Mateo 10 Nuevo Testamento (Bover-Cantera, 1957) 4ta Edición | 42 versitos |
1 Y llamando a sí a sus doce discípulos, les dio potestad sobre los espíritus impuros para lanzarlos y para curar toda enfermedad y toda dolencia. *
2 Y los nombres de los doce apóstoles son éstos: primero Simón, llamado Pedro, y Andrés, su hermano; Santiago el del Zebedeo, y Juan su hermano;
3 Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo el publicano; Santiago el de Alfeo y Lebeo,
4 Simón el Cananeo y Judas el Iscariote, el que le entregó.
5 A estos doce envió Jesús, después de darles instrucciones, diciendo: No vayáis camino de los gentiles ni entréis en ciudad de samaritanos;
6 id más bien a las ovejas descarriadas de la casa de Israel.
7 Y al ir, predicad diciendo: Está cerca el reino de los cielos.
8 Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, lanzad demonios; de balde lo recibisteis, de balde dadlo.
9 No os procuréis oro, ni plata, ni calderilla en vuestras fajas,
10 ni zurrón para el camino, ni dos túnicas, ni zapatos, ni bastón, porque digno es el obrero de su mantenimiento,
11 Y en la ciudad o aldea en que entréis, averiguad quién haya en ella digno, y quedaos allí hasta que partáis.
12 Y al entrar en la casa, saludadla;
13 y si la casa fuere digna, venga vuestra paz sobre ella; mas si no fuere digna, tórnese a vosotros vuestra paz.
14 Y si alguno no os recibiere ni escuchare vuestras palabras, saliéndoos afuera de aquella casa o ciudad, sacudid el polvo de vuestros pies.
15 En verdad os digo, se usará menos rigor con la tierra de Sodoma y Gomorra, el día del juicio, que con aquella ciudad.
16 Mirad, yo os envío como ovejas en medio de lobos; sed, pues, prudentes como las serpientes y sencillos como las palomas.
17 Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los sanhedrines y en sus sinagogas os azotarán;*
18 seréis llevados por mi causa a los gobernadores y reyes, para que sirva de testimonio a ellos y a los gentiles.
19 Y cuando os entregaren, no os preocupéis de cómo o qué habéis de hablar, porque os será dado en aquella hora lo que hayáis de hablar;
20 que no seréis vosotros los que hablaréis, sino el Espíritu de vuestro Padre quien hablará en vosotros.
21 Entregará el hermano al hermano a la muerte, y el padre al hijo, y se alzarán los hijos contra los padres y los harán morir.
22 Y seréis aborrecidos de todos a causa de mi nombre; mas el que permanezca firme hasta el fin, éste será salvo.
23 Y cuando os persigan en esta ciudad, huid a la otra; y cuando también en esta otra os persigan, huid a otra; porque de verdad os digo, no acabaréis con las ciudades de Israel hasta que venga el Hijo del hombre. *
24 No es un discípulo más que el maestro ni un esclavo más que su amo;
25 bastante es para el discípulo ser como su maestro, y para el esclavo ser como su amo. Si al señor de casa llamaron Belzebú, ¿cuánto más a los de su casa?
26 Así que no les cobréis miedo, pues no hay nada encubierto que no se descubra ni nada escondido que no se dé a conocer. *
27 Lo que os digo en la oscuridad, decidlo a la luz del día, y lo que escucháis al oído, pregonadlo desde las azoteas.
28 Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero al alma no la pueden matar; antes temed al que puede arruinar alma y cuerpo en la gehena.
29 ¿No se venden acaso dos gorriones por un sueldo? Y ni uno de ellos caerá en tierra sin disposición de vuestro Padre.
30 Y de vosotros, hasta los cabellos de la cabeza están todos contados.
31 No temáis, pues; más que muchos gorriones valéis vosotros.
32 Todo aquel, pues, que se declare por mí ante los hombres, también yo me declararé por él ante mi Padre, que está en los cielos;*
33 mas quien me niegue a mí ante los hombres, también yo le negaré a él ante mi Padre, que está en los ciclos.
34 No os imaginéis que vine a poner paz sobre la tierra; no vine a poner paz, sino espada. *
35 Porque vine a separar al hombre contra su padre, y a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra;
36 y los enemigos del hombre serán los de su casa (Miq 7:6).
37 Quien ama al padre o a la madre más que a mí, no es digno de mí; y quien ama al hijo o a la hija más que a mí, no es digno de mí;
38 y quien no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí.
39 Quien halla su vida, la perderá; y quien pierde su vida por mi causa, la hallará. *
40 Quien os recibe a vosotros, a mí me recibe; y quien me recibe a mí, recibe al que me envió.
41 Quien recibe a un profeta a título de profeta, obtendrá recompensa de profeta; y quien recibe un justo a título de justo, obtendrá recompensa de justo. *
42 Y quien diere de beber un vaso tan sólo de agua fría a uno de estos pequeñuelos a título de discípulo, en verdad os digo que no se perderá su recompensa.

