I Tesalonicenses 1 Nuevo Testamento (Bover-Cantera, 1957) 4ta Edición | 10 versitos |
1 Pablo, Silvano y Timoteo, a la Iglesia de los tesalonicenses en Dios Padre y en el Señor Jesu-Cristo: gracia a vosotros y paz.
2 Damos gracias a Dios en todo tiempo por todos vosotros, haciendo memoria de vosotros en nuestras oraciones sin cesar,
3 recordando la actividad de vuestra fe, y el trabajo de vuestra caridad, y el tesón de vuestra esperanza en nuestro Señor Jesu-Cristo, en presencia de Dios y Padre nuestro; *
4 sabiendo, hermanos amados de Dios, vuestra elección; *
5 porque nuestro Evangelio no fue de palabra solamente, sino también con fuerza y Espíritu Santo y plena convicción, según que sabéis cómo nos hubimos en medio de vosotros por vosotros.
6 Y vosotros os hicisteis imitadores de nosotros y del Señor, acogiendo la palabra en medio de mucha tribulación con gozo del Espíritu Santo,
7 hasta llegar a ser vosotros dechado para todos los que creen en Macedonia y en Acaya.
8 Así es que, partiendo de vosotros, ha resonado la palabra del Señor no sólo en Macedonia y en Acaya, sino que en todo lugar se ha extendido la fama de vuestra fe para con Dios, hasta el punto de no tener nosotros necesidad de hablar palabra.
9 Pues ellos mismos andan refiriendo de nosotros cuál fue la entrada que tuvimos con vosotros y cómo os convertisteis de los ídolos a Dios para servir al Dios vivo y verdadero, *
10 y aguardar de los cielos a su Hijo, a quien resucitó de entre los muertos, Jesús, el cual nos salva de la ira venidera.

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Introducción a I Tesalonicenses




I EPÍSTOLA A LOS TESALÓNICENSES

LA IGLESIA DE TESALÓNICA. — Tesalónica, hoy Salónica, puerto del mar Egeo y una de las principales ciudades de Macedonia, que en riquezas y corrupción competía con Corinto, fue la segunda ciudad de Europa que en su secunda expedición apostólica, hacia el año 51, evangelizó Pablo. Sus habitantes eran en su mayoría gentiles, griegos y romanos; no faltaban, empero, los judíos, atraídos por el floreciente comercio de Tesalónica y por el espíritu de proselitismo. Tres semanas escasas pudo el Apóstol permanecer en Tesalónica. Comenzó a predicar, según su costumbre, a los judíos en su sinagoga, probándoles por las Escrituras que Jesús era el Mesías; mas el fruto no respondió a sus trabajos. Entre tanto no se había descuidado Pablo de predicar el Evangelio a los gentiles y prosélitos de los judíos, y fue tanta la muchedumbre de los que se convirtieron a Cristo, que, envidiosos y furiosos, los judíos no lo pudieron sufrir. Secundados por unos cuantos hombres perdidos, asalariados, armaron un motín, que forzó a Pablo a abandonar la ciudad.

LA EPÍSTOLA. — Pablo, arrojado de Tesalónica, y, poco después, de Berea también, se dirigió a Atenas. Desde aquí, algo preocupado por el peligro de los neófitos tesalonicenses, expuestos a los embates de tan ruda persecución, les envió a su discípulo Timoteo. Entre tanto, el Apóstol, no hallando en Atenas el campo preparado para la palabra evangélica, partió para Corinto, donde le encontró Timoteo a su vuelta de Tesalónica. Las noticias que éste le dio fueron en extremo consoladoras: los neófitos, en medio de la persecución, se mantenían firmes en la verdad del Evangelio. Quedaban, empero, algunas nubecillas. La precipitada salida de Pablo había impedido que la instrucción religiosa de los tesalonicenses fuera completa. De ahí la infundada preocupación de aquellos neófitos por la suerte de los ya difuntos, que consideraban inferior a la de los vivos en el segundo advenimiento de Jesu-Cristo. Para desvanecer este error, y de paso corregir algunos defectos, reliquias de su antigua vida gentílica, les escribe esta carta, una de las más afectuosas que salieron de su pluma.

DIVISIÓN DE LA CARTA. — En dos partes se divide la Epístola: la primera (1-3) es un himno de acción de gracias, en que andan envueltos mil dulces recuerdos y delicados elogios con algo también de propia apología; la segunda (4-5) es una exhortación, parte dogmática y parte moral.


Fuente: Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)

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Notas

I Tesalonicenses 1,3

FE…, CARIDAD…, ESPERANZA,…: las cualidades que reconoce Pablo en las virtudes de sus neófitos son a la vez un elogio y una exhortación. Es instructivo recordar que la primera vez que habla de la fe recomienda en ella la eficacia obradora, como para desmentir de antemano a cuantos habían de falsear el pensamiento del Apóstol, atribuyéndole una fe sin obras.


I Tesalonicenses 1,4

VUESTRA ELECCIÓN: es característico en Pablo dar sentido complejo a ciertas palabras que aparecen empleadas bajo un solo aspecto. Así, la palabra ELECCIÓN no es solamente el acto con que Dios elige a los tesalonicenses, sino que incluye además la acción ministerial del Apóstol y la correspondencia de los tesalonicenses.


I Tesalonicenses 1,9-10

Tenemos aquí un resumen o un eco de la primitiva catequesis de Pablo. Comprende dos partes: una teológica, antipagana, y otra cristológica, antijudaica. Los elementos estrictamente teológicos se mueven entre dos extremos opuestos: los ídolos, dioses falsos y muertos, y el Dios vivo y verdadero. Los elementos cristológicos son cuatro: la divina filiación de Jesu-Cristo, su muerte redentora, su resurrección de entre los muertos y su segundo advenimiento para juzgar a los hombres. Juntando estos elementos a los insinuados en los versículos precedentes, obtenemos los puntos esenciales del Símbolo Apostólico, formado ya, por tanto, cuando hacia el año 51 se escribió esta carta.