Apocalipsis  20 Nuevo Testamento (Bover-Cantera, 1957) 4ta Edición | 15 versitos |
1 Y vi bajar del cielo un ángel que tenía la llave del abismo y una gran cadena en su mano. *
2 y cogió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo, y Satanás, y le ató para mil años*
3 y lo lanzó al abismo, y cerró, y puso el sello por encima de él, para que no seduzca ya más las naciones, hasta que se hayan cumplido los mil años; pasados estos, tiene que ser desatado por breve tiempo.
4 Y vi unos tronos, y se sentaron en ellos, y les fue otorgada potestad de juzgar: y vi las almas de los que habían sido decapitados con la segur por el testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, y los que no habían adorado la bestia ni su imagen ni recibido su marca sobre su frente o sobre su mano; y vivieron y reinaron con Cristo durante mil años.
5 Y los restantes de los muertos no vivieron hasta que se hubieron cumplido los mil años. Esta es la resurrección primera
6 Bienaventurado y santo el que tenga parte en esta resurrección primera; sobre éstos no tiene poder la segunda muerte, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo y reinarán con él durante mil años.
7 Y cuando se hubieren cumplido los mil años, será Satanás soltado de su prisión, *
8 y saldrá a seducir a las gentes que están en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y a Magog, con el fin de reunirlos para la batalla, cuyo número es como la arena del mar. *
9 Y subieron a la anchura de la tierra, y cercaron el campamento de los santos y la ciudad amada; y bajó fuego del cielo y los devoró.
10 Y el diablo, que los seducía, fue arrojado al estanque de fuego y de azufre, donde están también la bestia y el falso profeta, y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos.
11 Y vi un gran trono blanco y al que sobre él estaba sentado, de cuya faz huyó la tierra y el cielo, y no se halló lugar para ellos.
12 Y vi los muertos, los grandes y los pequeños, que estaban de pie delante del trono; y se abrieron los libros; y otro libro se abrió, que es el de la vida; y fueron juzgados los muertos por lo que estaba escrito en los libros, conforme a sus obras. *
13 Y el mar dio los muertos que en él había, y la muerte y el infierno dieron los muertos que en ellos había, y fueron juzgados cada uno según sus obras. *
14 Y la muerte y el infierno fueron arrojados al estanque del fuego. Esta es la muerte segunda: el estanque del fuego.
15 Y quien no fue hallado escrito en el libro de la vida, fue arrojado al estanque del fuego.

