Efesios  4 Nuevo Testamento (Bover-Cantera, 1957) 4ta Edición | 32 versitos |
1 Os ruego, pues, yo, el prisionero del Señor, que procedáis cual conviene a la vocación con que fuisteis llamados, *
2 con toda humildad y mansedumbre, con longanimidad, sufriéndoos los unos a los otros con caridad,
3 mostrándoos solícitos por mantener la unidad del espíritu con el vínculo de la paz
4 Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como también fuisteis llamados con una misma esperanza de vuestra vocación.
5 Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo.
6 Un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, que actúa por medio de todos, que habita en todos.
7 A cada uno de nosotros le fue dada la gracia según la medida con que la da Cristo,
8 Por lo cual dice (Sal 67:19): «Subiendo a lo alto, llevó consigo cautiva la cautividad; | repartió dádivas a los hombres».
9 Y eso de que «subió», ¿por qué es sino porque descendió primero a las partes más bajas de la tierra?
10 El que descendió es el mismo que también subió por encima de todos los cielos, para llenarlo todo. *
11 Y él dio a unos ser apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y doctores, *
12 en orden a la perfección consumada de los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, *
13 hasta que lleguemos todos juntos a encontrarnos en la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios, a la madurez del varón perfecto, a un desarrollo orgánico proporcionado a la plenitud de Cristo, *
14 para que no seamos ya niños, fluctuando de acá para allá, dando vueltas a todo viento de doctrina, por la trampería de los hombres, por la truhanería que hace caer en las añagazas de la seducción;
15 sino que, andando en verdad, por la caridad crezcamos en todos sentidos para ser como él, que es la cabeza, Cristo, *
16 por quien todo el cuerpo, bien concertado y trabado, gracias al íntimo contacto que suministra el alimento al organismo, según la actividad correspondiente a cada miembro, va obrando su propio crecimiento en orden a su plena formación en virtud de la caridad.
17 Esto, pues, digo y testifico en el Señor: que no andéis ya como andan los gentiles, en la vanidad de su mente,
18 que tienen entenebrecido el entendimiento, ajenos completamente a la vida de Dios, por la ignorancia en que se hallan, por el encallecimiento de su corazón;
19 los cuales, perdida toda sensibilidad moral, se entregaron a la disolución para obrar toda impureza a impulsos de la concupiscencia.
20 Mas vosotros no así aprendisteis a Cristo,
21 si es que oísteis de él y en él fuisteis adoctrinados, según es la verdad que está en Jesús,
22 a despojaros, respecto de vuestra vida anterior, del hombre viejo, que se corrompe siguiendo las concupiscencias de la seducción,
23 y a renovaros en el espíritu de vuestra mente
24 y revestiros del hombre nuevo, creado, según el ideal de Dios, en la justicia y santidad de la verdad.
25 Por lo cual, desechada toda mentira; «hablad verdad cada uno con su prójimo » (Zac 8:19), ya que somos los unos miembros de los otros.
26 «Enojaos y no pequéis» (Sal 4:5): no se ponga el sol y caiga la noche sobre vuestra ira,
27 ni deis lugar al diablo.
28 El que hurtaba, ya no hurte; antes trabaje, obrando con sus manos el bien, para tener qué compartir con el que padece necesidad.
29 No saiga de vuestra boca palabra alguna dañada, sino la que sea buena para la oportuna edificación, para que comunique gracia a los que la oyen.
30 Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis marcados para el día del rescate.
31 Toda amargura, cólera, ira, gritería, maledicencia, destiérrense lejos de vosotros con todo género de malicia.
32 Sed más bien los unos con los otros benignos, entrañablemente compasivos, perdonándoos recíprocamente, así como Dios en Cristo os perdonó a vosotros.

