I Tesalonicenses 1 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 10 versitos | I Tesalonicenses 1 Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998) | 10 versitos
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Saludo

Pablo, Silvano y Timoteo a la Iglesia de Tesalónica, en Dios Padre y en el Señor Jesucristo: Gracia y paz a ustedes.
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Saludo.
Pablo, Silvano y Timoteo a la iglesia de los Tesalonicenses, en Dios Padre y en el Señor Jesucristo. A vosotros gracia y paz.
2

Acción de gracias

Siempre damos gracias a Dios por todos ustedes, teniéndolos presentes en nuestras oraciones,
2
Acción de gracias y felicitación.
En todo momento damos gracias a Dios por todos vosotros, recordándoos sin cesar en nuestras oraciones.
3 recordando su fe activa, su amor entrañable y su esperanza perseverante en nuestro Señor Jesucristo ante Dios nuestro Padre.3 Tenemos presente ante nuestro Dios y Padre el obrar de vuestra fe, el trabajo difícil de vuestra caridad, y la tenacidad de vuestra esperanza en Jesucristo nuestro Señor.
4 Nos consta, hermanos queridos de Dios, que ustedes han sido elegidos;4 Conocemos, hermanos queridos de Dios, vuestra elección;
5 porque, cuando les anunciamos la Buena Noticia, no fue sólo con palabras, sino con la eficacia del Espíritu Santo y con fruto abundante. Ya saben cómo procedimos cuando estuvimos allí al servicio de ustedes.5 ya que os fue predicado nuestro Evangelio no sólo con palabras sino también con poder y con el Espíritu Santo, con plena persuasión. Sabéis cómo nos portamos entre vosotros en atención a vosotros.
6 Y ustedes, por su parte, siguieron nuestro ejemplo y el del Señor, recibiendo el mensaje con el gozo del Espíritu Santo en medio de graves dificultades;6 Por vuestra parte, os hicisteis imitadores nuestros y del Señor, abrazando la palabra con gozo del Espíritu Santo en medio de muchas tribulaciones.
7 hasta el punto de convertirse en modelo de todos los creyentes de Macedonia y Acaya.7 De esta manera os habéis convertido en modelo para todos los creyentes de Macedonia y de Acaya.
8 A partir de ustedes la Palabra del Señor, no sólo se difundió en Macedonia y Acaya, sino que a todas partes llegó la fama de su fe en Dios, de manera que no es necesario hablar de esto.8 Partiendo de vosotros, en efecto, ha resonado la palabra del Señor y vuestra fe en Dios se ha difundido no sólo en Macedonia y en Acaya, sino por todas partes, de manera que nada nos queda por decir.
9 Ellos mismos, cuentan cómo ustedes me han recibido y cómo, dejando los ídolos, se convirtieron a Dios para servir al Dios vivo y verdadero,9 Ellos mismos cuentan de nosotros cuál fue nuestra entrada a vosotros, y cómo os convertisteis a Dios, tras haber abandonado los ídolos, para servir a Dios vivo y verdadero,
10 y esperar la venida desde el cielo de su Hijo, al que resucitó de la muerte: Jesús, que nos libra de la condena futura.10 y esperar así a su Hijo Jesús que ha de venir de los cielos, a quien resucitó de entre los muertos y que nos salva de la ira venidera.

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Introducción a I Tesalonicenses

1ª TESALONICENSES

Tesalónica. Tesalónica, la actual Salónica -Grecia- era la capital de la provincia romana de Macedonia desde el año 146 a.C., y en la ordenación jurídica del imperio, ciudad libre desde el 44 a.C. Ciudad portuaria, comercial, reina del Egeo, próxima a la vía Ignacia que unía el sur de Italia con Asia. Ciudad cosmopolita, próspera y, como tantas ciudades importantes, ofrecida al sincretismo religioso: cultos orientales, egipcios, griegos y también el culto imperial.

Circunstancias de las cartas. Sus circunstancias se pueden reconstruir combinando la relación, bastante esquematizada de Hch 17s con datos directos o implicados de las mismas cartas. Expulsado de Filipos, Pablo se dirigió a Tesalónica donde fundó una comunidad. Huido pronto de allí, pasó a Berea hasta donde lo persiguieron, y marchó a Atenas. Fracasado en la Capital cultural, se asentó con relativa estabilidad en Corinto. Le asaltó el recuerdo de los tesalonicenses y la preocupación por aquella comunidad joven y amenazada. Les envió a su fiel colaborador Timoteo para que los alentara y volviera con noticias. Timoteo trajo muy buenas noticias y también un problema teológico.

