Efesios  1 Nuevo Testamento (Bover-Cantera, 1957) 4ta Edición | 23 versitos |
1 Pablo, apóstol de Cristo Jesús por la voluntad de Dios, a los santos y fieles en Cristo Jesús que están en Efeso:
2 gracia a vosotros y paz de parte de Dios, Padre nuestro, y del Señor Jesu-Cristo.
3 Bendito sea el Dios y Padre del Señor nuestro Jesu-Cristo, quien nos bendijo con toda bendición espiritual en los cielos en Cristo, *
4 según que nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia, a impulsos del amor, *
5 predestinándonos a la adopción de hijos suyos por Jesu-Cristo, según el beneplácito de su voluntad, *
6 para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos agració en el Amado. *
7 En el cual tenemos la redención por su sangre, la remisión de los pecados, según la riqueza de su gracia, *
8 que hizo desbordar sobre nosotros, en toda sabiduría e inteligencia,
9 notificándonos el misterio de su voluntad, según su beneplácito, que se propuso en él, *
10 en orden a su realización en la plenitud de los tiempos, de recapitular en Cristo todas las cosas, las de los cielos y las de la tierra.
11 En él, en el cual fuimos constituidos herederos, predestinados según la disposición de quien obra todas las cosas según el consejo de su voluntad, *
12 para que seamos encomio de su gloria, nosotros los que ya antes habíamos esperado en Cristo;*
13 en el cual también vosotros, habiendo oído la palabra de la verdad, el Evangelio de vuestra salud, en el cual, habiendo también creído, fuisteis sellados con el Santo Espíritu de la promesa,
14 que es arras de nuestra herencia, para la recuperación de su patrimonio, para alabanza de su gloria.
15 Por esto también yo, habiendo oído hablar de vuestra fe en el Señor Jesús y de vuestra caridad para con todos los santos, *
16 no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones,
17 para que el Dios de nuestro Señor Jesu-Cristo, el Padre dé la gloria, os conceda espíritu de sabiduría y de revelación con pleno conocimiento de él,*
18 iluminados los ojos de vuestro corazón, para que conozcáis cuál sea la esperanza de su vocación, cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos
19 y cuál la sobrepujante grandeza de su poder para con nosotros los creyentes, según la energía de la potencia de su fuerza,
20 que desplegó en Cristo, resucitándole de entre los muertos y sentándole a su diestra en los cielos, *
21 por encima de todo principado, y potestad, y virtud, y dominación, y de todo título de honor reconocido no sólo en este siglo, sino también en el venidero.
22 Y todas las cosas rindió debajo de sus pies, y a él le constituyó por encima de todo cabeza de la Iglesia,
23 la cual es el cuerpo suyo, la plenitud del que recibe de ella su complemento total y universal.

