Juan  8 Nuevo Testamento (Bover-Cantera, 1957) 4ta Edición | 59 versitos |
1 Jesús se marchó al monte de los Olivos.
2 Al amanecer se presentó otra vez en el templo, y todo el pueblo venía a él. Y habiéndose sentado, les enseñaba.
3 Traen los escribas y fariseos una mujer sorprendida en adulterio, y habiéndola puesto en medio, *
4 le dicen: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante delito de adulterio.
5 En la ley, Moisés nos mandó que a semejantes mujeres las apedreásemos; tú, pues, ¿qué dices?
6 Esto decían tentándole, para tener de qué acusarle. Pero Jesús, inclinándose hacia el suelo, escribía con el dedo en la tierra.*
7 Mas como ellos persistiesen preguntándole, se irguió y les dijo: Quien de vosotros esté sin pecado, sea el primero en apedrearla.*
8 E inclinándose de nuevo hacia abajo, escribía en la tierra.
9 Ellos, como esto oyeron, se iban retirando uno a uno, comenzando por los más viejos; y quedó solo Jesús, y la mujer de pie en medio. *
10 Alzando Jesús la cabeza, le dijo: Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te condenó?
11 Ella dijo: Nadie, Señor. Dijo Jesús: Tampoco yo te condeno: anda, y desde ahora no peques más.
12 De nuevo, pues, les habló Jesús, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no tema caminar en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. *
13 A esto le dijeron los fariseos: Tú das testimonio de ti mismo; tu testimonio no es verídico.
14 Respondió Jesús y les dijo: Aunque yo dé testimonio de mí mismo, mi testimonio es verídico, porque sé de dónde vine y adonde voy; mas vosotros no sabéis de dónde vengo ni adonde voy. *
15 Vosotros juzgáis según la carne; yo no juzgo a nadie,
16 Y aun cuando yo juzgue, mi juicio es conforme a verdad; porque no soy solo, sino yo y el Padre, que me envió.
17 Y en vuestra ley está escrito que el testimonio de dos personas hace fe.
18 Yo soy quien doy testimonio de mí mismo, y también da testimonio de mí el Padre, que me envió.
19 Dícenle, pues: ¿Dónde está tu Padre? Respondió Jesús: Ni me conocéis a mí ni tampoco a mi Padre; que, si me conocierais a mí, también a mi Padre conoceríais.
20 Estas palabras habló en el gazofilacio, mientras enseñaba en el templo: y nadie le prendió, porque todavía no había llegado su hora.
21 Dijoles, pues, de nuevo: Yo me voy, y me buscareis, y moriréis en vuestro pecado. A donde yo voy, vosotros no podéis venir. *
22 Decían, pues, los judíos: ¿Por ventura se quitará la vida, pues dice: «A donde yo voy, vosotros no podéis venir»?
23 Y les decía: Vosotros sois de aquí abajo, yo soy de allá arriba; vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo.
24 Os dije, pues, que moriréis en vuestros pecados; porque si no creyereis que yo soy, moriréis en vuestros pecados.
25 Decíanle, pues: ¿Tú quién eres? Díjoles Jesús: Pues ni más ni menos, eso mismo que os vengo diciendo. *
26 Muchas cosas tengo que hablar y juzgar acerca de vosotros; pero el que me envió es veraz, y yo, lo que oí de él, esto hablo al mundo.
27 No entendieron que les hablaba del Padre.
28 Dijo, pues, Jesús: Cuando levantareis en alto al Hijo del hombre, entonces conoceréis que yo soy y que de mí mismo nada hago, sino que, según me enseñó el Padre, eso hablo. *
29 Y el que me envió está conmigo, y no me dejó solo, porque yo hago siempre lo que le agrada.
