte en el país, | convocad con el cuerno a las naciones; | consagrad naciones contra ella, | reclutad contra ella a los reinos | de Ararat, Miní y Asquenaz; | designad a un comandante contra ella, | enviad caballos como langostas erizadas.
28 Consagrad naciones contra ella, | convocad a los reyes de Media, | a sus gobernadores y prefectos, | y a todo el imperio que gobierna.
29 La tierra temblará entre sacudidas | cuando se cumplan en contra de Babel | los planes del Señor para con ella: | dejar el territorio babilonio | desolado, sin nadie que lo habite.
30 Los más aguerridos de Babilonia | han abandonado la batalla; | se quedan dentro de las fortalezas, | les falla el valor, igual que mujeres. | El fuego consume sus edificios, | sus cerrojos están destrozados.
31 Un correo corre tras otro, | mensajero detrás de mensajero, | para anunciar al rey de Babilonia | que ha caído del todo su ciudad:
32 los vados se encuentran cortados, | las esclusas están incendiadas, | los guerreros muertos de miedo.
33 Esto dice el Señor del universo, Dios de Israel: | «Ha quedado la capital de Babilonia | como era dispuesta para la trilla; | en cuanto pase algo de tiempo, | le llegará la hora de la cosecha».
34 Me ha comido, me ha devorado | Nabucodonosor, rey de Babilonia; | me ha dejado como un plato vacío. | Me ha engullido igual que un dragón, | ha quedado su vientre repleto | de lo más delicioso de mí, | y después me ha vomitado.
35 Dice la población de Sión: | «Que Babilonia sea responsable | del destrozo sufrido por mi carne»; | dice Jerusalén: | «Que los caldeos sean responsables | de haber derramado mi sangre».
36 En respuesta, dice el Señor: | Aquí estoy en defensa de tu causa, | voy a vengarme en tu nombre: | secaré su caudaloso río, | dejaré sus manantiales sin gota;
37 Babilonia acabará arruinada, | convertida en cueva de chacales, | en objeto de espanto y rechifla, | sin una persona que la habite.
38 Rugen en grupo, como leones, | gruñen como crías de león.
39 Cuando estén con el ánimo exaltado, | voy a prepararles un festín: | haré que todos se emborrachen, | que una vez llegada la euforia, | se duerman en un sueño eterno, | de modo que no se despierten | —oráculo del Señor—.
40 Los llevaré como corderos al matadero, | lo mismo que carneros o cabritos.
41 ¡Cómo ha sido asediada y capturada | Sesac, la admiración de la tierra! | ¡Cómo ha quedado desolada | Babilonia en medio de las naciones!
42 El mar embistió contra Babel, | la inundó con sus olas tumultuosas:
43 sus ciudades quedaron vacías, | como tierra desértica y reseca; | ya no habrá quien habite en ellas, | no habrá nadie que pase por ellas.
44 Pasaré cuentas a Bel en Babilonia, | le haré vomitar todo lo tragado; | ya no acudirán los pueblos a ella, | incluso su muralla se ha derrumbado.
45 ¡Sal de Babilonia, pueblo mío, | que todos se pongan a salvo | del incendio de la ira del Señor!
46 No os desaniméis ni tembléis | por la noticia que recorre el país, | pues cada año surgen rumores: | que si hay violencia en el país, | que si un jefe se alza contra otro.
47 Pues bien, veréis que llegan días | en que castigaré a los ídolos de Babilonia, | su país quedará desconcertado, | cubierto por completo de víctimas.
48 Cielo, tierra y cuanto hay en ellos | estallarán en gritos de alborozo | cuando vean lo que le espera a Babilonia: | que vienen a atacarla por el norte | los devastadores —oráculo del Señor—.
49 En Babilonia podrían caer | heridos del pueblo de Israel, | igual que cayeron por Babilonia | heridos de toda la tierra.
50 Los que habéis escapado a la espada | marchaos y no os detengáis: | recordad allá lejos al Señor, | llevad a Jerusalén en el corazón.
51 ¡Qué vergüenza al enterarnos de la afrenta, | el bochorno cubrió nuestros rostros!: | dicen que extranjeros han pisado | lo más santo del templo del Señor.
52 Por eso, veréis que llegan días | en que yo castigaré a sus ídolos, | y sus heridos gemirán por el país | —oráculo del Señor—.
53 Aunque suba Babilonia hasta el cielo | y ponga su ciudadela en las alturas, | enviaré devastadores contra ella | —oráculo del Señor—.
54 Se oyen gritos de socorro en Babilonia, | llanto intenso en la tierra de los caldeos.
55 Pero el Señor devastará Babilonia, | acabará con todo su griterío, | aunque bramen como las olas del mar | y resuenen sus voces tumultuosas.
56 ¡El devastador ataca Babilonia! | Sus guerreros caerán prisioneros, | sus arcos quedarán destrozados, | pues el Señor es un Dios que retribuye, | y al fin les dará su merecido.
57 Emborracharé a sus nobles y a sus sabios, a sus gobernadores, prefectos y soldados, que dormirán un sueño eterno y no despertarán —oráculo del rey que se llama Señor del universo—.
58 Esto dice el Señor del universo: | La ancha muralla de Babilonia | será destruida, | sus altos portones, quemados. | ¡En vano trabajan los pueblos, | para el fuego se afanan las naciones!
59 Encargo que dio el profeta Jeremías a Seraías, hijo de Nerías y nieto de Majsías, cuando marchó deportado a Babilonia en el séquito de Sedecías, rey de Judá. Corría el año cuarto de su reinado, y Seraías era a la sazón jefe de intendencia.
60 Jeremías escribió en un rollo la catástrofe que se cernía sobre Babilonia, es decir, las profecías escritas hasta aquí contra Babilonia.
61 Jeremías dijo a Seraías: «Cuando llegues a Babilonia, busca el modo de proclamar todas estas profecías.
62 Dirás: “Señor, tú decidiste que este lugar fuese destruido, que no quedase en él alma viviente, ni hombres ni animales, y que fuese una perpetua desolación”.
63 A continuación, cuando termines de leer este rollo, le atas una piedra y lo arrojas al Éufrates,
64 al tiempo que dices: “Así se hundirá Babilonia, para no levantarse”, pues voy a traer sobre ella una terrible desgracia». Hasta aquí las palabras de Jeremías.

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Introducción a Jeremías 

JEREMÍAS

En el conjunto de los libros proféticos, el de Jeremías se caracteriza, entre otras cosas, por incorporar gran cantidad de material narrativo. Llama también la atención el aparente desorden del material que compone el libro, pues no sigue una línea cronológica clara, aunque existe una cierta continuidad por los relatos biográficos que se ocupan de la vida del profeta a partir del año 608 a.C. En este contexto, todo el libro se mueve pendularmente (y paradójicamente) entre dos extremos: la irremediable destrucción, ya decretada, y la posibilidad de recuperación a partir de la conversión; los oráculos de aniquilamiento sin posibilidad de recurso, y las profecías de restauración. Anunciará con firmeza el establecimiento de una nueva alianza (Jer 31:31 ss) entre Dios y su pueblo, que se hará realidad siglos más tarde en la persona de Jesús, el Hijo de Dios.

Fuente: Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

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Notas

Jeremías  51,1-58*50:1-51:58 Tras amenazar a diversas naciones enemigas de Israel, le toca ahora el turno al país causante de la catástrofe más radical que sufrió Judá en toda su historia. Este conjunto literario constituye una recopilación de diversos oráculos con interpolaciones, algunas favorables a los israelitas.