Apocalipsis  18 Nuevo Testamento (Bover-Cantera, 1957) 4ta Edición | 24 versitos |
1 Tras esto vi bajar del cielo otro ángel, que tenía gran potestad, y la tierra se iluminó con su gloria.
2 Y clamó con voz poderosa: «Cayó, cayó Babilonia la grande y ha quedado hecha morada de demonios, y guarida de todo pájaro inmundo y detestado;
3 por cuanto del vino del furor de su fornicación han bebido todas las naciones, y los reyes de la tierra fornicaron con ella, y los mercaderes se enriquecieron con la pujanza de su lujo».
4 Y oí otra voz venida del cielo, que decía: «Salid de ella, pueblo mío, para que no os hagáis cómplices de sus pecados y no participéis de sus plagas;
5 pues sus pecados llegan a tocar el cielo, y se acordó Dios de sus iniquidades.
6 Pagadle como ella misma pagó, y dobladle al doble a la medida de sus obras; en la copa en que escanció, escanciadle doblado;
7 cuanto ella se dio al placer y al lujo, dadle otro tanto de tormento y duelo. Por cuanto dice en su corazón: Sentada estoy como reina, y viuda no soy, y el duelo jamás lo veré:*
8 por esto en un solo día vendrán sus plagas: muerte, duelo y hambre, y será abrasada en fuego, porque fuerte es el Dios que la juzgó».
9 Y llorarán y plañirán sobre ella los reyes de la tierra, que con ella fornicaron y se entregaron al lujo, cuando vieren el humo de su incendio, *
10 quedándose lejos por el temor de su tormento, diciendo: «¡Ay! ¡ay!, la ciudad grande, Babilonia, la ciudad poderosa, porque en una sola hora ha venido tu juicio».
11 Y los mercaderes de la tierra lloran y se lamentan sobre ella, porque su cargamento nadie lo compra ya:
12 cargamento de oro, y de plata, y de piedras preciosas, y de perlas, de lino finísimo, y de púrpura, y de seda, y de escarlata, y toda madera de tuya, y toda obra de marfil, y toda obra de las maderas más preciosas, y de bronce, y de hierro y de mármol,
13 y cinamomo y amomo, y especies aromáticas, y perfume e incienso, vino y aceite, y flor de harina y trigo, bestias de carga y ovejas, de caballos, y de coches, y de cuerpos, y almas de hombres.
14 Y aquellos frutos en sazón que codiciaba tu alma se alejaron de ti, y todo lo opulento y espléndido pereció para ti, y nunca jamás volverá.
15 Los mercaderes de estas cosas, que a costa de ellas se enriquecieron, se estarán lejos por el temor de su tormento, llorando y lamentándose,
16 diciendo: «¡Ay!, ¡ay!, la ciudad grande, vestida de lino finísimo y púrpura y escarlata, y engalanada con oro y piedras preciosas y perlas,
17 pues en una sola hora fue devastada tanta riqueza». Y todo piloto, y todo el que navega haciendo escala en cada puerto, y los marineros, y cuantos Fatigan la mar, se mantuvieron lejos
18 y gritaron al ver el humo de su incendio, diciendo: «¿Quién había semejante a la gran ciudad?»
19 Y echaron polvo sobre sus cabezas y gritaban llorando y lamentándose, diciendo: «¡Ay!, ¡ay!, la ciudad grande, en la cual se enriquecieron los que tenían naves en el mar, por lo elevado de sus precios, porque en una sola hora fue devastada».
20 Alégrate sobre ella, ¡oh cielo!, y vosotros los santos, y los apóstoles, y los profetas, porque ha fallado en juicio Dios a favor vuestro, tomando venganza de ella.
21 Y un ángel potente tomó en alto una piedra, grande como rueda de molino, y la lanzó al mar, diciendo: «Así, de golpe será arrojada Babilonia, la ciudad grande,, y no se la verá ya más.
22 y voz de citaristas, y de músicos, y de flautistas, y de trompetas no se oirá ya más en ti; ni artífice alguno de ningún arte se hallará más en ti; ni voz de rueda de molino se oirá ya más en ti;
23 ni luz de lámpara resplandecerá ya más en ti; ni voz de desposado y desposada se oirá ya más en ti, porque tus mercaderes eran los magnates de la tierra, porque con tus hechicerías fueron embaucadas todas las gentes;
24 y en ella fue hallada la sangre de los santos y profetas y de todos los que han sido degollados sobre la tierra».

