Judith 10 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 23 versitos | Judith 10 Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998) | 23 versitos
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Judit ante Holofernes

Cuando Judit terminó de suplicar al Dios de Israel, cuando acabó sus rezos,
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IV. Judit y Holofernes
Judit se dirige al campamento de Holofernes.
Acabada su plegaria al Dios de Israel, y dichas todas estas palabras,
2 se puso de pie, llamó a su servidora y bajó a la casa, en la que pasaba los sábados y días de fiesta;2 se levantó Judit del suelo, llamó a su sierva y, bajando a la casa donde pasaba los sábados y solemnidades,
3 se despojó del sayal, se quitó el vestido de luto, se bañó, se ungió con un perfume intenso, se peinó, se puso una diadema y se vistió la ropa de fiesta que se ponía en vida de su marido, Manasés;3 se quitó el sayal que vestía, se despojó de sus vestidos de viuda, se bañó toda, se ungió con perfumes exquisitos, se peinó, se puso una diadema en el cabello y se vistió la ropa que llevaba cuando era feliz, en vida de su marido Manasés.
4 se calzó las sandalias, se puso los collares, los brazaletes, los anillos, los pendientes y todas sus joyas. Quedó bellísima, capaz de seducir a los hombres que la viesen.4 Se calzó las sandalias, se puso los collares, brazaletes y anillos, sus pendientes y todas sus joyas, y realzó su hermosura cuanto pudo, con ánimo de seducir a todos los hombres que la viesen.
5 Luego entregó a su servidora un odre de vino y una aceitera; llenó las alforjas con galletas, un pan de frutas secas y panes puros; empaquetó las provisiones y se las dio a su servidora.5 Luego entregó a su sierva un odre de vino y un cántaro de aceite, llenó una alforja con harina de cebada, tortas de higos y panes puros, empaquetó las provisiones y se lo entregó todo igualmente a su sierva.
6 Cuando salían hacia la puerta de Betulia encontraron allí a Ozías, de pie, y a los ancianos de la ciudad Cabris y Carmis.6 A continuación, se dirigieron a la puerta de la ciudad de Betulia, donde se encontraron con Ozías y con Jabrís y Jarmís, ancianos de la ciudad.
7 Al verla con aquel semblante transformado, y con otros vestidos, se quedaron pasmados ante tanta belleza, y le dijeron:7 Cuando vieron a Judit con el rostro transformado y mudada de vestidos, se quedaron maravillados de su extremada hermosura y le dijeron:
8 –¡Que el Dios de nuestros padres te favorezca y te permita realizar tus planes para gloria de los israelitas y exaltación de Jerusalén!8 «¡Que el Dios de nuestros padres
te haga alcanzar favor
y dé cumplimiento a tus designios,
para gloria de los hijos de Israel
y exaltación de Jerusalén!»
9 Ella adoró a Dios, y les dijo:
– Ordenen que me abran las puertas de la ciudad para ir a cumplir sus deseos.
Ellos ordenaron a los soldados que le abrieran, como pedía.
9 Ella adoró a Dios y les dijo: «Mandad que me abran la puerta de la ciudad para que vaya a poner por obra los deseos de que me habéis hablado.» Ellos mandaron a los jóvenes que le abrieran, tal como lo pedía.
10 Así lo hicieron. Judit salió con su servidora. Los hombres de la ciudad la siguieron con la vista mientras bajaba el monte, hasta que cruzó el valle y desapareció.10 Así lo hicieron, y salió Judit con su sierva. Los hombres de la ciudad la siguieron con la mirada mientras descendía por la ladera, hasta que llegó al valle; y allí la perdieron de vista.
11 Cuando caminaban derecho por el valle les salió al encuentro una avanzada asiria,11 Avanzaron ellas a través del valle, hasta que les salió al encuentro una avanzada de los asirios,
12 que las detuvieron diciendo:
–¿De qué nación eres, de dónde vienes y adónde vas?
Judit respondió:
– Soy hebrea, y huyo de mi gente porque pronto caerán en poder de ustedes y serán destruidos.
12 que la detuvieron y preguntaron: «¿Quién eres? ¿De dónde vienes? ¿A dónde vas?» Ella respondió: «Hija de hebreos soy y huyo de ellos, porque están a punto de ser devorados por vosotros.
13 Quisiera presentarme a Holofernes, el comandante en jefe de su ejército, para darle informaciones auténticas; le enseñaré el camino por donde puede pasar y conquistar toda la sierra sin que caiga uno solo de sus hombres.13 Vengo a presentarme ante Holofernes, jefe de vuestro ejército, para hablarle con sinceridad y mostrarle un camino por el que pueda pasar para adueñarse de toda la montaña, sin que perezca ninguno de sus hombres y sin que se pierda una sola vida.»
14 Mientras la escuchaban, admiraban aquel rostro, que les parecía un prodigio de belleza, y le dijeron:14 Oyéndola hablar aquellos hombres, y viendo la admirable hermosura de su rostro, le dijeron:
15 – Has salvado la vida apresurándote a bajar para presentarte a nuestro jefe. Ve ahora a su tienda; te escoltarán hasta allá algunos de los nuestros.15 «Has salvado tu vida con tu decisión de bajar a presentarte ante nuestro señor. Dirígete a su tienda, que algunos de los nuestros te acompañarán hasta ponerte en sus manos.
16 Y cuando estés ante él, no tengas miedo; dile lo que nos has dicho, y te tratará bien.16 Cuando estés en su presencia, no tengas miedo; anúnciale tus propósitos y él se portará bien contigo.»
17 Eligieron a cien hombres, que escoltaron a Judit y su servidora hasta la tienda de Holofernes.17 Y eligieron entre ellos cien hombres que le dieran escolta a ella y a su sierva y las llevaran hasta la tienda de Holofernes.
18 Al correrse por las tiendas la noticia de su llegada, se armó una agitación general en todo el campamento. Y como Judit estaba fuera de la tienda de Holofernes mientras la anunciaban, los soldados la rodearon18 Habiéndose corrido por todas las tiendas la noticia de su llegada, concurrió la gente del campamento, que hicieron corro en torno a ella, mientras esperaba, fuera de la tienda, que la anunciasen a Holofernes.
19 admirando su hermosura, y por ella, también a los israelitas. Y comentaban:
– No podemos menospreciar a una nación que tiene mujeres tan bellas. No hay que dejarles ni un solo hombre; los que quedasen serían capaces de engañar a todo el mundo.
19 Se quedaban admirados de su belleza y, por ella, admiraban a los israelitas, diciéndose unos a otros: «¿Quién puede menospreciar a un pueblo que tiene mujeres como ésta? ¡Sería un error dejar con vida a uno solo de ellos, porque los que quedaran, serían capaces de engañar a todo el mundo!»
20 Los guardaespaldas de Holofernes y los oficiales salieron e introdujeron a Judit en la tienda.20 Salieron, pues, los de la escolta personal de Holofernes y todos sus servidores y la introdujeron en la tienda.
21 Holofernes estaba reposando en su lecho, bajo un dosel de púrpura y oro, recamado con esmeraldas y piedras preciosas.21 Estaba Holofernes descansando en su lecho, bajo colgaduras de oro y púrpura recamadas de esmeraldas y piedras preciosas.
22 Cuando le dijeron que estaba Judit, salió a la antecámara, precedido de portadores de lámparas de plata.22 Se la anunciaron y él salió hasta la entrada de la tienda, precedido de lámparas de plata.
23 Cuando Judit estuvo frente a Holofernes y sus oficiales, todos quedaron pasmados ante aquel rostro tan hermoso. Ella se postró ante él, rostro en tierra; pero los esclavos la levantaron.23 Cuando Judit llegó ante Holofernes y sus ministros, todos se maravillaron de la hermosura de su rostro. Cayó ella rostro en tierra y se postró ante él, pero los siervos la levantaron.

