Efesios  5 Nuevo Testamento (Bover-Cantera, 1957) 4ta Edición | 33 versitos |
1 Haceos, pues, imitadores de Dios, como hijos queridos,
2 y caminad en el amor, así como Cristo os amó, y se entregó a sí mismo por nosotros como ofrenda y víctima a Dios «en fragancia de suavidad»* (Ez 20:41).
3 Mas la fornicación y toda impureza o codicia ni se nombren entre vosotros, cual cumple a santos;*
4 lo mismo que la torpeza y las conversaciones tontas y la chocarrería, cosas éstas que no estarían bien, sino antes bien, hacimiénto de gracias.
5 Porque sabed y entended que todo fornicario, o impuro, o codicioso, que equivale a idólatra, no tiene parte en la herencia del reino de Cristo y de Dios.
6 Que nadie os seduzca con fútiles razonamientos; que por esas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de la rebeldía.
7 No entréis, pues, a la parte con ellos.
8 Porque erais un tiempo tinieblas; mas ahora, luz en el Señor. Caminad como hijos de la luz—
9 porque el fruto de la luz consiste en toda bondad y justicia y verdad—,
10 aquilatando qué cosa sea agradable al Señor;
11 y guardaos de tener parte en las obras infructuosas de las tinieblas, antes bien, desenmascaradlas y reprochadlas;
12 pues las cosas que ellos ocultamente hacen, vergüenza es aun el decirlas.
13 Y todas esas cosas, al ser desenmascaradas, son manifestadas por la luz; que todo lo que se manifiesta, luz es.
14 Por lo cual dice: Despierta, tú que duermes, y levántate de entre los muertos, y te iluminará Cristo. *
15 Mirad, pues, con gran circunspección cómo andáis, no como necios, sino como sabios,
16 rescatando el tiempo, porque los días son malos. *
17 Por eso no os hagáis insensatos, sino entended cuál sea la voluntad del Señor.
18 Y no os embriaguéis con vino, que lleva al desenfreno, sino llenaos del Espíritu, *
19 hablandoos los unos a los otros con salmos e himnos y cánticos espirituales, cantando y tañendo en vuestro corazón al Señor,
20 haciendo gracias continuamente por todo al que es Dios y Padre en el nombre de nuestro Señor Jesu-Cristo, *
21 sometiéndoos los unos a los otros en el temor de Cristo.
22 Las mujeres sométanse a sus propios maridos, como al Señor;
23 pues el varón es cabeza de la mujer, como también Cristo es cabeza de la Iglesia, cuerpo suyo, del cual él es Salvador. *
24 Mas así como la Iglesia se sujeta a Cristo, así también las mujeres a sus maridos en todo.
25 Los varones amad a vuestras esposas, como también Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, *
26 para santificarla, purificándola con el baño del agua por la palabra, *
27 a fin de hacer parecer ante sí gloriosa a la Iglesia, sin que tenga mancha ni arruga ni cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada.
28 Así deben también los varones amar a sus esposas como a sus propios cuerpos. Quien ama a su esposa, a sí mismo se ama.
29 Porque nadie jamás aborreció su propia carne, antes la mantiene y regala, como también Cristo a la Iglesia,
30 puesto que somos miembros de su cuerpo.
31 «En razón de esto abandonará el hombre al padre y a la madre y se adherirá a su esposa, y serán los dos una sola carne».
32 Este misterio es grande, mas yo lo declaro de Cristo y de la Iglesia.
33 Mas fuera de esto, vosotros también, cada uno en particular así ame a su esposa como a si mismo; la mujer, a su vez, que reverencie al marido.