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Introducción a Apocalipsis 




APOCALIPSIS

DATOS HISTÓRICOS. — A fines del imperio de Domiciano (81-96), San Juan Evangelista fue relegado «a la isla de Patmos por la palabra de Dios y el testimonio Jesús» (1:9) Allí vio las visiones consignadas en el Apocalipsis, destinado a las Iglesias del Asia proconsular (1:4). SIGNIFICACIÓN. — Revelación de Jesu-Cristo: tal es el título con que Juan designa SU Apocalipsis. Jesu-Cristo es, en efecto, no sólo el autor, sino también el objeto primario y central de la revelación. Si siempre se hubiera leído el Apocalipsis puesta mira en Jesu-Cristo, no se hubiera visto un descomunal rompecabezas a lo divino una historia eclesiástica en logogrifos. En cambio, leído el Apocalipsis sensatamente, su oscuridad y misterio, lejos de robar el sol a nuestra vista, le cercarán para hacerle mas visible: en el centro brillará radiante Jesu-Cristo, victorioso y triunfador. Esta es la visión divina que flota sobre todas las nieblas del Apocalipsis. Cristo vence, Cristo reina, Cristo impera. SIMBOLISMO. — Otro principio, tan sencillo como necesario, nos preservará de fatales equivocaciones: hay que dar a los símbolos del Apocalipsis el sentido que tienen. No olvidemos que el Apocalipsis es obra de un escritor oriental, de fantasía exuberante; de un profeta, que vislumbra los destinos humanos en un horizonte de eternidad; de un vidente apocalíptico, que presencia las últimas convulsiones de las dos fuerzas antagónicas del bien y del mal; y reduciremos sus imágenes simbólicas a sus términos naturales. Nunca se insistirá bastante en la enorme alteración que sufren los hechos al ser traducidos en símbolos. Del símbolo hay que extraer la idea, que suele ser muy simple. Hay que tomar en cuenta la variabilidad de los símbolos, su elasticidad, su inconsistencia e incoherencia: un símbolo para dos ideas distintas, dos símbolos para una misma idea. En cambio, en la idea significada hay gran fijeza. Sería además error gravísimo y principio de otros lamentables errores interpretar plásticamente las fugaces y difluentes visiones del profeta. Dar precisión y fijeza de contornos a esas imágenes indecisas sería como querer traducir plásticamente en bloques de piedra las melodías infinitas de Wagner. Pintar, como hizo don Juan de Jáuregui, en el Comentario del padre Luis del Alcázar, el Hijo del hombre con una espada que sale de la boca, es confundir las esferas del arte y de la naturaleza. Más prudente es clavar la mirada en la idea luminosa que informa todos los símbolos: Cristo vencedor. SIMBOLISMO DE LOS NÚMEROS. — No fue Juan quien creó el simbolismo de los números, pero sí los utilizó como lenguaje usual en el género apocalíptico. El valor simbólico de los números no es proporcional a su valor real o matemático. Así, el 7 es símbolo de plenitud o totalidad, mientras que el 10 lo es de limitación. El 6 (= 7 - 1) representa el conato frustrado por alcanzar la plenitud. El 12 significa una cantidad normal; el 1.000, una multitud indefinida. Esta significación pasa a los múltiplos de estos números. Así 144.000 es 12 X 12 X 1.000. REALIDAD DE LAS VISIONES. — Las visiones referidas en el Apocalipsis no son una ficción literaria, como lo son en otras obras no inspiradas del mismo género, sino que presuponen visiones sobrenaturales realmente tenidas por Juan. Sobre las imágenes simbólicas con que se describen las visiones cabe controversia. Distinguiendo entre visión (o revelación) e inspiración, las imágenes simbólicas pueden concebirse de dos maneras sustancialmente distintas: objetivamente, como expresión imaginaria de la previa revelación de Dios, o subjetivamente, como imágenes previamente poseídas por el vidente, pero movidas o suscitadas por la acción de la inspiración divina. Esta segunda hipótesis parece