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Introducción a Efesios 




EPÍSTOLA A LOS EFESIOS

DESTINATARIOS DE LA EPÍSTOLA. — No están acordes los críticos sobre quiénes sean los destinatarios de la llamada Epístola a los Efesios. Tres soluciones principales se han dado: la tradicional, según la cual la carta se escribió a la Iglesia de Efeso; la que supone haber sido dirigida a la Iglesia de Laodicea, y la que considera la Epístola como una carta circular o encíclica enviada a todas las iglesias del Asia proconsular, cuya metrópoli era Efeso. En vez de discutir en particular las razones aducidas en pro y en contra de cada una de estas tres hipótesis, será más breve y eficaz presentar los hechos, para adoptar en definitiva la hipótesis que mejor los explique todos. Estos hechos se distribuyen naturalmente en tres grupos: los antecedentes históricos, los datos de las misma carta, los testimonios históricos posteriores. Entre los antecedentes históricos hay que tener presentes las relaciones singularmente íntimas de Pablo con la Iglesia de Efeso. Tres años enteros empleó Pablo en fundar y evangelizar esta Iglesia. Por otra parte, su acción apostólica, o personal o ejercida por medio de sus discípulos, se extendió a toda el Asia proconsular, como consta por los Hechos (19:10; 20:25). No mucho después, al fin de la tercera misión, al dirigirse a Jerusalén, convocó Pablo en Mileto a los presbíteros-obispos de Efeso y de las ciudades vecinas para despedirse de ellos y prevenirlos contra los peligros doctrinales que amenazaban a sus Iglesias ( Hch_20:25-31 ). Otro hecho también hay que recordar, y es que algunas de las Epístolas de Pablo son en realidad cartas circulares: tales son la primera a los Corintios (1:2), la segunda a los Corintios (1:1), la escrita a las «Iglesias de Galacia» (1:2) y a los Colosenses (4:16). En la misma Ep. a los Efesios llaman la atención tres hechos muy significativos. 1) el tono exclusivamente didáctico, enteramente desprovisto de aquellos rasgos afectuosos tan característicos de Pablo; 2) la ausencia total de salutaciones personales, que tanto abundan en otras cartas; 3) ciertas frases que parecen suponer que Pablo no conocía de vista o personalmente a los destinatarios ni ellos a él (1:15; 3:2). Además, para apreciar el valor de la hipótesis que supone que la llamada Ep. a los Efesios fue en realidad escrita a los fieles de Laodicea, hay que tener en cuenta lo que sobre los laodicenses dice el Apóstol en su Epístola a los Colosenses: «Quiero que sepáis cuan grande lucha sostengo por vosotros, y por los de Laodicea, y por cuantos no han visto mi rostro en carne» (2:1); «Le soy testigo [a Epafras] de que se toma mucho trabajo por vosotros y por los de Laodicea… Saludad a los hermanos de Laodicea y a Ninfas y a la Iglesia que se congrega en su casa. Y cuando hubiere sido leída entre vosotros esta carta, haced que también en la Iglesia de los laodicenses sea leída; y la que recibiereis de Laodicea, que también vosotros la leáis» (4:13-16). Entre los testimonios posteriores, todos los códices griegos (a excepción de Be Se 1739 421c ) y todas las versiones leen «a los santos y fieles en Cristo Jesús que están en Efeso» (1:1); y aun los mismos códices exceptuados tienen al principio el título «A los Efesios», que reproducen al fin. No es menos unánime a favor de Efeso la tradición patrística a partir de San Ireneo. Solamente Orígenes y San Basilio desconocieron o pusieron en tela de juicio la autenticidad de la frase «en Efeso». Marción fue el único que en vez de «Efeso» leyó «Laodicea». Aplicados estos datos a las tres hipótesis antes mencionadas sobre los destinatarios de la Epístola, resulta: 1) que éstos no pueden ser exclusivamente los efesios; 2) que tampoco pueden ser otros con exclusión de los efesios; 3) consiguientemente, que fueron los fieles de Efeso y juntamente los de otras Iglesias; con lo cual la Epístola puede muy bien denominarse carta circular. Y ésta parece ser la que menciona Pablo escribiendo a los colosenses, donde no dice que fuera dirigida precisamente a los laodicenses, sino que la «recibirían de Laodicea», adonde llegaría antes que a Colosas. OCASIÓN DE LA EPÍSTOLA. — La ocasión parece haber sido la triste realización de aquel anuncio profético, que Pablo no mucho antes había hecho en Mileto a los presbíteros- obispos de Efeso y ciudades vecinas: «Yo sé que han de entrar después de mi partida lobos crueles entre vosotros, que no perdonen al rebaño; y de entre vosotros mismos se han de levantar hombres que hablen cosas perversas, para arrastrar en pos de sí a los discípulos» (Ac 20:29-30). Se introdujeron, en efecto, en el rebaño de Cristo los lobos rapaces: espíritus extravagantes, última generación de judaizantes cristianos y primeros representantes del naciente gnosticismo, los cuales, amalgamando ciertas prácticas judaicas con especulaciones teosóficas, desquiciaban la revelación cristiana, rebajando la divina persona de Jesu-Cristo y desfigurando su obra redentora. A esos desvaríos respondió Pablo con la Epístola a los Efesios, exponiendo su maravillosa concepción sobre el Cristo místico o el misterio de Cristo. LA EPÍSTOLA. — En un cuadro de divina belleza, aunque a veces algo rudo en la ejecución, presenta Pablo el misterio por excelencia de los consejos divinos, el designio misericordioso que Dios acaricia desde toda la eternidad, y luego realiza en la plenitud de los tiempos, y revela a toda la creación. El designio de Dios era pacificar toda la creación y reunir, fundir la humanidad entera, y por extensión los ángeles mismos, «en Cristo Jesús». Es verdaderamente sublime contemplar a Cristo Jesús, hombre y Dios a la vez, como centro adonde todo converge, lazo que todo lo une, cabeza mística de este organismo viviente, donde se asocian en un cuerpo, en una vida, en un amor, judíos y gentiles, hombres y ángeles, !as creaturas y el Creador. PLAN DE LA EPÍSTOLA. — Se divide en dos partes sensiblemente iguales: una más especulativa, sobre el misterio mismo de Cristo (1-3); otra más práctica, sobre la vida cristiana como prolongación del misterio (4-6).


