Juan  15 Nuevo Testamento (Bover-Cantera, 1957) 4ta Edición | 27 versitos |
1 Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. *
2 Todo sarmiento que en mí no lleva fruto, lo arranca; y todo el que lleva fruto, lo poda, para que lleve fruto más copioso.
3 Ya vosotros estáis limpios, en virtud de la palabra que os he hablado.
4 Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede llevar fruto de sí mismo si no permaneciere en la cepa, así tampoco vosotros si no permaneciereis en mí.
5 Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. Quien permanece en mí y yo en el, éste lleva fruto abundante, porque fuera de mí nada podéis hacer.
6 Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera como el sarmiento y se seca; y los recogen y arrojan al fuego, y arden.
7 Si permaneciereis en mí, y mis palabras permanecieren en vosotros, cuanto quisiereis pedidlo, y lo obtendréis.
8 En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis fruto abundante; con esto seréis discípulos míos.
9 Como me amó el Padre, también yo os amé; permaneced en mi amor.
10 Si mis mandamientos guardareis, permaneceréis en mi amor: como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.
11 Estas cosas os he hablado para que mi gozo esté en vosotros y vuestro gozo sea cumplido.
12 Este es el mandamiento mío: que os améis unos a otros así como os amé.
13 Mayor amor que éste nadie le tiene: que dar uno la vida por sus amigos.
14 Vosotros sois mis amigos, si hiciereis lo que yo os mando.
15 Ya no os llamo siervos, pues el siervo no sabe qué hace su señor; mas a vosotros os he llamado amigos, pues todas las cosas que de mi Padre oí os las di a conocer. *
16 No me escogisteis vosotros a mí, antes yo os escogí a vosotros, y os destiné para que vayáis y llevéis fruto y vuestro fruto permanezca, para que cuanto pidáis al Padre en nombre mío, os lo dé.
17 Esto os mando: que os améis los unos a los otros.
18 Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido primero que a vosotros.
19 Si del mundo fuerais, el mundo amaría lo que era suyo; mas pues no sois del mundo, sino que yo os entresaqué del mundo, por eso os aborrece el mundo.
20 Acordaos de la palabra que os dije: «No es el siervo mayor que su señor». Si a mí me persiguieron, también a vosotros os perseguirán; si mi palabra guardaron, también la vuestra guardarán.
21 Mas todas esas cosas harán con vosotros a causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió.
22 Si yo no viniera y les hablara, no tuvieran pecado; mas ahora no tienen excusa de su pecado.
23 Quien a mí me aborrece, también aborrece a mi Padre.
24 Si no hubiera yo hecho entre ellos obras cuales ninguno otro hizo, no tuvieran pecado; mas ahora las han visto, y han aborrecido así a mí como a mi Padre.
25 Mas había de cumplirse la palabra escrita en su ley: que «me aborrecieron sin motivo» (Sal 34:19; 68:5).
26 Mas cuando viniere el Paráclito, que yo os enviaré de cabe el Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí.
27 Y vosotros también sois testigos, ya que desde el principio estáis conmigo.

