Deuteronomio  26 Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011) | 19 versitos |
1 Cuando entres en la tierra que el Señor, tu Dios, va a darte en heredad, cuando la tomes en posesión y habites en ella,
2 tomarás una parte de las primicias de todos los frutos que coseches de la tierra que va a darte el Señor, tu Dios, las meterás en una cesta, irás al lugar que el Señor, tu Dios, haya elegido para morada de su nombre,
3 te presentarás al sacerdote que esté en funciones por aquellos días y le dirás: “Declaro hoy al Señor, mi Dios, que he entrado en la tierra que el Señor juró a nuestros padres que nos daría”.
4 El sacerdote tomará de tu mano la cesta y la pondrá ante el altar del Señor, tu Dios.
5 Entonces tomarás la palabra y dirás ante el Señor, tu Dios: “Mi padre fue un arameo errante, que bajó a Egipto, y se estableció allí como emigrante, con pocas personas, pero allí se convirtió en un pueblo grande, fuerte y numeroso.
6 Los egipcios nos maltrataron, nos oprimieron y nos impusieron una dura esclavitud.
7 Entonces clamamos al Señor, Dios de nuestros padres, y el Señor escuchó nuestros gritos, miró nuestra indefensión, nuestra angustia y nuestra opresión.
8 El Señor nos sacó de Egipto con mano fuerte y brazo extendido, en medio de gran terror, con signos y prodigios,
9 y nos trajo a este lugar, y nos dio esta tierra, una tierra que mana leche y miel.
10 Por eso, ahora traigo aquí las primicias de los frutos del suelo que tú, Señor, me has dado”. Los pondrás ante el Señor, tu Dios, y te postrarás en presencia del Señor, tu Dios.
11 Y te regocijarás con el levita y el emigrante que vivan en tu vecindad, por todos los bienes que el Señor, tu Dios, te haya dado, a ti y a tu casa.
12 Cada tres años, el año del diezmo, cuando termines de separar el diezmo de todas tus cosechas y se lo hayas dado al levita, al emigrante, al huérfano y a la viuda, para que coman hasta saciarse en tus ciudades,
13 dirás ante el Señor, tu Dios: “He apartado de mi casa lo consagrado; se lo he dado al levita, al emigrante, al huérfano y a la viuda, conforme al precepto que me mandaste. No he quebrantado ni olvidado ningún precepto.
14 No he comido de ello estando de luto, ni lo he apartado estando impuro, ni se lo he ofrecido a un muerto. He escuchado la voz del Señor, mi Dios, he cumplido lo que me mandaste.
15 Mira desde tu santa morada, desde el cielo, y bendice a tu pueblo, Israel, y a esta tierra que nos diste, como habías jurado a nuestros padres, una tierra que mana leche y miel”.
16 Hoy el Señor, tu Dios, te manda que cumplas estos mandatos y decretos. Acátalos y cúmplelos con todo tu corazón y con toda tu alma.
17 Hoy has elegido al Señor para que él sea tu Dios y tú vayas por sus caminos, observes sus mandatos, preceptos y decretos, y escuches su voz.
18 Y el Señor te ha elegido para que seas su propio pueblo, como te prometió, y observes todos sus preceptos.
19 Él te elevará en gloria, nombre y esplendor, por encima de todas las naciones que ha hecho, y serás el pueblo santo del Señor, tu Dios, como prometió».

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Introducción a Deuteronomio 

DEUTERONOMIO

Deuteronomio significa «segunda ley» (deuteros-nomos). En realidad, se trata de las palabras que Moisés dirige a los israelitas en los umbrales de la tierra prometida. El Señor es presentado ante todo, como el Dios de Israel, y este como el pueblo de Dios. Así reza la fórmula central de la alianza (Deu 26:17-19). La lealtad debe ser la actitud fundamental de los israelitas hacia su Señor; su amor a él ha de ser uno y único, como uno y único es el mismo Señor (Deu 6:4 s). Esta unión del pueblo con el Señor implica el vínculo de los distintos miembros del pueblo entre sí. La reforma deuteronómica apuesta por una sociedad solidaria, igualitaria y sin pobres, por «un pueblo de hermanos», unidos en torno a su Dios.

Un lugar destacado lo ocupa la ley, que es un don de Dios a su pueblo, para que viva dignamente y en libertad en la tierra que el Señor le ha dado (véase Deu 6:20-25). Esta ley, no se ha de considerar como una imposición, sino como un camino de vida. En cuanto tarea a cumplir, la ley de Dios salvaguarda la vida libre en la tierra prometida. Traspasarla compromete no solo la libertad del pueblo, sino también su misma posesión de la tierra. Del cumplimiento de la ley depende la vida y la bendición de Israel (Deu 28:1-15; Deu 30:15-20).

Fuente: Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

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Notas

Deuteronomio  26,1-19*4:44-28:68 El segundo discurso se asemeja, por su estructura, a algunos códigos legales del antiguo Oriente Próximo. El Código de Hammurabi consta de un prólogo, una amplia colección de leyes y un epílogo (con bendiciones y maldiciones), equiparables en líneas generales a las tres secciones de este discurso.