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Introducción a Mateo




DE LOS EVANGELIOS
EN GENERAL

NOMBRE. — Evangelio primitivamente significó albricias; luego pasó a significar la misma buena nueva. En sentido cristiano significó la Buena Nueva por antonomasia, «el mensaje de la salud» humana ( Efe_1:13 ). TRIPLE FASE DEL EVANGELIO. — La Buena Nueva de Cristo presentó tres fases sucesivas: 1) su realización histórica; 2) su anuncio o divulgación; 3) su redacción escrita; es decir: 1) el Evangelio realizado; 2) el Evangelio predicado; 3) el Evangelio escrito. EL EVANGELIO ORAL. — La predicación apostólica hubo de ser, ante todo, apologética: había de probar que Jesús de Nazaret era el Mesías e Hijo de Dios. Los que creían en Jesu-Cristo, naturalmente concebían vivos deseos de conocer sus milagros y sus discursos. Espontáneamente se harían eco de aquellas palabras del Maestro: «Dichosos vuestros ojos, que vieron, y vuestros oídos, que oyeron» ( Mat_13:16 ). Tal fue el objeto de la catequesis evangélica: suplir la visión y audición personal. Para la realización de este ideal, el hombre apropiado era Pedro. Aunque desprovisto de cultura refinada, era hombre inteligente y despierto, que había observado atentamente cuanto Jesús había dicho y hecho y lo conservaba grabado en su memoria. Dos cosas hubo de hacer Pedro: seleccionar la materia y ordenarla. En cuanto a la selección, Pedro vio que lo que Jesús había enseñado y obrado por su propia iniciativa y conforme a un plan premeditado, se contenía principalmente en su predicación galilaica; lo demás, hasta el último viaje a Jerusalén, había sido más bien ocasional. Al ministerio galilaico se atuvo, por tanto. El orden fue el que debía ser. La predicación de Galilea había sido una serie de viajes y excursiones. Con sólo seguir este orden itinerario se tenía el orden deseado, que era indirectamente orden cronológico. Esta predicación oral, iniciada en Jerusalén y dirigida a los judíos, al ser trasladada más tarde a Antioquia y a Roma, hubo de adaptarse a la mentalidad de los nuevos oyentes, griegos o latinos. De ahí las tres formas o variedades del Evangelio oral: la jerosolimitana, la antioquena, la romana. De ellas procedieron los Evangelios escritos. LOS EVANGELIO ESCRITOS. — Fueron cuatro los admitidos por la Iglesia: Mateo, Marcos, Lucas y Juan. La diferente personalidad de los autores y su relación respecto del Evangelio oral determina el carácter o rasgos diferenciales de los cuatro Evangelios escritos. Para San Mateo, que era apóstol y conocía personalmente cuanto Jesús había dicho y hecho, el Evangelio oral fue simplemente una norma directiva, conforme a la cual él ordenó su propio Evangelio. Para San Marcos, simple auxiliar de Pedro, la labor redaccional se redujo a poner por escrito el Evangelio oral de Pedro. Para San Lucas es su fuente de información, la principal, sin duda, a base de la cual él ordena las múltiples y variadas informaciones que va recogiendo. Para San Juan es algo puramente extrínseco; algo que él no quiere tocar, si ya no es, raras veces, para completarlo, precisarlo o explicarlo. EL PROBLEMA SINÓPTICO. — El hecho de utilizar como fuente común el Evangelio oral establece entre los tres primeros evangelistas notables afinidades, en virtud de las cuales han sido denominados Sinópticos. Pero la distinta manera de utilizarlos da origen a diferencias no menos notables. El conjunto de estas afinidades y diferencias revela una concordia discordante o una discordia concordante, que constituye el problema