1 Una pesca milagrosa Una vez Jesús estaba a la orilla del Lago de Galilea, y la gente se amontonó alrededor de él para escuchar el mensaje de Dios. |
2 Jesús vio dos barcas en la playa. Estaban vacías porque los pescadores estaban lavando sus redes. |
3 Una de esas barcas era de Simón Pedro. Jesús subió a ella y le pidió a Pedro que la alejara un poco de la orilla. Luego se sentó[1] en la barca, y desde allí comenzó a enseñar a la gente. |
4 Cuando Jesús terminó de enseñarles, le dijo a Pedro: —Lleva la barca a la parte honda del lago, y lanza las redes para pescar. |
5 Pedro respondió: —Maestro, toda la noche estuvimos trabajando muy duro y no pescamos nada. Pero, si tú lo mandas, voy a echar las redes. |
6 Hicieron lo que Jesús les dijo, y fueron tantos los pescados que recogieron, que las redes estaban a punto de romperse. |
7 Entonces hicieron señas a los compañeros de la otra barca, para que fueran enseguida a ayudarlos. Eran tantos los pescados que, entre todos, llenaron las dos barcas. Y las barcas estaban a punto de hundirse. |
8 Al ver esto, Pedro se arrodilló delante de Jesús y le dijo: —¡Señor, apártate de mí, porque soy un pecador! |
9 (9-10) Santiago y Juan que eran hijos de Zebedeo, Pedro y todos los demás, estaban muy asombrados por la pesca tan abundante. Pero Jesús le dijo a Pedro: —No tengas miedo. De hoy en adelante, en lugar de pescar peces, voy a enseñarte a ganar seguidores para mí. |
11 Los pescadores llevaron las barcas a la orilla, dejaron todo lo que llevaban, se fueron con Jesús. |
12 Jesús sana a un hombre Un día, Jesús estaba en un pueblo. De pronto llegó un hombre que estaba enfermo de lepra, se inclinó delante de Jesús hasta tocar el suelo con la frente, y le suplicó: —Señor, yo sé que tú puedes sanarme.[2] ¿Quieres hacerlo? |
13 Jesús extendió la mano, tocó al enfermo y le dijo: —¡Sí quiero! ¡Queda sano! De inmediato, el hombre quedó completamente sano. |
14 Después, Jesús le dijo: —No le digas a nadie lo que sucedió. Ve con el sacerdote y lleva la ofrenda que Moisés ordenó;[3] así los sacerdotes verán que ya no estás enfermo. |
15 Jesús se hacía cada vez más famoso. Mucha gente se reunía para escuchar su mensaje, y otros venían para que él los sanara. |
16 Pero Jesús siempre buscaba un lugar para estar solo y orar. |
17 El hombre que no podía caminar En cierta ocasión, Jesús estaba enseñando en una casa. Allí estaban sentados algunos fariseos y algunos maestros de la Ley. Habían venido de todos los pueblos de Galilea, de Judea, y de la ciudad de Jerusalén, para oír a Jesús. Y como Jesús tenía el poder de Dios para sanar enfermos, |
18 llegaron unas personas con una camilla, en la que llevaban a un hombre que no podía caminar. Querían poner al enfermo delante de Jesús, |
19 pero no podían entrar en la casa porque en la entrada había mucha gente. Entonces subieron al techo[4] y abrieron allí un agujero. Por ese agujero bajaron al enfermo en la camilla, hasta ponerlo en medio de la gente, delante de Jesús. |
20 Cuando Jesús vio la gran confianza que aquellos hombres tenían en él, le dijo al enfermo: «¡Amigo, te perdono tus pecados!» |
21 Los maestros de la Ley y los fariseos pensaron: «¿Y este quién se cree que es? ¡Qué barbaridades dice contra Dios! ¡Sólo Dios puede perdonar pecados!» |
22 Jesús se dio cuenta de lo que estaban pensando, y les preguntó: «¿Por qué piensan así? |
23 Díganme: ¿qué es más fácil? ¿Perdonar a este enfermo, o sanarlo? |
24 Pues voy a demostrarles que yo, el Hijo del hombre, tengo autoridad aquí en la tierra para perdonar pecados.» Entonces le dijo al hombre que no podía caminar: «Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.» |
25 En ese mismo instante, y ante la mirada de todos, el hombre se levantó, tomó la camilla y se fue a su casa alabando a Dios. |
26 Todos quedaron admirados y llenos de temor, y comenzaron a alabar a Dios diciendo: «¡Qué cosas tan maravillosas hemos visto hoy!» |
27 Jesús llama a Mateo Después de esto, Jesús se fue de aquel lugar. En el camino vio a un hombre llamado Mateo, que estaba cobrando impuestos para el gobierno de Roma. Jesús le dijo: «Sígueme». |
28 Mateo se levantó, dejó todo lo que tenía, y lo siguió. |
29 Ese mismo día, Mateo ofreció en su casa una gran fiesta en honor de Jesús. Allí estaban comiendo muchos cobradores de impuestos y otras personas. |
30 Algunos fariseos y maestros de la Ley comenzaron a hablar contra los discípulos de Jesús, y les dijeron: —¿Por qué comen ustedes con los cobradores de impuestos y con toda esta gente mala? |
31 Jesús les respondió: —Los que necesitan del médico son los enfermos, no los que están sanos. |
32 Yo vine a invitar a los pecadores para que regresen a Dios, no a los que se creen buenos. |
33 Jesús enseña sobre el ayuno Algunas personas le dijeron a Jesús: —Los discípulos de Juan el Bautista y los seguidores de los fariseos siempre dedican tiempo para ayunar y para orar. Tus discípulos, en cambio, nunca dejan de comer y de beber. |
34 Jesús les respondió: —Los invitados a una fiesta de bodas no ayunan mientras el novio está con ellos. |
35 Pero llegará el momento en que se lleven al novio, y entonces los invitados ayunarán. |
36 Jesús también les puso esta comparación: «Si un vestido viejo se rompe, nadie corta un pedazo de un vestido nuevo para remendar el viejo. Si lo hace, echa a perder el vestido nuevo. Además, el remiendo nuevo se verá feo en el vestido viejo. |
37 »Tampoco se echa vino nuevo en recipientes viejos porque, cuando el vino nuevo fermente, hará que reviente el cuero viejo. Entonces se perderá el vino nuevo, y los recipientes se destruirán. |
38 Por eso, hay que echar vino nuevo en recipientes de cuero nuevo. |
39 »Además, si una persona prueba el vino viejo, ya no quiere beber vino nuevo, porque habrá aprendido que el viejo es mejor.» |