Josué 7 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 26 versitos | Josué 7 Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998) | 26 versitos
1

El sacrilegio de Acán

Pero los israelitas cometieron un pecado con lo consagrado. Porque Acán, hijo de Carmí, de Zabdí, de Zéraj, de la tribu de Judá, robó de lo consagrado. Y el Señor se encolerizó contra Israel.
1
Violación del anatema.
Pero los israelitas cometieron un delito en relación con el anatema. Acán, hijo de Carmí, hijo de Zabdí, hijo de Zéraj, de la tribu de Judá, se quedó con algo del anatema, y la ira de Yahvé se encendió contra los israelitas.
2 Josué envió gente desde Jericó hacia Ay, al este de Betel, con esta orden:
– Vayan a reconocer la región.
Fueron, hicieron el reconocimiento
2
Derrota ante Ay, castigo del sacrilegio.
Josué envió de Jericó a Ay, que está (junto a Bet Avén) al oriente de Betel, unos hombres, diciéndoles: «Subid a explorar el país.» Los hombres subieron y exploraron Ay.
3 y, al volver, dijeron a Josué:
– No hace falta que vaya toda la tropa; bastan unos dos mil o tres mil para conquistar la ciudad. No canses a toda la tropa en este ataque, que ellos son pocos.
3 Volvieron donde Josué y le dijeron: «Que no suba toda la gente; para atacar a Ay basta con que suban dos o tres mil hombres. No molestes a toda la gente haciéndolos subir hasta allí, porque ellos son pocos.»
4 Entonces fueron hacia Ay unos tres mil del ejército; pero tuvieron que huir ante los de Ay,4 Subieron a Ay unos tres mil hombres del pueblo, pero tuvieron que huir ante los hombres de Ay.
5 que les hicieron unas treinta y seis bajas y los persiguieron desde las puertas de la ciudad hasta Hassebarim, derrotándolos en la cuesta. El valor del ejército se deshizo en agua.5 Los hombres de Ay les mataron como unos treinta y seis hombres y los persiguieron fuera de la puerta hasta Sebarín, y los derrotaron en la bajada. Entonces desfalleció el corazón del pueblo y se derritió como agua.
6 Josué se rasgó el manto, cayó rostro en tierra ante el arca del Señor, y estuvo así hasta el atardecer, junto con los concejales de Israel, echándose polvo a la cabeza.6
Oración de Josué.
Josué desgarró sus vestidos, se postró rostro en tierra delante del arca de Yahvé hasta la tarde, junto con los ancianos de Israel, y todos esparcieron polvo sobre sus cabezas.
7 Josué oró:
–¡Ay Señor mío! ¿Para qué hiciste pasar el Jordán a este pueblo?, ¿para entregarnos después a los amorreos y exterminarnos? ¡Ojalá nos hubiéramos quedado al otro lado del Jordán!
7 Dijo Josué: «¡Ah, Señor Yahvé! ¿Por qué has hecho pasar el Jordán a este pueblo, para entregarnos en manos de los amorreos y destruirnos? ¡Ojalá nos hubiésemos empeñado en establecernos al otro lado del Jordán!
8 ¡Perdón, Señor! ¿Qué voy a decir después que Israel ha vuelto la espalda ante el enemigo?8 ¡Perdón, Señor! ¿Qué puedo decir ahora que Israel ha vuelto la espalda ante sus enemigos?
9 Lo oirán los cananeos y toda la gente del país, nos cercarán y borrarán nuestro nombre de la tierra. ¿Y qué harás tú con tu ilustre nombre?9 Se enterarán los cananeos y todos los habitantes del país: se aliarán contra nosotros y borrarán nuestro nombre de la tierra. ¿Qué harás tú entonces por tu gran nombre?»
10 El Señor le respondió:
– Anda, levántate. ¿Qué haces ahí, caído rostro en tierra?
10
Respuesta de Yahvé.
Yahvé respondió a Josué: «¡Levántate! ¿Por qué estás así rostro en tierra?
11 Israel ha pecado, han quebrantado el pacto que yo realicé con ellos, han tomado de lo consagrado, han robado, han disimulado escondiéndolo entre su ajuar.11 Israel ha pecado, y también ha violado la alianza que yo le había impuesto. Y hasta se han quedado con algo del anatema, lo han robado, lo han escondido y lo han puesto entre sus utensilios.
12 No podrán los israelitas resistir a sus enemigos, les volverán la espalda, porque se han convertido ellos mismos en algo que debe ser consagrado al exterminio. No estaré más con ustedes mientras no eliminen lo que ordené que se destruyera.12 Los israelitas no podrán resistir ante sus enemigos; volverán la espalda ante sus enemigos, porque se han convertido en anatema. Yo no estaré ya con vosotros, si no hacéis desaparecer el anatema de en medio de vosotros.
13 Levántate, purifica al pueblo y diles: Purifíquense para mañana, porque así dice el Señor, Dios de Israel: ¡Hay algo que debió ser consagrado al exterminio dentro de ti, Israel! No podrás hacer frente a tus enemigos mientras no lo destruyas y lo eches fuera de tí.13 Levántate, purifica al pueblo y diles: Purificaos para mañana, porque así dice Yahvé, el Dios de Israel: El anatema está dentro de ti, Israel; no podrás resistir ante tus enemigos hasta que extirpéis el anatema de entre vosotros.
