Hebreos 1 Nuevo Testamento (Bover-Cantera, 1957) 4ta Edición | 14 versitos |
1 Dios, que en los tiempos pasados muy fragmentaria y variadamente había hablado a los padres por medio de los profetas, *
2 al fin de estos días nos habló a nosotros en la persona del Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas, por quien hizo también los mundos;*
3 el cual, siendo destello esplendoroso de su gloria e impronta de su sustancia, sustentando todas las cosas con la palabra de su poder, después de obrar por si mismo la purificación de los pecados, se sentó a la diestra de la Grandeza en las alturas;*
4 hecho tanto más excelente que los ángeles, cuanto con preferencia a ellos ha heredado un nombre más aventajado. *
5 Porque ¿a quién de los ángeles dijo alguna vez (Sal 2:7): «Hijo mío eres tú, yo hoy te he engendrado»; o también (2 Sam 7:14): «Yo para él seré Padre, y él para mí será Hijo»? *
6 Y de nuevo, al introducir al Primogénito en el mundo, dice (Sal 96:7): «Y adórenle los ángeles de Dios». *
7 Y cierto, respecto de los ángeles dice (Sal 103:4): «El hace a sus ángeles vientos, | y a sus ministros llama de fuego». *
8 En cambio, respecto del Hijo (Sal 44:7-8): «Tu trono, ¡oh Dios!, por los siglos de los siglos, | y la vara de la rectitud, vara de tu realeza. |
9 Amaste la justicia y aborreciste la iniquidad; por esto te ungió, ¡oh Dios!, tu Dios con óleo de alegría | con preferencia sobre tus compañeros». *
10 Y también (Sal 101:26-28): «Tú al principio. Señor, pusiste los cimientos de la tierra, | y obras de tus manos son los cielos.* |
11 Ellos se disolverán, mas tú subsistes, | y todos, como un manto, se envejecerán; |
12 y como un vestido los arrollarás, | como un manto, y serán cambiados. | Mas tú eres el mismo, y tus años no fenecerán».
13 ¿Y a quién de los ángeles ha dicho jamás (Sal 109:1): «Siéntate a mi diestra | hasta que ponga tus enemigos como escabel de tus pies»? *
14 ¿Acaso no son todos ellos espíritus ministrantes, enviados para servicio en gracia de aquellos que han de alcanzar la herencia de la salud?

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Introducción a Hebreos




EPÍSTOLA A LOS HEBREOS

ANTECEDENTES HISTÓRICOS. — El estado de ánimo de los hebreos palestinenses era verdaderamente excepcional. No se trataba de un, peligro ordinario, como las disensiones de los corintios o las preocupaciones escatológicas de los tesalonicenses; se trataba de una crisis gravísima, decisiva, de la Iglesia de Palestina. En un esfuerzo supremo, presagio de la última catástrofe, el judaísmo se empeñó en restaurar su nacionalidad y esplendor religioso. Terminado ya, o a punto de terminarse, el templo de Jerusalén, comenzado más de ochenta años antes por Herodes el Grande, el culto divino podía ostentar toda su magnificencia. Los judíos cristianos, que no habían roto aún definitivamente con el judaísmo oficial, no podían quedar impasibles ante este aparente resurgimiento; y cuando cotejaban la pompa del culto levítico con la sencillez y pobreza de la naciente liturgia cristiana, se apoderaba de ellos una nostalgia religiosa que comprometía su fe. Y no sólo echaban de menos la esplendidez del culto mosaico, sino también las purificaciones rituales y observancias tradicionales. A todo esto se añadía el temor de los odios y persecuciones con que sus antiguos correligionarios, en aquellos momentos de exacerbación nacionalista, habían de responder a su defección del judaísmo. En suma: sentían un gran vacío moral y religioso, aumentado por el terror de la persecución.

ARGUMENTO DE LA EPÍSTOLA. — Puestos los hebreos al borde del abismo, Pablo, que había deseado ser anatema de Cristo por sus hermanos según la carne, voló en su socorro. Valiéndose del anónimo y velándose con el incógnito, si bien más aparente que real, les escribió una carta, o, mejor, un mensaje de aliento, para desvanecer sus preocupaciones y sus temores. La tesis del escrito es eminentemente práctica, y consta de dos afirmaciones íntimamente relacionadas entre si. La primera y principal establece la virtud santificadora de la nueva religión: virtud más poderosa de una santidad más perfecta; la segunda, consecuencia de la primera, infunde valor para no desmayar ante las persecuciones. Al anhelo de perfección, aunque algo extraviado, de los hebreos, responde Pablo, no refrenando esos ímpetus del corazón religioso, antes bien, dando al espíritu mayores vuelos y levantándose a alturas jamás imaginadas.