sinóptico. Las soluciones dadas a este problema se reducen a tres tipos principales: la que busca la solución en la misma predicación oral, la que apela a documentos escritos interpuestos y la que combina ambos elementos de solución. La solución de un problema tan complejo parece no puede ser sencilla, y por ende se busca generalmente en la combinación de múltiples elementos. AUTENTICIDAD, INTEGRIDAD, HISTORICIDAD. — La autenticidad de los Evangelios está garantizada por una prueba documental, cual no puede presentarla a su favor, ni remotamente, ningún otro escrito de la antigüedad. La integridad substancial, exenta de notables alteraciones y especialmente de interpolaciones, la han puesto en evidencia las numerosísimas y esmeradísimas ediciones que hace más de cuatro siglos vienen haciéndose de los Evangelios: ediciones hechas con los criterios más opuestos y rígidos, todas, sin embargo, substancialmente concordes. No es menos patente su historicidad. Es tan manifiesto el tono de lealtad y sinceridad con que hablan los evangelistas, y se muestran tan bien informados en aquello que narran, que es imposible no darles entera fe. Además, la conformidad de unos con otros y la exactitud reconocida de todo cuanto ha podido comprobarse por otras fuentes, corroboran su testimonio. Y esto que todos generalmente admiten cuando se trata de hechos puramente naturales, vale igualmente cuando se trata de los milagros. LENGUA Y CRONOLOGÍA. — A excepción de San Mateo, que escribió en arameo, los demás evangelistas escribieron en griego. En cuanto al tiempo de su composición, es enteramente cierto que los tres primeros Evangelios se escribieron antes del año 63, y el cuarto, a fines del siglo I. Mayores precisiones no pasan de ser probables. Es posible que San Mateo escribiese su Evangelio hacia el año 50, San Marcos hacia el año 55, San Lucas hacia el 60, San Juan hacia los años 95-100. La versión griega de San Mateo, única que se conserva, debió de hacerse entre los años 60 y 70. COMPARACIÓN DE LOS CUATRO EVANGELISTAS. — Es interesante comparar los rasgos comunes y los diferenciales de cada evangelista. Ninguno de ellos hace literatura o escribe como literato; pero todos, si no es Marcos, hacen obra literaria, tanto más apreciable cuanto menos resabiada de retórica académica. La obra de Marcos pertenece a la literatura oral o hablada; la de los demás, a la literatura escrita. La de Marcos podría calificarse de infraliteraria; la de los otros tres, de literaria, si no se prefiere calificarla, a lo menos la de Juan, de supraliteraria. Desde el punto de vista histórico, la obra de Marcos pertenece a la historia popular; la de Mateo, a la historia erudita semítica; la de Lucas, a la historia erudita helénica; la de Juan, a la historia filosófica o trascendental. El rasgo distintivo de Marcos es la viveza fresca y espontánea; el de Mateo, la coherencia y precisión algo esquemática; el de Lucas, la delicadeza y suavidad penetrante; el de Juan, la elevación y luminosidad. Sobrepuestas las cuatro narraciones, Mateo da la línea, Marcos el colorido, Lucas los matices, Juan la luz. Marcos suministra el elemento humano, Mateo el elemento judaico, Lucas el elemento helénico, Juan el elemento divino. De ahí resulta la imagen única en la historia: la del judío, que supera el judaísmo; la del hombre, que supera la humanidad; la del Hombre-Dios, Jesús de Nazaret, el héroe y protagonista de la cuádruple narración que forma los cuatro libros del único Evangelio, el libro más hermoso que jamás se ha escrito.

