Judith 13 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 20 versitos | Judith 13 Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998) | 20 versitos
1 Cuando se hizo tarde, el personal de servicio se retiró enseguida. Bagoas cerró la tienda por fuera, después de hacer salir a los sirvientes. Todos fueron a acostarse, rendidos por lo mucho que habían bebido.1 Cuando se hizo tarde, sus oficiales se apresuraron a retirarse. Bagoas cerró la tienda por el exterior, después de haber apartado de la presencia de su señor a los que todavía quedaban; y todos se fueron a dormir, aturdidos por el exceso de bebida.
2 En la tienda quedaron sólo Judit y Holofernes, tumbado en el lecho, completamente borracho.2 Sólo quedaron en la tienda Judit y Holofernes, desplomado sobre su lecho y rezumando vino.
3 Judit había ordenado a su doncella que se quedara fuera de la alcoba y la esperase a la salida como otros días. Había dicho que saldría para hacer la oración, y había hablado de ello con Bagoas.3 Judit había mandado a su sierva que se quedara fuera de su dormitorio y esperase a que saliera, como los demás días. Porque, en efecto, ella había dicho que saldría para hacer su oración, y en este mismo sentido había hablado a Bagoas.
4 Cuando salieron todos, sin que quedara en la alcoba nadie, ni chico ni grande, Judit, de pie junto al lecho de Holofernes, oró interiormente:
Señor, Dios Todopoderoso,
mira favorablemente
lo que voy a hacer en esta hora
para exaltación de Jerusalén.
4 Todos se habían retirado; nadie, ni grande ni pequeño, quedó en la alcoba. Judit, puesta de pie junto al lecho, dijo para sus adentros:
«¡Oh Señor, Dios de toda fuerza!
Atiende, en esta hora,
a la empresa de mis manos
para exaltación de Jerusalén.
5 Ha llegado el momento
de ayudar a tu herencia
y de cumplir mi plan,
hiriendo al enemigo
que se ha levantado
contra nosotros.
5 Ha llegado el momento
de esforzarse por tu heredad
y hacer que mis decisiones
sean la ruina de los enemigos
que se alzan contra nosotros.»
6 Avanzó hacia la columna del lecho, que quedaba junto a la cabeza de Holofernes, descolgó la espada6 Avanzó, después, hasta la columna del lecho que estaba junto a la cabeza de Holofernes, tomó de allí su cimitarra,
7 y, acercándose al lecho, agarró la melena de Holofernes y oró:
–¡Dame fuerza ahora, Señor, Dios de Israel!
7 se acercó al lecho, agarró la cabeza de Holofernes por los cabellos y dijo: «¡Dame fortaleza, Dios de Israel, en este momento!»
8 Le descargó dos golpes en el cuello con todas sus fuerzas, y le cortó la cabeza.8 Y, con todas sus fuerzas, descargó dos golpes sobre el cuello y le cortó la cabeza.
9 Luego, haciendo rodar el cuerpo de Holofernes, lo tiró del lecho y arrancó el cortinado de las columnas. Poco después salió, entregó a su servidora la cabeza de Holofernes9 Después hizo rodar el tronco fuera del lecho, arrancó las colgaduras de las columnas y, saliendo, entregó la cabeza de Holofernes a su sierva,
10 y la servidora la metió en la bolsa de la comida. Luego salieron las dos juntas para orar, como acostumbraban. Atravesaron el campamento, rodearon el barranco, subieron la pendiente de Betulia y llegaron a las puertas de la ciudad.10 que la metió en la alforja de las provisiones. Luego salieron las dos juntas a hacer la oración, como de ordinario, atravesaron el campamento, contornearon el barranco, subieron por el monte de Betulia y se presentaron ante las puertas de la ciudad.
11

