Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
32. El Cántico de Moisés.
E sta composición rítmica nos canta la historia de las relaciones entre Yahvé e Israel y viene a resultar un alegato acusatorio contra el pueblo elegido, que no supo corresponder a las bondades de su Dios. Cantado por los ministros del santuario y por el pueblo, sería una invitación continua a la penitencia y al retorno hacia Yahvé.
Es un poema
didáctico más que lírico.
La tesis es la especialísima providencia de Yahvé con su pueblo al formarlo como nación y la infidelidad de Israel, merecedora de los mayores castigos. Se ha supuesto que tiene una distribución coral de estrofas: dos coros alternativamente las van cantando, intercalando otras comunes a ambos coros. Así, pues, hay una distribución de estrofas y antiestrofas. El conjunto parece obra de un salmista de la época sapiencial, que por ficción literaria o seudonimia lo atribuye a Moisés, forjador, de la teocracia hebrea.
Introducción: Fidelidad de Yahvé (1-4).
1
Escuchad, cielos, y hablaré,
y oiga la tierra las palabras de mi boca.
2
Caiga a gotas, como la lluvia, mi doctrina.
Destile como el rocío mi discurso,
como la llovizna sobre la hierba,
como las gotas de la lluvia sobre el césped.
3
Porque voy a celebrar el nombre de Yahvé.
¡Dad gloria a nuestro Dios!
4
¡El es la Roca! Sus obras son perfectas,
todos sus caminos son justos;
es fiel y no hay en El iniquidad.
Es justo, es recto.
El poeta apostrofa a los cielos, poniéndolos como testigos mudos de las grandes verdades que va a proclamar. Es una introducción solemne y enfática para centrar la atención en torno a las alabanzas de Yahvé por sus obras portentosas. Sólo los cielos y la tierra son dignos de escuchar sus palabras de glorificación de Dios y de acusación contra Israel1
. Como la lluvia y el rocío son recibidos ansiosamente por la tierra sedienta, así sus palabras deben ser acogidas por sus oyentes (v.2). Como la lluvia y el rocío siembran de riqueza la tierra, dando óptimas cosechas y frutos, así las palabras del poeta sagrado han de producir óptimos frutos de salvación y de arrepentimiento. Su doctrina debe discurrir suavemente,
a gotas, para empapar las almas de sus destinatarios2.
Después de esta bella y ampulosa introducción, el poeta proclama el tema de su composición:
celebrar el nombre de Yahvé (v.3), sus manifestaciones gloriosas en la historia de Israel. Y, llevado de su entusiasmo, invita a sus oyentes a proclamar
la gloria de su Dios. El estilo es salmódico y épico a la vez. Los rasgos enérgicos y las insinuaciones delicadas se entrelazan en un conjunto poético lleno de armonía y de inspiración.
Yahvé es la Roca, es decir, el castillo roquero, el refugio seguro de Israel en todas sus tribulaciones. Es inconmovible, porque está revestido de sus atributos intocables: perfección, justicia, fidelidad y rectitud. Sus obras, sobre todo las obras de Dios para con Israel, son la manifestación clara de. estos atributos.
Su perfección se. revela en el mundo con sus maravillas,
y su justicia y rectitud aparecen en el gobierno de la humanidad, y especialmente en la historia de Israel, y su fidelidad brilla en el cumplimiento de las- antiguas promesas para con su pueblo.
Infidelidades de Israel (5-6).
5
Indignamente se portaron con El sus hijos,
generación malvada y perversa.
6
¿Así pagas a Yahvé, pueblo loco y necio?
¿No es El el padre que te crió,
el que por sí mismo te hizo y te formó?
Pero1 cuan lejos está Israel de responder a lo que le pide su Dios! Es siempre el pueblo sin sabiduría, necio, rebelde, de dura cerviz, que desconoce a su Dios, que no sabe apreciar los favores de que le colmó con solicitud paternal. La liberación de Egipto y la revelación de la Ley le constituyó como pueblo santo, aparte de todos los demás, como posesión o
heredad suya. Frente a la rectitud, justicia y fidelidad de Yahvé está la perversidad, estulticia y rebeldía de Israel como nación. No supo responder a su vocación de
nación santa y pueblo sacerdotal3.