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Introducción a Judith

JUDIT

Contexto histórico. Siempre tuvo Israel que enfrentarse con culturas extranjeras, sin perder su identidad o casi recreándola por contraste. Fue relativamente fácil con la cultura egipcia, cananea, babilónica, etc., pero la penetración y difusión del helenismo plantea al pueblo una de sus mayores crisis históricas.
El helenismo representa algo nuevo, sobre todo como irradiación de una cultura atractiva y fascinadora. Si las armas de Alejandro Magno vencieron, la cultura helénica convence. ¿Será una amenaza para Israel, para ese pueblo extraño que vive separado de los demás? ¿Podrá asimilar Israel la cultura griega del helenismo como un día asimiló la cultura cananea?
Hay que distinguir, a corto plazo, dos épocas en el desafío del helenismo. En la primera etapa, algunos espíritus críticos saben volver su mirada inquisitiva y crítica sobre sus propias tradiciones y doctrinas. A esta época podrían pertenecer el libro de Jonás y el Eclesiastés. Sin embargo, la posible asimilación pacífica queda violentamente truncada por la conjunción de dos fuerzas: los excesos de los círculos progresistas y la opresión de un tirano extranjero, Antíoco IV Epífanes, el gran enemigo del pueblo judío, del que hablan los libros de los Macabeos y al que parece referirse el libro de Judit.