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Introducción a Efesios 




EPÍSTOLA A LOS EFESIOS

DESTINATARIOS DE LA EPÍSTOLA. — No están acordes los críticos sobre quiénes sean los destinatarios de la llamada Epístola a los Efesios. Tres soluciones principales se han dado: la tradicional, según la cual la carta se escribió a la Iglesia de Efeso; la que supone haber sido dirigida a la Iglesia de Laodicea, y la que considera la Epístola como una carta circular o encíclica enviada a todas las iglesias del Asia proconsular, cuya metrópoli era Efeso. En vez de discutir en particular las razones aducidas en pro y en contra de cada una de estas tres hipótesis, será más breve y eficaz presentar los hechos, para adoptar en definitiva la hipótesis que mejor los explique todos. Estos hechos se distribuyen naturalmente en tres grupos: los antecedentes históricos, los datos de las misma carta, los testimonios históricos posteriores. Entre los antecedentes históricos hay que tener presentes las relaciones singularmente íntimas de Pablo con la Iglesia de Efeso. Tres años enteros empleó Pablo en fundar y evangelizar esta Iglesia. Por otra parte, su acción apostólica, o personal o ejercida por medio de sus discípulos, se extendió a toda el Asia proconsular, como consta por los Hechos (19:10; 20:25). No mucho después, al fin de la tercera misión, al dirigirse a Jerusalén, convocó Pablo en Mileto a los presbíteros-obispos de Efeso y de las ciudades vecinas para despedirse de ellos y prevenirlos contra los peligros doctrinales que amenazaban a sus Iglesias ( Hch_20:25-31 ). Otro hecho también hay que recordar, y es que algunas de las Epístolas de Pablo son en realidad cartas circulares: tales son la primera a los Corintios (1:2), la segunda a los Corintios (1:1), la escrita a las «Iglesias de Galacia» (1:2) y a los Colosenses (4:16). En la misma Ep. a los Efesios llaman la atención tres hechos muy significativos. 1) el tono exclusivamente didáctico, enteramente desprovisto de aquellos rasgos afectuosos tan característicos de Pablo; 2) la ausencia total de salutaciones personales, que tanto abundan en otras cartas; 3) ciertas frases que parecen suponer que Pablo no conocía de vista o personalmente a los destinatarios ni ellos a él (1:15; 3:2). Además, para apreciar el valor de la hipótesis que supone que la llamada Ep. a los Efesios fue en realidad escrita a los fieles de Laodicea, hay que tener en cuenta lo que sobre los laodicenses dice el Apóstol en su Epístola a los Colosenses: «Quiero que sepáis cuan grande lucha sostengo por vosotros, y por los de Laodicea, y por cuantos no han visto mi rostro en carne» (2:1); «Le soy testigo [a Epafras] de que se toma mucho trabajo por vosotros y por los de Laodicea… Saludad a los hermanos de Laodicea y a Ninfas y a la Iglesia que se congrega en su casa. Y cuando hubiere sido leída entre vosotros esta carta, haced que también en la Iglesia de los laodicenses sea leída; y la que recibiereis de Laodicea, que también vosotros la leáis» (4:13-16). Entre los testimonios posteriores, todos los códices griegos (a excepción de Be Se 1739 421c ) y todas las versiones leen «a los santos y fieles en Cristo Jesús que están en Efeso» (1:1); y aun los mismos códices exceptuados tienen al principio el título «A los Efesios», que reproducen al fin. No es menos unánime a favor de Efeso la tradición patrística a partir de San Ireneo. Solamente Orígenes y San Basilio desconocieron o pusieron en tela de juicio la autenticidad de la frase «en Efeso». Marción fue el único que en vez de «Efeso» leyó «Laodicea». Aplicados estos datos a las tres hipótesis antes mencionadas sobre los destinatarios de la Epístola, resulta: 1) que éstos no pueden ser exclusivamente los efesios; 2) que tampoco pueden ser otros con exclusión de los efesios; 3) consiguientemente, que fueron los fieles de Efeso y juntamente los de otras Iglesias; con lo cual la Epístola puede muy bien denominarse carta circular. Y ésta parece ser la que menciona Pablo escribiendo a los colosenses, donde no dice que fuera dirigida precisamente a los laodicenses, sino que la «recibirían de Laodicea», adonde llegaría antes que a Colosas. OCASIÓN DE LA EPÍSTOLA. — La ocasión parece haber sido la triste realización de aquel anuncio profético, que Pablo no mucho antes había hecho en Mileto a los presbíteros- obispos de Efeso y ciudades vecinas: «Yo sé que han de entrar después de mi partida lobos crueles entre vosotros, que no perdonen al rebaño; y de entre vosotros mismos se han de levantar hombres que hablen cosas perversas, para arrastrar en pos de sí a los discípulos» (Ac 20:29-30). Se introdujeron, en efecto, en el rebaño de Cristo los lobos rapaces: espíritus extravagantes, última generación de judaizantes cristianos y primeros representantes del naciente gnosticismo, los cuales, amalgamando ciertas prácticas judaicas con especulaciones teosóficas, desquiciaban la revelación cristiana, rebajando la divina persona de Jesu-Cristo y desfigurando su obra redentora. A esos desvaríos respondió Pablo con la Epístola a los Efesios, exponiendo su maravillosa concepción sobre el Cristo místico o el misterio de Cristo. LA EPÍSTOLA. — En un cuadro de divina belleza, aunque a veces algo rudo en la ejecución, presenta Pablo el misterio por excelencia de los consejos divinos, el designio misericordioso que Dios acaricia desde toda la eternidad, y luego realiza en la plenitud de los tiempos, y revela a toda la creación. El designio de Dios era pacificar toda la creación y reunir, fundir la humanidad entera, y por extensión los ángeles mismos, «en Cristo Jesús». Es verdaderamente sublime contemplar a Cristo Jesús, hombre y Dios a la vez, como centro adonde todo converge, lazo que todo lo une, cabeza mística de este organismo viviente, donde se asocian en un cuerpo, en una vida, en un amor, judíos y gentiles, hombres y ángeles, !as creaturas y el Creador. PLAN DE LA EPÍSTOLA. — Se divide en dos partes sensiblemente iguales: una más especulativa, sobre el misterio mismo de Cristo (1-3); otra más práctica, sobre la vida cristiana como prolongación del misterio (4-6).


