I Samuel 22 Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011) | 23 versitos |
1 David marchó de allí y se puso a salvo en la cueva de Adulán. Cuando se enteraron sus hermanos y toda la casa de su padre, bajaron adonde estaba.
2 Se le unieron las gentes en apuros, con deudas o de ánimo desesperado, y él se convirtió en su jefe. Unos cuatrocientos estaban con él.
3 David marchó de allí a Mispá de Moab y dijo al rey de Moab: «Permite a mis padres vivir entre vosotros, hasta que sepa lo que el Señor va a hacer de mí».
4 Los llevó a la presencia del rey de Moab y vivieron allí todo el tiempo que David permaneció en el refugio.
5 El profeta Gat dijo a David: «No sigas en el refugio. Ve y adéntrate en la tierra de Judá». David partió hasta llegar al bosque de Járet.
6 Saúl se encontraba en Guibeá, sentado bajo el tamarisco que hay en el altozano, con la lanza en mano, rodeado de sus servidores, cuando se enteró de que habían sido vistos David y los hombres que estaban con él.
7 Saúl les dijo: «Escuchadme, benjaminitas, ¿es que el hijo de Jesé os va a dar también a todos vosotros campos y viñedos, y os va a nombrar jefes de mil o jefes de cien,
8 para que os hayáis confabulado contra mí? Nadie me ha descubierto la alianza de mi hijo con el hijo de Jesé. Ninguno de vosotros se ha compadecido de mí ni me ha advertido que mi hijo sublevaba a mi siervo contra mí, tendiéndome emboscadas, como está pasando ahora».
9 Doeg, el edomita, que se encontraba entre los servidores de Saúl, tomó la palabra: «Vi llegar al hijo de Jesé a Nob, donde estaba el sacerdote Ajimélec, hijo de Ajitob.
10 Consultó al Señor por él, le suministró víveres y le entregó la espada de Goliat, el filisteo».
11 El rey mandó llamar al sacerdote Ajimélec, hijo de Ajitob, y a toda su familia, los sacerdotes de Nob. Todos ellos llegaron ante el rey.
12 Saúl dijo: «Escucha, hijo de Ajitob». Este contestó: «Aquí estoy, mi señor».
13 Saúl le preguntó: «¿Por qué os habéis confabulado, tú y el hijo de Jesé, contra mí? ¿Le habéis entregado pan y una espada y has consultado a Dios por él, para que se subleve contra mí y me tienda emboscadas, como está pasando ahora?».
14 Ajimélec le contestó: «¿Quién entre todos tus servidores es tan fiel como David, yerno del rey, destinado a tu guardia personal y honrado en tu casa?
15 ¿Acaso es hoy la primera vez que he consultado a Dios por él? ¡Lejos de mí tal cosa! No impute el rey tal asunto a su siervo ni a toda su familia, pues tu siervo no sabía nada de tal asunto ni poco ni mucho».
16 Pero el rey dijo: «Ajimélec, vas a morir tú con toda tu familia».
17 Ordenó luego a los escoltas que le rodeaban: «Volveos y matad a los sacerdotes del Señor, porque también ellos están de parte de David y, sabiendo que huía, no me lo comunicaron». Pero los servidores del rey no quisieron extender la mano y herir a los sacerdotes del Señor.
18 Entonces el rey ordenó a Doeg: «Acércate y mata a los sacerdotes». Doeg, el edomita, se acercó y mató a los sacerdotes. Aquel día mató a ochenta y cinco hombres que llevaban el efod de lino.
19 Pasaron a filo de espada a Nob, la ciudad de los sacerdotes, de hombres a mujeres, y de jóvenes a niños de pecho, toros, asnos y ovejas.
20 Solo se salvó uno de los hijos de Ajimélec, hijo de Ajitob, llamado Abiatar, que huyó en busca de David.
21 Y le contó que Saúl había matado a los sacerdotes del Señor.
22 David le dijo: «Bien sabía yo aquel día que, encontrándose allí Doeg, el edomita, le informaría de seguro a Saúl. Yo soy el que ha hecho morir a todos los de tu familia.
23 Quédate conmigo, no temas. Quien trate de quitarte la vida, tratará de quitármela a mí. Junto a mí estarás a buen recaudo».

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Introducción a I Samuel

1 SAMUEL

1 y 2 Samuel eran originariamente un solo libro y su título le fue dado en razón de la notoriedad de Samuel, a pesar de que la última alusión a su persona sea la de la muerte en 1Sa 25:1-44, y su figura esté ausente del segundo libro. Sus capítulos se suceden cronológicamente desde el final de la época de los jueces hasta los últimos hechos de David. El punto central del libro, la monarquía, se presenta como urgida por necesidades humanas de organización, pero recibe una severa crítica, tanto explícita como insinuada, por no haber tenido en cuenta ni la soberanía ni la voluntad de Dios. Y es que la institución monárquica no podía entenderse de otro modo que situada bajo el único señorío de Dios. En este sentido, David aparecerá como el modelo ideal de rey.

La monarquía, a pesar de su fracaso advenido con el exilio (587 a.C.), abrió paso a las esperanzas mesiánicas, merced a la promesa de 2Sa 7:1-29. Las palabras de Natán salvaron el veredicto condenatorio de la historia, porque, a pesar de que los últimos reyes no hubiesen sido dignos de las promesas, salvo excepciones, y la trayectoria de la historia nacional fuera decepcionante, quedaba en pie la firme voluntad de Dios de suscitar un vástago, un ungido o mesías, que se hizo realidad mil años después en Jesús, el Niño nacido de la estirpe de David en Belén.

Fuente: Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

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Notas

I Samuel 22,1-23*17:1-31:13 El azaroso itinerario de David que lo llevó a ser ungido y reconocido como rey de Judá en Hebrón fue labrando, paso a paso, su personalidad. Comenzó por el descubrimiento de su valía frente al gigante Goliat; siguió con la maduración del joven pastor de Belén en la corte de Saúl: la amistad y alianza con Jonatán, sus éxitos militares, el matrimonio, los padecimientos por los celos y los atentados de Saúl contra su vida; y acabó con sus aventuras en compañía de un grupo de gentes apartadas de la sociedad, que le llevaron a pasarse a los filisteos.