EVANGELIO DE
SAN MATEO

EL AUTOR Y SU OBRA. — Además de su doble nombre de Mateo y Leví, dos datos interesan especialmente: su apostolado y su anterior oficio de publicano. De ahí el doble sello personal que imprimió a su obra. Como apóstol podía conocer el material evangélico tan bien como Pedro o poco menos. Consiguientemente, primero en su Evangelio oral y luego en su Evangelio escrito, pudo proceder con una libertad y seguridad que no tenían ni Marcos ni Lucas. Si Mateo mantuvo en sus líneas generales el plan prefijado por San Pedro, en la ejecución pudo añadirle lo que en cada caso juzgase conveniente, sacado del tesoro riquísimo de su experiencia y de su memoria. Pero además, por sus hábitos anteriores, era entre los apóstoles el hombre indicado para redactar por escrito el Evangelio oral. Mientras que los principales apóstoles, Pedro, Juan, Santiago, Andrés, habían sido hombres de redes y de anzuelos, San Mateo había sido hombre de pluma. DESTINATARIOS Y OBJETO. — Los destinatarios del primer Evangelio fueron los judíos de Palestina. En su Evangelio escrito, lo mismo que en su Evangelio oral, San Mateo se dirige a los judíos creyentes, esto es, a los que, previamente convencidos de la mesianidad de Jesús por el hecho de la resurrección, habían abrazado la fe cristiana; mas no por esto pierde de vista a los judíos incrédulos, con el fin de prevenir contra ellos y sus falacias a los creyentes. La tesis fundamental del primer Evangelio, la mesianidad y divinidad de Jesús de Nazaret, es substancialmente la misma que la de los otros evangelistas. Tres rasgos, empero, caracterizan peculiarmente a San Mateo: las frecuentes citas del A. T., la extensión y preponderancia dada a los discursos de Jesús y la mención explícita de la Iglesia y del primado de Pedro. ORDEN DEL PRIMER EVANGELIO. — San Mateo no siempre mantiene el orden cronológico. Dónde se hallan estas inversiones aparece fácilmente comparándole con San Marcos y San Lucas. Mientras en los capítulos 14-18 coincide con los paralelos de los otros dos sinópticos, en cambio en los precedentes capítulos 5-13 discrepa de ellos. En estos nueve capítulos, por tanto, hay que buscar las inversiones cronológicas. Para hacerse cargo de lo que representan estas inversiones, conviene analizar el contenido de esta parte sistemática de San Mateo. Comprende estas siete secciones:
A (5-7) Sermón del monte. B (8-9) Serie de milagros. C (10) Instrucciones misionales. D (11) Actitud reprobable de los judíos. E (12:1-21) Choque con los fariseos. F (12:22-50) Calumnias farisaicas. G (13) Parábolas del reino de los cielos. Las secciones A D F G proceden rectilíneamente; las transposiciones sólo se hallan en las secciones B C E. La más llamativa es la sección B, recopilación de hechos en gran parte ocasionales. La sección C, que debía seguir a G, es una anticipación. La sección E, que debía preceder a A, es un retraso motivado por la afinidad con F. A esto se reducen las inversiones de San Mateo: a una recopilación de hechos dispersos (B), una anticipación (C) y un ligero retraso (E). PLAN. — El primer Evangelio se divide en-tres partes desiguales: 1) la infancia; 2) la vida pública; 3) la consumación.