30 Al hablar él así, muchos creyeron en él.
31 Decía pues; Jesús a los judíos que habían creído en el: Si vosotros perseverareis en mi enseñanza, sois verdaderamente discípulos míos,
32 y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. *
33 Le respondieron: Somos linaje de Abrahán, y de nadie jamás hemos sido esclavos ¿cómo dices tú: «Seréis libres»?*
34 Respondióles Jesús: En verdad, en verdad os digo que todo el que obra el pecado, esclavo es del pecado.
35 El esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo queda para siempre.
36 Sí, pues, el Hijo os diere libertad, seréis realmente libres. *
37 Bien sé que sois linaje de Abrahán; pero tratáis de matarme, porque mi palabra no prende en vosotros. *
38 Lo que yo vi cabe mi Padre, eso hablo; y vosotros, por vuestra parte, lo que oísteis de vuestro padre, eso hacéis.
39 Respondieron y le dijeron: Nuestro padre es Abrahán. Díceles Jesús: Si hijos fuerais de Abrahán, haríais las obras de Abrahán;
40 mas ahora pretendéis matarme, a mí que os he dicho la verdad, que oí de Dios; eso Abrahán no lo hizo.
41 Vosotros hacéis las obras de vuestro padre. Dijéronle: Nosotros no hemos nacido de fornicación; un solo padre tenemos, Dios.
42 Díjoles Jesús: Si Dios fuera vuestro padre, me amaríais a mí, porque yo de Dios salí y he venido; pues no he venido de mí mismo, sino qué él me envió.
43 ¿Por qué no reconocéis mi habla? Porque no estáis en disposición de oír mis palabras. *
44 Vosotros tenéis por padre al diablo, y deseáis cumplir los deseos de vuestro padre. El era homicida desde el principio y no se mantuvo en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla la mentira, habla de su cosecha, porque es mentiroso y padre de la mentira. *
45 Mas a mí, por lo mismo que os digo la verdad, no me creéis.
46 ¿Quién de vosotros me convence de pecado? Si digo verdad, ¿por qué vosotros no me creéis?
47 El que es de Dios, escucha las palabras de Dios; por eso vosotros no escucháis, porque no sois de Dios.
48 Respondieron los judíos y le dijeron: ¿No decimos bien nosotros que eres tú samaritano y tienes demonio?
49 Respondió Jesús: Yo no tengo demonio, sino Honro a mi Padre; y vosotros me deshonráis a mí.
50 Yo no busco mi gloria; hay quien la busca y juzga.
51 En verdad, en verdad os digo, si uno guardare mi palabra, no verá la muerte eternamente.
52 Dijéronle los judíos: Ahora sí hemos conocido que tienes demonio. Abrahán murió, y también los profetas; ¡y tú dices: «Si uno guardare mi palabra, no gustará la muerte jamás»!
53 ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Abrahán, que murió? Y los profetas también murieron. ¿Quién presumes ser?
54 Respondió Jesús: Si yo me glorifico a mí mismo, mi gloria es nada, mi Padre es quien me glorifica, el que vosotros decís ser vuestro Dios;
55 y no le habéis conocido, mas yo le conozco. Y si dijere que no le conozco, seré mentiroso como vosotros; pero le conozco y guardo su palabra.
56 Abrahán, vuestro padre, se regocijó con la esperanza de ver mi día: lo vio y se alegró.*
57 Dijéronle, pues, los judíos: No tienes aún cincuenta años, ¿y has visto a Abrahán?*
58 Díjoles Jesús: En verdad, en verdad os digo: Antes que Abrahán viniese a ser, yo soy. *
59 Tomaron, pues, piedras para arrojarlas sobre él; mas Jesús se ocultó y se salió del templo.