El libro de Judit. En estas circunstancias, durante los azares de la rebelión de los Macabeos, nuestro autor anónimo se pone a componer una historia -probablemente hacia finales del s. II a.C.- que sirva para animar a la resistencia. Será una historia conocida y nueva, ideal y realizable; sonará a cosa vieja, pero tendrá una clave de lectura en el momento actual. La acumulación de datos precisos le sirve para enmascarar la referencia peligrosa a los hechos del día; los lectores de la época entendían fácilmente ese guiño malicioso, que suena ya en el nombre de la protagonista («La Judía»).
El argumento, reducido a esqueleto, es de pura ascendencia bíblica, aunque es nuevo el hecho de que el pueblo no haya pecado. Tradicional es el motivo de la mujer que seduce y vence al enemigo (Yael-Sísara, Dalila-Sansón); Judit toma algunos rasgos proféticos, denunciando a los jefes su falta de confianza, presentándose a Holofernes como confidente de Dios. También son tradicionales los motivos del extranjero alabando a Israel, el descubrimiento del asesinato, las danzas y el canto de victoria, la soberbia del extranjero agresor, el castigo del enemigo por la noche y la liberación por la mañana.
A esto se añade la abundante fraseología tradicional, que sumerge al lector en un lenguaje familiar, bastante concentrado. Este recurso literario tiene una función decisiva: el pasado todavía es presente y puede volver a repetirse, incluso adoptando formas nuevas.
El autor narra los hechos con amplitud, en proceso cronológico lineal (salvo dos síntesis históricas). Es maestro en el arte de sustentar y estrechar la acción, en la creación de escenas sugerentes, en la aceleración rítmica cuando llega el momento culminante. Descuella su manejo de la ironía a diversos niveles: caracterización de Nabucodonosor y Holofernes, las palabras de Judit al general enemigo, las alusiones del autor al partido colaboracionista.
En su estilo destaca el amor a las enumeraciones que expresan riqueza, extensión, universalidad, y la expresión enfática, retórica, y los discursos que piden una recitación dramática.

Texto. A través de la complicada y literal traducción griega es fácil, muchas veces, leer el texto del original hebreo que se encuentra detrás, con suficiente seguridad para mejorar dicha traducción.

Mensaje religioso. Es la destacada personalidad de Judit, «La Judía», la que encarna el mensaje religioso del libro, personalidad más simbólica que individual. Judit es encarnación del pueblo, como novia (por la belleza) y como madre, según la tradición profética. Encarna la piedad y fidelidad al Señor y la confianza en Dios, el valor con la sagacidad. Es una figura ideal que podrá inspirar a cualquier hijo de Israel. Como viuda puede representar el sufrimiento del pueblo, aparentemente abandonado de su Señor (Is 49 y 54); puede concentrar toda su fidelidad en el único Señor del pueblo. No teniendo hijos físicos, puede asumir la maternidad de todo el pueblo y convertirse en «bienhechora de Israel». Judit aconseja como Débora, hiere como Yael, canta como María.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Judith 10,1-23Judit ante Holofernes. El autor se detiene a describir los arreglos personales con que se adorna Judit para penetrar el campamento enemigo. Así como le había descrito como una asceta vestida de sayal y untada de ceniza, ahora Judit luce todas las galas posibles para realzar su belleza. «Vestida de sayal» daría a entender que buscaba la compasión del prepotente asirio, y eso no es lo que ella busca. «Vestida y adornada de fiesta» es presentarse convencida de una victoria cuya celebración anticipan sus galas y sus adornos. Su avance a través del campamento asirio es el cumplimiento de las palabras de su súplica (9,13). El enemigo, en efecto, cegado ante semejante beldad, ni se le ocurre siquiera poner en tela de juicio ni sus palabras ni su propia presencia.