Dentro de la vida pública pueden distinguirse estos cinco períodos: 1) Periodo de preparación: investidura del Mesías (3-4). 2) En Galilea: el Mesías mal acogido (5-13). 3) Al N. y al E. de Galilea: la Iglesia en perspectiva (14-18). 4) Camino de Jerusalén (19-20). 5) En Jerusalén: entrada triunfal del Mesías (21-25).



Fuente: Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)

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Notas

Mateo 10,1-4

Consignados los estupendos poderes otorgados a los apóstoles, se propone la lista de los Doce, que consta de tres cuaternas. La elección de los Doce había ocurrido inmediatamente antes del sermón de la Montaña.


Mateo 10,10

NI BASTÓN: esta prohibición parece contraria a la permisión consignada en San Marcos (Mar_6:8): «sino sólo bastón». A esta dificultad se han dado varias soluciones.
Primera: el Maestro prohíbe el palo (de defensa) y permite el bastón (de apoyo).
Segunda: ambas expresiones, fragmentarias, serían parte de una frase más completa, en la cual se prohibiría el uso del bastón no absolutamente.
Tercera: se emplearía una frase aramea, popular e hiperbólica, que, al ser traducida, pudo indiferentemente tomar la forma prohibitiva o permisiva, que expresase igualmente lo que el Maestro deseaba inculcar, es decir, la pobreza en el viajar.


Mateo 10,17-18

Serán perseguidos los apóstoles no sólo por los judíos, sino también por LOS GOBERNADORES Y REYES. Es de notar que estas persecuciones se verificaron ya antes del año 70 y en tierra de Israel. Gobernadores fueron Félix y Porcio Festo; reyes, Agripa I y Agripa II.


Mateo 10,23

HASTA QUE VENGA EL HIJO DEL HOMBRE: esta venida es, según unos, la parusía; según otros la destrucción de Jerusalén, ocurrida el año 70. Esta segunda solución parece preferible. Es de notar que la destrucción y la parusía no son dos hechos inconexos. La destrucción, por una parte, se presenta como imagen simbólica de la parusía: por otra, es como la inauguración del juicio de Dios sobre los hombres. Por lo demás, la frase precedente NO ACABARÉIS CON LAS CIUDADES DE ISRAEL, ya se tomen como ciudades de refugio, ya como campo de evangelización, ya en ambos sentidos a la vez, pudo tener su verificativo antes del año 70,


Mateo 10,26

No HAY NADA ENCUBIERTO QUE NO SE DESCUBRA: este dicho proverbial, aducido otras veces contra la hipocresía, tiene aquí otro sentido: que el Evangelio, anunciado ahora en secreto, no pretende disimularse entre sombras, antes apetece la luz, para imponerse y triunfar; rompiendo las trabas del secreto, se abrirá camino, sin que nada pueda detener su paso arrollador.


Mateo 10,32-33

En el fondo de esta intimación hay una revelación de la divinidad de Cristo. La actitud que el hombre toma frente a Cristo es la misma que debe tomar frente a Dios, hasta el punto que la disyuntiva ineludible de declararse por él o negarle sea necesariamente la de su eterna salvación o condenación.


Mateo 10,34

NO VINE A PONER PAZ: declara el Maestro no su intento, sino el resultado de su palabra, que, admitida por unos, rechazada por otros, provocaría conflictos y discordias entre sus partidarios y sus adversarios.


Mateo 10,39

Formula el Maestro la gran paradoja que es la gran verdad cristiana sobre los valores temporales y eternos. Lo que parece ganar es perder, lo que parece perder es ganar. Es la gran ciencia de la vida y de la muerte.


Mateo 10,41-42

Enseña el Maestro, sin el tecnicismo que luego emplearían los teólogos, que el valor y el mérito de los actos morales corresponde proporcionalmente al motivo que los determina.