La ciudad victoriosa

Judit gritó desde lejos a los centinelas:
¡Abran, abran la puerta!
Dios, nuestro Dios,
está con nosotros,
demostrando todavía
su fuerza en Israel
y su poder contra el enemigo.
¡Así lo ha hecho hoy!
11
Judit lleva a Betulia la cabeza de Holofernes.
Judit gritó desde lejos a los centinelas de las puertas: «¡Abrid, abrid la puerta! El Señor, nuestro Dios, está con nosotros para hacer todavía hazañas en Israel y mostrar su poder contra nuestros enemigos, como lo ha hecho hoy mismo.»
12 Cuando los de la ciudad la oyeron, bajaron enseguida hacia la puerta y convocaron a los ancianos.12 Al oír su voz, los hombres de la ciudad bajaron rápidamente a la puerta y llamaron a los ancianos.
13 Todos fueron corriendo, chicos y grandes. Les parecía increíble que llegara Judit. Abrieron la puerta y la recibieron; luego hicieron una gran hoguera para poder ver, y se amontonaron en torno a ellas.13 Acudieron todos corriendo, desde el más grande al más chico, porque no tenían esperanza de que ella volviera. Abrieron, pues, la puerta, las recibieron y, encendiendo una hoguera para que se pudiera ver, hicieron corro en torno a ellas.
14 Judit les dijo gritando:
¡Alaben a Dios, alábenlo!
Alaben a Dios,
que no ha retirado su misericordia
de la casa de Israel;
que por mi mano
ha dado muerte al enemigo
esta misma noche.
14 Judit les dijo a voz en grito: «¡Alabad a Dios, alabadle! Alabad a Dios, que no ha apartado su misericordia de la casa de Israel, sino que esta noche ha destrozado a nuestros enemigos por mi mano.»
15 Y sacando la cabeza guardada en la bolsa, la mostró, y dijo:
–Ésta es la cabeza de Holofernes, comandante en jefe del ejército asirio. Ésta es la cortina bajo la que dormía su borrachera. ¡El Señor lo hirió por mano de una mujer!
15 Y sacando de la alforja la cabeza, se la mostró, diciéndoles: «Mirad la cabeza de Holofernes, jefe supremo del ejército asirio, y mirad las colgaduras bajo las cuales se acostaba en sus borracheras. ¡El Señor le ha herido por mano de mujer!
16 Vive el Señor, que me protegió en mi camino; les juro que mi rostro sedujo a Holofernes para su ruina, pero no me hizo pecar. Mi honor está sin mancha.16 ¡Vive el Señor!, que me ha guardado en el camino que emprendí, que Holofernes fue seducido, para perdición suya, por mi rostro, pero no ha cometido conmigo ningún pecado que me manche o me deshonre.»
17 Todos se quedaron asombrados, y postrándose en adoración a Dios, dijeron a una voz:
– Bendito eres, Dios nuestro,
que has aniquilado hoy
a los enemigos de tu pueblo.
17 Todo el pueblo quedó lleno de estupor y, postrándose, adoraron a Dios y dijeron a una: «¡Bendito seas, Dios nuestro, que has aniquilado el día de hoy a los enemigos de tu pueblo!»
18 Y Ozías dijo a Judit:
Que el Altísimo te bendiga, hija,
más que a todas
las mujeres de la tierra.
Bendito el Señor,
creador de cielo y tierra,
que enderezó tu golpe contra
la cabeza del general enemigo.
18 Ozías dijo a Judit:
«¡Bendita seas, hija del Dios Altísimo
más que todas las mujeres de la tierra!
Y bendito sea Dios, el Señor,
Creador del cielo y de la tierra,
que te ha guiado para cortar la cabeza
del jefe de nuestros enemigos.
19 Los que recuerden
esta hazaña de Dios
jamás perderán la confianza
que tú inspiras.
19 Jamás tu confianza
faltará en el corazón de los hombres,
que recordarán la fuerza
de Dios eternamente.
20 Que el Señor
te engrandezca siempre
y te dé prosperidad,
porque no dudaste
en exponer tu vida
ante la humillación de nuestra raza,
sino que vengaste nuestra ruina
procediendo con rectitud
en presencia de nuestro Dios.
Todos aclamaron:
–¡Así sea, así sea!
20 Que Dios te conceda,
para exaltación perpetua,
ser favorecida con todos los bienes,
porque no vacilaste en exponer tu vida
a causa de la humillación de nuestra raza.
Detuviste nuestra ruina
procediendo rectamente ante nuestro Dios.»
Todo el pueblo respondió: «¡Amén, amén!»

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Introducción a Judith

JUDIT

Contexto histórico. Siempre tuvo Israel que enfrentarse con culturas extranjeras, sin perder su identidad o casi recreándola por contraste. Fue relativamente fácil con la cultura egipcia, cananea, babilónica, etc., pero la penetración y difusión del helenismo plantea al pueblo una de sus mayores crisis históricas.
El helenismo representa algo nuevo, sobre todo como irradiación de una cultura atractiva y fascinadora. Si las armas de Alejandro Magno vencieron, la cultura helénica convence. ¿Será una amenaza para Israel, para ese pueblo extraño que vive separado de los demás? ¿Podrá asimilar Israel la cultura griega del helenismo como un día asimiló la cultura cananea?
Hay que distinguir, a corto plazo, dos épocas en el desafío del helenismo. En la primera etapa, algunos espíritus críticos saben volver su mirada inquisitiva y crítica sobre sus propias tradiciones y doctrinas. A esta época podrían pertenecer el libro de Jonás y el Eclesiastés. Sin embargo, la posible asimilación pacífica queda violentamente truncada por la conjunción de dos fuerzas: los excesos de los círculos progresistas y la opresión de un tirano extranjero, Antíoco IV Epífanes, el gran enemigo del pueblo judío, del que hablan los libros de los Macabeos y al que parece referirse el libro de Judit.