14 Por la mañana se acercarán por tribus. La tribu que el Señor indique por sorteo se acercará por clanes; el clan que el Señor indique por sorteo se acercará por familias; la familia que el Señor indique por sorteo se acercará por individuos.14 Os presentaréis, pues, mañana por la mañana, por tribus: la tribu que Yahvé designe por la suerte se presentará por clanes, el clan que Yahvé designe se presentará por familias, y la familia que Yahvé designe se presentará hombre por hombre.
15 El que sea sorprendido con algo consagrado, será quemado con todos sus bienes, por haber quebrantado el pacto del Señor y haber cometido una infamia en Israel.15 El designado por la suerte en lo del anatema será entregado al fuego con todo lo que le pertenece, por haber violado la alianza de Yahvé y cometido una infamia en Israel.»
16 Josué madrugó y mandó a los israelitas acercarse por tribus. La suerte cayó en la tribu de Judá. Se fue acercando la tribu de Judá por clanes, y la suerte cayó en el clan de Zéraj.16
Descubrimiento y castigo del culpable.
Josué se levantó de mañana; mandó que se acercara Israel por tribus, y fue designada por la suerte la tribu de Judá.
17 Se fue acercando el clan de Zéraj por familias, y la suerte cayó en la familia de Zabdí.17 Mandó que se acercaran los clanes de Judá, y fue designado por la suerte el clan de Zéraj. Mandó que se acercara el clan de Zéraj por familias, y fue designado por la suerte Zabdí.
18 Se fue acercando la familia de Zabdí por individuos, y la suerte cayó en Acán, hijo de Carmí, de Zabdí, de Zéraj, de la tribu de Judá.18 Mandó que se acercara la familia de Zabdí, hombre por hombre, y fue designado por la suerte Acán, hijo de Carmí, hijo de Zabdí, hijo de Zéraj, de la tribu de Judá.
19 Josué dijo a Acán:
– Hijo mío, glorifica al Señor, Dios de Israel, haciendo tu confesión. Dime lo que has hecho, no me ocultes nada.
19 Dijo entonces Josué a Acán: «Hijo mío, da gloria a Yahvé, Dios de Israel, y tribútale alabanza; declárame lo que has hecho, no me lo ocultes.
20 Acán respondió a Josué:
– Es verdad, he pecado contra el Señor, Dios de Israel. He hecho esto y esto:
20 Acán respondió a Josué: «En verdad, yo soy el que ha pecado contra Yahvé, Dios de Israel; esto y esto es lo que he hecho:
21 vi entre los despojos un manto babilonio muy bueno, doscientas monedas de plata y una barra de oro de medio kilo; se me fueron los ojos y lo agarré. Mira, está todo escondido en un hoyo en medio de mi tienda, el dinero debajo.21 Vi entre el botín un hermoso manto de Senaar, doscientos siclos de plata y un lingote de oro de cincuenta siclos de peso, me gustaron y me los guardé. Están escondidos en la tierra en medio de mi tienda, y la plata debajo.»
22 Josué mandó a unos que fueran corriendo a la tienda de Acán: todo estaba allí escondido, el dinero debajo.22 Josué envió emisarios, que fueron corriendo a la tienda, y en efecto el manto estaba escondido en la tienda y la plata debajo.
23 Lo sacaron de la tienda, se lo llevaron a Josué y a los israelitas y lo depositaron ante el Señor.23 Lo sacaron de la tienda y se lo llevaron a Josué y a todos los israelitas, y fue depositado delante de Yahvé.
24 Josué tomó a Acán, hijo de Zéraj – con el dinero, el manto y la barra de oro– , a sus hijos e hijas, sus bueyes, burros y ovejas, y su tienda con todos sus bienes. En compañía de todo Israel los subió al Valle de Acor,24 Entonces Josué tomó a Acán, hijo de Zéraj, con la plata, el manto y el lingote de oro, a sus hijos, sus hijas, su toro, su asno y su oveja, su tienda y todo lo suyo y los hizo subir al valle de Acor. Todo Israel le acompañaba.
25 y Josué dijo:
–¡El Señor te haga sufrir hoy mismo la desgracia que nos has acarreado!
Todos los israelitas apedrearon a Acán. Luego los quemaron y los cubrieron de piedras.
25 Josué dijo: «¿Por qué nos has traído la desgracia? Que Yahvé te haga desgraciado en este día.» Y todo Israel lo apedreó (y los quemaron en la hoguera y los apedrearon).
26 Después levantaron encima de él un montón de piedras, que todavía hoy se conserva. Y el Señor aplacó el incendio de su ira. Por eso aquel sitio se llama hasta hoy Valle de Acor.26 Levantaron sobre él un gran montón de piedras, que existe todavía hoy. Así Yahvé se calmó del furor de su cólera. Por eso se llama aquel lugar Valle de Acor hasta el día de hoy.