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Introducción a Juan 




EVANGELIO DE
SAN JUAN

EL AUTOR. — San Juan, discípulo del Bautista, fue uno de' los dos primeros que entraron en contacto con Jesús. Meses más tarde fue uno de los cuatro primeros llamados a seguir a Jesús como discípulos. Elegido luego entre los Doce, mereció del Maestro especiales muestras de confianza. Pero sus dos mayores privilegios fueron el haber reclinado su cabeza sobre el corazón de Jesús y el haber sido el representante y prototipo de los espirituales hijos de Marta. Merece consignarse el hecho de que, hasta la dispersión de los Doce, Juan y Pedro forman como una bina inseparable. Después de la muerte de San Pablo se retiró a Efeso para hacerse cargo de las Iglesias del Asia proconsular. Relegado por Domiciano a la isla de Patmos, pudo poco después, en tiempo de Nerva, volver a Efeso, donde murió ya muy anciano, después del año 98. En la primitiva Iglesia era designado con el título de Juan el Presbítero, que luego se trocó en el de Juan el teólogo. Su OBRA. — En un principio, Juan adoptaría el esquema de predicación evangélica prefijado por Pedro. Mas pasaron los tiempos, y las herejías nacientes hicieron necesario completar el Evangelio sinóptico. El cambio sufrido por la predicación escrita de Pablo, desde las Epístolas a los Tesalonicenses hasta la Epístola a los Efesios, hubo de operarse a su modo en el Evangelio oral. Los que, como Juan, conocían personalmente el material evangélico, no necesitaron, como Lucas, de instrucciones complementarias, sino que, sacando del inagotable tesoro de su memoria, pudieron incorporarlas a la predicación oral. Trasladado precisamente al Asia proconsular, y concretamente a Efeso, en contacto con los destinatarios de las Epístolas a los Efesios y a los Colosenses, San Juan hubo de adaptar su Evangelio oral a la mentalidad de sus nuevos oyentes. Los hechos y dichos omitidos por los Sinópticos, señaladamente la predicación del Señor en Jerusalén, parecieron a Juan responder admirablemente a las necesidades o preocupaciones de aquellas Iglesias. De ahí la nueva forma que tomó el Evangelio oral. Más tarde, ya fuera por propia iniciativa, ya por ruegos ajenos, se determinó a poner por escrito su Evangelio oral. Y bien porque su predicación oral se había ido desprendiendo gradualmente del material sinóptico, ya suficientemente conocido, bien porque, publicados los Evangelios sinópticos, no quiso repetir lo que en ellos estaba ya narrado, el hecho es que el Evangelio escrito de San Juan se mantiene al margen de la tradición sinóptica, que sólo incidentalmente toca para precisarla o completarla. CARÁCTER. — Habían pasado más de sesenta años desde la ascensión del Maestro. Con la constante predicación evangélica, y más aún con la profunda contemplación, Juan había convertido en sustancia propia el Evangelio. La palabra de Jesús se había encamado en la palabra de Juan, y la fusión de ambas palabras dio origen a la palabra personal, inimitable, del discípulo amado. Bajo el influjo transformador del Maestro, los relámpagos del «Hijo del trueno» se habían trocado en plácida luz de mediodía. Los ancianos viven de recuerdos, y Juan «el Anciano» vivía enteramente de los recuerdos del Maestro. Recuerdos de anciano, pero envueltos en una atmósfera de luz difusa y cálida. Realidad ideal, historia trascendente: tal es el cuarto Evangelio. Hechos que son signos, hechos que son palabra: tales son los que caracterizan la narración de Juan, en que se dan la mano historicidad y simbolismo. EL ESTILO. — Lo primero que llama la atención en el estilo de Juan es la atomización del pensamiento. En vez del período clásico, que señala la jerarquía de las frases y pone de relieve el pensamiento principal, nos hallamos con una serie desligada y casi anárquica de incisos, en que lo principal y lo secundario aparecen en un mismo plano.

Más, afortunadamente, todo ese embrollo no pasa de la corteza. A poco que se ahonde, pronto se encuentra el hilo conductor que nos guíe en ese laberinto. Aquellas frases vibrantes, expresión del pensamiento fundamental, repetidas, sabiamente distribuidas y progresivamente desarrolladas, comunican tal luz a todo el conjunto y tal relieve a sus partes, que, en virtud de este influjo, los diminutos incisos parece se buscan y llaman unos a otros, y se traban y se combinan jerárquicamente hasta construir períodos harmónicos, luminosos.

Pero estas repeticiones no se limitan a reproducir una frase, un pensamiento más o menos fundamental. Este sistema de repeticiones, en que a intervalos reaparece el mismo pensamiento, cada vez enriquecido con elementos nuevos, constituye una manera original de síntesis.

Tal es la ley, tal el principio sintético que regula el estilo de San Juan: es una especie de reproducción progresiva, una ondulación concéntrica del pensamiento, que, sin perder su fisonomía original, crece y se agranda. Colocados en el centro mismo, obtenemos la presencia simultánea de toda la verdad y de todas las fases de su desenvolvimiento en nuestro espíritu.
ORDEN Y PLAN. — El orden del cuarto Evangelio es estrictamente cronológico. Habla explícitamente de tres Pascuas, que encuadran la vida pública de Jesús; y si la fiesta mencionada en 5:1 no es otra Pascua, presupone una Pascua intermedia entre 2:13 y 6:4. Suponer una inversión de los capítulos 5 y 6 es un recurso indocumentado. El cuarto Evangelio es un choque entre la luz y las tinieblas. De ahí la división en dos partes: lucha verbal (1:12), lucha sangrienta (13:21). La luz triunfa de las tinieblas con la difusión de sus claridades doctrinales y con la resurrección a vida eterna.



