I Corintios 14 Nuevo Testamento (Bover-Cantera, 1957) 4ta Edición | 40 versitos |
1 Id tras la caridad; codiciad, no obstante, los carismas espirituales; pero preferentemente el profetizar. *
2 Porque el que habla en lenguas, no habla a hombres, sino a Dios; pues nadie entiende, sino que en Espíritu habla misterios.
3 Mas el que profetiza, a hombres habla edificación, exhortación, consolación.
4 El que habla en lenguas, a sí mismo se edifica; mas el que profetiza, a la Iglesia edifica.
5 Deseo que todos vosotros habléis en lenguas, pero más todavía que profeticéis. Mayor es el que profetiza que el que habla en lenguas, a no ser que interprete a fin de que la Iglesia reciba edificación.
6 Y ahora, hermanos, si fuere yo a vosotros hablando en lenguas, ¿qué provecho os traeré, como no os hable o con revelación, o con ciencia, o con profecía, o enseñanza?
7 Con todo eso, las cosas inanimadas que dan un sonido, sea flauta, sea cítara, si no dan distinción a los sonidos, ¿cómo se conocerá lo que con la flauta o la cítara se toca?
8 Y a la verdad, si una trompeta diere un sonido indefinido, ¿quién se aprestará para la batalla?
9 Así también vosotros con la lengua, si no proferís un lenguaje que tenga buen sentido, ¿cómo se va a entender lo que se habla? Porque estaréis hablando al aire.
10 Son tantos, si a mano viene, los linajes de lenguas en el mundo, ni hay quien no tenga su lengua.
11 Si yo, pues, desconociere la significación del sonido, seré para el que me habla un bárbaro, y el que me habla, un bárbaro para mí.
12 Así también vosotros, ya que estáis ávidos de espíritus, procurad, para edificación de la Iglesia, aventajaros en ellos.
13 Por tanto, el que habla en lengua pida el don de interpretar.
14 Porque si orare en lengua, mi espíritu ora, pero mi mente se queda sin fruto. *
15 En suma, ¿qué? Oraré con el espíritu, mas oraré también con la mente; cantaré con el espíritu, mas cantaré también con la mente.
16 Pues de otro modo, si bendices a Dios con el espíritu, el que está en situación de simple particular, ¿cómo dirá el amén a tu nacimiento de gracias? Pues no entiende qué dices.
17 Porque tú, sin duda, lindamente haces gracias a Dios, mas el otro no se edifica,
18 Gracias doy a Dios, que hablo en lenguas más que todos vosotros;
19 pero en la Iglesia más quiero hablar cinco palabras con mi seso, en razón de instruir también a otros, que no diez mil palabras en lengua.
20 Hermanos, no os hagáis niños en las mientes; antes en la malicia sed niños, pero en las mientes, hombres maduros.
21 En la ley escrito está (Is 28:11) que «por gentes de otras lenguas y por labios de extraños | hablaré a este pueblo, | y ni aun así me escucharán, dice el Señor». * |
22 De modo que las lenguas sirven de señal, no para los creyentes, sino para los incrédulos; mas la profecía, no para los incrédulos, sino para los creyentes. *
23 Si, pues, se congrega la Iglesia entera en asamblea, y todos hablan en lenguas, y entran hombres profanos o infieles, ¿no dirán que estáis locos?
24 Si, en cambio, todos profetizan, y entra algún infiel o profano, es convencido por todos, es sondeado por todos;
25 los secretos de su corazón se hacen patentes, y así, cayendo sobre su rostro, adorará a Dios, proclamando que verdaderamente está Dios entre vosotros.
26 En suma, ¿qué, hermanos? Cada vez que os reunís, cada cual trae un salmo, trae una enseñanza, trae una revelación, trae lengua, trae interpretación: hágase todo para edificación.
27 Si alguien habla en lengua, sean cada vez dos o a lo más tres, y por turno, y uno interprete.
28 Que si no hubiere intérprete, calle en la iglesia, mas hable para sí y para Dios.
29 En cuanto a los profetas, hablen dos o tres, y los demás dictaminen.
30 Y si a otro que esté sentado le fuere revelado algo, el primero calle.
31 Pues podéis todos uno por uno profetizar, a fin de que todos aprendan y todos cobren alientos.
32 Y los espíritus de los profetas se sujetan a los profetas.
33 Pues no es amigo Dios de trastorno, sino de paz. Como en todas las iglesias de los santos,
34 las mujeres en las iglesias callen, pues no les es permitido hablar; antes muestren sujeción, como también la ley lo dice (Gen 3:16).
35 Que si algo desean aprender, pregunten en casa a sus propios maridos, porque es indecoroso a la mujer hablar en la iglesia.
36 ¿O es que salió de vosotros la palabra de Dios o a vosotros solos llegó? _
37 Si alguno piensa ser profeta o espiritual, reconozca que lo que os escribo es ordenanza del Señor.
38 Mas si lo desconoce, que lo desconozca.
39 Así que, hermanos míos, codiciad el profetizar; y cuanto al hablar en lenguas, no lo estorbéis.
40 Todo, empero, se haga decorosamente y con orden.