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Introducción a Josué

JOSUÉ

El libro de Josué mira en dos direcciones: hacia atrás, completando la salida de Egipto con la entrada en Canaán; y hacia adelante, inaugurando una nueva etapa en la vida del pueblo con el paso a la vida sedentaria.
Por lo primero, algunos añaden este libro al Pentateuco y hablan de un «Hexateuco». Sin la figura y obra de Josué, la epopeya de Moisés queda violentamente truncada. Con el libro de Josué, el libro del Éxodo alcanza su conclusión natural.
Por lo segundo, otros juntan este libro a los siguientes, para formar una obra que llaman Historia Deuteronomística -Por su parentesco espiritual con el libro del Deuteronomio-. A esta obra pertenecerían varios elementos narrativos del Deuteronomio, que preparan la sucesión de Josué.

Intención del autor. El autor tardío que compuso este libro, valiéndose de materiales existentes, se guió por el principio de simplificar. Lo que, seguramente, fue un proceso lento y diversificado en la tierra prometida, está visto como un esfuerzo colectivo bajo una dirección única: todo el pueblo a las órdenes de Josué.
Como sucesor de Moisés, tendrá que cumplir sus órdenes, llevar a término la empresa, imitar a su jefe. La tarea de Josué es doble: conquistar la tierra y repartirla entre las tribus. En otros términos: el paso de la vida seminómada a la vida sedentaria, de una cultura pastoral y trashumante a una cultura agrícola y urbana. Un proceso lento, secular, se reduce épicamente a un impulso bélico y un reparto único. Una penetración militar, una campaña al sur y otra al norte, y la conquista está concluida en pocos capítulos y en una carrera triunfal.

