Hechos 20, 18-24

y como hubieron llegado a él, les dijo: Vosotros sabéis, desde el primer día en que puse pie en el Asia, cómo procedí con vosotros todo este tiempo, * sirviendo al Señor con toda humildad y con lágrimas y en medio de las pruebas que me sobrevinieron por las asechanzas de los judíos; cómo en nada de cuanto os pudiera aprovechar me retraje de anunciaros y enseñaros en público y por las casas, testificando, tanto a judíos como a griegos, la necesidad de la penitencia para con Dios y de la fe en el Señor nuestro Jesús. Y ahora he aquí que, atado yo de pies y manos por el Espíritu, me dirijo a Jerusalén, sin saber lo que en ella va a sobrevenirme, si no es que el Espíritu Santo en cada ciudad me testifica diciendo que me aguardan prisiones y tribulaciones. Pero en nada tengo mi vida ni la miro como cosa estimable, en razón de consumir mi carrera y el ministerio que recibí del Señor Jesús, de dar testimonio del Evangelio de la gracia de Dios.
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