probable, siempre que se trata de imágenes corrientes en el género apocalíptico. CICLOS O SISTEMA DE LA RECAPITULACIÓN. — La serie de las visiones apocalípticas no se ha de concebir como rectilínea, sino como cíclica; no es, por así decir, una sola película seguida o continua, sino más bien una sucesión o recambio de varias películas, en cada una de las cuales se desarrollan íntegramente unos mismos acontecimientos: con imágenes más esquemáticas en las primeras, con rasgos más realistas y completos en las últimas. Es una repetición cíclica de la misma historia, con frecuentes anticipaciones y retrocesos. Distinción en la presentación, unidad o identidad en lo representado. AUDICIÓN Y VISIÓN. — Es importantísimo para la ajustada interpretación del Apocalipsis el hecho de que Juan desdobla las representaciones en dos fases sucesivas: una acústica y otra óptica. Primero oye lo que luego ve. La natural incoherencia entre las imágenes acústicas v las, ópticas puede desorientar, y no pocas veces ha desorientado, haciendo tomar como exhibiciones objetivamente diversas lo que no es sino una doble presentación, primero acústica v luego óptica, de una misma realidad. Así, los 144.000 marcados de 7:1-8, son la misma turba celeste de 7:9-17. OTROS PROCEDIMIENTOS LITERARIOS. — Además de los indicados, conviene tener presentes otros procedimientos literarios familiares a Juan. La antítesis o contraste es constante en el Apocalipsis, con algunas particularidades singulares, como es su aparición regular en los sextos momentos del desenvolvimiento cíclico. Son también frecuentes los anuncios prolépticos de lo que ha de venir y los retrocesos cronológicos, ya antes mencionados. Son también orientadores los coros celestes, que suelen expresar el pensamiento o dianoia de las visiones. Y así de otros procedimientos análogos. VÉRTIGO APOCALÍPTICO. — Para no desorientarse es menester también tener presente la rapidez, vertiginosa con que se presenta la historia humana, presenciada desde el punto de vista divino. Semejante velocidad arrebatada no permite señalar con demasiada fijeza etapas distintas o sucesivas en el desenvolvimiento histórico de los hechos, ni menos determinar fechas. En el Apocalipsis, más que en otra parte alguna, mil años son para Dios como el día de ayer que ya pasó: un abrir y cerrar de ojos. Contrapuesta a esa fugacidad atropellada de la tragedia humana aparece la eterna inmovilidad, la imperturbable serenidad celeste, dentro de la cual Dios todo lo ve, todo lo dirige y empuja al fin que se ha propuesto. Contra esta roca de la providencia divina se estrellan y fracasan todos los conatos de la rebeldía humana o diabólica. Este enfoque divino de los acontecimientos humanos es una apremiante exhortación a que, contemplando la tierra desde eh cielo, lejos de dejarnos arrastrar por el torbellino humano; «ibi nostra sint fixa corda, ubi vera sunt gaudia». FE , ESPERANZA Y CARIDAD. — Leído así el Apocalipsis, ilumina el espíritu y vigoriza el corazón, y despierta en el alma la fe, la esperanza y el amor: la profesión de fe, que se declara impertérrita ante los cobardes adoradores de la bestia; los suspiros de la esperanza, que no desmaya en medio de la «gran tribulación»; las expansiones del amor, que atraído hacia Cristo, el Esposo divino, desdeña y abomina las seducciones de Babilonia la grande. Cristo vencedor, garantía de la fe, sostén de la esperanza, centro del amor.


Fuente: Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)

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Notas

Apocalipsis  18,7

Se señalan los pecados de Babilonia que más provocan la ira de Dios: el PLACER, el LUJO, y el orgullo.


Apocalipsis  18,9-19

Esta triple lamentación es una imitación de los vaticinios de Isaías (Isa_23:1-18) y de Ezequiel (Eze_26:1-21; Eze_27:1-36) contra Tiro.