Historia y arqueología. La simplificación del libro no da garantías de historicidad. El autor no es un historiador sino un teólogo. A la fidelidad a la alianza, Dios responde con su mano poderosa a favor del pueblo, de ahí que todo aparece fácil y prodigioso: el río Jordán se abre para dar paso a Israel y todos los obstáculos van cayendo, hasta las mismas murallas de Jericó que se desploman al estallido de las trompetas.
La historia y la arqueología, sin embargo, nos dan el marco en el que podrían haber sucedido los hechos y relatos narrados. La época en la que mejor encaja el movimiento de los israelitas es el s. XIII a.C. Un cambio histórico sacudió a los imperios que mantenían un equilibrio de fuerzas en el Medio Oriente, sumiéndolos en la decadencia y abriendo las puertas a nuevos oleajes migratorios. Es también el tiempo en que fermenta una nueva cultura. La edad del Hierro va sucediendo a la del Bronce; la lengua aramea se va extendiendo y ganando prestigio.
Por el lado del desierto empujan las tribus nómadas, como el viento las dunas. Por todas partes se infiltran estas tribus, con movimientos flexibles, para saquear o en busca de una vida sedentaria, fija y segura. Entre estos nómadas vienen los israelitas y van penetrando las zonas de Palestina por infiltración pacífica y asentamientos estables a lo largo de un par de generaciones. Una vez dentro, se alzan en armas y desbancan la hegemonía de las ciudades-estado.

La figura de Josué. El libro lo presenta como continuador y como imitador de Moisés. Con todo, la distancia entre ambos es incolmable. Josué no promulga leyes en nombre de Dios. Tiene que cumplir órdenes y encargos de Moisés o contenidos en la Ley. Pero, sobre todo, no goza de la misma intimidad con Dios. Al contrario, la figura de Josué es tan apagada como esquemática.
El autor o autores se han preocupado de irlo introduciendo en el relato, como colaborador de Moisés en el Sinaí, en momentos críticos del desierto, para ser nombrado, finalmente, su sucesor.
Fuera del libro llama la atención su ausencia donde esperábamos encontrarlo: ni él ni sus hazañas se enumeran en los recuentos clásicos de 1 Sm 12; Sal 78; 105; 106. Tampoco figura en textos que se refieren a la ocupación de la tierra: Sal 44; 68; 80.

Mensaje religioso. El libro de Josué presenta un grave problema ético para el lector de hoy. ¿Cómo se justifica la invasión de territorios ajenos, la conquista por la fuerza, la matanza de reyes, gente inocente y poblaciones enteras, que el narrador parece conmemorar con gozo exultante?
Es probable que no haya existido tal conquista violenta ni tales matanzas colectivas, sino que los israelitas se hayan infiltrado pacíficamente y defendido, quizás excesivamente, cuando atacados. Si los hechos fueron más pacíficos que violentos, ¿por qué contarlos de esta manera? ¿Por qué aureolar a Josué con un cerco de sangre inocente? Por si fuera poco, todo es atribuido a Dios, que da las órdenes y asiste a la ejecución.
¿En qué sentido es Dios un Dios liberador? Hay un territorio pacíficamente habitado y cultivado por los cananeos: ¿con qué derecho se apoderan de él los israelitas, desalojando a sus dueños por la fuerza? La respuesta del libro es que Dios se lo entrega. Lo cual hace aún más difícil la lectura.
La lectura de este libro y de otros episodios parecidos del Antiguo Testamento deja colgando estas preguntas. Pero, ni este relato de la conquista ni la historia Deuteronómica son la última palabra. Por encima del «Yehoshuá» (Josué) de este libro, está el «Yehoshuá» (Jesús) de Nazaret, que Dios pronuncia y es la primera y última palabra de toda la historia.
El pueblo de Israel es escogido por Dios en el estadio de barbarie cultural en que se encuentra y conducido a un proceso de maduración, dejando actuar la dialéctica de la historia. Acepta, aunque no justifica, la ejecución humana torpe de un designio superior. Y éste es el mensaje del libro: por encima de Moisés y de Josué, garantizando la continuidad de mando y empresa, se alza el protagonismo de Dios. La tierra es promesa de Dios, es decir, ya era palabra antes de ser hecho, y será hecho en virtud de aquella palabra. Jesús de Nazaret ha dado toda su dimensión a esta palabra-promesa de Dios con respecto a la tierra: es de todos, para ser compartida por todos en la paz y solidaridad que produce un amor sin fronteras.

