Hechos 4 Nuevo Testamento (Bover-Cantera, 1957) 4ta Edición | 37 versitos |
1 Estando ellos hablando al pueblo, se les presentaron los sacerdotes, el jefe de la policía del templo y los saduceos,
2 molestados de que ellos enseñasen al pueblo y de que en la persona de Jesús anunciasen la resurrección de entre los muertos;
3 y les echaron las manos y los pusieron en prisión hasta el día siguiente, pues era ya tarde.
4 Y muchos de los que oyeron el razonamiento, creyeron; y vino a ser el numero de los varones como cinco millares.
5 Y sucedió, al día siguiente, que se congregaron sus jefes, los ancianos y los escribas de Jerusalén,
6 entre ellos Anás, el sumo sacerdote; Caifás, Juan y Alejandro y cuantos eran del linaje archisacerdotal;
7 y habiéndoles hecho poner en medio, les interrogaban: ¿Con cuáles poderes o en nombre de quién hicisteis Esto vosotros?
8 Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo: Jefes del pueblo y ancianos De Israel,*
9 ya que nosotros hoy somos Examinados acerca de la buena obra Hecha a un hombre enfermo, en virtud de qué o de quién éste haya sido sanado,
10 sea notorio a todos vosotros y a todo el pueblo de Israel que en el nombre de Jesu-Cristo Nazareno, a quien vosotros Crucificasteis, a quien Dios resucitó de entre los muertos, en este nombre, está ése aquí delante de vosotros sano.
11 El es la piedra desechada por vosotros los constructores, la que ha venido a ser piedra angular (Sal 117:22).
12 Y no se da en otro ninguno la salud, puesto que no existe debajo del cielo otro nombre, dado a los hombres, en el cual hayamos de ser salvos.
13 Considerando el ningún empacho de Pedro y de Juan en hablar, y enterados de que eran hombres sin letras y gente vulgar, se maravillaban, y los reconocían que eran los que andaban con Jesús;
14 y como veían que estaba con ellos el hombre que había sido curado, no tenían nada que oponer.
15 Y mandándolos retirarse fuera del sanhedrín, conferían entre sí,
16 diciendo: ¿Qué vamos a hacer con esos hombres? Pues el hecho de que un milagro patente ha sido obrado por ellos es notorio a todos los habitantes de Jerusalén, y no nos es posible negarlo; *
17 mas a fin de que no se propague cada vez más entre el pueblo, amenacémosles severamente que no hablen ya más en ese nombre a ninguno de los hombres.
18 Y habiéndolos llamado, les intimaron que en absoluto no hablasen palabra ni enseñasen en el nombre de Jesús.
19 Mas Pedro y Juan, respondiendo, les dijeron: Si es razón delante de Dios escucharos a vosotros antes que a Dios, juzgadlo vosotros mismos;
20 que nosotros no podemos dejar de hablar lo que vimos y oímos.
21 Mas ellos, profiriendo nuevas amenazas, los soltaron, no hallando manera de castigarlos a causa del pueblo, puesto que todos glorificaban a Dios con motivo de lo acaecido.
22 Porque era de más de cuarenta años el hombre en quien se había verificado este milagro de la curación.
23 Puestos en libertad, se fueron a los Suyos y les refirieron cuanto los sumos sacerdotes y los ancianos les habían dicho.
24 Ellos, como lo oyeron, movidos de un mismo sentimiento, elevaron la voz hacia Dios y dijeron: Señor, tú eres el Dios que hizo el cielo, la tierra y la mar y todo cuanto existe en ellos (Ex 20:11; Sal 145:6; Is 37:16; Jer 23:17),
25 el que por el Espíritu Santo, por boca de nuestro padre David, tu siervo dijo (Sal 2:1-2): ¿Por qué se embravecieron las naciones | y los pueblos tramaron vanidades?* |
26 Acudieron los reyes de la tierra, | y los jefes juntáronse en un haz, | en contra del Señor y en contra de su Ungido. |
27 Por que en verdad se coligaron en esta ciudad contra tu santo Hijo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, a una con los gentiles y los pueblos de Israel,
28 para realizar cuanto tu mano y designio habían predeterminado que se hiciese.
29 Y ahora, Señor, mira sus amenazas, y da a tus siervos firmeza para hablar con toda libertad tu palabra,
30 ayudando tú con extender tu mano para curar y para que se obren señales y prodigios por el nombre de tu santo Hijo Jesús.
31 Y como hubieron acabado su oración, retembló el lugar en que se hallaban reunidos, y quedaron todos llenos del Espíritu Santo, y hablaban la palabra de Dios con osada libertad.
32 La multitud de los que creyeron tenía un solo corazón y un alma sola, y ninguno decía ser propia suya cosa alguna de las que poseía, sino que para ellos todo era común. *
33 Y con gran fortaleza daban los apóstoles el testimonio que se les había confiado acerca de la resurrección del Señor Jesús. Y gozaban todos ellos de gran favor.
34 Porque tampoco había entre ellos menesteroso alguno; pues cuantos había propietarios de campos o casas, vendiéndolo, traían el producto de lo vendido
35 y lo ponían a los pies de los apóstoles y se repartía, dando a cada cual según que uno tenía necesidad.
36 Y José, el apellidado por los apóstoles Bernabé, que traducido es lo mismo que Hijo de la consolación, levita, ciprio de linaje, *
37 como poseyese un campo, habiéndolo vendido, trajo el dinero y lo puso a los pies de los apóstoles.

