I Samuel 19 Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011) | 24 versitos |
1 Saúl manifestó a su hijo Jonatán y a sus servidores la intención de matar a David. Jonatán, hijo de Saúl, amaba mucho a David.
2 Y le advirtió: «Mi padre busca el modo de matarte. Mañana toma precauciones, quédate en lugar secreto y permanece allí oculto.
3 Yo saldré y me colocaré al lado de mi padre en el campo donde te encuentres. Le hablaré de ti, veré lo que hay y te lo comunicaré».
4 Jonatán habló bien de David a su padre Saúl. Le dijo: «No haga daño el rey a su siervo David, pues él no te ha hecho mal alguno y su conducta ha sido muy favorable hacia ti.
5 Expuso su vida, mató al filisteo y el Señor concedió una gran victoria a todo Israel. Entonces te alegraste al verlo. ¿Por qué hacerte culpable de sangre inocente, matando a David sin motivo?».
6 Saúl escuchó lo que le decía Jonatán, y juró: «Por vida del Señor, no morirá».
7 Jonatán llamó a David y le contó toda aquella conversación. Le trajo junto a Saúl y siguió a su servicio como antes.
8 La guerra se reanudó. David salió a luchar contra los filisteos y les infligió una gran derrota; los filisteos huyeron ante él.
9 Un mal espíritu del Señor vino sobre Saúl, cuando estaba sentado en su casa con la lanza en mano, mientras David tañía.
10 Saúl intentó clavar a David en la pared con la lanza. Pero él esquivó a Saúl, que clavó la lanza en la pared. David huyó, poniéndose a salvo aquella noche.
11 Saúl mandó emisarios a casa de David, para que lo vigilaran y lo mataran al amanecer. Pero su mujer Mical le avisó: «Si no pones a salvo tu vida esta noche, mañana habrás muerto».
12 Mical lo descolgó por una ventana y David emprendió la huida, para ponerse a salvo.
13 Mical cogió luego los terafim y los colocó sobre la cama, colocando una estera de pelos de cabra a la cabecera y tapándolo todo con un cobertor.
14 Cuando Saúl mandó emisarios a prender a David, ella les dijo: «Está enfermo».
15 Saúl envió de nuevo emisarios a visitar a David, y les ordenó: «Traédmelo en la cama, para matarlo».
16 Al llegar los emisarios, encontraron los terafim sobre la cama y la estera de pelos de cabra a la cabecera.
17 Saúl recriminó a Mical: «¿Por qué me has engañado y has dejado a mi enemigo ponerse a salvo?». Mical respondió: «Él me amenazó: “Déjame marchar o te mato”».
18 David huyó y se puso a salvo. Llegó a casa de Samuel en Ramá y le contó todo cuanto le había hecho Saúl. Y marchó con Samuel a habitar en Nayot.
19 Cuando avisaron a Saúl de que David se encontraba en Nayot de Ramá,
20 mandó emisarios a prenderlo. Divisaron al grupo de profetas en trance de profetizar y a Samuel a la cabeza; el espíritu de Dios vino sobre ellos y se pusieron igualmente a profetizar.
21 Se lo comunicaron a Saúl y envió nuevos emisarios, que también se pusieron a profetizar. Saúl envió por tercera vez emisarios, y también se pusieron a profetizar.
22 Entonces partió él mismo para Ramá y llegó hasta la gran cisterna que hay en Secu. Preguntó: «¿Dónde están Samuel y David?». Le contestaron: «En Nayot de Ramá».
23 Fue allá, a Nayot de Ramá, y también vino sobre él el espíritu de Dios de manera que marchó profetizando hasta entrar en Nayot de Ramá.
24 Se despojó de sus vestidos, y quedó profetizando ante Samuel. Permaneció desnudo en tierra todo aquel día y toda aquella noche. Por eso se dice: «¿También Saúl entre los profetas?».

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Introducción a I Samuel

1 SAMUEL

1 y 2 Samuel eran originariamente un solo libro y su título le fue dado en razón de la notoriedad de Samuel, a pesar de que la última alusión a su persona sea la de la muerte en 1Sa 25:1-44, y su figura esté ausente del segundo libro. Sus capítulos se suceden cronológicamente desde el final de la época de los jueces hasta los últimos hechos de David. El punto central del libro, la monarquía, se presenta como urgida por necesidades humanas de organización, pero recibe una severa crítica, tanto explícita como insinuada, por no haber tenido en cuenta ni la soberanía ni la voluntad de Dios. Y es que la institución monárquica no podía entenderse de otro modo que situada bajo el único señorío de Dios. En este sentido, David aparecerá como el modelo ideal de rey.

La monarquía, a pesar de su fracaso advenido con el exilio (587 a.C.), abrió paso a las esperanzas mesiánicas, merced a la promesa de 2Sa 7:1-29. Las palabras de Natán salvaron el veredicto condenatorio de la historia, porque, a pesar de que los últimos reyes no hubiesen sido dignos de las promesas, salvo excepciones, y la trayectoria de la historia nacional fuera decepcionante, quedaba en pie la firme voluntad de Dios de suscitar un vástago, un ungido o mesías, que se hizo realidad mil años después en Jesús, el Niño nacido de la estirpe de David en Belén.

Fuente: Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

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Notas

I Samuel 19,1-24*17:1-31:13 El azaroso itinerario de David que lo llevó a ser ungido y reconocido como rey de Judá en Hebrón fue labrando, paso a paso, su personalidad. Comenzó por el descubrimiento de su valía frente al gigante Goliat; siguió con la maduración del joven pastor de Belén en la corte de Saúl: la amistad y alianza con Jonatán, sus éxitos militares, el matrimonio, los padecimientos por los celos y los atentados de Saúl contra su vida; y acabó con sus aventuras en compañía de un grupo de gentes apartadas de la sociedad, que le llevaron a pasarse a los filisteos.


I Samuel 19,1-24*19 Los cuatro episodios del capítulo apuntan en la misma dirección: matar a David. Y en los cuatro hubo quien velara por su vida. Del primer intento (1Sa 19:1-7) lo salvó Jonatán; del segundo (1Sa 19:8-10) y cuarto (1Sa 19:18-24), la defensa imperceptible de Dios; y del tercero (1Sa 19:11-17), Mical.