Yahvé no es sólo su Dios, sino su Padre. El profeta Isaías echa en cara a Israel su estulticia, ya que las bestias conocen a su dueño, y, en cambio, Israel no reconoce a su Señor4. En
Isa_63:16 se resalta el carácter
paternal de Yahvé: Tú eres nuestro Padre; Abrahán no nos conoció, y nos desconoció Israel, pero tú, ¡oh Yahvé!, eres nuestro
Padre, y Redentor nuestro es tu nombre desde la eternidad. Malaquías echa en cara a Israel su ingrata e insensata conducta: El hijo honra a su padre, y el siervo teme a su señor. Pues si yo soy vuestro Padre, ¿dónde está la honra que me tenéis? Y si soy vuestro Señor, ¿dónde el temor que me mostráis?5 La larga historia de Israel desde Egipto constituye el mejor comentario de estas palabras del deuteronomista.
Las Larguezas de Yahvé para con su Pueblo (7-14).
7
Trae a la memoria los tiempos pasados,
atiende a los años de todas las generaciones;
pregunta a tu padre, y te enseñará;
a tus ancianos, y te dirán:
8
Cuando distribuyó el Altísimo su heredad entre las gentes,
cuando dividió a los hijos de los hombres,
estableció los términos de los pueblos
según el número de los hijos de Israel.
9
Pues la porción propia de Yahvé es su pueblo,
su lote hereditario es Jacob.
10
Le halló en tierra desierta,
en región inculta, entre aullidos de bestias;
le rodeó y le enseñó,
le guardó como la niña de sus ojos.
11
Como el águila que incita a su nidada
revolotea sobre sus polluelos,
así El extendió sus alas y los cogió,
y los llevó sobre sus plumas.
12
Sólo Yahvé le guiaba;
no estaba con El ningún dios ajeno.
13
Le subió a las alturas de la tierra,
le nutrió de los frutos de los campos,
le dio a chupar miel de las rocas,
y aceite de durísimo sílice.
14
La nata de las vacas y la leche de las ovejas,
con la grosura de los corderos y los carneros,
de los toros de Basan y de los machos cabríos.
Con la flor de trigo bebiste la sangre de la uva,
la espumosa bebida.
El poeta, inspirado, invita al pueblo a mirar hacia atrás, a los orígenes, antes que Israel existiera como nación, cuando Yahvé preparaba la formación de su pueblo. Los padres y los ancianos, testigos de la tradición, podrían decir a la generación presente lo que sabían ellos de los orígenes, cuando Dios distribuyó la tierra entre los descendientes de Noé6, asignando a cada familia una región7. Dios, el que había salvado a Noé del diluvio, constituyéndole en segundo padre de la humanidad, realizó esta nueva obra, mostrando en ella su corazón de padre para con la descendencia del patriarca, con quien había hecho su alianza8. Como se dice en
Eze_19:5, todos los pueblos son de Dios, pues El los creó, pero Israel es su escogida heredad, y para él escogió desde entonces la tierra que le destinaba, la tierra que desde tantos siglos antes había prometido a los patriarcas para dársela a sus descendientes. Esta
predestinación es la primera muestra del amor paternal de Yahvé hacia Israel9.