El problema teológico. Éste versa sobre la parusía o venida/retorno del Señor. El término griego «parousia» designaba la visita que el emperador o legado hacía a una provincia o ciudad de su reino. Llegaba acompañado de su séquito, desplegando su magnificencia, y era recibido por las autoridades y el pueblo con festejos y solemnidades.
Esta actividad imperial, muy conocida en la antigüedad, sirve para traducir a la lengua y cultura griegas el tema bíblico de la «venida del Señor» para juzgar o gobernar el mundo (cfr. Sal 96 y 98; Isa_62:10 s y otros muchos textos). Donde el Antiguo Testamento dice Dios = Yahvé, Pablo pone Kyrios (Señor Jesús): el que vino por medio de la encarnación, volverá en la parusía. Su séquito serán ángeles y santos; su magnificencia, la gloria del Padre; su función, juzgar y regir. Al encuentro le saldrán los suyos, para quienes su retorno será un día de gozo y de triunfo.

¿Cuándo sucederá eso? ¿Cuándo llegará ese día feliz? Aquí entra otro tema teológico importante del Antiguo Testamento: «el día del Señor». Puede ser cualquier día a lo largo de la historia humana en que Dios interviene de modo especial, juzgando o liberando. Será por antonomasia «aquel día» en que el Señor establezca definitivamente su reinado sobre el mundo. También se usan fórmulas como «vendrán días» o «al final de los días».
Pero, ¿cuándo? ¿En qué fecha se cumplirá? Imposible saberlo. Está próximo y será repentino, dice la Primera Carta a los Tesalonicenses (4,16; 5,1-6). Se difiere y se anunciará con signos previos, dice la Segunda Carta. ¿Qué ha provocado el cambio? Algunos piensan que ha evolucionado el pensamiento de Pablo; otros sostienen que son dos aspectos complementarios de una misma realidad. La primera visión transforma la esperanza en expectación, manteniendo tensa la vida cristiana; la segunda, traduce la expectación en esperanza serena y perseverancia. Nunca da cabida el Nuevo Testamento a una especulación sobre fechas precisas.

¿Quiénes saldrán a recibir al Señor? Queda pendiente el problema si miramos a los que saldrán a recibir al Señor: ¿Sólo aquellos a los que la «venida» los encuentre aún vivos?, ¿no participarán los muertos en el acontecimiento? La preocupación delata la solidaridad con los hermanos difuntos y una concepción bastante burda. Pablo responde que para ellos habrá resurrección y serán arrebatados al encuentro del Señor (4,16s).

Primera carta. Se trata del primer escrito del Nuevo Testamento, compuesto en el año 51, en Corinto. Nos deja entrever lo que era una Iglesia joven y ferviente, firme en medio de los sufrimientos. Nos informa sobre las creencias de los cristianos, unos 20 años después de la Ascensión, entre ellas: la Trinidad; Dios como Padre; la misión de Jesús, Mesías; su muerte y resurrección y su futuro retorno; las tres virtudes, fe, esperanza y caridad.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