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Introducción a Hechos




HECHOS DE LOS
APOSTÓLES

AUTENTICIDAD. — El testimonio unánime y universal de los escritores eclesiásticos de los tres primeros siglos a favor de la autenticidad del libro de los Hechos como obra de San Lucas es una prueba documental cual no lo posee a su favor ningún escrito profano de la antigüedad, y que sólo puede compararse con la que acredita la autenticidad de los Evangelios o de las Epístolas de San Pablo. Y si callase la prueba testifical, bastaba la sola crítica interna para descubrir al verdadero autor de los Hechos. Los prólogos gemelos de las dos obras, y no menos la identidad de lenguaje, en la lexicografía, en la construcción, en los modismos, están diciendo a voces que el autor de los Hechos es el autor mismo del tercer Evangelio. Y los numerosos rasgos paulinos delatan la mano del fiel discípulo de San Pablo, como los frecuentes términos de medicina señala a Lucas el médico. HISTORICIDAD. — Los numerosísimos datos acumulados en la historia de los Hechos, el contacto constante con toda la vida social, política y religiosa de tantos pueblos diferentes y aun contrarios, nos permiten hoy día comprobar la verdad y fidelidad de la narración. Cuanto ha podido comprobarse, que es poco menos que todo, ha resultado rigurosamente exacto. Y es interesante que las dudas suscitadas contra algún pormenor de la narración de los Hechos han sido últimamente disipadas. Un ejemplo significativo. Habla Lucas de Sergio Pablo, procónsul de Chipre- Algunos críticos osaron atacar la exactitud de la expresión, afirmando que Sergio Pablo no fue procónsul, sino propretor. Pero las inscripciones recientemente descubiertas en Chipre hablan del procónsul Sergio Pablo. Y es tanto más admirable la exactitud de Lucas, por cuanto la provincia de Chipre sólo por breve tiempo fue senatoria (o gobernada por un procónsul), habiendo sido poco antes y poco después imperial (o regida por un propretor). Con igual precisión habla del procónsul de Acaya, de los asiarcas y del escriba de Efeso, de los pretores o estrategos de Filipos, de los politarcas de Tesalónica, del Primero de Malta. Y el largo viaje marítimo narrado en los dos últimos capítulos ha sido considerado por los técnicos como un portento de exactitud y precisión. TIEMPO DE SU COMPOSICIÓN. — El año en que se escribió el libro de los Hechos es la bate o punto de referencia para conocer la cronología de los tres primeros Evangelios. De ahí su importancia. Terminan los Hechos en el bienio de la custodia libera en que estuvo San Pablo durante los años 61-63 (o 60-62), sin mencionar la sentencia judicial, que fue entonces de absolución. Al fin, por tanto, de este bienio hubo de terminarse la composición de los Hechos. Como los Hechos comienzan refiriéndose al «primer tratado» (1:1), que es el tercer Evangelio, síguese de ahí que éste hubo de escribirse anteriormente, tal vez hacia el año 60. Por otra parte, sabemos por la tradición que los Evangelios de Mateo y Marcos son anteriores al de Lucas. Fueron, por tanto, escritos antes del año 60, verosímilmente hacia los años 50 y 55, respectivamente. EL TEXTO. — Unos pocos códices, llamados occidentales, representan un tipo de texto algo más largo que el de los códices orientales. Surge, pues, el problema: ¿cuál de los dos textos es el primitivo y genuino? ¿Hay interpolaciones en el texto occidental o más bien hay o misiones en el oriental ? No es posible dar una solución simple y tajante. Sólo en general puede decirse que, si algunas veces es el texto oriental quien abrevia indebidamente el texto primitivo, las más de las veces, empero, es el occidental quien lo interpola. Algunas de estas interpolaciones parecen ser anotaciones hechas al texto de Lucas por algunos que quisieron enriquecerlo con noticias personales que parecen fidedignas.



Fuente: Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)

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Notas

Hechos 4,8

LLENO DEL ESPÍRITU SANTO: sólo la acción del Espíritu de Dios explica el contraste entre aquel Pedro, que, sin peligro, tiembla a la voz de una mozuela, y este Pedro que, con peligro real de correr la misma suerte de su Maestro, se encara intrépido con los sanhedritas.


Hechos 4,16

NO NOS ES POSIBLE NEGARLO: ante la evidencia del milagro, ¿qué debían haber hecho? Creer en Jesús. ¿Qué hicieron? Cerrar obstinadamente los ojos a la verdad y pretender echar tierra encima.


Hechos 4,25

Dos verdades importantes se hallan consignadas en esta espontánea expresión de la primitiva fe cristiana:
1) la divina inspiración de la Sagrada Escritura;
2) la significación del Sal_2:1-12.


Hechos 4,32

UN SOLO CORAZÓN: hermosa expresión de la comunión de los santos. Y, más que entre sí mismos, forman los fieles con Cristo «un solo corazón».


Hechos 4,36

Al mencionar a Bernabé no dice Lucas que fuese reciente su conversión a la fe. Según una tradición, conservada por Clemente de Alejandría y Eusebio, fue uno de los setenta y dos discípulos del Señor. Y si así fue, sería uno de los 120 reunidos en el Cenáculo en vísperas de Pentecostés. Precisamente el Cenáculo parece haber sido la estancia superior de la casa de María, con quien Bernabé tenia estrecho parentesco. La expresión aramea HIJO DE LA CONSOLACIÓN, trasladada al lenguaje moderno, equivaldría a «Hombre de palabra dulce y persuasiva».