Para presentar en toda su dignidad y eficacia la santidad cristiana, inmensamente superior a la santidad mosaica, establece un parangón, que fácilmente se convierte en antítesis, entre la antigua y la nueva alianza. Esta comparación entre las dos alianzas, presente siempre a los ojos del autor, es la base y la síntesis de toda su demostración: la antigua alianza, pasajera, preparatoria, imperfecta; la nueva alianza, eterna, definitiva, perfectísima. Pero este cotejo o contraste apenas sale, diríamos, a la superficie; no quiere Pablo herir demasiado en lo vivo
los sentimientos de los judíos; lo que aparece radiante en primer término es la persona amable de Cristo, Autor y Consumador de la fe. En la antigua alianza. Dios se comunicó al pueblo por medio de los ángeles y Moisés, siervo de Dios; en la nueva habla a los hombres por Cristo, hijo de Dios, inmensamente superior a los ángeles y a Moisés. En la antigua alianza, los hombres se comunicaban con Dios por medio del sacerdocio de Aarón, ineficaz y transitorio; en la nueva alianza se comunica por medio de Cristo, sacerdote único y eterno según el orden de Melquisedec. En la antigua alianza los ministerios de mensajero y pontífice estaban repartidos; en la nueva, Cristo los asume todos en sí, Apóstol y Pontífice de nuestra fe. Pero llega más alto el vigor sintético y elevación teológica del autor. Si Cristo reúne en su persona toda la grandeza religiosa de la nueva alianza, su sacrificio en la cruz condensa a su vez toda la obra de Cristo. El sacrificio del Pontífice eterno, punto central de toda la demostración, es juntamente la clave de los dos problemas que en ella se desenvuelven.

AUTOR, LENGUA, TIEMPO Y LUGAR. — Que el autor de la Ep. a los Hebreos sea Pablo, no admite duda; no es, con todo, improbable que a las órdenes del Apóstol, bajo su dirección y responsabilidad, colaborase un redactor cuyo nombre no ha llegado hasta nosotros. La lengua original en que se escribió la Epístola no es la hebrea o la aramea, como alguno imaginó, sino la griega, más pura aquí que en otros escritos del N. T. Escribióse, según todas las probabilidades, después de haber sido martirizado Santiago el Menor, obispo de Jerusalén, a cuya muerte se alude en 13:7, y después también de la primera cautividad romana de Pablo, inmediatamente antes o después de su viaje a España. La frase final «Os saludan los de Italia» (13:24) parece indicar haberse escrito la carta desde alguna ciudad de Italia, acaso desde Roma,

DIVISIÓN. — El cuerpo de la Epístola consta de dos partes. La primera, dogmática, presenta a Jesu-Cristo como Dios, sacerdote y víctima (1:5-10:18); la segunda, parenética, contiene exhortaciones a la perseverancia en la fe y a la constancia en la tribulación, seguidas de recomendaciones particulares (10:19-13:17).




Fuente: Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)

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Notas

Hebreos 1,1

En la revelación divina del A.T. nota el Apóstol tres circunstancias que la hacen inferior a la del Nuevo: que fue fragmentaria y como por entregas; que fue de maneras muy diferentes, por visiones, sueños, símbolos y figuras; que fue por mediación de los profetas, simples siervos de Dios. La del N., en cambio, fue plenaria, con palabras claras, por mediación del Hijo.


Hebreos 1,2

A QUIEN CONSTITUYÓ HEREDERO: el Hijo, en cuanto hombre, ha sido constituido por Dios heredero, esto es, dueño soberano de todas las cosas. La universalidad de la creación, la visible y la invisible, la natural y la sobrenatural, ha sido puesta debajo de sus pies.

|| POR QUIEN HIZO TAMBIÉN LOS MUNDOS: toda la universalidad de la creación es obra juntamente del Hijo y de Dios: del Padre, como primera fuente de todo ser y de toda acción; del Hijo, como agente que recibe del Padre su actividad, lo mismo que su ser.


