Mateo 11 Nuevo Testamento (Bover-Cantera, 1957) 4ta Edición | 30 versitos |
1 Y aconteció que, cuando Jesús hubo acabado de dar instrucciones a sus doce discípulos, pasó de allí a otra parte para enseñar y predicar en las ciudades de ellos.
2 Y Juan, habiendo en la prisión oído las obras de Cristo, enviándole un recado por medio de sus discípulos,
3 le dijo: ¿Eres tú el que ha de venir o aguardamos a otro?*
4 Y respondiendo Jesús, le dijo: Id y anunciad a Juan lo que visteis y oísteis: *
5 Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, los pobres evangelizados.
6 Y bienaventurado aquel que no se escandalizare en mí. *
7 Y cuando éstos se iban, comenzó Jesús a decir a las turbas acerca de Juan: ¿Qué salisteis a ver en el desierto? ¿Una caña cimbreada por el viento?*
8 ¿Pues qué salisteis a ver? ¿Un hombre vestido de ropas muelles? Mirad que los que llevan las ropas muelles, en los regios palacios están.
9 ¿Pues qué salisteis a ver? ¿Un profeta? Sí, os digo, y más que profeta.
10 Este es de quien se ha escrito (Mal 3:1): «Mira que yo envío mi mensajero delante de tu faz, el cual aparejará su camino delante de ti».
11 En verdad os digo, no ha surgido entre los nacidos de mujeres uno mayor que Juan el Bautista; mas el menor en el reino de los cielos, mayor es que él. *
12 Desde los días de Juan el Bautista hasta el presente, el reino de los cielos padece fuerza, y hombres esforzados arrebatan de él. *
13 Porque todos los Profetas y la Ley hasta Juan profetizaron.
14 Y si queréis creerlo, él es Elías el que ha de venir. *
15 Quien tenga oídos, oiga.
16 ¿A quién asemejaré esa generación? Es semejante a los niños sentados en las plazas, los cuales, dando voces a los compañeros, *
17 dicen: Os tocamos la flauta, y no danzasteis; entonamos endechas, y no plañisteis.
18 Porque vino Juan sin comer ni beber, y dicen: Demonio tiene.
19 Vino el Hijo del hombre comiendo y bebiendo, y dicen: Ahí tenéis un hombre comilón y bebedor de vino, amigo de publícanos y pecadores. Y quedó acreditada la sabiduría por sus propios hijos.
20 Entonces comenzó a reprochar a las ciudades en que se habían obrado la mayor parte de sus prodigios, porque no habían hecho penitencia:
21 ¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Que si en Tiro y Sidón se hubieran hecho los prodigios obrados en vosotras, tiempo habría que en cilicio y ceniza hicieran penitencia. *
22 Pues bien, os digo que con Tiro y Sidón se usará menos rigor en el día del juicio que con vosotras.
23 Y tú, Cafarnaúm, ¿por ventura serás exaltada hasta el cielo? Hasta el infierno descenderás (Is 14:13-15). Que si en Sodoma se hubieran hecho los prodigios obrados en ti, subsistiría aún hasta el día de hoy.
24 Pues bien, os digo que con la tierra de Sodoma se usará menos rigor el día del juicio que contigo.
25 En aquella sazón, tomando Jesús la palabra, dijo: Bendígote, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque encubriste esas cosas a los sabios y prudentes y las descubriste a los pequeñuelos.
26 Bien, Padre, que así pareció bien en tu acatamiento.
27 Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre, y ninguno conoce cabalmente al Hijo sino el Padre, ni al Padre conoce alguno cabalmente sino el Hijo y aquel a quien quisiere el Hijo revelarlo. *
28 Venid a mí todos cuantos andáis fatigados y agobiados, y yo os aliviaré.
29 Tomad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, pues soy manso y humilde de corazón, y hallaréis reposo para vuestras almas.
30 Porque mi yugo es suave, y mi carga, ligera.

