Juan  4 Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011) | 54 versitos |
1 Cuando supo Jesús que habían oído los fariseos que Jesús hacía más discípulos que Juan y que bautizaba
2 (aunque Jesús no bautizaba, sino sus discípulos),
3 dejó Judea y partió de nuevo para Galilea.
4 Era necesario que él pasara a través de Samaría.
5 Llegó Jesús a una ciudad de Samaría llamada Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José;
6 allí estaba el pozo de Jacob. Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al pozo. Era hacia la hora sexta.
7 Llega una mujer de Samaría a sacar agua, y Jesús le dice: «Dame de beber».
8 Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida. La samaritana le dice:
9 «¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?» (porque los judíos no se tratan con los samaritanos).
10 Jesús le contestó: «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice “dame de beber”, le pedirías tú, y él te daría agua viva» ° .
11 La mujer le dice: «Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?;
12 ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?».
13 Jesús le contestó: «El que bebe de esta agua vuelve a tener sed;
14 pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna».
15 La mujer le dice: «Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla».
16 Él le dice: «Anda, llama a tu marido y vuelve».
17 La mujer le contesta: «No tengo marido». Jesús le dice: «Tienes razón, que no tienes marido:
18 has tenido ya cinco, y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad».
19 La mujer le dice: «Señor, veo que tú eres un profeta.
20 Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén».
21 Jesús le dice: «Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre.
22 Vosotros adoráis a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos.
23 Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que lo adoren así ° .
24 Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y verdad».
25 La mujer le dice: «Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga, él nos lo dirá todo».
26 Jesús le dice: «Soy yo, el que habla contigo».
27 En esto llegaron sus discípulos y se extrañaban de que estuviera hablando con una mujer, aunque ninguno le dijo: «¿Qué le preguntas o de qué le hablas?».
28 La mujer entonces dejó su cántaro, se fue al pueblo y dijo a la gente:
29 «Venid a ver un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho; ¿será este el Mesías?».
30 Salieron del pueblo y se pusieron en camino adonde estaba él.
31 Mientras tanto sus discípulos le insistían: «Maestro, come».
32 Él les dijo: «Yo tengo un alimento que vosotros no conocéis».
33 Los discípulos comentaban entre ellos: «¿Le habrá traído alguien de comer?».
34 Jesús les dice: «Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra.
35 ¿No decís vosotros que faltan todavía cuatro meses para la cosecha? Yo os digo esto: Levantad los ojos y contemplad los campos, que están ya dorados para la siega;
36 el segador ya está recibiendo salario y almacenando fruto para la vida eterna: y así, se alegran lo mismo sembrador y segador.
37 Con todo, tiene razón el proverbio: Uno siembra y otro siega.
38 Yo os envié a segar lo que no habéis trabajado. Otros trabajaron y vosotros entrasteis en el fruto de sus trabajos».
39 En aquel pueblo muchos samaritanos creyeron en él por el testimonio que había dado la mujer: «Me ha dicho todo lo que he hecho».
40 Así, cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días.
41 Todavía creyeron muchos más por su predicación,
42 y decían a la mujer: «Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo».
43 Después de dos días, salió Jesús de Samaría para Galilea.
44 Jesús mismo había atestiguado: «Un profeta no es estimado en su propia patria».
45 Cuando llegó a Galilea, los galileos lo recibieron bien, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían ido a la fiesta.
46 Fue Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había un funcionario real que tenía un hijo enfermo en Cafarnaún.
47 Oyendo que Jesús había llegado de Judea a Galilea, fue a verlo, y le pedía que bajase a curar a su hijo que estaba muriéndose.
48 Jesús le dijo: «Si no veis signos y prodigios, no creéis».
49 El funcionario insiste: «Señor, baja antes de que se muera mi niño».
50 Jesús le contesta: «Anda, tu hijo vive». El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino.
51 Iba ya bajando, cuando sus criados vinieron a su encuentro diciéndole que su hijo vivía.
52 Él les preguntó a qué hora había empezado la mejoría. Y le contestaron: «Ayer a la hora séptima lo dejó la fiebre».
53 El padre cayó en la cuenta de que esa era la hora en que Jesús le había dicho: «Tu hijo vive». Y creyó él con toda su familia.
54 Este segundo signo lo hizo Jesús al llegar de Judea a Galilea.

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Introducción a Juan 

JUAN

Según indica su encabezamiento, la tradición ha ligado la composición del cuarto evangelio al apóstol san Juan, hijo de Zebedeo y de Salomé, y hermano de Santiago el Mayor. Como evangelio, el de san Juan se caracteriza por la presentación de la persona de Jesucristo como enviado del Padre para salvar al mundo. El cuarto evangelista ha sido llamado «Juan el teólogo», un título que pone de relieve la profundidad teológica de su obra. Tal profundidad hunde sus raíces en la condición del discípulo amado como confidente de Jesús (Jua 13:23) y la experiencia y guía del Espíritu Santo prometido por Jesús para la comprensión de la verdad (Jua 16:13). La obra del cuarto evangelista constituye la cumbre de la revelación trinitaria. De hecho, el Padre y el Hijo, juntamente con el Espíritu Santo, son el centro del evangelio. El uso que la liturgia hace del Evangelio de Juan es amplísimo. El Prólogo se proclama en Navidad; el relato de las bodas de Caná y el bautismo de Jesús, en Epifanía; en Cuaresma, especialmente en el ciclo A, se hacen presentes algunos de sus grandes temas; en el tiempo pascual, ocupa un lugar privilegiado; ello es un signo del carácter especial de esta obra, penetrada más que cualquier otro evangelio por la gloria del misterio de la Palabra hecha carne.

Fuente: Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

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Notas

Juan  4,10*4:10 El agua viva, tema central de esta sección del diálogo, es evidentemente un don espiritual, que puede ser la revelación de Dios, la gracia de Dios, el Espíritu de Dios.


Juan  4,23*4:23 La venida de Cristo crea una nueva relación con Dios que, sin excluir el culto externo y público, implica una actitud de «hijos» infundida por el Espíritu que guía a la verdad (Jua 16:13) y es posible en todo lugar.