Marcos 15 Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011) | 46 versitos |
1 Apenas se hizo de día, los sumos sacerdotes con los ancianos, los escribas y el Sanedrín en pleno, hicieron una reunión. Llevaron atado a Jesús y lo entregaron a Pilato.
2 Pilato le preguntó: «¿Eres tú el rey de los judíos?». Él respondió: «Tú lo dices».
3 Y los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas.
4 Pilato le preguntó de nuevo: «¿No contestas nada? Mira de cuántas cosas te acusan».
5 Jesús no contestó más; de modo que Pilato estaba extrañado.
6 Por la fiesta solía soltarles un preso, el que le pidieran.
7 Estaba en la cárcel un tal Barrabás, con los rebeldes que habían cometido un homicidio en la revuelta.
8 La muchedumbre que se había reunido comenzó a pedirle lo que era costumbre.
9 Pilato les preguntó: «¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?».
10 Pues sabía que los sumos sacerdotes se lo habían entregado por envidia.
11 Pero los sumos sacerdotes soliviantaron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás.
12 Pilato tomó de nuevo la palabra y les preguntó: «¿Qué hago con el que llamáis rey de los judíos?».
13 Ellos gritaron de nuevo: «Crucifícalo».
14 Pilato les dijo: «Pues ¿qué mal ha hecho?». Ellos gritaron más fuerte: «Crucifícalo».
15 Y Pilato, queriendo complacer a la gente, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.
16 Los soldados se lo llevaron al interior del palacio —al pretorio— y convocaron a toda la compañía.
17 Lo visten de púrpura, le ponen una corona de espinas, que habían trenzado,
18 y comenzaron a hacerle el saludo: «¡Salve, rey de los judíos!».
19 Le golpearon la cabeza con una caña, le escupieron; y, doblando las rodillas, se postraban ante él.
20 Terminada la burla, le quitaron la púrpura y le pusieron su ropa. Y lo sacan para crucificarlo.
21 Pasaba uno que volvía del campo, Simón de Cirene, el padre de Alejandro y de Rufo; y lo obligan a llevar la cruz.
22 Y conducen a Jesús al Gólgota (que quiere decir lugar de «la Calavera»),
23 y le ofrecían vino con mirra; pero él no lo aceptó.
24 Lo crucifican y se reparten sus ropas, echándolas a suerte, para ver lo que se llevaba cada uno.
25 Era la hora tercia cuando lo crucificaron.
26 En el letrero de la acusación estaba escrito: «El rey de los judíos».
27 Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda.
29 Los que pasaban lo injuriaban, meneando la cabeza y diciendo: «Tú que destruyes el templo y lo reconstruyes en tres días,
30 sálvate a ti mismo bajando de la cruz».
31 De igual modo, también los sumos sacerdotes comentaban entre ellos, burlándose: «A otros ha salvado y a sí mismo no se puede salvar.
32 Que el Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos». También los otros crucificados lo insultaban.
33 Al llegar la hora sexta toda la región quedó en tinieblas hasta la hora nona.
34 Y a la hora nona, Jesús clamó con voz potente: Eloí Eloí, lemá sabaqtaní (que significa: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»).
35 Algunos de los presentes, al oírlo, decían: «Mira, llama a Elías».
36 Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber diciendo: «Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo».
37 Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró.
38 El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.
39 El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo: «Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios» ° .
40 Había también unas mujeres que miraban desde lejos; entre ellas María la Magdalena, María la madre de Santiago el Menor y de José, y Salomé,
41 las cuales, cuando estaba en Galilea, lo seguían y servían; y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén.
42 Al anochecer, como era el día de la Preparación, víspera del sábado,
43 vino José de Arimatea, miembro noble del Sanedrín, que también aguardaba el reino de Dios; se presentó decidido ante Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús.
44 Pilato se extrañó de que hubiera muerto ya; y, llamando al centurión, le preguntó si hacía mucho tiempo que había muerto.
45 Informado por el centurión, concedió el cadáver a José.
46 Este compró una sábana y, bajando a Jesús, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro, excavado en una roca, y rodó una piedra a la entrada del sepulcro.
47 María Magdalena y María, la madre de Joset, observaban dónde lo ponían.

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Introducción a Marcos

MARCOS

El Evangelio de san Marcos se abre con las siguientes palabras: Comienzo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios (Mar 1:1). Estas contienen ya en sí mismas un avance de lo que significa evangelio (proclamación de una buena noticia) y de su contenido, que es la persona de Jesucristo Hijo de Dios. La tradición ha identificado a este Marcos con Juan Marcos, sobrino de Bernabé, que acompañó a Pablo en sus viajes apostólicos (Hch 15:37-39). La composición de la obra suele datarse en torno al año 70 d.C., cuando todavía estaba en vida la generación apostólica. Este evangelio, dentro de su carácter principalmente narrativo, contiene una profunda dimensión teológica. Ya el mismo término «evangelio» indica que el contenido del relato es una proclamación de la salvación para la humanidad. Al presentar a Jesucristo como Hijo en el título de su evangelio, San Marcos nos remite desde el comienzo al misterio de Dios como Padre de Jesucristo. En la escena de Getsemaní, Cristo se dirige a él llamándolo Abba, Padre (Mar 14:36). Dios es también nuestro Padre (Mar 11:25: vuestro Padre del cielo). Al mismo tiempo, en las proclamaciones del Padre acerca del Hijo y en la concepción del reino de Dios, descubrimos que la cristología es el centro del segundo evangelio. Por otra parte, en el conjunto del Evangelio y especialmente en algunos momentos y detalles del mismo (predicciones de la pasión, juicio ante el sanedrín y ante Pilato, cartel sobre la cruz), se descubre un acento particular en la condición sufriente del Mesías e Hijo de Dios, Jesucristo.

Fuente: Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

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Notas

Marcos 15,39*15:39 Es la primera vez en este evangelio que un ser humano proclama a Jesús como Hijo de Dios; además, la proclamación la hace un centurión romano, un pagano, precisamente cuando ve cómo ha muerto Jesús. La confesión remite a Mar 1:1: ante la cruz no caben tergiversaciones sobre el sentido de la filiación divina de Jesús, porque ahora se ha levantado ya el «secreto mesiánico».