Juan  4 Nuevo Testamento (Bover-Cantera, 1957) 4ta Edición | 54 versitos |
1 En cuanto, pues, se enteró el Señor haber llegado a oídos de los fariseos que «Jesús hace más discípulos que Juan, y bautiza»*
2 —bien que Jesús mismo no bautizaba, sino sus discípulos—,
3 abandonó la Judea y se fue de nuevo a Galilea.
4 Debía él pasar por la Samaría.
5 Llega, pues, a una ciudad de la Samaría llamada Sicar, cerca de la posesión que dio Jacob a su hijo José. *
6 Estaba allí la fuente de Jacob. Jesús, pues, fatigado del camino, se sentó, sin mas, junto a la fuente: sería como la hora sexta. *
7 Llega una mujer de la Samaría a sacar agua. Dícele Jesús: Dame de beber
8 | Porque sus discípulos se habían ido a la ciudad a comprar provisiones.
9 Dícele, pues, la mujer samaritana: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy mujer samaritana? En efecto, los judíos no tienen trato con los samaritanos.
10 Respondió Jesús y le dijo: ¡Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice «Dame de beber», tú le hubieras pedido, y él te hubiera dado agua viva!*
11 Dícele la mujer: Señor, no tienes pozal y el pozo está hondo; ¿de dónde, pues tienes el agua viva?
12 ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio el pozo, y él mismo bebió de él y sin hijos y sus ganados?
13 Respondió Jesús y le dijo: Todo el que bebiere de esa agua tendrá sed otra vez; mas quien bebiere del agua que yo le diere, no tendrá sed eternamente,
14 sino que el agua que yo le daré se hará en él fuente de agua bullidora para vida eterna.
15 Dícele la mujer: Señor, dame esa agua, para que se me quite la sed y no tenga que venir acá a sacarla.
16 Dícele Jesús: Ve, llama a tu marido y ven acá.
17 Respondió la mujer y le dijo: No tengo marido. Dícele Jesús: Bien dijiste: «No tengo marido»;
18 por que cinco maridos tuviste, y ahora el que tienes no es marido tuyo; en eso has dicho verdad.
19 Dicele la mujer: Señor, veo que tú eres profeta.
20 Nuestros padres adoraron a Dios en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén está el lugar donde hay que adorarle. *
21 Dícele Jesús: Créeme, mujer, que viene la hora en que ni a ese monte ni a Jerusalén estará vinculada la adoración al Padre.
22 Vosotros adoráis lo que no conocéis; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salud viene de los judíos.
23 Pero llega la hora, y es ésta, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque el Padre tales quiere que sean los que le adoren.*
24 espíritu es Dios; y los que le adoran, en espíritu y en verdad le deben adorar.
25 Dícele la mujer: Sé que va a venir el Mesías, el que se llama Cristo; cuando él venga, nos manifestara todas las cosas.
26 Dícele Jesús: Soy yo, el mismo que hablo contigo.
27 Y en esto vinieron sus discípulos, y se maravillaron de que hablase con una mujer; nadie, empero, le dijo: «¿Qué preguntas?» o «¿Qué hablas con ella?»
