I Corintios 10 Nuevo Testamento (Bover-Cantera, 1957) 4ta Edición | 33 versitos |
1 Pues no quiero que ignoréis, hermanos, que nuestros padres todos estuvieron debajo de la nube y todos atravesaron el mar,
2 y todos fueron bautizados en Moisés en la nube y en el mar, *
3 y todos comieron un mismo manjar espiritual, *
4 y todos bebieron una misma bebida espiritual, puesto que bebían de una piedra espiritual que les seguía; y la piedra era Cristo.
5 Sin embargo, en la mayor parte de ellos no se agradó a Dios, pues quedaron tendidos en el desierto. *
6 Estas cosas fueron figuras referentes a nosotros, a fin de que no fuéramos codiciadores de lo malo, como ellos lo codiciaron. *
7 Ni os hagáis idólatras, como algunos de ellos, según que está escrito: «Sentóse el pueblo a comer y beber, y levantóse a divertirse» (Ex 32:6). *
8 Ni forniquemos, como algunos de ellos fornicaron, y cayeron en un solo día veintitrés millares. *
9 Ni tentemos al Señor, como algunos de ellos le tentaron, y perecieron mordidos por las serpientes. *
10 Ni murmuréis, como murmuraron algunos de ellos, y perecieron a manos del Exterminador. *
11 Y estas cosas todas les acaecían figurativamente, y fueron escritas como amonestación para nosotros, que hemos alcanzado las postrimerías de los siglos. *
12 Así que quien piense estar en pie, mire no caiga.
13 No os ha sobrevenido tentación que no sea humana; mas fiel es Dios, quien no permitirá que seáis tentados más de lo que podéis; antes hará que con la tentación tengáis el buen suceso de poderla sobrellevar. *
14 Por lo cual, queridos míos, huid de la idolatría. *
15 Como a prudentes hablo; juzgad vosotros mismos lo que digo.
16 El cáliz de la bendición que bendecimos, ¿no es acaso comunión con la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es acaso comunión con el cuerpo de Cristo? *
17 Puesto que uno es el pan, un cuerpo somos la muchedumbre; pues todos de un solo pan participamos.*
18 Mirad al Israel según la carne: ¿por ventura los que comen de las víctimas no entran en comunión con el altar?
19 ¿Qué digo, pues? ¿Que lo inmolado a los ídolos es algo? ¿O que el ídolo es algo?
20 Pero es que lo que inmolan los gentiles, a los demonios y no a Dios lo inmolan. Y no quiero que vosotros entréis en comunión con los demonios.
21 No podéis beber el cáliz del Señor y el cáliz de los demonios; no podéis participar de la mesa del Señor y de la mesa de los demonios.
22 ¿O es que pretendemos meter celos al Señor? ¿Por ventura somos más fuertes que él?
23 «Todo es lícito...» Pero no todo es conveniente. «Todo es lícito...» Pero no todo edifica. *
24 Nadie busque su propio interés, sino el ajeno.
25 Todo cuanto se vende en la carnicería, comedio, sin más averiguaciones motivadas por la conciencia.
26 Que «del Señor es la tierra y todo cuanto la llena» (Sal 23:1).
27 Si alguno de los infieles os invita a comer, y queréis ir comed todo lo que se os presente, sin más averiguaciones motivadas por la conciencia.
28 Mas si alguno os dijere: «Esto fue inmolado a los ídolos», no comáis de ello, por causa del que hizo la indicación y por la conciencia.
29 Conciencia, digo, no la propia, sino la ajena. Pues ¿por qué mi libertad ha de ser juzgada por ajena conciencia?
30 Si yo participo con acción de gracias, ¿por qué soy censurado por lo que tomo con hacimiento de gracias?
31 Ora, pues, comáis, ora bebáis, ora hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo a gloria de Dios.
32 No deis ocasión de tropiezo a judíos ni a gentiles ni a la Iglesia de Dios;
33 como yo también en todo complazco a todos, no buscando mi propia utilidad, sino la de los demás, a fin de que sean salvos.

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Introducción a I Corintios




I EPÍSTOLA A LOS CORINTIOS

LA IGLESIA DE CORINTO. — Corinto, aquella «lumbrera de toda la Grecia» que, corno decía Cicerón, habían extinguido los romanos, brillaba ya de nuevo. Floreciente por el comercio, por el arte, la elocuencia y la filosofía, era aún más famosa por la espantosa corrupción de las costumbres. Su cultura y su ventajosa posición geográfica hacían de Corinto «la de los dos mares», como la llamaba Horacio, un centro de primer orden para la predicación del Evangelio. Estas ventajas atrajeron las miradas y el celo de Pablo, quien llegaba a Corinto hacia el año 51 de nuestra era, durante su segunda misión apostólica.