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Introducción a Apocalipsis 




APOCALIPSIS

DATOS HISTÓRICOS. — A fines del imperio de Domiciano (81-96), San Juan Evangelista fue relegado «a la isla de Patmos por la palabra de Dios y el testimonio Jesús» (1:9) Allí vio las visiones consignadas en el Apocalipsis, destinado a las Iglesias del Asia proconsular (1:4). SIGNIFICACIÓN. — Revelación de Jesu-Cristo: tal es el título con que Juan designa SU Apocalipsis. Jesu-Cristo es, en efecto, no sólo el autor, sino también el objeto primario y central de la revelación. Si siempre se hubiera leído el Apocalipsis puesta mira en Jesu-Cristo, no se hubiera visto un descomunal rompecabezas a lo divino una historia eclesiástica en logogrifos. En cambio, leído el Apocalipsis sensatamente, su oscuridad y misterio, lejos de robar el sol a nuestra vista, le cercarán para hacerle mas visible: en el centro brillará radiante Jesu-Cristo, victorioso y triunfador. Esta es la visión divina que flota sobre todas las nieblas del Apocalipsis. Cristo vence, Cristo reina, Cristo impera. SIMBOLISMO. — Otro principio, tan sencillo como necesario, nos preservará de fatales equivocaciones: hay que dar a los símbolos del Apocalipsis el sentido que tienen. No olvidemos que el Apocalipsis es obra de un escritor oriental, de fantasía exuberante; de un profeta, que vislumbra los destinos humanos en un horizonte de eternidad; de un vidente apocalíptico, que presencia las últimas convulsiones de las dos fuerzas antagónicas del bien y del mal; y reduciremos sus imágenes simbólicas a sus términos naturales. Nunca se insistirá bastante en la enorme alteración que sufren los hechos al ser traducidos en símbolos. Del símbolo hay que extraer la idea, que suele ser muy simple. Hay que tomar en cuenta la variabilidad de los símbolos, su elasticidad, su inconsistencia e incoherencia: un símbolo para dos ideas distintas, dos símbolos para una misma idea. En cambio, en la idea significada hay gran fijeza. Sería además error gravísimo y principio de otros lamentables errores interpretar plásticamente las fugaces y difluentes visiones del profeta. Dar precisión y fijeza de contornos a esas imágenes indecisas sería como querer traducir plásticamente en bloques de piedra las melodías infinitas de Wagner. Pintar, como hizo don Juan de Jáuregui, en el Comentario del padre Luis del Alcázar, el Hijo del hombre con una espada que sale de la boca, es confundir las esferas del arte y de la naturaleza. Más prudente es clavar la mirada en la idea luminosa que informa todos los símbolos: Cristo vencedor. SIMBOLISMO DE LOS NÚMEROS. — No fue Juan quien creó el simbolismo de los números, pero sí los utilizó como lenguaje usual en el género apocalíptico. El valor simbólico de los números no es proporcional a su valor real o matemático. Así, el 7 es símbolo de plenitud o totalidad, mientras que el 10 lo es de limitación. El 6 (= 7 - 1) representa el conato frustrado por alcanzar la plenitud. El 12 significa una cantidad normal; el 1.000, una multitud indefinida. Esta significación pasa a los múltiplos de estos números. Así 144.000 es 12 X 12 X 1.000. REALIDAD DE LAS VISIONES. — Las visiones referidas en el Apocalipsis no son una ficción literaria, como lo son en otras obras no inspiradas del mismo género, sino que presuponen visiones sobrenaturales realmente tenidas por Juan. Sobre las imágenes simbólicas con que se describen las visiones cabe controversia. Distinguiendo entre visión (o revelación) e inspiración, las imágenes simbólicas pueden concebirse de dos maneras sustancialmente distintas: objetivamente, como expresión