28 Dejó, pues, su cántaro la mujer, y se marchó a la ciudad: y dice a los hombres:
29 Venid a ver un hombre que me dijo todas las que hice. ¿Acaso es éste el Mesías?
30 Salieron de la ciudad y venían a él.
31 Entre tanto, le rogaban los discípulos diciendo: Rabí, come.
32 El les dijo: Yo tengo para comer un manjar que vosotros no sabéis.
33 Decíanse, pues, los discípulos unos a otros: ¿Acaso alguien le trajo de comer?
34 Díceles Jesús: Mi manjar es hacer la voluntad del que me envió y llevar a cabo su obra.
35 ¿No decís vosotros: «Cuatro meses aún, y llega la siega»? Mirad, os digo; alzad vuestros ojos y contemplad los campos, que ya están blancos para la siega.*
36 El segador cobra su jornal y recoge fruto para la vida eterna, para que el sembrador y el segador se gocen juntamente.
37 Porque en esto resulta verdadero aquel proverbio: «Uno es el que siembra y otro el que siega».
38 Yo os envié a segar lo que vosotros no habéis labrado; otros labraron, y vosotros habéis entrado en su labor. *
39 De aquella ciudad, muchos de los samaritanos creyeron en él por la palabra de la mujer, que atestiguaba: «Me dijo todas las que hice».
40 Así, pues, como llegaron a él los samaritanos, le rogaban se quedase con ellos. Y se quedó allí dos días.
41 Y muchos más creyeron por la palabra de él,
42 y decían a la mujer: Ya no creemos por tu dicho, pues por nosotros mismos hemos oído y sabemos que él es verdaderamente el Salvador del mundo.
43 Pasados los dos días, salió de allí para Galilea.
44 Porque Jesús mismo había testificado que un profeta no tiene estima en su propia patria.*
45 Cuando llegó, pues, a Galilea, le hicieron buena acogida los galileos, como quienes habían visto todo cuanto él había hecho en Jerusalén durante la fiesta; pues también ellos habían ido a la fiesta.
46 Llegó, pues, Jesús a Cana de Galilea, donde había convertido el agua en vino, Y estaba allí un funcionario real, cuyo hijo estaba enfermo en Cafarnaúm. *
47 Este, habiendo oído que Jesús llegaba de Judea a Galilea, se fue a él y le rogaba que bajase y sanase a su hijo, porque estaba para morir.
48 Díjole, pues, Jesús: Si no viereis señales y prodigios, no queréis creer.
49 Dícele el funcionario: Señor, baja antes que se muera mi hijo.
50 Dícele Jesús: Anda, tu hijo vive. Creyó el hombre a la palabra que le había dicho Jesús, y se marchó.
51 Y cuando él ya bajaba, le encontraron sus criados, que le notificaron que su hijo vivía. *
52 Informóse, pues, de ellos sobre la hora en que había sentido la mejoría. Dijéronle, pues: Ayer a las siete le dejó la calentura. *
53 Conoció, pues, el padre que aquélla fue la hora en que le dijo Jesús: «Tu hijo vive». Y creyó él y toda su familia. *
54 Este segundo milagro hízolo nuevamente Jesús a su vuelta de Judea a Galilea.