Fuente: Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)

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Notas

Efesios  1,3

Nos BENDIJO CON TODA BENDICIÓN: la junta del complemento RENDICIÓN al verbo BENDIJO, la adición del adjetivo TODA y la significación misma de BENDICIÓN, que significa también LARGUEZA (2Co_9:5), son una triple expresión de la plenitud con que Dios nos ha bendecido.

|| NOS BENDIJO…EN CRISTO, SEGÚN QUE NOS ESCOGIÓ EN ÉL: la bendición realizada en el tiempo tuvo como razón y medida la elección eterna: una y otra, EN CRISTO.


Efesios  1,3-4

Esta introducción, por la elevación del pensamiento y por el aliento lírico que la informa, bien puede llamarse himno. Comprende tres estrofas iguales, subdivididas en dos períodos, también sensiblemente iguales. El pensamiento dominante es la economía de la redención, el plan divino sobre la salud eterna de los hombres. Este plan se atribuye bajo diferentes aspectos a cada una de las personas divinas. Al Padre corresponde la iniciativa y disposición eterna. Al Hijo, su realización en el tiempo. Al Espíritu S., su última consumación. La fórmula que sintetiza toda la economía es aquella tan típica de Pablo: EN CRISTO JESÚS, que, equivalentemente, reaparece hasta diez veces en este breve pasaje. Todo lo que el Apóstol llama su EVANGELIO se halla aquí condensado. Y en este EVANGELIO señala como dos estadios: el más elemental, que es la redención de nuestros pecados por la sangre de Cristo, y el superior, que él llama el MISTERIO, que es la recapitulación de todas las cosas EN CRISTO.


Efesios  1,4-5

NOS ESCOGIÓ… PREDESTINÁNDONOS: la PREDESTINACIÓN se presenta como una determinación de la ELECCIÓN eterna de Dios. En la realidad ambas coinciden, si bien con diferentes matices: en la elección sobresalen los matices de favor y selección o predilección, al paso que en la predestinación predominan los matices de voluntad firme, de previa resolución y de ordenación o destinación a un fin determinado.


Efesios  1,5

ADOPCIÓN DE HIJOS o filiación adoptiva no parece aquí ni la sola gracia santificante ni tampoco la gracia y la gloria por igual, sino la gracia en primer término, la gloria en segundo término.

|| SEGÚN EL BENEPLÁCITO DE SU VOLUNTAD: el beneplácito divino es, a nuestro modo de entender, el primer momento de la predestinación, y significa la benevolencia de Dios, que se complace en hacer bien, y en orden a hacerlo fija amorosamente sus ojos en el hombre.