imaginaria de la previa revelación de Dios, o subjetivamente, como imágenes previamente poseídas por el vidente, pero movidas o suscitadas por la acción de la inspiración divina. Esta segunda hipótesis parece probable, siempre que se trata de imágenes corrientes en el género apocalíptico. CICLOS O SISTEMA DE LA RECAPITULACIÓN. — La serie de las visiones apocalípticas no se ha de concebir como rectilínea, sino como cíclica; no es, por así decir, una sola película seguida o continua, sino más bien una sucesión o recambio de varias películas, en cada una de las cuales se desarrollan íntegramente unos mismos acontecimientos: con imágenes más esquemáticas en las primeras, con rasgos más realistas y completos en las últimas. Es una repetición cíclica de la misma historia, con frecuentes anticipaciones y retrocesos. Distinción en la presentación, unidad o identidad en lo representado. AUDICIÓN Y VISIÓN. — Es importantísimo para la ajustada interpretación del Apocalipsis el hecho de que Juan desdobla las representaciones en dos fases sucesivas: una acústica y otra óptica. Primero oye lo que luego ve. La natural incoherencia entre las imágenes acústicas v las, ópticas puede desorientar, y no pocas veces ha desorientado, haciendo tomar como exhibiciones objetivamente diversas lo que no es sino una doble presentación, primero acústica v luego óptica, de una misma realidad. Así, los 144.000 marcados de 7:1-8, son la misma turba celeste de 7:9-17. OTROS PROCEDIMIENTOS LITERARIOS. — Además de los indicados, conviene tener presentes otros procedimientos literarios familiares a Juan. La antítesis o contraste es constante en el Apocalipsis, con algunas particularidades singulares, como es su aparición regular en los sextos momentos del desenvolvimiento cíclico. Son también frecuentes los anuncios prolépticos de lo que ha de venir y los retrocesos cronológicos, ya antes mencionados. Son también orientadores los coros celestes, que suelen expresar el pensamiento o dianoia de las visiones. Y así de otros procedimientos análogos. VÉRTIGO APOCALÍPTICO. — Para no desorientarse es menester también tener presente la rapidez, vertiginosa con que se presenta la historia humana, presenciada desde el punto de vista divino. Semejante velocidad arrebatada no permite señalar con demasiada fijeza etapas distintas o sucesivas en el desenvolvimiento histórico de los hechos, ni menos determinar fechas. En el Apocalipsis, más que en otra parte alguna, mil años son para Dios como el día de ayer que ya pasó: un abrir y cerrar de ojos. Contrapuesta a esa fugacidad atropellada de la tragedia humana aparece la eterna inmovilidad, la imperturbable serenidad celeste, dentro de la cual Dios todo lo ve, todo lo dirige y empuja al fin que se ha propuesto. Contra esta roca de la providencia divina se estrellan y fracasan todos los conatos de la rebeldía humana o diabólica. Este enfoque divino de los acontecimientos humanos es una apremiante exhortación a que, contemplando la tierra desde eh cielo, lejos de dejarnos arrastrar por el torbellino humano; «ibi nostra sint fixa corda, ubi vera sunt gaudia». FE , ESPERANZA Y CARIDAD. — Leído así el Apocalipsis, ilumina el espíritu y vigoriza el corazón, y despierta en el alma la fe, la esperanza y el amor: la profesión de fe, que se declara impertérrita ante los cobardes adoradores de la bestia; los suspiros de la esperanza, que no desmaya en medio de la «gran tribulación»; las expansiones del amor, que atraído hacia Cristo, el Esposo divino, desdeña y abomina las seducciones de Babilonia la grande. Cristo vencedor, garantía de la fe, sostén de la esperanza, centro del amor.