Patrocinio

 
 

Introducción a Juan 




EVANGELIO DE
SAN JUAN

EL AUTOR. — San Juan, discípulo del Bautista, fue uno de' los dos primeros que entraron en contacto con Jesús. Meses más tarde fue uno de los cuatro primeros llamados a seguir a Jesús como discípulos. Elegido luego entre los Doce, mereció del Maestro especiales muestras de confianza. Pero sus dos mayores privilegios fueron el haber reclinado su cabeza sobre el corazón de Jesús y el haber sido el representante y prototipo de los espirituales hijos de Marta. Merece consignarse el hecho de que, hasta la dispersión de los Doce, Juan y Pedro forman como una bina inseparable. Después de la muerte de San Pablo se retiró a Efeso para hacerse cargo de las Iglesias del Asia proconsular. Relegado por Domiciano a la isla de Patmos, pudo poco después, en tiempo de Nerva, volver a Efeso, donde murió ya muy anciano, después del año 98. En la primitiva Iglesia era designado con el título de Juan el Presbítero, que luego se trocó en el de Juan el teólogo. Su OBRA. — En un principio, Juan adoptaría el esquema de predicación evangélica prefijado por Pedro. Mas pasaron los tiempos, y las herejías nacientes hicieron necesario completar el Evangelio sinóptico. El cambio sufrido por la predicación escrita de Pablo, desde las Epístolas a los Tesalonicenses hasta la Epístola a los Efesios, hubo de operarse a su modo en el Evangelio oral. Los que, como Juan, conocían personalmente el material evangélico, no necesitaron, como Lucas, de instrucciones complementarias, sino que, sacando del inagotable tesoro de su memoria, pudieron incorporarlas a la predicación oral. Trasladado precisamente al Asia proconsular, y concretamente a Efeso, en contacto con los destinatarios de las Epístolas a los Efesios y a los Colosenses, San Juan hubo de adaptar su Evangelio oral a la mentalidad de sus nuevos oyentes. Los hechos y dichos omitidos por los Sinópticos, señaladamente la predicación del Señor en Jerusalén, parecieron a Juan responder admirablemente a las necesidades o preocupaciones de aquellas Iglesias. De ahí la nueva forma que tomó el Evangelio oral. Más tarde, ya fuera por propia iniciativa, ya por ruegos ajenos, se determinó a poner por escrito su Evangelio oral. Y bien porque su predicación oral se había ido desprendiendo gradualmente del material sinóptico, ya suficientemente conocido, bien porque, publicados los Evangelios sinópticos, no quiso repetir lo que en ellos estaba ya narrado, el hecho es que el Evangelio escrito de San Juan se mantiene al margen de la tradición sinóptica, que sólo incidentalmente toca para precisarla o completarla. CARÁCTER. — Habían pasado más de sesenta años desde la ascensión del Maestro. Con la constante predicación evangélica, y más aún con la profunda contemplación, Juan había convertido en sustancia propia el Evangelio. La palabra de Jesús se había encamado en la palabra de Juan, y la fusión de ambas palabras dio origen a la palabra personal, inimitable, del discípulo amado. Bajo el influjo transformador del Maestro, los relámpagos del «Hijo del trueno» se habían trocado en plácida luz de mediodía. Los ancianos viven de recuerdos, y Juan «el Anciano» vivía enteramente de los recuerdos del Maestro. Recuerdos de anciano, pero envueltos en una atmósfera de luz difusa y cálida. Realidad ideal, historia trascendente: tal es el cuarto Evangelio. Hechos que son signos, hechos que son palabra: tales son los que caracterizan la narración de Juan, en que se dan la mano historicidad y simbolismo. EL ESTILO. — Lo primero que llama la atención en el estilo de Juan es la atomización del pensamiento. En vez del período clásico, que señala la jerarquía de las frases y pone de relieve el pensamiento principal, nos hallamos con una serie desligada y casi anárquica de incisos, en que lo principal y lo secundario aparecen en un mismo plano.

Más, afortunadamente, todo ese embrollo no pasa de la corteza. A poco que se ahonde, pronto se encuentra el hilo conductor que nos guíe en ese laberinto. Aquellas frases vibrantes, expresión del pensamiento fundamental, repetidas, sabiamente distribuidas y progresivamente desarrolladas, comunican tal luz a todo el conjunto y tal relieve a sus partes, que, en virtud de este influjo, los diminutos incisos parece se buscan y llaman unos a otros, y se traban y se combinan jerárquicamente hasta construir períodos harmónicos, luminosos.

Pero estas repeticiones no se limitan a reproducir una frase, un pensamiento más o menos fundamental. Este sistema de repeticiones, en que a intervalos reaparece el mismo pensamiento, cada vez enriquecido con elementos nuevos, constituye una manera original de síntesis.

Tal es la ley, tal el principio sintético que regula el estilo de San Juan: es una especie de reproducción progresiva, una ondulación concéntrica del pensamiento, que, sin perder su fisonomía original, crece y se agranda. Colocados en el centro mismo, obtenemos la presencia simultánea de toda la verdad y de todas las fases de su desenvolvimiento en nuestro espíritu.
ORDEN Y PLAN. — El orden del cuarto Evangelio es estrictamente cronológico. Habla explícitamente de tres Pascuas, que encuadran la vida pública de Jesús; y si la fiesta mencionada en 5:1 no es otra Pascua, presupone una Pascua intermedia entre 2:13 y 6:4. Suponer una inversión de los capítulos 5 y 6 es un recurso indocumentado. El cuarto Evangelio es un choque entre la luz y las tinieblas. De ahí la división en dos partes: lucha verbal (1:12), lucha sangrienta (13:21). La luz triunfa de las tinieblas con la difusión de sus claridades doctrinales y con la resurrección a vida eterna.