Fuente: Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)

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Notas

Juan  8,3

SORPRENDIDA EN ADULTERIO: la vida de los judíos durante la fiesta de los Tabernáculos, en que vivían casi al aire libre, era más expuesta a semejantes desmanes; que era, por lo mismo, más fácil descubrir o sorprender.


Juan  8,6

ESTO DECÍAN TENTÁNDOLE: presuponían, no sin fundamento, que el Maestro absolvería a la pobre mujer, lo cual les daría pie para acusarle de contrario a la ley de Moisés.

|| ESCRIBÍA CON EL DEDO EN LA TIERRA; algunos códices añaden que Jesús escribía «los nombres y los pecados de los acusadores»; explicación admitida por San Jerónimo (ML 23:553); pero el texto no favorece tal explicación, dado que Jesús repite esta acción dos veces, y después de la primera los judíos persisten en la demanda, cosa que no hubieran hecho si hubiesen leído allí sus nombres y pecados; además dice el texto que se retiraron los acusadores «habiendo oído» lo que Jesús les dijo, no «habiendo leído» lo que escribió. El gesto del Salvador debe interpretarse como la actitud de uno que quiere desentenderse de preguntas importunas.


Juan  8,7

SEA EL PRIMERO EN APEDREARLA: así estaba prescrito en la ley (Deu_13:10; Deu_17:7).


Juan  8,9

SE IBAN RETIRANDO…: los miserables quedaron prendidos en el lazo que habían armado contra Jesús, cuyo divino ingenio halló medio de salvar a la pobre mujer sin contravenir a la ley de Moisés.

|| UNO A UNO, COMENZANDO POR LOS MÁS VIEJOS, sin quedar uno solo de los acusadores, en medio del asombro mudo de la turba, que presenciaba este singular juicio: hecho revelador de la podredumbre moral de aquellos celadores dé la ley.

|| QUEDÓ SOLO JESÚS, Y LA MUJER DE PIE EN MEDIO de la turba: «quedaron dos: la miserable y la misericordia», comenta San Agustín (ML 35:1650).


Juan  8,12

YO SOY LA LUZ DEL MUNDO: pudo dar ocasión a esta declaración la grande iluminación nocturna con que se solemnizaba la festividad de los Tabernáculos. Si son exactas las referencias del Talmud, la primera noche de la festividad se colocaban en el atrio de las mujeres, accesible a todos los israelitas, cuatro enormes candelabros de cien codos (unos cincuenta metros), sobre los cuales ardían grandes lámparas, con cuya luz quedaba iluminada toda la ciudad. El lugar en que habla ahora Jesús, el gazofilacio (o sala del tesoro), situado en el atrio de las mujeres, confirma esta suposición.

|| LUZ DEL MUNDO: es uno de los títulos metafóricos del Mesías. Como declaración mesiánica entendieron los judíos las palabras de Jesús. Pero el pensamiento de Jesús tenía mayores alcances. El Mesías era el Hijo de Dios. A la verdad, sólo Dios puede ser en sentido plenario LA LUZ DEL MUNDO, del mundo moral y espiritual.

|| TENDRÁ LA LUZ DE LA VIDA: expresión pletórica de altísimo sentido, imposible de aprisionar con nuestras fórmulas esquemáticas. Luz y vida son, en el lenguaje de San Juan, eco fiel del de Jesús, dos categorías supremas, cuya plena realidad sólo se halla en Dios.


Juan  8,14

MI TESTIMONIO ES VERÍDICO: comenta hermosamente San Agustín: «La luz muestra las otras cosas y también a sí misma…: ella misma se es testigo» (ML 35:1659). Como luz del mundo, Jesús puede dar testimonio de sí mismo.


Juan  8,21

ME BUSCARÉIS: en los días de la gran catástrofe que señalará la ruina de vuestra ciudad y de vuestro templo, buscaréis un Mesías, uno que sea lo que yo soy, y que vosotros no habéis creído; y en pena de esa infidelidad, ni me hallaréis a mí ni hallaréis otro que os salve: Y MORIRÉIS EN VUESTRO PECADO.