Hebreos 1,3

DESTELLO DE SU GLORIA: la gloria de Dios es aquí la majestad radiante de la divinidad. De esta esplendorosa gloria es el Hijo una irradiación, un destello: es «Luz de luz». La consubstandalidad del Hijo con el Padre, la eternidad y necesidad de su inefable generación, no podían expresarse más felizmente.

|| IMPRONTA DE SUBSTANCIA: la palabra original «hypóstasis» no tiene aquí el sentido técnico que tuvo más tarde de subsistencia o «persona», sino simplemente de «substancia» o de «ser». De este ser divino es el Hijo como una impronta o marca, esto es, tiene impresa en su misma substancia la forma del ser divino; es imagen perfecta y adecuada de Dios. Sí la irradiación expresaba la consubstandalidad del Hijo con el Padre, la impronta y la imagen expresan la distinción personal: el Hijo es una persona en quien se imprime la figura de otro distinto, Dios Padre.

|| SUSTENTANDO TODAS LAS COSAS…: aquí ya no es el Padre quien sustenta el mundo por medio del Hijo, sino el mismo Hijo quien sustenta el mundo con la PALABRA DE SU PODER, con el imperio de su voluntad omnipotente.

|| DESPUÉS DE OBRAR LA PURIFICACIÓN DE LOS PECADOS: estábamos hundidos en el cieno de nuestros crímenes y necesitábamos purificación: el Hijo con su sangre preciosísima nos purificó de nuestros pecados.

|| A LA DIESTRA DE LA GRANDEZA: como Señor soberano y universal, el Hijo está sentado en las alturas de los cielos a la diestra de Dios. Junto al Padre, por encima de todas las jerarquías angélicas, tiene su trono el Hijo.

Estas ocho expresiones del Apóstol contienen otros tantos títulos o excelencias del Hijo, que se distribuyen cómodamente en cuatro grupos binarios. Dos expresiones nos revelan la naturaleza misma del Hijo: DESTELLO DE SU GLORIA E IMPRONTA DE SU SUSTANCIA; otras dos nos señalan su acción creadora y conservadora en el mundo: POR QUIEN HIZO LOS MUNDOS, SUSTENTANDO TODAS LAS COSAS CON LA PALABRA DE SU PODER; otras dos se refieren a su obra redentora: NOS HA HABLADO POR MEDIO DEL HIJO, DESPUÉS DE REALIZAR LA PURIFICACIÓN DE LOS PECADOS; otras dos, finalmente, ponen de relieve la glorificación de Cristo hombre: A QUIEN CONSTITUYÓ HEREDERO DE TODAS LAS COSAS, SE SENTÓ A LA DIESTRA DE LA GRANDEZA EN LAS ALTURAS.


Hebreos 1,4

Este versículo es la tesis, que demuestra en los que siguen UN NOMBRE MÁS AVENTAJADO: Cristo es inmensamente superior a los ángeles y la medida de esta superioridad es el nombre mismo de Hijo, de Señor, de Dios eterno e inmutable, que por derecho de nacimiento posee. Estos títulos divinos va a declarar Pablo, aplicando a Cristo numerosos pasajes del A. T.


Hebreos 1,5

De los dos testimonios citados, el segundo, menos importante, se refiere en sentido literal a Salomón, y en sentido típico, al Hijo de David por antonomasia, el Mesías. El primer testimonio, mucho más glorioso, se refiere al Mesías en sentido literal, y declara no sólo la filiación propia y natural de Cristo, sino también la complacencia fruitiva con que el Padre le llama Hijo suyo y la misteriosa actualidad de la generación eterna, siempre de hoy.


Hebreos 1,6

DE NUEVO: simple transición, que no expresa tiempo.

|| AL INTRODUCIR: por la encarnación.

|| PRIMOGÉNITO: mayorazgo, que se ha dignado asociar a sí como hermanos a los hijos adoptivos de Dios.

|| ADÓRENLE: por lo que en sí significan y por su atribución a Yahveh, estas palabras comprueban la divinidad de Cristo.


Hebreos 1,7

El texto del salmo está tomado directamente de la versión alejandrina. Aun concediendo al texto el sentido meteorológico, la argumentación del Apóstol es legítima, fundada en la identidad de nombre y de oficio entre los ángeles y los vientos y rayos, pues tanto unos como otros son mensajeros y ministros de Dios.


Hebreos 1,9

Al testimonio de la divinidad de Jesu-Cristo, nuevamente confesada, se añade el de su personalidad distinta de la personalidad del Padre, que le ha ungido como a hombre con el Espíritu S. La fórmula dogmática de Nicea «Dios de Dios» se halla aquí expresada poéticamente.


Hebreos 1,10-12

Señor, Creador de cielos y tierra, inmutable y eterno: tales son los atributos verdaderamente divinos de Jesu-Cristo, atributos que en el salmo se cantan de Yahveh y que Pablo aplica al Salvador.


Hebreos 1,13-14

El Hijo, sentado a la diestra de Dios; los ángeles, enviados a una y otra parte como criados. No quiere decir el Apóstol ni que el Hijo fue enviado al mundo para la salud de los hombres ni que los ángeles gocen del reposo de la gloria: pero afirma que ni la misión del Hijo fue puramente ministerial, como la de los ángeles, ni éstos alcanzan en los cielos la gloria de la divinidad.