Conquista de la tierra: 1,1-12,24. Esta primera parte del libro narra las campañas conquistadoras de los israelitas al mando de Josué. Por supuesto que no se trata de una historia, en sentido objetivo, de la conquista de Canaán, ni los autores tenían ese propósito. Lo que encontramos aquí es una simplificación ya teologizada de unos hechos -no sabemos cuáles exactamente- que dieron como resultado el asentamiento de unos grupos seminómadas en territorio cananeo, unificados en torno a una fe común el Señor y a un único proyecto socio-político y económico: una sociedad solidaria e igualitaria que hiciera de contrapeso al modelo vigente, el que hemos dado en llamar tributario o faraónico, impuesto por Egipto. Por otra parte, la conquista y el reparto de la tierra, ejes del libro, son la concreción de lo que el Pentateuco deja sin resolver: la posesión de la tierra como cumplimiento de las promesas divinas hechas a los Patriarcas. Este trabajo lo realiza la corriente literario-teológica deuteronomista (D), mediante una monumental obra que intenta responder a varios cuestionamientos: Por qué se debía poseer un territorio (Deuteronomio); cómo se adquirió dicho territorio (Josué); qué se debía realizar en él (Jueces-1 Samuel); en qué terminó el proceso de conquista y cómo evolucionó (2 Samuel-2 Reyes). Por tratarse de una historia que se narra varios siglos después de sucedidos los hechos, los datos son más teológicos que objetivos; por tanto, no hemos de tomar al pie de la letra ninguna de las descripciones de las campañas conquistadoras, sino más bien descubrir la intencionalidad de fondo que mueve al redactor o los redactores. Para ello es necesario tener presentes dos herramientas imprescindibles: 1. El criterio último de justicia, con el que debemos leer cualquier pasaje de la Escritura. 2. El análisis de la situación socio-política, económica y religiosa que están viviendo los primeros destinatarios de la obra a la cual intentan responder los autores, en concreto, la desesperanza, la pérdida de fe. Esta obra trata de ayudar a los oyentes a recuperar todo eso que está a punto de perderse. Para los israelitas de entonces, la obra de la corriente deuteronomista (D) resultó ser toda una profecía; he ahí por qué estos libros son catalogados en la Biblia Hebrea como «Profetas»: no sólo porque muchos años después de su aparición la conciencia israelita creyó que cada libro había sido escrito por el personaje central del libro -Josué, Samuel, etc.-, sino por el contenido mismo, cargado de verdaderas enseñanzas proféticas. Con estas premisas, pues, empecemos la lectura del libro.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Josué 7,1-26El sacrilegio de Acán. El primer fracaso de Israel en su intento por conquistar una nueva localidad se relaciona con el pecado de un miembro de la comunidad, que acarrea graves consecuencias para el resto. De nuevo se deja ver la vena profética de la corriente deuteronomista (D): cuando el pueblo se aparta de los mandatos y preceptos del Señor camina hacia el fracaso; cuando obedece, sus empresas son todo un éxito. Pese a que el relato nos describe el ajusticiamiento de Acán, en realidad está invitando a los miembros de la comunidad a extirpar el mal para que puedan realizar el proyecto de Dios. Otro aspecto que conviene resaltar es el efecto pernicioso que traen sobre la comunidad las acciones negativas de los individuos, y esto mismo vale para nuestra experiencia social comunitaria.