Juan  8,25

PUES NI MÁS NI MENOS, ESO MISMO QUE OS VENGO DICIENDO: son muchas y muy variadas las versiones y las interpretaciones que se han dado de esta frase, deliberadamente enigmática, que para unos es una afirmación, para otros una contrapregunta. En vez de PUES NI MÁS NI MENOS, otros traducen: en suma (o en definitiva), absolutamente, precisamente (o exactamente), desde luego, desde un principio. En vez de ESO MISMO QUE, otros traducen: ¿por qué?, ¿para qué? Pero si la interrogación se entiende como una afirmación implícita (= ¿con qué otro objeto os hablo sino para deciros lo que soy?), la diferencia es más formal que real.


Juan  8,28

CUANDO LEVANTAREIS EN ALTO AL HIJO DEL HOMBRE: expresión enigmática entonces para los judíos, pero diáfana y luminosa ahora para nosotros, para quienes Cristo crucificado es «fuerza de Dios y sabiduría de Dios» (1Co_1:24).

|| CONOCERÉIS QUE YO SOY: puede entenderse en dos sentidos: mesiánico o divino. En sentido mesiánico es una respuesta al interrogante que por entonces flotaba en el ambiente del judaísmo: «¿Será el Mesías Jesús de Nazaret?» En sentido divino o trascendente era una declaración de divinidad. Lo que poco después dirá Jesús: «Antes que Abrahán viniese a ser, yo soy» (Jua_8:58), favorece esta segunda interpretación.


Juan  8,32

LA VERDAD OS HARÁ LIBRES: la verdad, harmonía del pensamiento con la realidad, no esclaviza, antes libera y ennoblece la inteligencia. Es una alucinación del orgullo imaginarse libre cuando se rompen los lazos que ligan la inteligencia a la verdad.


Juan  8,33

LE RESPONDIERON: SOMOS LINAJE DE ABRAHÁN: los que esto dijeron no parecen ser los «que habían creído en él» (Jua_8:31), sino otros interlocutores, los eternos adversarios de Jesús.


Juan  8,36

SI EL HIJO OS DIERE LIBERTAD: expresión velada del rescate o redención, que sólo el Hijo podía efectuar.


Juan  8,37

MI PALABRA NO PRENDE EN VOSOTROS: la palabra de Cristo se representa como semilla, que no prende o coge ni echa raíces en los judíos por su mala disposición, conforme a la parábola del sembrador.


Juan  8,43

¿POR QUÉ NO RECONOCÉIS MI HABLA? Si fuerais, como decís, hijos de Dios, no se os haría tan extraña el habla del Hijo de Dios: reconoceríais el acento de familia.


Juan  8,44

NO SE MANTUVO EN LA VERDAD: verdad en el N. T., especialmente en San Juan, es frecuentemente la realidad, la situación objetiva de las cosas. Supuesta la creación de Dios, la situación real de la creatura frente al Creador es la de absoluta dependencia. Al querer sacudir esta dependencia, el diablo desconoció su situación real, NO SE MANTUVO EN LA VERDAD,

|| PADRE DE LA MENTIRA: literalmente, «padre suyo». El pronombre suyo gramaticalmente puede referirse a uno de los dos sustantivos precedentes: «mentira», «mentiroso». La mayoría de los intérpretes lo refieren a «mentira».


Juan  8,56

MI DÍA: la venida de aquel de su posteridad en quien se habían de cumplir las promesas de Dios, es decir, la edad mesiánica.

|| LO VIÓ: esta visión de Abrahán se ha interpretado de dos maneras: o LO VIO durante su vida o LO VIO después de su muerte desde el limbo. La primera visión, en vida, no dice bien con el contexto. Dos gozos de Abrahán se mencionan: uno anterior a la visión: SE REGOCIJÓ CON LA ESPERANZA DE VER; otro posterior a ella: LO VIO Y SE ALEGRÓ. La visión, por tanto, no puede ser simplemente la fe o alguna ilustración divina que precedió necesariamente al primer gozo. La visión, por tanto, motivo del segundo gozo habrá de ser la revelación hecha a los Padres del limbo de haber llegado ya el cumplimiento de la promesa mesiánica.


Juan  8,57

CINCUENTA AÑOS: estos cálculos de los judíos en números redondos carecen de valor para fijar la cronología de la vida de Cristo; a lo más podrían indicar que Jesús, por su madurez y superioridad, representaba mayor edad de la que tenía.


Juan  8,58

YO SOY: magnífica expresión de existencia eterna, eco de las palabras de Yahveh a Moisés (Éxo_3:14).