Fuente: Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)

Patrocinio

Notas

Juan  4,1

Estas suspicacias de los fariseos, que motivan la retirada de Jesús, dan a entender la parte que tuvieron las intrigas farisaicas en la prisión del Bautista, narrada por los Sinópticos. De hecho, Jesús se guarda de los fariseos más que de Herodes, a cuyo territorio precisamente se retira.


Juan  4,5

SICAR: recientes excavaciones confirman la indicación de San Jerónimo, que identificaba a Sicar con la antigua Siquem, situada a la entrada del valle que corre entre los montes Ebal al N. y Garizim al S., y que Juego, trasladada más hacia el O., recibió el nombre de Flavia Neápolis (hoy Nablusa). Junto a Sicar se halla el sepulcro de José.


Juan  4,6

LA FUENTE DE JACOB: era un pozo, de unos 32 metros de profundidad, alimentado por una fuente subterránea.


Juan  4,10

¡SI CONOCIERAS…! Dos cosas ignoraba la samaritana: EL DON DE DIOS y el Dador. El DON era el AGUA VIVA, símbolo del Espíritu Santo; el Dador, el mismo Jesús.


Juan  4,20

EN ESTE MONTE: señalaría la samaritana el monte Garizim, donde los samaritanos tributaban a Yahveh un culto ilegítimo y cismático.


Juan  4,23-24

EN ESPÍRITU Y EN VERDAD: «espíritu» se contrapone a materialidad o letra muerta: «verdad», a sombra o figura. Espíritu y verdad no es, por tanto, lo mismo que culto puramente interno, contrapuesto a culto externo. Uno y otro son necesarios para adorar a Dios EN ESPÍRITU Y EN VERDAD.


Juan  4,35

«CUATRO MESES AÚN…»; los discípulos, viendo el estado de las mieses, calculaban que de allí a cuatro meses podrían segarse. Algunos, sin suficiente fundamento, ven en esas palabras un proverbio corriente. Basta comparar este versículo con el Jua_4:37, en que se cita un proverbio popular, para ver la diferencia que va de uno a otro.

|| YA ESTÁN BLANCOS PARA LA SIEGA: las mieses materiales, de que hablaban los discípulos, dan pie al Maestro para hablar de la mies espiritual, que son los samaritanos que a él vienen. Y en esta mies presente de los samaritanos contempla además el Maestro una imagen de la futura labor evangélica de los discípulos.


Juan  4,38

OTROS: son los profetas, Juan Bautista y el mismo Salvador.


Juan  4,44

EN SU PROPIA PATRIA; la Judea, en que estaba Belén, su ciudad natal.


Juan  4,46

UN FUNCIONARIO REAL: dignatario civil o militar de la corte de Herodes Antipas.


Juan  4,51

CUANDO ÉL YA BAJABA: cuando el camino, cerca de los Cuernos de Hattín, comienza su descenso. La distancia de Caná a Cafarnaúm era de unos 30 kilómetros.


Juan  4,52

AYER A LAS SIETE: a las trece horas de nuestro reloj. La expresión ayer parece suponer que el funcionario emprendió el viaje de vuelta al día siguiente de obrado el milagro. En absoluto, empero, en la hipótesis de que se hubiera vuelto la misma tarde, se habría encontrado con sus criados al día siguiente , según la cuenta de los judíos, para quienes con la puesta del sol comenzaba el nuevo día.


Juan  4,53

CREYÓ: la fe de este funcionario fue creciendo por grados. Primero creía en la potencia sobrenatural de Jesús. Luego creyó en su palabra. Finalmente creyó en El, esto es, en su divina misión, reconociéndole como Mesías.