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Introducción a Mateo




DE LOS EVANGELIOS
EN GENERAL

NOMBRE. — Evangelio primitivamente significó albricias; luego pasó a significar la misma buena nueva. En sentido cristiano significó la Buena Nueva por antonomasia, «el mensaje de la salud» humana ( Efe_1:13 ). TRIPLE FASE DEL EVANGELIO. — La Buena Nueva de Cristo presentó tres fases sucesivas: 1) su realización histórica; 2) su anuncio o divulgación; 3) su redacción escrita; es decir: 1) el Evangelio realizado; 2) el Evangelio predicado; 3) el Evangelio escrito. EL EVANGELIO ORAL. — La predicación apostólica hubo de ser, ante todo, apologética: había de probar que Jesús de Nazaret era el Mesías e Hijo de Dios. Los que creían en Jesu-Cristo, naturalmente concebían vivos deseos de conocer sus milagros y sus discursos. Espontáneamente se harían eco de aquellas palabras del Maestro: «Dichosos vuestros ojos, que vieron, y vuestros oídos, que oyeron» ( Mat_13:16 ). Tal fue el objeto de la catequesis evangélica: suplir la visión y audición personal. Para la realización de este ideal, el hombre apropiado era Pedro. Aunque desprovisto de cultura refinada, era hombre inteligente y despierto, que había observado atentamente cuanto Jesús había dicho y hecho y lo conservaba grabado en su memoria. Dos cosas hubo de hacer Pedro: seleccionar la materia y ordenarla. En cuanto a la selección, Pedro vio que lo que Jesús había enseñado y obrado por su propia iniciativa y conforme a un plan premeditado, se contenía principalmente en su predicación galilaica; lo demás, hasta el último viaje a Jerusalén, había sido más bien ocasional. Al ministerio galilaico se atuvo, por tanto. El orden fue el que debía ser. La predicación de Galilea había sido una serie de viajes y excursiones. Con sólo seguir este orden itinerario se tenía el orden deseado, que era indirectamente orden cronológico. Esta predicación oral, iniciada en Jerusalén y dirigida a los judíos, al ser trasladada más tarde a Antioquia y a Roma, hubo de adaptarse a la mentalidad de los nuevos oyentes, griegos o latinos. De ahí las tres formas o variedades del Evangelio oral: la jerosolimitana, la antioquena, la romana. De ellas procedieron los Evangelios escritos. LOS EVANGELIO ESCRITOS. — Fueron cuatro los admitidos por la Iglesia: Mateo, Marcos, Lucas y Juan. La diferente personalidad de los autores y su relación respecto del Evangelio oral determina el carácter o rasgos diferenciales de los cuatro Evangelios escritos. Para San Mateo, que era apóstol y conocía personalmente cuanto Jesús había dicho y hecho, el Evangelio oral fue simplemente una norma directiva, conforme a la cual él ordenó su propio Evangelio. Para San Marcos, simple auxiliar de Pedro, la labor redaccional se redujo a poner por escrito el Evangelio oral de Pedro. Para San Lucas es su fuente de información, la principal, sin duda, a base de la cual él ordena las múltiples y variadas informaciones que va recogiendo. Para San Juan es algo puramente extrínseco; algo que él no quiere tocar, si ya no es, raras veces, para completarlo, precisarlo o explicarlo. EL PROBLEMA SINÓPTICO. — El hecho de utilizar como fuente común el Evangelio oral establece entre los tres primeros evangelistas notables afinidades, en virtud de las cuales han sido denominados Sinópticos. Pero la distinta manera de utilizarlos da origen a diferencias no menos notables. El conjunto de estas afinidades y diferencias revela una concordia discordante o una discordia concordante, que constituye el problema sinóptico. Las soluciones dadas a este problema se reducen a tres tipos principales: la que busca la solución en la misma predicación oral, la que apela a documentos escritos interpuestos y la que combina ambos elementos de solución. La solución de un problema tan complejo parece no puede ser sencilla, y por ende se busca generalmente en la combinación de múltiples elementos. AUTENTICIDAD, INTEGRIDAD, HISTORICIDAD. — La autenticidad de los Evangelios está garantizada por una prueba documental, cual no puede presentarla a su favor, ni remotamente, ningún otro escrito de la antigüedad. La integridad substancial, exenta de notables alteraciones y especialmente de interpolaciones, la han puesto en evidencia las numerosísimas y esmeradísimas ediciones que hace más de cuatro siglos vienen haciéndose de los Evangelios: ediciones hechas con los criterios más opuestos y rígidos, todas, sin embargo, substancialmente concordes. No es menos patente su historicidad. Es tan manifiesto el tono de lealtad y sinceridad con que hablan los evangelistas, y se muestran tan bien informados en aquello que narran, que es imposible no darles entera fe. Además, la conformidad de unos con otros y la exactitud reconocida de todo cuanto ha podido comprobarse por otras fuentes, corroboran su testimonio. Y esto que todos generalmente admiten cuando se trata de hechos puramente naturales, vale igualmente cuando se trata de los milagros. LENGUA Y CRONOLOGÍA. — A excepción de San Mateo, que escribió en arameo, los demás evangelistas escribieron en griego. En cuanto al tiempo de su composición, es enteramente cierto que los tres primeros Evangelios se escribieron antes del año 63, y el cuarto, a fines del siglo I. Mayores precisiones no pasan de ser probables. Es posible que San Mateo escribiese su Evangelio hacia el año 50, San Marcos hacia el año 55, San Lucas hacia el 60, San Juan hacia los años 95-100. La versión griega de San Mateo, única que se conserva, debió de hacerse entre los años 60 y 70. COMPARACIÓN DE LOS CUATRO EVANGELISTAS. — Es interesante comparar los rasgos comunes y los diferenciales de cada evangelista. Ninguno de ellos hace literatura o escribe como literato; pero todos, si no es Marcos, hacen obra literaria, tanto más apreciable cuanto menos resabiada de retórica académica. La obra de Marcos pertenece a la literatura oral o hablada; la de los demás, a la literatura escrita. La de Marcos podría calificarse de infraliteraria; la de los otros tres, de literaria, si no se prefiere calificarla, a lo menos la de Juan, de supraliteraria. Desde el punto de vista histórico, la obra de Marcos pertenece a la historia popular; la de Mateo, a la historia erudita semítica; la de Lucas, a la historia erudita helénica; la de Juan, a la historia filosófica o trascendental. El rasgo distintivo de Marcos es la viveza fresca y espontánea; el de Mateo, la coherencia y precisión algo esquemática; el de Lucas, la delicadeza y suavidad penetrante; el de Juan, la elevación y luminosidad. Sobrepuestas las cuatro narraciones, Mateo da la línea, Marcos el colorido, Lucas los matices, Juan la luz. Marcos suministra el elemento humano, Mateo el elemento judaico, Lucas el elemento helénico, Juan el elemento divino. De ahí resulta la imagen única en la historia: la del judío, que supera el judaísmo; la del hombre, que supera la humanidad; la del Hombre-Dios, Jesús de Nazaret, el héroe y protagonista de la cuádruple narración que forma los cuatro libros del único Evangelio, el libro más hermoso que jamás se ha escrito.

