I Corintios 2 Nuevo Testamento (Bover-Cantera, 1957) 4ta Edición | 16 versitos |
1 Y yo, venido a vosotros, hermanos, vine no con supereminencia de palabra o de sabiduría al anunciaros el misterio de Dios. *
2 Porque resolví no saber cosa entre vosotros, sino a Jesucristo, y éste crucificado. *
3 Y yo me presenté ante vosotros con sensación de impotencia, y con miedo, y con mucho temblor;
4 y mi palabra y mi predicación no fue con persuasivas palabras de sabiduría, sino con demostración de Espíritu y de fuerza;
5 para que vuestra fe no estribe en sabiduría de hombres, sino en la fuerza de Dios.
6 Sabiduría, sí, hablamos entre los perfectos; sabiduría, empero, no de este mundo ni de los jefes de este mundo, condenados a perecer;
7 sino que hablamos sabiduría de Dios, encerrada en el misterio, la escondida, la que predestinó Dios antes de los siglos para gloria nuestra; *
8 la cual ninguno de los jefes de este mundo conoció, que, si la conocieran, jamás al Señor de la gloria crucificaran; *
9 sino que, como está escrito (Is 64:3): «Lo que ojo no vio, ni oído oyó, | ni a corazón de hombre se antojó, | tal preparó Dios a los que le aman. |
10 Porque a nosotros nos lo reveló Dios por medio del Espíritu; pues el Espíritu todo lo sondea, aun las profundidades de Dios. *
11 A la verdad, ¿quién conoce de los hombres lo íntimo del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así también las cosas de Dios nadie las conoce sino el Espíritu de Dios.
12 Mas nosotros recibimos no el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, para que conozcamos las cosas que Dios graciosamente nos dio,
13 las cuales asimismo hablamos no con aprendidas palabras de sabiduría humana, sino con las aprendidas del Espíritu, adaptando lo espiritual a lo espiritual. *
14 Mas el hombre animal no coge las cosas del Espíritu de Dios, pues son necedad para él; ni es capaz de entenderlas, como que sólo espiritualmente se disciernen.
15 En cambio, el espiritual todo lo discierne, mas él de nadie es discernido.
16 Porque «¿quién conoció el pensamiento del Señor, de modo que pueda instruirle?» (Is 40:13). Mas nosotros poseemos el pensamiento de Cristo. *

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Introducción a I Corintios




I EPÍSTOLA A LOS CORINTIOS

LA IGLESIA DE CORINTO. — Corinto, aquella «lumbrera de toda la Grecia» que, corno decía Cicerón, habían extinguido los romanos, brillaba ya de nuevo. Floreciente por el comercio, por el arte, la elocuencia y la filosofía, era aún más famosa por la espantosa corrupción de las costumbres. Su cultura y su ventajosa posición geográfica hacían de Corinto «la de los dos mares», como la llamaba Horacio, un centro de primer orden para la predicación del Evangelio. Estas ventajas atrajeron las miradas y el celo de Pablo, quien llegaba a Corinto hacia el año 51 de nuestra era, durante su segunda misión apostólica.

Casi dos años empleó el Apóstol en evangelizar a Corinto y fundar su Iglesia. Y no fue sin fruto. Ni la corrupción de las costumbres, ni siquiera la ruda oposición que hicieron los judíos, fueron obstáculo para que surgiese vigorosa la Iglesia de Corinto. No fueron, con todo, los ricos comerciantes, los oradores o los filósofos los que abrazaron el Evangelio; tampoco fueron los judíos los que formaron el núcleo de la nueva comunidad cristiana; gentiles y pobres fueron en su mayoría los que Dios escogió como primicias de la fe en Grecia.