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Introducción a I Corintios




I EPÍSTOLA A LOS CORINTIOS

LA IGLESIA DE CORINTO. — Corinto, aquella «lumbrera de toda la Grecia» que, corno decía Cicerón, habían extinguido los romanos, brillaba ya de nuevo. Floreciente por el comercio, por el arte, la elocuencia y la filosofía, era aún más famosa por la espantosa corrupción de las costumbres. Su cultura y su ventajosa posición geográfica hacían de Corinto «la de los dos mares», como la llamaba Horacio, un centro de primer orden para la predicación del Evangelio. Estas ventajas atrajeron las miradas y el celo de Pablo, quien llegaba a Corinto hacia el año 51 de nuestra era, durante su segunda misión apostólica.

Casi dos años empleó el Apóstol en evangelizar a Corinto y fundar su Iglesia. Y no fue sin fruto. Ni la corrupción de las costumbres, ni siquiera la ruda oposición que hicieron los judíos, fueron obstáculo para que surgiese vigorosa la Iglesia de Corinto. No fueron, con todo, los ricos comerciantes, los oradores o los filósofos los que abrazaron el Evangelio; tampoco fueron los judíos los que formaron el núcleo de la nueva comunidad cristiana; gentiles y pobres fueron en su mayoría los que Dios escogió como primicias de la fe en Grecia.

Los primeros años fueron prósperos. Pero pronto surgieron dificultades más peligrosas que la inmoralidad pagana o la perfidia judaica. Discordias internas, abusos lamentables, ponían en peligro la prosperidad y aun la existencia misma de aquella Iglesia. Pablo estaba entonces en Efeso. Desde allí había ya escrito una primera carta, que por desgracia se ha perdido, y mandó luego allá a su discípulo Timoteo, para que pusiese remedio a aquellos males. Entre tanto llegaron de Corinto tres cristianos, Estéfanas, Fortunato y Acaico, con cartas de la Iglesia al Apóstol, en las cuales le hacían varias consultas- Aprovechando esta oportunidad, Pablo escribió una segunda carta, que es nuestra «primera Epístola a los Corintios». Era probablemente la Pascua del año 56.


LA EPÍSTOLA. — Si no iguala en amplitud dogmática a la Epístola a los Romanos, es, en cambio, la primera a los Corintios la más interesante desde el punto de vista histórico. Un atento lector lee en ella, mejor que en otra parte, el estado de las primitivas Iglesias, con sus luces y sombras, sus virtudes y sus defectos.

En medio de la variedad de
puntos que toca Pablo y de la aparente irregularidad con que los va exponiendo unos tras otros, se divide claramente la Epístola en dos partes: los abusos y las consultas. Los varios abusos, que por diferentes conductos habían llegado a oídos de Pablo, llenan los seis primeros capítulos; los diez restantes responden a las múltiples consultas que los corintios propusieron al Apóstol.



Fuente: Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)

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Notas

I Corintios 14,1-10

Volviendo a los carismas y dejando todos los demás, se fija en solos dos: el don de lenguas, por ser el preferido de los corintios, y el don de profecía, por ser el más importante a los ojos del Apóstol. En qué consiste el don de lenguas o glosolalía, se deja entender por los rasgos esparcidos por todo este capítulo, y se reducen a estos cinco: su principio es el Espíritu, es decir, cierta efervescencia espiritual que hace prorrumpir en expresiones prodigiosas; su término es Dios, no los hombres, que nada entienden; su instrumento es una lengua extraña, desconocida del que habla; su materia son los misterios divinos; el fruto es más bien personal que social o colectivo. Muy diverso es el carisma de la profecía. Su principio es también el Espíritu, pero más reposado; su término es la Iglesia; su instrumento, la lengua común; su materia, las verdades de la fe, necesarias para la salud eterna; su fruto es, en general, la EDIFICACIÓN de la Iglesia, más particular su EXHORTACIÓN Y CONSOLACIÓN. Esta profecía no se ha de confundir con la de los profetas del A. T., mensajeros autorizados que hablaban en nombre de Dios, ni tampoco con la inspiración bíblica de los hagiógrafos.


I Corintios 14,14

No es fácil determinar qué diferencia exista aquí entre ESPÍRITU y MENTE. Según algunos, MENTE es la inteligencia; ESPÍRITU, el sentimiento. Más exacto parece decir que ambos significan la misma inteligencia según dos tendencias radicalmente diversas. MENTE es la inteligencia en cuanto forma conceptos precisos y determinados; ESPÍRITU, en cuanto aprehende con vislumbres imprecisas.


I Corintios 14,21

En Isaías, los judíos remedaban balbuceando las palabras de los profetas; Dios con justa ironía les responde que también les hablará por labios balbucientes, por los asirios, que invadirán su tierra. Con esa lengua de los asirios compara tácitamente Pablo el don de lenguas.


I Corintios 14,22

SEÑAL… PARA LOS INCRÉDULOS: tal fue el don de lenguas infundido por el Espíritu S. a los apóstoles el día de Pentecostés: despertó la atención de los incrédulos, los cuales, empero, no se convirtieron sino por la exhortación de San Pedro.