El hagiógrafo pasa en silencio la estancia de los israelitas en Egipto y su liberación milagrosa, presentándonos al pueblo en el desierto en medio de muchos peligros de fieras que le rodean y en total abandono10. El Señor le rodea de su protección y le guarda como la niña de sus ojos, y a la manera del águila, que enseña a sus polluelos a volar, Yahvé toma a los israelitas sobre sus alas para introducirlos en la tierra prometida. Y en esta obra maravillosa y providencial no tomó parte ningún dios extraño, sino que todo fue obra de Yahvé, Padre de Israel. El salmista celebra estas bondades de Dios para con el pueblo elegido en los salmos 78 y 105. Instalado en la tierra de Canaán, la tierra que mana leche y miel, Israel se alimentó de sus frutos, vendimió las viñas que no había plantado, sembró los campos que no había roturado, habitó las casas que no había edificado, y se hartó de la carne de los toros y carneros, del pan de los campos, del vino
(la sangre de la uva, v.14b) de sus viñas, de los frutos de la tierra. Ezequiel expresa la prosperidad de Israel luego de su entrada en Canaán en términos alegóricos: Estabas adornada de oro y de plata, vestida de lino, y de seda recamado; comías flor de harina de trigo, miel y aceite; te hiciste cada vez más hermosa y llegaste a reinar. Extendíase entre las gentes la fama de tu hermosura, porque era acabada la hermosura que puse en ti, dice el Señor, Yahvé.11 El poeta deuteronómico idealiza también la tierra prometida, establecida sobre
las alturas de la tierra (v.13a), la cordillera dorsal de la tierra de Canaán, en cuyas
rocas las abejas hacen sus panales de miel, y en la misma tierra calcárea (
durísimo sílice)
hizo brotar Dios el olivo. Las praderas ubérrimas de
Basan, en TransJordania, abundan en ganados, y en las pequeñas llanuras de Palestina nace la
flor de trigo, y en sus montículos terraplenados la viña. La descripción refleja bien la flora palestinense, lo que implica que el poeta conoce bien el país.
Ingratitud del Pueblo Israelita (15-18).
15
Comió Jacob y se hartó,
engordó Yesurún y recalcitró
engordaste, te cebaste, te henchiste ,
y volvió la espalda a Dios, su Hacedor,
y despreció al Dios de su salvación.
16
Provocáronle con dioses ajenos,
irritándole con abominaciones;
17
inmolaron a demonios, a no-dioses,
a dioses que no habían conocido,
nuevos, de ha poco advenedizos,
a los que no sirvieron sus padres.
18
De la Roca que te crió te olvidaste,
diste al olvido a Dios, tu Hacedor.
Parece que la posesión de estos bienes debía de despertar sentimientos de gratitud en el ánimo de Israel y fundamentar la fidelidad a Yahvé. Pero, lejos de esto, se olvidó de Yahvé, el
Yesurún, es decir, el
recto, o Israel, que por vocación debía ser recto en sus caminos12. En este supuesto es un término irónico. Algunos creen que es despectivo, relacionándolo con el hebreo sor (toro), lo que se adapta bien al contexto, en el que Israel aparece como un toro recalcitrante y rebelde por estar bien cebado (
engordaste, te cebaste, te henchiste, (v.16),
que no admite el yugo que se le impone13. Israel ha abandonado a su Dios, su único
Salvador, yéndose tras de dioses ajenos, a los que atribuye los bienes de que disfruta y ofreciéndoles sacrificios con prácticas abominables14. Se han prostituido a los
demonios o espíritus demoníacos (heb.
sedim)15, alusión a las divinidades fenicias y cananeas adoptadas por los hebreos. En los Salmos se alude a estas prácticas16, y Ezequiel refleja con toda crudeza la entrega de Israel al culto idolátrico: Pero te envaneciste de tu hermosura, de tu nombradla, y te diste al vicio, ofreciendo tu desnudez a cuantos pasaban, entregándote a ellos... Tomaste las espléndidas joyas que yo te había dado, mi plata y mi oro, y te hiciste simulacros de hombres, fornicando con ellos... También el pan que yo te diera, la flor de harina de trigo, el aceite y la miel con que te mantenía, se la ofreciste en ofrenda de suave olor.17 Israel, pues, se ha olvidado de su Roca (Yahvé), su fortaleza, que le dio existencia como nación, y ahora queda expuesta a la cólera de su Dios, airado y celoso.
Reacción Colérica de Yahvé contra Su Pueblo (19-25).
19
Y violo Yahvé, y se irritó,
hastiado por sus hijos y sus hijas.