Los primeros años fueron prósperos. Pero pronto surgieron dificultades más peligrosas que la inmoralidad pagana o la perfidia judaica. Discordias internas, abusos lamentables, ponían en peligro la prosperidad y aun la existencia misma de aquella Iglesia. Pablo estaba entonces en Efeso. Desde allí había ya escrito una primera carta, que por desgracia se ha perdido, y mandó luego allá a su discípulo Timoteo, para que pusiese remedio a aquellos males. Entre tanto llegaron de Corinto tres cristianos, Estéfanas, Fortunato y Acaico, con cartas de la Iglesia al Apóstol, en las cuales le hacían varias consultas- Aprovechando esta oportunidad, Pablo escribió una segunda carta, que es nuestra «primera Epístola a los Corintios». Era probablemente la Pascua del año 56.


LA EPÍSTOLA. — Si no iguala en amplitud dogmática a la Epístola a los Romanos, es, en cambio, la primera a los Corintios la más interesante desde el punto de vista histórico. Un atento lector lee en ella, mejor que en otra parte, el estado de las primitivas Iglesias, con sus luces y sombras, sus virtudes y sus defectos.

En medio de la variedad de
puntos que toca Pablo y de la aparente irregularidad con que los va exponiendo unos tras otros, se divide claramente la Epístola en dos partes: los abusos y las consultas. Los varios abusos, que por diferentes conductos habían llegado a oídos de Pablo, llenan los seis primeros capítulos; los diez restantes responden a las múltiples consultas que los corintios propusieron al Apóstol.



Fuente: Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)

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Notas

I Corintios 2,1

La antiquísima variante MISTERIO, probablemente la verdadera, preludia lo que poco después (1Co_2:7) se anuncia acerca del «misterio» por antonomasia, que es el consejo eterno de Dios sobre la salud humana en Cristo Jesús.


I Corintios 2,2

JESU-CRISTO, Y ÉSTE CRUCIFICADO, es el contenido del misterio de Dios.


I Corintios 2,7

EL MISTERIO es el modo inefable de la redención por la unión o compenetración con Cristo, por la incorporación y vida divina en Cristo.


I Corintios 2,8

La expresión SEÑOR DE LA GLORIA, tanto por la apelación de SEÑOR, reproducción del nombre inefable de «Yahveh», como por el complemento DE LA GLORIA, evocación de la «gloria de Yahveh», que sensiblemente se manifestaba en medio de Israel (Éxo_40:34; 1Re_8:11…), es uno de los testimonios más inequívocos de Pablo a favor de la divinidad de Jesu-Cristo.


I Corintios 2,10-12

En estos tres versículos nos revela Pablo las principales verdades de la pneumatología cristiana: la divinidad del Espíritu Santo, su consubstancialidad con el Padre, su personalidad y su origen. Su divinidad se desprende de su conocimiento privativamente divino; PUES EL ESPÍRITU TODO LO SONDEA, AUN LAS PROFUNDIDADES DE DIOS, y LAS COSAS DE DIOS NADIE LAS CONOCE SINO EL ESPÍRITU DE DIOS. Conocimiento exclusivo de Dios supone ser o naturaleza de Dios. Su consubstandalidad con el Padre resulta clara de la comparación entre el espíritu del hombre y el Espíritu de Dios. Como el espíritu del hombre es consubstancial al hombre, así el Espíritu de Dios es consubstancial a Dios. Su personalidad distinta la afirma el Apóstol al decir que Dios nos reveló sus consejos eternos POR MEDIO DEL ESPÍRITU y al añadir que nosotros recibimos EL ESPÍRITU QUE VIENE DE DIOS. Esta última expresión nos descubre también la procesión u origen del Espíritu Santo.


I Corintios 2,13

ADAPTANDO LO ESPIRITUAL A LO ESPIRITUAL: si se atiende al contexto, el sentido será: «Acomodando las palabras espirituales a las verdades espirituales».


I Corintios 2,16

EL PENSAMIENTO DEL SEÑOR. Al sustituir a continuación esta expresión por la otra, EL PENSAMIENTO DE CRISTO, como equivalente, atribuye Pablo a Cristo la divinidad y la consubstandalidad con el Padre, que antes ha atribuido al Espíritu Santo.