EVANGELIO DE
SAN MATEO

EL AUTOR Y SU OBRA. — Además de su doble nombre de Mateo y Leví, dos datos interesan especialmente: su apostolado y su anterior oficio de publicano. De ahí el doble sello personal que imprimió a su obra. Como apóstol podía conocer el material evangélico tan bien como Pedro o poco menos. Consiguientemente, primero en su Evangelio oral y luego en su Evangelio escrito, pudo proceder con una libertad y seguridad que no tenían ni Marcos ni Lucas. Si Mateo mantuvo en sus líneas generales el plan prefijado por San Pedro, en la ejecución pudo añadirle lo que en cada caso juzgase conveniente, sacado del tesoro riquísimo de su experiencia y de su memoria. Pero además, por sus hábitos anteriores, era entre los apóstoles el hombre indicado para redactar por escrito el Evangelio oral. Mientras que los principales apóstoles, Pedro, Juan, Santiago, Andrés, habían sido hombres de redes y de anzuelos, San Mateo había sido hombre de pluma. DESTINATARIOS Y OBJETO. — Los destinatarios del primer Evangelio fueron los judíos de Palestina. En su Evangelio escrito, lo mismo que en su Evangelio oral, San Mateo se dirige a los judíos creyentes, esto es, a los que, previamente convencidos de la mesianidad de Jesús por el hecho de la resurrección, habían abrazado la fe cristiana; mas no por esto pierde de vista a los judíos incrédulos, con el fin de prevenir contra ellos y sus falacias a los creyentes. La tesis fundamental del primer Evangelio, la mesianidad y divinidad de Jesús de Nazaret, es substancialmente la misma que la de los otros evangelistas. Tres rasgos, empero, caracterizan peculiarmente a San Mateo: las frecuentes citas del A. T., la extensión y preponderancia dada a los discursos de Jesús y la mención explícita de la Iglesia y del primado de Pedro. ORDEN DEL PRIMER EVANGELIO. — San Mateo no siempre mantiene el orden cronológico. Dónde se hallan estas inversiones aparece fácilmente comparándole con San Marcos y San Lucas. Mientras en los capítulos 14-18 coincide con los paralelos de los otros dos sinópticos, en cambio en los precedentes capítulos 5-13 discrepa de ellos. En estos nueve capítulos, por tanto, hay que buscar las inversiones cronológicas. Para hacerse cargo de lo que representan estas inversiones, conviene analizar el contenido de esta parte sistemática de San Mateo. Comprende estas siete secciones:
A (5-7) Sermón del monte. B (8-9) Serie de milagros. C (10) Instrucciones misionales. D (11) Actitud reprobable de los judíos. E (12:1-21) Choque con los fariseos. F (12:22-50) Calumnias farisaicas. G (13) Parábolas del reino de los cielos. Las secciones A D F G proceden rectilíneamente; las transposiciones sólo se hallan en las secciones B C E. La más llamativa es la sección B, recopilación de hechos en gran parte ocasionales. La sección C, que debía seguir a G, es una anticipación. La sección E, que debía preceder a A, es un retraso motivado por la afinidad con F. A esto se reducen las inversiones de San Mateo: a una recopilación de hechos dispersos (B), una anticipación (C) y un ligero retraso (E). PLAN. — El primer Evangelio se divide en-tres partes desiguales: 1) la infancia; 2) la vida pública; 3) la consumación.