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Introducción a Efesios 




EPÍSTOLA A LOS EFESIOS

DESTINATARIOS DE LA EPÍSTOLA. — No están acordes los críticos sobre quiénes sean los destinatarios de la llamada Epístola a los Efesios. Tres soluciones principales se han dado: la tradicional, según la cual la carta se escribió a la Iglesia de Efeso; la que supone haber sido dirigida a la Iglesia de Laodicea, y la que considera la Epístola como una carta circular o encíclica enviada a todas las iglesias del Asia proconsular, cuya metrópoli era Efeso. En vez de discutir en particular las razones aducidas en pro y en contra de cada una de estas tres hipótesis, será más breve y eficaz presentar los hechos, para adoptar en definitiva la hipótesis que mejor los explique todos. Estos hechos se distribuyen naturalmente en tres grupos: los antecedentes históricos, los datos de las misma carta, los testimonios históricos posteriores. Entre los antecedentes históricos hay que tener presentes las relaciones singularmente íntimas de Pablo con la Iglesia de Efeso. Tres años enteros empleó Pablo en fundar y evangelizar esta Iglesia. Por otra parte, su acción apostólica, o personal o ejercida por medio de sus discípulos, se extendió a toda el Asia proconsular, como consta por los Hechos (19:10; 20:25). No mucho después, al fin de la tercera misión, al dirigirse a Jerusalén, convocó Pablo en Mileto a los presbíteros-obispos de Efeso y de las ciudades vecinas para despedirse de ellos y prevenirlos contra los peligros doctrinales que amenazaban a sus Iglesias ( Hch_20:25-31 ). Otro hecho también hay que recordar, y es que algunas de las Epístolas de Pablo son en realidad cartas circulares: tales son la primera a los Corintios (1:2), la segunda a los Corintios (1:1), la escrita a las «Iglesias de Galacia» (1:2) y a los Colosenses (4:16). En la misma Ep. a los Efesios llaman la atención tres hechos muy significativos. 1) el tono exclusivamente didáctico, enteramente desprovisto de aquellos rasgos afectuosos tan característicos de Pablo; 2) la ausencia total de salutaciones personales, que tanto abundan en otras cartas; 3) ciertas frases que parecen suponer que Pablo no conocía de vista o personalmente a los destinatarios ni ellos a él (1:15; 3:2). Además, para apreciar el valor de la hipótesis que supone que la llamada Ep. a los Efesios fue en realidad escrita a los fieles de Laodicea, hay que tener en cuenta lo que sobre los laodicenses dice el Apóstol en su Epístola a los Colosenses: «Quiero que sepáis cuan grande lucha sostengo por vosotros, y por los de Laodicea, y por cuantos no han visto mi rostro en carne» (2:1); «Le soy testigo [a Epafras] de que se toma mucho trabajo por vosotros y por los de Laodicea… Saludad a los hermanos de Laodicea y a Ninfas y a la Iglesia que se congrega en su casa. Y cuando hubiere sido leída entre vosotros esta carta, haced que también en la Iglesia de los laodicenses sea leída; y la que recibiereis de Laodicea, que también vosotros la leáis» (4:13-16). Entre los testimonios posteriores, todos los códices griegos (a excepción de Be Se 1739 421c ) y todas las versiones leen «a los santos y fieles en Cristo Jesús que están en Efeso» (1:1); y aun los mismos códices exceptuados tienen al principio el título «A los Efesios», que reproducen al fin. No es menos unánime a favor de Efeso la tradición patrística a partir de San Ireneo. Solamente Orígenes y San Basilio desconocieron o pusieron en tela de juicio la autenticidad de la frase «en Efeso». Marción fue el único que en vez de «Efeso» leyó «Laodicea». Aplicados estos datos a las tres hipótesis antes mencionadas sobre los destinatarios de la Epístola, resulta: 1) que éstos no pueden ser exclusivamente los efesios; 2) que tampoco pueden ser otros con exclusión de los efesios; 3) consiguientemente, que fueron los fieles de Efeso y juntamente los de otras Iglesias; con lo cual la Epístola puede muy bien denominarse carta circular. Y ésta parece ser la que menciona Pablo escribiendo a los colosenses, donde no dice que fuera dirigida precisamente a los laodicenses, sino que la «recibirían de Laodicea», adonde llegaría antes que a Colosas. OCASIÓN DE LA EPÍSTOLA. — La ocasión parece haber sido la triste realización de aquel anuncio profético, que Pablo no mucho antes había hecho en Mileto a los presbíteros- obispos de Efeso y ciudades vecinas: «Yo sé que han de entrar después de mi partida lobos crueles entre vosotros, que no perdonen al rebaño; y de entre vosotros mismos se han de levantar hombres que hablen cosas perversas, para arrastrar en pos de sí a los discípulos» (Ac 20:29-30). Se introdujeron, en efecto, en el rebaño de Cristo los lobos rapaces: espíritus extravagantes, última generación de judaizantes cristianos y primeros representantes del naciente gnosticismo, los cuales, amalgamando ciertas prácticas judaicas con especulaciones teosóficas, desquiciaban la revelación cristiana, rebajando la divina persona de Jesu-Cristo y desfigurando su obra redentora. A esos desvaríos respondió Pablo con la Epístola a los Efesios, exponiendo su maravillosa concepción sobre el Cristo místico o el misterio de Cristo. LA EPÍSTOLA. — En un cuadro de divina belleza, aunque a veces algo rudo en la ejecución, presenta Pablo el misterio por excelencia de los consejos divinos, el designio misericordioso que Dios acaricia desde toda la eternidad, y luego realiza en la plenitud de los tiempos, y revela a toda la creación. El designio de Dios era pacificar toda la creación y reunir, fundir la humanidad entera, y por extensión los ángeles mismos, «en Cristo Jesús». Es verdaderamente sublime contemplar a Cristo Jesús, hombre y Dios a la vez, como centro adonde todo converge, lazo que todo lo une, cabeza mística de este organismo viviente, donde se asocian en un cuerpo, en una vida, en un amor, judíos y gentiles, hombres y ángeles, !as creaturas y el Creador. PLAN DE LA EPÍSTOLA. — Se divide en dos partes sensiblemente iguales: una más especulativa, sobre el misterio mismo de Cristo (1-3); otra más práctica, sobre la vida cristiana como prolongación del misterio (4-6).