Fuente: Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)

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Notas

Efesios  5,2

En el sacrificio de la cruz, Cristo fue a la vez la víctima y el sacerdote.


Efesios  5,3-5

Dos series ternarias de vicios enumera Pablo; pero las califica diferentemente. Con ello prácticamente distingue dos géneros de pecados: unos graves, otros leves.


Efesios  5,14

Estas palabras parecen ser un fragmento de un himno cristiano primitivo.


Efesios  5,16

Los días malos son como poseedores avaros del tiempo, que no lo venden sino a precio de trabajo. Rescatar el tiempo es trabajar por aprovecharlo.


Efesios  5,18-19

Insinúa aquí Pablo el carisma de la inspiración sagrada, poética o musical.


Efesios  5,20

EN EL NOMBRE DE NUESTRO SEÑOR Jesu-Cristo: al Padre celestial le hemos de glorificar principalmente en nombre de Jesu-Cristo. Jesu-Cristo, al incorporarnos consigo, se ha dignado apropiarse nuestras acciones. Consiguientemente, hemos de presentarlas al Padre en cuanto son acciones de su divino Hijo.


Efesios  5,23

Aquí asienta Pablo el principio fundamental del cual se deriva toda la excelencia sobrenatural del matrimonio cristiano: que es, y ha de ser, un trasunto de la unión de Cristo con la Iglesia .


Efesios  5,25-33

En este pasaje expone Pablo su altísima concepción sobre el matrimonio cristiano, cuyo carácter sacramental declara en función de los místicos desposorios de Cristo con la Iglesia. Como Cristo se unió con la Iglesia, tomando como ejemplar el matrimonio natural, así a su vez el matrimonio cristiano se ha de modelar conforme al ideal de los desposorios de Cristo con la Iglesia. El amor con que el marido ha de amar a su mujer ha de ser una realización del altísimo sentido, que Cristo ha dado al matrimonio cristiano. Ahora bien, la unión de Cristo con la Iglesia es por la gracia. Por consiguiente, las mutuas relaciones de los esposos cristianos no son sino el desenvolvimiento de la gracia inicial que entraña en su mismo origen el matrimonio cristiano. Esta gracia inicial, vinculada al matrimonio cristiano y que es título de las gracias actuales y particulares necesarias para la vida conyugal, hace de él verdadero sacramento de la nueva ley.


Efesios  5,26

BAÑO DEL AGUA POR LA PALABRA: es la definición clásica del bautismo.