Romanos  9 Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011) | 33 versitos |
1 ° Digo la verdad en Cristo, no miento —mi conciencia me atestigua que es así, en el Espíritu Santo—:
2 siento una gran tristeza y un dolor incesante en mi corazón;
3 pues desearía ser yo mismo un proscrito, alejado de Cristo, por el bien de mis hermanos, los de mi raza según la carne:
4 ellos son israelitas y a ellos pertenecen el don de la filiación adoptiva, la gloria, las alianzas, el don de la ley, el culto y las promesas;
5 suyos son los patriarcas y de ellos procede el Cristo, según la carne; el cual está por encima de todo, Dios bendito por los siglos. Amén.
6 Pero no es que haya fallado la palabra de Dios. Pues no todos los que proceden de Israel son Israel;
7 ni porque sean descendencia de Abrahán son todos hijos, sino que tus descendientes se llamarán tales a través de Isaac.
8 Es decir, hijos de Dios no son los hijos de la carne, sino que los hijos de la promesa son los que se cuentan como descendencia.
9 Porque las palabras de la promesa son estas: por este tiempo volveré y Sara tendrá un hijo.
10 Y no solo esto, sino que también Rebeca concibió de uno solo, es decir, de nuestro padre Isaac;
11 pues bien, para que el designio de Dios se mantuviese conforme a la elección, es decir, para que su cumplimiento
(12a) no dependiese de las obras sino del que llama, antes de que hubieran nacido y de que hubieran hecho nada bueno o malo,
12 (12b) se le dijo a Rebeca que el mayor servirá al menor;
13 según está escrito: He amado a Jacob y he odiado a Esaú.
14 ¿Qué diremos, pues? ¿Acaso hay injusticia en Dios? De ningún modo.
15 Pues a Moisés le dice: Me compadeceré de quien me compadezca y me apiadaré de quien me apiade.
16 En consecuencia, no está en el que quiere ni en el que corre, sino en Dios que se compadece.
17 La Escritura dice, en efecto, al faraón: Te he suscitado precisamente para esto: para mostrar en ti mi fuerza y para que mi nombre se difunda en toda la tierra.
18 Es decir, se compadece de quien quiere y endurece a quien quiere.
19 Pero tú me dirás: entonces ¿por qué aún se queja? En realidad, ¿Quién podrá oponerse a su voluntad?
20 Más bien habría que preguntar: Oh hombre, ¿quién eres tú para enfrentarte a Dios? ¿Acaso dirá la vasija al que la modela, «por qué me has hecho así»?
21 ¿O acaso no puede el alfarero modelar con la misma arcilla un objeto destinado a usos nobles y otro dedicado a usos menos nobles?
22 ¿Y si Dios, queriendo mostrar su ira y dar a conocer su poder, soportó con mucha paciencia objetos de ira destinados a la perdición,
23 con el fin de dar a conocer la riqueza de su gloria en favor de los objetos de misericordia preparados para la gloria…? °
24 Y estos tales somos nosotros, a los que ha llamado no solo de entre los judíos, sino también de entre los gentiles,
25 según afirma también en el profeta Oseas: Al que no es pueblo mío lo llamaré pueblo mío y a la que no es amada la llamaré amada;
26 y en el lugar donde se les dijo: no sois mi pueblo, allí mismo se los llamará hijos del Dios vivo.
27 Isaías, por su parte, clama acerca de Israel: Aunque fuera el número de los hijos de Israel como la arena del mar, se salvará un resto.
28 Pues el Señor cumplirá su palabra sobre la tierra perfectamente y pronto.
29 Y según predijo Isaías: Si el Señor del universo no nos hubiera dejado una semilla, habríamos llegado a ser como Sodoma y nos habríamos asemejado a Gomorra.
30 Entonces, ¿qué diremos? Que los gentiles, que no buscaban la justicia, han alcanzado la justicia, es decir, la justicia de la fe,
31 mientras que Israel, que buscaba la ley de la justicia, no alcanzó la ley.
32 ¿Por qué? Porque la buscaba no en virtud de la fe, sino como si se pudiera alcanzar en virtud de las obras: tropezaron en la piedra de tropiezo,
33 según está escrito: He aquí que pongo en Sión una piedra de tropiezo y una roca de escándalo; pero el que crea en ella no será confundido.

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Introducción a Romanos 

ROMANOS

Concebida como un escrito circunstancial, pero compuesta con un enorme esfuerzo por clarificar los contenidos precisos de su Evangelio, la carta a los Romanos es una síntesis llena de fuerza del pensamiento de san Pablo. Su composición habría que situarla en Corinto, en torno a los años 56/57, aunque en fecha posterior a la de Gálatas y antes del viaje que hizo el Apóstol a Jerusalén para llevar la colecta que había realizado entre los cristianos de sus comunidades (cf. Rom 15:25 ss). San Pablo aprovecha la oportunidad que le ofrece tener que escribirles para exponer su Evangelio, es decir, la forma que él tiene de entender la salvación que Dios ha ofrecido en Cristo: en él, en Jesucristo, o, lo que es lo mismo, en su muerte y su resurrección, Dios ha manifestado y sigue manifestando su justicia salvadora para todo el que acoja con fe el Evangelio.

Fuente: Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

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Notas

Romanos  9,1-33*9-11 Tercera sección de la parte doctrinal de la carta, que se centra en lo que suele denominarse el problema de Israel.


Romanos  9,23*9:23 El impulso retórico deja incompleta la frase condicional iniciada en Rom 9:22.