Fuente: Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)

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Notas

Efesios  4,1-6

Esta sección es a la vez un panegírico de la unidad esencial y espiritual que existe en la Iglesia y una exhortación a la unidad moral que los fieles deben fomentar con su propia colaboración. Para que los fieles no frustren con sus discordias la unidad del Espíritu, les propone Pablo los múltiples principias de unidad, distribuidos en tres series. Primera serie, en función del Espíritu S.: UN SOLO CUERPO Y UN SOLO ESPÍRITU… UNA MISMA ESPERANZA: existe de parte de Dios, y ha de subsistir de parte nuestra, este triple lazo de unidad, cuyo principio es el Espíritu S. Segunda serie, en función de Jesu-Cristo: UN SOLO SEÑOR, UNA SOLA FE, UN SOLO BAUTISMO. Esta orden categórica y terminante: UNA SOLA FE, condena de antemano a todos los herejes, y singularmente al protestantismo, que ni respecto de la gran Iglesia ni dentro de sí mismo conserva una sola fe. Tercera serie, en función de Dios Padre: UN SOLO DIOS Y PADRE DE TODOS, QUE ESTÁ SOBRE TODOS, QUE ACTÚA POR MEDIO DE TODOS, QUE HABITA EN TODOS. Magnífica declaración de la trascendencia de Dios y de su doble inmanencia, de presencia y de acción.


Efesios  4,8-9

Se aplica a Cristo un verso del Salmo (Sal_67:19), estrictamente teológico: confesión implícita de su divinidad . La razón de la cita se halla en el segundo hemistiquio; el primero, que Pablo entiende de la ascensión, da lugar a un breve paréntesis, en que se presenta la ascensión como recompensa del descendimiento A LAS PARTES MÁS BAJAS DE LA TIERRA, es decir, a los infiernos.


Efesios  4,10

PARA LLENARLO TODO: con la largueza de sus dádivas.


Efesios  4,11

Cuatro géneros de ministerios se enumeran:
1) los apóstoles, que son los Doce, y algunos otros que los imitaron en la fundación de las Iglesias, como Pablo y Bernabé;
2) los profetas o maestros carismáticos, que hablaban inspirados por Dios;
3) los evangelistas o misioneros ambulantes, que predicaban el Evangelio;
4) los pastores y doctores, que son los obispos, cuya misión es gobernar y enseñar.


Efesios  4,12

El primer inciso expresa un fin inmediato, ordenado, a su vez, a los otros dos fines expresados en los dos incisos siguientes. La palabra SANTOS es una designación conjunta de los apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y doctores, mencionados anteriormente. Todo el inciso significa que Cristo repartió los varios carismas para que los SANTOS en sus miembros más distinguidos se hallen dispuestos para los dos fines expresados en los incisos siguientes: es a saber: en general, para realizar la obra propia de cada ministerio, y en particular, para llevar adelante la edificación de la Iglesia, cuerpo místico de Jesu-Cristo.


Efesios  4,13

HASTA QUE LLEGUEMOS TODOS JUNTOS A ENCONTRARNOS: que todos los fieles converjamos EN LA UNIDAD DE LA FE. Esta unidad de la fe no se ha de tomar en sentido negativo, en cuanto excluya simplemente las disensiones; ha de ser concordia absoluta y universal en la fe, y tal fe, que, ilustrada por el pleno conocimiento de Jesu-Cristo, abarque íntegramente toda la verdad revelada acerca del Hijo de Dios. Con tal unidad de la fe, lógicamente vivida, todos juntos venimos a ser un VARÓN PERFECTO, esto es, que, salidos de la niñez espiritual, alcanzamos la madurez varonil.


Efesios  4,15-16

El sentido de estos dos versículos es: viviendo sin ficciones ni inconsecuencias bajo la acción de la caridad, crezcamos en todos los órdenes, teniendo como meta e ideal a aquel que es la Cabeza, por cuyo influjo todo el cuerpo, harmónicamente organizado y sólidamente trabado, por medio de todos los contactos y ligamentos que mantienen la cohesión y suministran la nutrición, va obrando su propio desenvolvimiento vital hasta llegar a la madurez varonil, todo en virtud de la caridad. El sentido real, envuelto en las imágenes, que parecen tomadas de la biología moderna, es que todo el orden jurídico y toda la vida espiritual de la Iglesia proceden de Jesu-Cristo, externamente por medio de la jerarquía y de los sacramentos, internamente por la acción del Espíritu S.; orden y vida que no pueden alcanzar su pleno desenvolvimiento, tanto individual como social, sin el concurso de la caridad, que en el cuerpo místico de la Iglesia es el principio de cohesión y actividad.


Efesios  4,22-24

El hombre viejo es la perversión moral que proviene del pecado original y lleva al pecado actual. El hombre nuevo es la renovación espiritual del hombre, que, partiendo de la justificación de los pecados, le inclina a las obras de justicia.