Casi dos años empleó el Apóstol en evangelizar a Corinto y fundar su Iglesia. Y no fue sin fruto. Ni la corrupción de las costumbres, ni siquiera la ruda oposición que hicieron los judíos, fueron obstáculo para que surgiese vigorosa la Iglesia de Corinto. No fueron, con todo, los ricos comerciantes, los oradores o los filósofos los que abrazaron el Evangelio; tampoco fueron los judíos los que formaron el núcleo de la nueva comunidad cristiana; gentiles y pobres fueron en su mayoría los que Dios escogió como primicias de la fe en Grecia.

Los primeros años fueron prósperos. Pero pronto surgieron dificultades más peligrosas que la inmoralidad pagana o la perfidia judaica. Discordias internas, abusos lamentables, ponían en peligro la prosperidad y aun la existencia misma de aquella Iglesia. Pablo estaba entonces en Efeso. Desde allí había ya escrito una primera carta, que por desgracia se ha perdido, y mandó luego allá a su discípulo Timoteo, para que pusiese remedio a aquellos males. Entre tanto llegaron de Corinto tres cristianos, Estéfanas, Fortunato y Acaico, con cartas de la Iglesia al Apóstol, en las cuales le hacían varias consultas- Aprovechando esta oportunidad, Pablo escribió una segunda carta, que es nuestra «primera Epístola a los Corintios». Era probablemente la Pascua del año 56.


LA EPÍSTOLA. — Si no iguala en amplitud dogmática a la Epístola a los Romanos, es, en cambio, la primera a los Corintios la más interesante desde el punto de vista histórico. Un atento lector lee en ella, mejor que en otra parte, el estado de las primitivas Iglesias, con sus luces y sombras, sus virtudes y sus defectos.

En medio de la variedad de
puntos que toca Pablo y de la aparente irregularidad con que los va exponiendo unos tras otros, se divide claramente la Epístola en dos partes: los abusos y las consultas. Los varios abusos, que por diferentes conductos habían llegado a oídos de Pablo, llenan los seis primeros capítulos; los diez restantes responden a las múltiples consultas que los corintios propusieron al Apóstol.



Fuente: Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)

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Notas

I Corintios 10,1

NUESTROS PADRES: los hijos de Israel. La Iglesia, «Israel de Dios» (Gál_6:16), si nada tiene que ver con la ley de Moisés, sí tiene que ver con la «promesa» hecha a los patriarcas, cuyos hijos son «en Cristo Jesús» todos los cristianos.

|| LA NUBE: que en forma de columna guiaba a los israelitas por el desierto.


I Corintios 10,2

El doble hecho de estar bajo la nube y atravesar el mar es para Pablo una doble figura del bautismo cristiano.


I Corintios 10,3-4

MANJAR ESPIRITUAL: el maná; BEBIDA ESPIRITUAL: el agua que dos veces brotó de la peña, herida con la vara de Moisés; doble figura de la Eucaristía.

|| PIEDRA ESPIRITUAL QUE LES SEGUÍA: la roca material, que suministró abundante bebida a los hijos de Israel, era imagen de otra «Peña» viviente, como le llama frecuentemente la Escritura: Yahveh, defensa inexpugnable de Israel y fuente de todo bien; Peña, no inmóvil, como las rocas del monte Horeb, sino que les acompañaba en su camino por el desierto. Y LA PIEDRA ERA CRISTO; esta Peña, Yahveh, sostén, guía y sustento de Israel, era Cristo. Así entendido, como debe entenderse, este misterioso pasaje es una de las más gloriosas confesiones de la divinidad de Jesu-Cristo.


I Corintios 10,5

De los seiscientos tres mil varones que dos años después del éxodo habían cumplido los veinte de edad, sólo Josué y Caleb entraron en la tierra prometida.


I Corintios 10,6

FIGURAS o tipos: aquí enseña Pablo el carácter típico del A. T.

|| CODICIADORES DE LO MALO: como los que codiciaron las carnes y pescados de Egipto: concupiscencia que Dios castigó enviándoles las codornices, con cuyas carnes aún entre los dientes fueron heridos por la cólera divina (Núm_11:4-34).