I Tesalonicenses 1,1Saludo. Siendo ésta la primera carta salida de la pluma de Pablo y probablemente el documento cristiano más antiguo, escrito hacia el año 51, merece la pena detenerse en el saludo. El Apóstol, siguiendo las reglas de cortesía del género epistolar de su tiempo, inicia la introducción de su carta con la mención del remitente y de los destinatarios, terminando con una expresión de buenos augurios. Pablo dará siempre un contenido cristiano a este esquema tradicional.
Aunque figuran tres remitentes: Pablo, Silvano y Timoteo, uno solo es el autor, Pablo, quien se presenta sin mencionar su título de apóstol, mención que se hará necesaria en casi todas sus cartas posteriores. Los destinatarios son «la Iglesia de Tesalónica» (1). La palabra «Iglesia» no es tan inocente como parece. Para la mayoría de los cristianos de hoy quizás ha perdido toda la fuerza innovadora y subversiva que contiene. No era así para las primeras comunidades de creyentes. En el contexto civil de la época, «Iglesia» -«ekklesía», en griego- designaba a la «asamblea de dirigentes» que encarnaba el ideal democrático de participación ciudadana que había dado origen a la ciudad griega -«polis»-. En tiempos del Apóstol, sin embargo, estas «asambleas ciudadanas» estaban sometidas a la autoridad suprema del emperador y, como tales, controladas y manipuladas para perpetuar los planes de dominio político, económico y social del imperio romano.
Pablo llama «Iglesia» a la comunidad cristiana de Tesalónica, pero con un cambio total de sentido, en contraste y oposición con la sociedad o «ekklesía» civil de su tiempo, detentora, la mayoría de las veces, de un poder opresor. La comunidad cristiana o Iglesia apunta a una sociedad alternativa, radicalmente distinta. La clave está en la «autoridad» de quienes la convocan y sostienen, que le dan nueva identidad y a las que debe obediencia: Dios Padre y el Señor Jesucristo. En la mente de Pablo, la «Iglesia» es también la heredera de la «Asamblea de Dios» («qahal», en hebreo), título con que se designaba al pueblo de Israel, elegido y convocado por Dios.
Ambas resonancias, griega y hebrea, siguen en los buenos deseos iniciales de la carta. «Gracia» es saludo griego, en clave cristiana es el favor de Dios otorgado ahora por medio de su Hijo. «Paz» es saludo hebreo. El contexto cristiano enriquece el contenido de la palabra, dándole también un sentido de «paz alternativa» a la «paz romana», que era la ideología política de la época: «les doy mi paz, y no la doy como la da el mundo» (Jua_14:27).


I Tesalonicenses 1,2-10Acción de gracias. El recuerdo de sus comunidades va siempre unido en Pablo a la oración y a la acción de gracias por ellas. El Apóstol expresa esta «acción de gracias» (2) con el mismo término con que se designa a la celebración donde la presencia del Señor resucitado convoca y transforma a los creyentes en una comunidad de hermanos y hermanas: eucaristía. De ahí que la fe, la esperanza y la caridad de los tesalonicenses que recuerda y menciona el Apóstol tengan esta dimensión fraterna: una fe activa que se traduce en obras (cfr. Gál_5:6); un amor solidario que implica esfuerzo; una esperanza que es paciente y firme. Encontramos, pues, reunidas por primera vez las tres virtudes teologales «fe, esperanza y amor», y volverán a mostrarse unidas en 1Co_13:13; Rom_5:2-5; Gál_5:5s; Col_1:4s; Heb_6:10-12; 1Pe_1:21s. Para Pablo no pueden separarse y funcionar aisladamente, puesto que la una implica a las otras y las tres juntas definen la vivencia total del compromiso cristiano. Esta nueva vida de la Iglesia de los tesalonicenses ha sido posible porque el Evangelio que Pablo les predicó no fue simple palabra humana, sino que iba cargada con la energía y eficacia del Espíritu Santo, y por tanto, fue fecunda y produjo fruto (cfr. Isa_55:10s; 1Co_2:4).
El «fruto evangélico» que les recuerda el Apóstol es la acogida gozosa de su predicación y de su testimonio «en medio de graves dificultades» (6), de manera que al imitar a Pablo en este sufrir con gozo por el Evangelio (cfr. 1Co_4:16), los tesalonicenses se convirtieron en imitadores de Jesucristo y «en modelo de todos los creyentes de Macedonia y Acaya» (7). La paradoja del gozo en el sufrimiento está apuntada ya en el Antiguo Testamento (cfr. Sal_4:8) y es tema central del mensaje evangélico (cfr. Luc_6:22s; Hch_5:41). Es un gozo infundido por el Espíritu.
Pablo presenta a continuación, en síntesis apretada, en qué consistió esta primera predicación que fructificó en la conversión de los tesalonicenses, por la que está dando gracias a Dios, a saber: el abandono de los ídolos para adherirse al Dios vivo y entrar así en la esperanza de la venida de su Hijo, Jesús, «que nos libra de la condena futura» (10). Esta esperanza de la venida de Cristo al final de los tiempos será uno de los temas principales de la carta.