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Introducción a Juan 




EVANGELIO DE
SAN JUAN

EL AUTOR. — San Juan, discípulo del Bautista, fue uno de' los dos primeros que entraron en contacto con Jesús. Meses más tarde fue uno de los cuatro primeros llamados a seguir a Jesús como discípulos. Elegido luego entre los Doce, mereció del Maestro especiales muestras de confianza. Pero sus dos mayores privilegios fueron el haber reclinado su cabeza sobre el corazón de Jesús y el haber sido el representante y prototipo de los espirituales hijos de Marta. Merece consignarse el hecho de que, hasta la dispersión de los Doce, Juan y Pedro forman como una bina inseparable. Después de la muerte de San Pablo se retiró a Efeso para hacerse cargo de las Iglesias del Asia proconsular. Relegado por Domiciano a la isla de Patmos, pudo poco después, en tiempo de Nerva, volver a Efeso, donde murió ya muy anciano, después del año 98. En la primitiva Iglesia era designado con el título de Juan el Presbítero, que luego se trocó en el de Juan el teólogo. Su OBRA. — En un principio, Juan adoptaría el esquema de predicación evangélica prefijado por Pedro. Mas pasaron los tiempos, y las herejías nacientes hicieron necesario completar el Evangelio sinóptico. El cambio sufrido por la predicación escrita de Pablo, desde las Epístolas a los Tesalonicenses hasta la Epístola a los Efesios, hubo de operarse a su modo en el Evangelio oral. Los que, como Juan, conocían personalmente el material evangélico, no necesitaron, como Lucas, de instrucciones complementarias, sino que, sacando del inagotable tesoro de su memoria, pudieron incorporarlas a la predicación oral. Trasladado precisamente al Asia proconsular, y concretamente a Efeso, en contacto con los destinatarios de las Epístolas a los Efesios y a los Colosenses, San Juan hubo de adaptar su Evangelio oral a la mentalidad de sus nuevos oyentes. Los hechos y dichos omitidos por los Sinópticos, señaladamente la predicación del Señor en Jerusalén, parecieron a Juan responder admirablemente a las necesidades o preocupaciones de aquellas Iglesias. De ahí la nueva forma que tomó el Evangelio oral. Más tarde, ya fuera por propia iniciativa, ya por ruegos ajenos, se determinó a poner por escrito su Evangelio oral. Y bien porque su predicación oral se había ido desprendiendo gradualmente del material sinóptico, ya suficientemente conocido, bien porque, publicados los Evangelios sinópticos, no quiso repetir lo que en ellos estaba ya narrado, el hecho es que el Evangelio escrito de San Juan se mantiene al margen de la tradición sinóptica, que sólo incidentalmente toca para precisarla o completarla. CARÁCTER. — Habían pasado más de sesenta años desde la ascensión del Maestro. Con la constante predicación evangélica, y más aún con la profunda contemplación, Juan había convertido en sustancia propia el Evangelio. La palabra de Jesús se había encamado en la palabra de Juan, y la fusión de ambas palabras dio origen a la palabra personal, inimitable, del discípulo amado. Bajo el influjo transformador del Maestro, los relámpagos del «Hijo del trueno» se habían trocado en plácida luz de mediodía. Los ancianos viven de recuerdos, y Juan «el Anciano» vivía enteramente de los recuerdos del Maestro. Recuerdos de anciano, pero envueltos en una atmósfera de luz difusa y cálida. Realidad ideal, historia trascendente: tal es el cuarto Evangelio. Hechos que son signos, hechos que son palabra: tales son los que caracterizan la narración de Juan, en que se dan la mano historicidad y simbolismo. EL ESTILO. — Lo primero que llama la atención en el estilo de Juan es la atomización del pensamiento. En vez del período clásico, que señala la jerarquía de las frases y pone de relieve el pensamiento principal, nos hallamos con una serie desligada y casi anárquica de incisos, en que lo principal y lo secundario aparecen en un mismo plano.

Más, afortunadamente, todo ese embrollo no pasa de la corteza. A poco que se ahonde, pronto se encuentra el hilo conductor que nos guíe en ese laberinto. Aquellas frases vibrantes, expresión del pensamiento fundamental, repetidas, sabiamente distribuidas y progresivamente desarrolladas, comunican tal luz a todo el conjunto y tal relieve a sus partes, que, en virtud de este influjo, los diminutos incisos parece se buscan y llaman unos a otros, y se traban y se combinan jerárquicamente hasta construir períodos harmónicos, luminosos.

Pero estas repeticiones no se limitan a reproducir una frase, un pensamiento más o menos fundamental. Este sistema de repeticiones, en que a intervalos reaparece el mismo pensamiento, cada vez enriquecido con elementos nuevos, constituye una manera original de síntesis.

Tal es la ley, tal el principio sintético que regula el estilo de San Juan: es una especie de reproducción progresiva, una ondulación concéntrica del pensamiento, que, sin perder su fisonomía original, crece y se agranda. Colocados en el centro mismo, obtenemos la presencia simultánea de toda la verdad y de todas las fases de su desenvolvimiento en nuestro espíritu.
ORDEN Y PLAN. — El orden del cuarto Evangelio es estrictamente cronológico. Habla explícitamente de tres Pascuas, que encuadran la vida pública de Jesús; y si la fiesta mencionada en 5:1 no es otra Pascua, presupone una Pascua intermedia entre 2:13 y 6:4. Suponer una inversión de los capítulos 5 y 6 es un recurso indocumentado. El cuarto Evangelio es un choque entre la luz y las tinieblas. De ahí la división en dos partes: lucha verbal (1:12), lucha sangrienta (13:21). La luz triunfa de las tinieblas con la difusión de sus claridades doctrinales y con la resurrección a vida eterna.



Fuente: Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)

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Notas

Juan  15,1-11

Literariamente, este pasaje es una alegoría, si bien apuntan algunos elementos o rasgos parabólicos (Jua_15:4 y Jua_15:6). Teológicamente, bajo la imagen de la cepa y los sarmientos se expresa lo que con términos paulinos se llama el cuerpo místico de Cristo, con sus dos elementos esenciales; la mutua inmanencia entre los hombres y Cristo y el influjo capital de Cristo en los hombres.


Juan  15,15

TODAS LAS COSAS…; todo cuanto Dios quiso revelar a los hombres, lo comunicó Cristo a los apóstoles. Las ulteriores revelaciones del Espíritu Santo (a los apóstoles, no a otros) habían de ser simplemente complementarias; o declaración de lo enseñado por Cristo o aplicación a hechos particulares,