I Corintios 8 Nuevo Testamento (Bover-Cantera, 1957) 4ta Edición | 13 versitos |
1 Acerca de las víctimas sacrificadas a los ídolos sabemos... porque todos tenemos ciencia. La ciencia infla, mas la caridad cría robustez maciza. *
2 Si alguno se figura saber algo, todavía no ha sabido como conviene saber.
3 Mas si uno ama a Dios, éste es conocido por él. *
4 Acerca, pues, del comer las víctimas sacrificadas a los ídolos, sabemos que nada es un ídolo en el mundo y que no hay más Dios que uno solo. *
5 Puesto que, si bien hay quienes son llamados dioses, sea en el cielo, sea en la tierra —cuales hay muchos dioses y muchos señores—,
6 mas para nosotros no hay sino un Dios, el Padre, de quien proceden todas las cosas, y nosotros estamos destinados hacia él; y un solo Señor, Jesucristo, por quien son todas las cosas, y nosotros también por él.
7 Pero no en todos se halla esa ciencia; antes algunos, por efecto del hábito, persistente aún ahora, del ídolo, comen la carne como sacrificada al ídolo. Y su conciencia, débil como es, se contamina.
8 Tal o cual manjar no nos hará recomendables a Dios. Ni, si no comemos, somos menos; ni, si comemos, somos más. *
9 Mas mirad que esa libertad que os tomáis no venga a ser tropiezo para los débiles,
10 Porque si alguno te viere a ti, que tienes ciencia, en un templo idolátrico tomando parte en el banquete, ¿su conciencia, débil como es él, no será inducida a comer de las carnes sacrificadas al ídolo?
11 ¡Y se pierde el débil por tu ciencia, el hermano por quien Cristo murió!
12 Y pecando así contra los hermanos, y sacudiendo a golpes su conciencia, que es débil, contra Cristo pecáis,
13 Por lo cual, si tal o cual manjar escandaliza a mi hermano, no comeré carne nunca jamás, para no escandalizar a mi hermano.

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Introducción a I Corintios




I EPÍSTOLA A LOS CORINTIOS

LA IGLESIA DE CORINTO. — Corinto, aquella «lumbrera de toda la Grecia» que, corno decía Cicerón, habían extinguido los romanos, brillaba ya de nuevo. Floreciente por el comercio, por el arte, la elocuencia y la filosofía, era aún más famosa por la espantosa corrupción de las costumbres. Su cultura y su ventajosa posición geográfica hacían de Corinto «la de los dos mares», como la llamaba Horacio, un centro de primer orden para la predicación del Evangelio. Estas ventajas atrajeron las miradas y el celo de Pablo, quien llegaba a Corinto hacia el año 51 de nuestra era, durante su segunda misión apostólica.

Casi dos años empleó el Apóstol en evangelizar a Corinto y fundar su Iglesia. Y no fue sin fruto. Ni la corrupción de las costumbres, ni siquiera la ruda oposición que hicieron los judíos, fueron obstáculo para que surgiese vigorosa la Iglesia de Corinto. No fueron, con todo, los ricos comerciantes, los oradores o los filósofos los que abrazaron el Evangelio; tampoco fueron los judíos los que formaron el núcleo de la nueva comunidad cristiana; gentiles y pobres fueron en su mayoría los que Dios escogió como primicias de la fe en Grecia.

Los primeros años fueron prósperos. Pero pronto surgieron dificultades más peligrosas que la inmoralidad pagana o la perfidia judaica. Discordias internas, abusos lamentables, ponían en peligro la prosperidad y aun la existencia misma de aquella Iglesia. Pablo estaba entonces en Efeso. Desde allí había ya escrito una primera carta, que por desgracia se ha perdido, y mandó luego allá a su discípulo Timoteo, para que pusiese remedio a aquellos males. Entre tanto llegaron de Corinto tres cristianos, Estéfanas, Fortunato y Acaico, con cartas de la Iglesia al Apóstol, en las cuales le hacían varias consultas- Aprovechando esta oportunidad, Pablo escribió una segunda carta, que es nuestra «primera Epístola a los Corintios». Era probablemente la Pascua del año 56.


LA EPÍSTOLA. — Si no iguala en amplitud dogmática a la Epístola a los Romanos, es, en cambio, la primera a los Corintios la más interesante desde el punto de vista histórico. Un atento lector lee en ella, mejor que en otra parte, el estado de las primitivas Iglesias, con sus luces y sombras, sus virtudes y sus defectos.

En medio de la variedad de
puntos que toca Pablo y de la aparente irregularidad con que los va exponiendo unos tras otros, se divide claramente la Epístola en dos partes: los abusos y las consultas. Los varios abusos, que por diferentes conductos habían llegado a oídos de Pablo, llenan los seis primeros capítulos; los diez restantes responden a las múltiples consultas que los corintios propusieron al Apóstol.



Fuente: Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)

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Notas

I Corintios 8,1

SABEMOS…: aquí se corta bruscamente la frase, que se reanuda en 1Co_8:4. Lo que sigue: PORQUE TODOS TENEMOS CIENCIA, es una fina ironía contra la presunción de ciencia, de que adolecían no pocos corintios.


I Corintios 8,3

CONOCIDO: Dios le reconoce por suyo, pone sus ojos en él, le mira complacido.


I Corintios 8,4-5

A LOS LLAMADOS DIOSES, así los olímpicos como los imperiales, unos y otros llamados también SEÑORES, contrapone el Apóstol el único verdadero Dios y el único verdadero Señor. En virtud de esta contraposición, «SEÑOR» no es menos «divino» que «Dios», como que ambos responden igualmente, por vía de contraste, a los que son apellidados DIOSES O SEÑORES. La atribución del término Dios al Padre no es exclusiva, como no lo es la del término SEÑOR a Jesu-Cristo.


I Corintios 8,8-12

Tres cosas enseña aquí San Pablo:
1) que los manjares son de suyo moralmente indiferentes;
2) que lo que es de suyo indiferente puede convertirse en malo, siempre que sea ocasión de escándalo;
3) que los pecados de escándalo no sólo perjudican a nuestros hermanos, sino que ofenden a Cristo.