Dentro de la vida pública pueden distinguirse estos cinco períodos: 1) Periodo de preparación: investidura del Mesías (3-4). 2) En Galilea: el Mesías mal acogido (5-13). 3) Al N. y al E. de Galilea: la Iglesia en perspectiva (14-18). 4) Camino de Jerusalén (19-20). 5) En Jerusalén: entrada triunfal del Mesías (21-25).



Fuente: Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)

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Notas

Mateo 11,3

¿Qué motivo indujo a Juan a hacer semejante pregunta? Es muy verosímil que el fogoso Bautista, que tan lealmente habla señalado a Jesús como Mesías, al observar la reserva de Jesús en sus declaraciones mesiánicas, quisiese con la urgente disyuntiva ponerle en la precisión de hacer declaraciones más explícitas.


Mateo 11,4-5

La respuesta de Jesús es de doble efecto: se remite a sus milagros citando una profecía mesiánica (Isa_35:5-6; Isa_61:1-2). El milagro y la profecía, los dos grandes argumentos de la apologética cristiana, atestiguan su mesianidad.


Mateo 11,6

Esta seria amonestación va dirigida contra algunos discípulos de Juan, envidiosos de la popularidad de Jesús, o, más generalmente, contra los judíos, cuyas fantasías mesiánicas tropezaban en la humildad de Jesús.


Mateo 11,7

¿UNA CAÑA…? Elogio de la firmeza de Juan, censura de la veleidad de los judíos.


Mateo 11,7-15

En el fondo de estos elogios, tan magníficos como sinceros, que Jesús hace de Juan, late un doble pensamiento: Juan es el precursor del Mesías, y ésta es su gloria; Juan no ha sido comprendido por los judíos.


Mateo 11,11

Ni al enaltecerle ni al rebajarle habla Jesús de la santidad de Juan, sino de su ministerio profético: superior al de todos los profetas del A. T., inferior a los del Nuevo.


Mateo 11,12

Más claro podría traducirse: El reino de los cielos es invadido a viva fuerza, y los esforzados lo conquistan ; es decir, sólo los que con noble porfía pugnan por entrar en él logran forzar su entrada.


Mateo 11,14

ELÍAS: no en la persona, sino en el oficio.


Mateo 11,16-19

En la imagen parabólica se presentan dos grupos de niños, dispuestos a jugar. Los primeros proponen a los segundos jugar a bodas; como éstos no admiten, los primeros proponen jugar a funerales; como tampoco éstos admiten, los primeros les cantan los versos proverbiales: OS TOCAMOS LA FLAUTA…La moraleja es clara.


Mateo 11,21

¡AY DE TI, COROZAÍN! Sólo en este lugar y en el paralelo de San Lucas (Luc_10:13) se menciona a Corozaín, con haber sido una de LAS CIUDADES EN QUE SE HABÍA OBRADO LA MAYOR PARTE DE LOS MILAGROS de Jesús. || TIEMPO HABRÍA QUE…HICIERAN PENITENCIA: conocía Jesús lo que hubiera acontecido, pero que en realidad no aconteció, es decir, los futuros contingentes condicionados: objeto de la llamada ciencia media .


Mateo 11,27

Cuatro afirmaciones, a cuál más estupenda, contiene esta revelación teológica: la primera nos reveía la potestad soberana y universal del Hijo; la segunda y la tercera encarecen el recíproco conocimiento del Padre y del Hijo, igualmente cabal y comprensivo, igualmente divino; la cuarta atribuye al Hijo la potestad, antes atribuida al Padre, de descubrir o encubrir a los hombres las verdades divinas.