Fuente: Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)

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Notas

Apocalipsis  20,1-3

Esta prisión de Satanás, ya varias veces insinuada anteriormente (Apo_9:1-2; Apo_9:14-15; Apo_12:9; Apo_16:12-14) es la derrota o expulsión del príncipe de este mundo, anunciada por Cristo (Jua_12:31). La realidad expresada por estas imágenes son los límites y trabas, impuestos por Dios, que cohíben, inhiben o esterilizan la maléfica acción de Satanás sobre los hombres.


Apocalipsis  20,2-6

Este pasaje ha dado lugar a los múltiples y variados sistemas del milenarismo. Para que semejante interpretación milenarista o milenista tuviera algún viso de probabilidad se requerían dos cosas:
1) que este pasaje sucediese cronológicamente a la derrota de las bestias;
2) que la RESURRECCIÓN PRIMERA debiera interpretarse literalmente como resurrección corporal.

Ahora bien, ninguna de estas hipótesis es sostenible. Primeramente, el desenvolvimiento del Apoc. no es rectilíneo , sino cíclico , lleno además de anticipaciones y retrocesos. En segundo lugar, LA RESURRECCIÓN PRIMERA, contrapuesta a la SEGUNDA MUERTE, es del mismo orden o carácter que ésta. Ahora bien, esta SEGUNDA MUERTE no es muerte física, sino la condenación eterna (Apo_2:11; Apo_20:14; Apo_21:8). Carece, por tanto, de base exegética todo milenarismo. Otras razones positivas lo excluyen completamente. En las trompetas quinta y sexta (Apo_9:1-2; Apo_9:14-15) y en la copa sexta (Apo_16:12-14) se habla ya de la suelta de Satanás, que aquí se menciona después (Apo_20:7); y en la misma sexta copa actúan de conjunto Satanás y las dos bestias (Apo_16:12-14), y ciertamente para los preparativos de la gran batalla, la única batalla, que allí preparan conjuntamente los tres enemigos, y luego se desdobla en la batalla contra las bestias (Apo_19:19) y contra el dragón (Apo_20:7). Pero es un desdoblamiento redaccional, que no supone duplicidad real. Y lo que luego se dice, que las huestes del dragón «cercaron…la ciudad amada», está dicho ya en la trompeta sexta (Apo_11:2). Ni hay que olvidar que la batalla del gran día de la cólera de Dios es una misma batalla, que, si comprende sintéticamente todas las batallas entre las huestes del bien y las del mal, culmina singularmente en la definitiva batalla entre Cristo y el anticristo. Ni es lícito olvidar la constante actitud del magisterio eclesiástico, que nunca ha tenido una sola palabra de aprobación o de benevolencia con el milenismo, antes ha fulminado contra él frecuentes reprobaciones, algunas de ellas muy recientes. Subsiste la tajante sentencia de San Jerónimo: «Cesset ergo mille annorum fábula» (ML 25,534; Cf. El milenarismo y el magisterio eclesiástico , en «Estudios Bíblicos» [1931] 3-22). Lo que hay de realidad en el reinado de los mil años, el mismo Juan lo declara abiertamente. Tres rasgos señala en este reinado: el juicio previo, la resurrección primera y el sacerdocio y reinado con Cristo. El juicio previo se ha mencionado ya en el quinto sello (Apo_6:9-10) como ya presente. Es el juicio particular. La resurrección primera, que, como contrapuesta a la eterna condenación, es la bienaventuranza esencial, se ha mencionado igualmente en el quinto sello (Apo_6:11) y en la quinta señal (Apo_14:13). Y, probablemente, también de alguna manera en la primera seña] (Apo_14:1-5). Por fin, del sacerdocio y del reinado de los santos se ha hablado como de cosa presente varias veces (Apo_1:6; Apo_1:9; Apo_2:27; Apo_3:21; Apo_5:10; Cf. Apo_7:3-4). Los santos todos, que ya reinaron con Cristo en su vida terrena, reinan ahora más gloriosamente en el cielo, y desde el cielo, sobre la tierra.


Apocalipsis  20,7

LOS MIL AÑOS representan simbólicamente el curso de la historia humana, que terminará con la (relativa) soltura de SATANÁS, con la cual se iniciará la época subescatológica.


Apocalipsis  20,8

GOD Y MAGOG: expresión simbólica de la gentilidad anticristiana, tomada de EZEQUIEL (Eze_38:1-23; Eze_39:1-29).

|| LA BATALLA, singular, es la misma de las dos bestias (Apo_19:19).

|| CUYO NÚMERO ES COMO LA ARENA DEL MAR; son dos reyes del mundo entero» congregados «para la batalla del gran día del Dios omnipotente» (Apo_16:14; Cf. Apo_19:19)- No han reflexionado los milenistas de dónde salen ahora esas GENTES QUE ESTÁN EN LOS CUATRO ÁNGULOS DE LA TIERRA, CUYO NUMERO ES COMO LA ARENA DEL MAR, después de exterminados todos «los reyes de la tierra con sus huestes» (Apo_19:19).


Apocalipsis  20,12

VI LOS MUERTOS: todos los hombres resucitan juntamente (Mat_24:29-31; Mar_13:24-27; Jua_5:28-29; 1Co_15:51-53; 1Ts_4:15-17…). «La resurrección primera», de que antes se ha hablado (Apo_20:5-6), es puramente espiritual.


Apocalipsis  20,13

EL MAR DIO SUS MUERTOS…: retroceso significativo. Después que LOS MUERTOS resucitados han sido ya juzgados, se describe su resurrección. El Apocalipsis no procede rectilíneamente.