I Corintios 10,7

IDÓLATRAS: son los que adoraron el becerro de oro (Éxo_32:1-6).

|| COMER: completaron la idolatría comiendo las carnes de las víctimas inmoladas al becerro.

|| DIVERTIRSE: después del banquete cantaron y danzaron en torno al ídolo.


I Corintios 10,8

FORNICACIÓN; con las hijas de Moab, y se iniciaron en los ritos de Beelfegor, el ídolo de la torpeza.

|| CAYERON: castigados por los jueces (Núm_25:1-9).


I Corintios 10,9

LE TENTARON: cuando hablaron contra Moisés, porque los había sacado de Egipto, y contra Dios, porque no les daba otra comida que el maná (Núm_21:4-9).


I Corintios 10,10

MURMURARON: como Coré, Datan y Abirón, quienes en castigo de su sedición fueron tragados vivos por la tierra juntamente con sus familias, sus bienes y sus partidarios; o como la muchedumbre de los hijos de Israel, quienes, furiosos por este castigo de los rebeldes, se amotinaron contra Moisés y Aarón, y perecieron más de catorce mil de ellos en manos del ángel exterminador.


I Corintios 10,11

HEMOS ALCANZADO LAS POSTRIMERÍAS DE LOS SIGLOS: versión algo libre de la frase original «a quienes han venido al encuentro los fines de los siglos», esto es, los últimos siglos, la plenitud de los tiempos mesiánicos.


I Corintios 10,13

HUMANA: esto es, proporcionada a las fuerzas humanas con el socorro ordinario de la gracia divina.


I Corintios 10,14-22

Quiere el Apóstol persuadir a los corintios que el comer de las víctimas inmoladas a los ídolos no sólo entraña el peligro de la idolatría, sino que es en sí mismo idolatría formal. Y lo prueba por el principio general, que el comer las carnes de la víctima es asociarse al sacrificio y entrar en comunión con la divinidad, verdadera o falsa, a quien ha sido inmolada la víctima. Este principio general lo presenta Pablo en dos casos concretos: el sacrificio eucarístico y los sacrificios de Israel. A la objeción de que en los sacrificios gentílicos no existe objetivamente divinidad alguna con la cual se pueda entrar en comunión, responde el Apóstol que esos sacrificios en realidad se ofrecen a los demonios.


I Corintios 10,16

EL CÁLIZ DE LA BENDICIÓN: así se llama el cáliz eucarístico, o por razón de las preces que acompañan a la consagración, o por haber consagrado el Señor en la última cena la copa de vino denominada por los judíos «el cáliz de la bendición».
El principal interés de este versículo está en lo que enseña el Apóstol sobre el sacrificio eucarístico. La cena del Señor, la participación del pan y del cáliz de la bendición, la comunión del cuerpo y de la sangre de Cristo, supone e incluye un verdadero sacrificio. Si esto no fuera así, el razonamiento del Apóstol sería un paralogismo. En efecto, Pablo establece una paridad entre el banquete eucarístico y el banquete idolátrico, para probar que como el primero es una comunión con Cristo, así el segundo es una comunión con los demonios. Y ¿por qué el banquete idolátrico pone en comunicación con los demonios? Porque es una extensión del sacrificio idolátrico, ofrecido a los demonios, Por medio de las carnes inmoladas entra el que las come en comunión con la víctima, con el altar, con el sacrificio y con la divinidad, en cuyo honor se ha ofrecido.


I Corintios 10,17

Aquí presenta Pablo la comunión con Cristo como vínculo de la comunión de los santos, los cuales, al participar de un mismo pan, al entrar en comunión todos con Cristo, quedan por el mismo caso estrechamente unidos entre sí.


I Corintios 10,23-33

Aquí, finalmente, Pablo da la solución práctica al problema propuesto, distinguiendo tres casos:
1) respecto de las carnes que se venden públicamente, permite que las coman libremente, sin preocuparse de su procedencia;
2) en el caso de ser invitados, si nada se dice de la procedencia de las carnes, coman también sin más averiguaciones;
3) mas si en el convite se indicase que las carnes son de víctimas sacrificadas a los ídolos, absténganse en absoluto.


I Corintios 10,29-30

Distinguiendo entre el acto externo y la conciencia interna, recomienda Pablo que en la conducta externa nos acomodemos a la conciencia ajena, siempre que así lo exija la caridad: pero añade que esa acomodación en lo exterior no implica una abdicación de la propia conciencia, siempre que sea recta.