I Samuel 24 Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011) | 22 versitos |
1 (2) Cuando Saúl volvió de perseguir a los filisteos, le informaron: «David se encuentra en el desierto de Engadí».
2 (3) Entonces tomó tres mil hombres escogidos de todo Israel y marchó en busca de David y su gente frente a Sure Hayelín.
3 (4) Llegó a un corral de ovejas, junto al camino, donde había una cueva. Saúl entró a hacer sus necesidades, mientras David y sus hombres se encontraban al fondo de la cueva.
4 (5) Los hombres de David le dijeron: «Este es el día del que te dijo el Señor: “Yo entregaré a tus enemigos en tu mano”. Haz con él lo que te parezca mejor». David se levantó y cortó, sin ser visto, la orla del manto de Saúl.
5 (6) Después de ello, sintió pesar por haber cortado la orla del manto de Saúl.
6 (7) Y dijo a sus hombres: «El Señor me libre de obrar así contra mi amo, el ungido del Señor, alargando mi mano contra él; pues es el ungido del Señor».
7 (8) David disuadió a sus hombres con esas palabras y no les dejó alzarse contra Saúl. Este salió de la cueva y siguió su camino.
8 (9) A continuación, David se levantó, salió de la cueva y gritó detrás de Saúl: «¡Oh rey, mi señor!». Saúl miró hacia atrás. David se inclinó rostro a tierra y se postró.
9 (10) Y dijo a Saúl: «¿Por qué haces caso a las palabras que dice la gente: “David busca tu desgracia”?
10 (11) Tus ojos han visto hoy mismo en la cueva que el Señor te ha entregado en mi mano. Han hablado de matarte, pero te he perdonado, diciéndome: “No alargaré mi mano contra mi amo, pues es el ungido del Señor”.
11 (12) Padre mío, mira por un momento, la orla de tu manto en mi mano. Si la he cortado y no te he matado, comprenderás bien que no hay en mí ni maldad ni culpa y que no te he ofendido. Tú, en cambio, estás buscando mi vida para arrebatármela.
12 (13) Que el Señor juzgue entre los dos y me haga justicia. Pero mi mano no estará contra ti.
13 (14) Como dice el antiguo proverbio: “De los malos sale maldad”. Pero en mí no hay maldad.
14 (15) ¿A quién ha salido a buscar el rey de Israel? ¿A quién persigues? A un perro muerto, a una simple pulga.
15 (16) El Señor sea juez y juzgue entre nosotros. Juzgará, defenderá mi causa y me hará justicia, librándome de tu mano».
16 (17) Cuando David acabó de dirigir estas palabras a Saúl, este dijo: «¿Es esta tu voz, David, hijo mío?». Saúl levantó la voz llorando.
17 (18) Y siguió diciendo: «Eres mejor que yo, pues tú me tratas bien, mientras que yo te trato mal.
18 (19) Hoy has puesto de manifiesto tu bondad para conmigo, pues el Señor me había puesto en tus manos y tú no me has matado.
19 (20) ¿Si uno encuentra a su enemigo, le deja seguir por las buenas el camino? Que el Señor te recompense el favor que hoy me has hecho.
20 (21) Ahora sé que has de reinar y que en tu mano se consolidará la realeza de Israel.
21 (22) Júrame por el Señor que no harás desaparecer mi descendencia después de mí ni borrarás mi nombre de mi familia».
22 (23) David se lo juró. Saúl volvió a su casa, y David y sus hombres subieron al refugio.

Patrocinio

 
 

Introducción a I Samuel

1 SAMUEL

1 y 2 Samuel eran originariamente un solo libro y su título le fue dado en razón de la notoriedad de Samuel, a pesar de que la última alusión a su persona sea la de la muerte en 1Sa 25:1-44, y su figura esté ausente del segundo libro. Sus capítulos se suceden cronológicamente desde el final de la época de los jueces hasta los últimos hechos de David. El punto central del libro, la monarquía, se presenta como urgida por necesidades humanas de organización, pero recibe una severa crítica, tanto explícita como insinuada, por no haber tenido en cuenta ni la soberanía ni la voluntad de Dios. Y es que la institución monárquica no podía entenderse de otro modo que situada bajo el único señorío de Dios. En este sentido, David aparecerá como el modelo ideal de rey.

La monarquía, a pesar de su fracaso advenido con el exilio (587 a.C.), abrió paso a las esperanzas mesiánicas, merced a la promesa de 2Sa 7:1-29. Las palabras de Natán salvaron el veredicto condenatorio de la historia, porque, a pesar de que los últimos reyes no hubiesen sido dignos de las promesas, salvo excepciones, y la trayectoria de la historia nacional fuera decepcionante, quedaba en pie la firme voluntad de Dios de suscitar un vástago, un ungido o mesías, que se hizo realidad mil años después en Jesús, el Niño nacido de la estirpe de David en Belén.

Fuente: Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

Patrocinio

Notas

I Samuel 24,1-22*17:1-31:13 El azaroso itinerario de David que lo llevó a ser ungido y reconocido como rey de Judá en Hebrón fue labrando, paso a paso, su personalidad. Comenzó por el descubrimiento de su valía frente al gigante Goliat; siguió con la maduración del joven pastor de Belén en la corte de Saúl: la amistad y alianza con Jonatán, sus éxitos militares, el matrimonio, los padecimientos por los celos y los atentados de Saúl contra su vida; y acabó con sus aventuras en compañía de un grupo de gentes apartadas de la sociedad, que le llevaron a pasarse a los filisteos.