Efesios  1,6

PARA ALABANZA DE LA GLORIA DE SU GRACIA: GLORIA es aquí la irradiación esplendorosa de las perfecciones divinas.|| EN EL AMADO: nombre exquisitamente delicado que designa a Jesu-Cristo y equivale al «Hijo de su amor» (Col_1:13). El amor del Padre al Hijo amado, al extenderse a los que se hallan incorporados en Cristo, es el origen de la gracia que se derrama sobre ellos.


Efesios  1,7-8

Este período habla de la REDENCIÓN, de la cual dice Pablo que la tenemos en Cristo; que se efectuó por su sangre; que con ella obtenemos la remisión de los pecados; que todo esto tiene como causa y medida la riqueza de la gracia divina.


Efesios  1,9-10

Este período, el más sublime de toda la introducción, presenta, en cuatro incisos gradualmente dispuestos, los rasgos característicos del MISTERIO, que es la recapitulación de todas las cosas en Cristo. Primero: es el MISTERIO DE SU VOLUNTAD, oculto a toda criatura. Segundo: el origen lógico del misterio es el divino BENEPLÁCITO. Tercero: este beneplácito y propósito eterno estaba ordenado a su realización en la plenitud de los tiempos. Estos tiempos son las edades que precedieron a la realización, que, como vacías en un principio, fueron llenándose progresivamente, hasta llegar a su plenitud y madurez. Cuarto: la sustancia del MISTERIO es la recapitulación de todas las cosas en Cristo; recapitulación misteriosa, que presenta dos fases: una, radical, por cuanto en la persona de Cristo, Dios y hombre, están reunidos y compendiados el espíritu y la materia, Dios y el mundo; otra, universal, por cuanto todos los seres del universo convergen hacia Cristo, se abrazan y harmonizan en Cristo, que es su principio de cohesión y unidad, su centro a la vez y su cabeza: prolongación del Cristo místico, que no sólo comprende la humanidad incorporada a Cristo, sino todo cuanto existe, inefablemente también adherido a Cristo.


Efesios  1,11-12

Este período presenta el misterio desde el punto de vista judaico.


Efesios  1,12-14

Economía del misterio aplicada a los gentiles. He aquí los pasos por donde llegan los gentiles a la participación del misterio: primero, oyen el Evangelio, que es la palabra de la verdad y el mensaje de la salud; segundo, creen en el Evangelio; tercero, son marcados con el Espíritu S., que es el Espíritu de la promesa; cuarto, este Espíritu es arras de la herencia eterna. Este derecho a la herencia celeste lo expresa el Apóstol con una frase familiar en el lenguaje bíblico; PARA LA RECUPERACIÓN DE SU PATRIMONIO, que nos presenta a Dios como Pastor, que marca a las ovejas de su grey para reunirías a su tiempo en sus apriscos eternos y hacerlas definitivamente suyas.


Efesios  1,15-18

LA FE EN EL SEÑOR JESÚS, la CARIDAD PARA CON TODOS LOS SANTOS…, LA ESPERANZA DE SU VOCACIÓN. Se complace Pablo en mencionar juntas las tres virtudes teologales, y con frecuencia por este mismo orden: fe, caridad y esperanza.


Efesios  1,17

EL DIOS DE NUESTRO SEÑOR Jesu-Cristo: el que Jesu-Cristo nos ha revelado.


Efesios  1,20-23

Las maravillas que el poder de Dios obró en Cristo, modelo de las que había de obrar a favor nuestro, se reducen a seis:
1) resurrección;
2) entronización a su diestra;
3) eminencia sobre toda la creación;
4) señorío universal;
5) dignidad de cabeza de la Iglesia;
6) misterioso complemento que de la Iglesia recibe.