El libro de Judit. En estas circunstancias, durante los azares de la rebelión de los Macabeos, nuestro autor anónimo se pone a componer una historia -probablemente hacia finales del s. II a.C.- que sirva para animar a la resistencia. Será una historia conocida y nueva, ideal y realizable; sonará a cosa vieja, pero tendrá una clave de lectura en el momento actual. La acumulación de datos precisos le sirve para enmascarar la referencia peligrosa a los hechos del día; los lectores de la época entendían fácilmente ese guiño malicioso, que suena ya en el nombre de la protagonista («La Judía»).
El argumento, reducido a esqueleto, es de pura ascendencia bíblica, aunque es nuevo el hecho de que el pueblo no haya pecado. Tradicional es el motivo de la mujer que seduce y vence al enemigo (Yael-Sísara, Dalila-Sansón); Judit toma algunos rasgos proféticos, denunciando a los jefes su falta de confianza, presentándose a Holofernes como confidente de Dios. También son tradicionales los motivos del extranjero alabando a Israel, el descubrimiento del asesinato, las danzas y el canto de victoria, la soberbia del extranjero agresor, el castigo del enemigo por la noche y la liberación por la mañana.
A esto se añade la abundante fraseología tradicional, que sumerge al lector en un lenguaje familiar, bastante concentrado. Este recurso literario tiene una función decisiva: el pasado todavía es presente y puede volver a repetirse, incluso adoptando formas nuevas.
El autor narra los hechos con amplitud, en proceso cronológico lineal (salvo dos síntesis históricas). Es maestro en el arte de sustentar y estrechar la acción, en la creación de escenas sugerentes, en la aceleración rítmica cuando llega el momento culminante. Descuella su manejo de la ironía a diversos niveles: caracterización de Nabucodonosor y Holofernes, las palabras de Judit al general enemigo, las alusiones del autor al partido colaboracionista.
En su estilo destaca el amor a las enumeraciones que expresan riqueza, extensión, universalidad, y la expresión enfática, retórica, y los discursos que piden una recitación dramática.

Texto. A través de la complicada y literal traducción griega es fácil, muchas veces, leer el texto del original hebreo que se encuentra detrás, con suficiente seguridad para mejorar dicha traducción.

Mensaje religioso. Es la destacada personalidad de Judit, «La Judía», la que encarna el mensaje religioso del libro, personalidad más simbólica que individual. Judit es encarnación del pueblo, como novia (por la belleza) y como madre, según la tradición profética. Encarna la piedad y fidelidad al Señor y la confianza en Dios, el valor con la sagacidad. Es una figura ideal que podrá inspirar a cualquier hijo de Israel. Como viuda puede representar el sufrimiento del pueblo, aparentemente abandonado de su Señor (Is 49 y 54); puede concentrar toda su fidelidad en el único Señor del pueblo. No teniendo hijos físicos, puede asumir la maternidad de todo el pueblo y convertirse en «bienhechora de Israel». Judit aconseja como Débora, hiere como Yael, canta como María.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Judith 13,1-10La noche decisiva. La noche fatal para Holofernes, noche de salvación para Judit y su pueblo, se enmarca en un banquete ofrecido por el general, ocasión para invitar a la huésped y oportunidad para poseerla. Hay un diálogo en el cual Judit, una vez más, va realizando una de las intenciones que contenía su plegaria: engañar con sus palabras. Esas palabras engañosas (12,4.14.18), únicas intervenciones de Judit, son suficientes para mantener a su enemigo tranquilo y confiado, lo demás será obra de la comida y el vino... Por su parte, Judit espera confiada.
El autor no revela aún en qué consiste el plan de la protagonista, pero ella sabe que este momento es decisivo, que es ahora o nunca que debe proceder, y se dirige al Señor interiormente para pedirle fuerzas en esta acción que, por demás, la hará famosa como irónicamente había vaticinado ya Holofernes (cfr. 11,23d). El plan de Judit se describe en 13,6-9. Con esto Judit ha cumplido una acción en la cual ha puesto en peligro su vida, pero sabe que es una acción de Dios el que haya tenido la valentía y el arrojo suficiente para hacerlo.


Judith 13,11-20La ciudad victoriosa. Antes de la victoria final comienza el tono festivo de celebración. El anuncio de la victoria, todavía desde lejos, es un grito de acción de gracias al Señor; domina el canto festivo sobre la acción. Judit, consciente de su hazaña, no reclama para sí honores ni reconocimiento alguno. Todo ha sido cuestión de su belleza que ha seducido a Holofernes, pero para su perdición (16) y, por encima de todo, ha sido la obra del Señor que una vez más ha actuado en favor de su pueblo. Las palabras de Ozías, anciano de la ciudad, sintetizan el sentir de un pueblo que ve cómo las amenazas y peligros han desaparecido e incitan al creyente judío a no perder la esperanza en momentos de dificultad.