20
Dijo: Esconderé de ellos mi rostro,
veré cuál será su fin,
porque es una generación perversa,
hijos sin fidelidad alguna.21
Ellos me han provocado con no-dioses,
me han irritado con vanidades;
yo los provocaré a ellos con no-pueblo
y los irritaré con gente insensata.
22
Ya se ha encendido el fuego de mi ira,
y arderá hasta lo profundo del seol,
y devorará la tierra con sus frutos
y abrasará los fundamentos de los montes.
23
Amontonaré sobre ellos males y más males,
lanzaré contra ellos todas mis saetas.
24
Los consumirá el hambre y los devorará la fiebre
y la nauseabunda pestilencia.
Mandaré contra ellos los dientes de las fieras,
y el veneno de los reptiles que se arrastran por el polvo.
25
A los que fuera estén los matará la espada,
y a los de dentro, el espanto.
Lo mismo a mancebos que a doncellas,
lo mismo al que mama que al encanecido.
A la vista de tal conducta, ¿qué hará Yahvé, el Dios de Israel, que le ha colmado de beneficios? Jeremías describe el estado de idolatría general en Judá: Los hijos amontonan la leña, los padres la prenden fuego, y las mujeres amasan la harina para hacer tortas a la reina del cielo y libar a los dioses extraños, para darme pesadumbre. Aun después de la catástrofe, los judíos exilados en Egipto creían que todo había sucedido por no haber ofrecido bastantes sacrificios y libaciones a la
reina de los cielos, la diosa Astarté18. El poeta deuteronómico presenta a Yahvé irritado por tan insensata conducta y
hastiado de sus hijos
e hijas, los que le pertenecían por haberlos liberado de Egipto y organizado como nación. Por esto ocultará su rostro (v.20), es decir, los privará de su protección, negándoles los beneficios y bendiciones temporales19. Lo que traerá las peores consecuencias:
veré cual será su fin. Es el anuncio de la desaparición de Israel como pueblo en castigo de sus pecados, la cautividad. Puesto que Israel ha coqueteado con no-dioses, olvidándose del único Dios verdadero, Yahvé tomará como instrumento de su justicia a un
no-pueblo, es decir, a un pueblo bárbaro, a una horda salvaje,
gente insensata, que le tratará despiadadamente. El poeta no concreta el nombre de ese pueblo opresor. En el siglo VII invadieron Palestina las hordas escitas20, y quizá se aluda aquí a ellos. San Pablo aplica el texto a la vocación de los gentiles, que ocuparán el lugar de los judíos21.
La cólera divina actuará como fuego devastador, que afectará a todo el país y a todas las clases sociales. Las expresiones son hiperbólicas. La ira vengadora de Yahvé llegará hasta las profundidades de la región tenebrosa de los muertos, el
seol, para perseguir al culpable. La tierra será desolada con sus frutos, y las
saetas de Yahvé (las epidemias) sembrarán la mortandad por doquier (v.23). El hambre, las fiebres y hasta las mismas fieras hambrientas harán presa del pueblo despavorido, y, finalmente, el espectro de la guerra acabará con los supervivientes (v.26)
, sin distinción de edades ni clases sociales22.
Yahvé no Aniquilará totalmente a Israel (26-33).
26
Ya hubiera dicho yo: Voy a exterminarlos del todo,
voy a borrar de entre los hombres su memoria,
27
si no hubiera sido por la arrogancia de los enemigos,
porque se envanecerían sus perseguidores
y dirían: Ha vencido nuestra mano,
no es Yahvé quien ha hecho todo esto.
28
Es gente sin consejo, no tienen conocimiento.
29
Si fueran sabios, comprenderían esto
y atenderían a lo que les espera.
30
¿Cómo puede uno solo perseguir a mil,
y dos poner en fuga a diez mil,
sino porque su Roca se los vendió
y Yahvé los ha entregado?
31
Porque no es como nuestra Roca la roca suya,
son jueces nuestros mismos enemigos23
.
32
De cierto, su vid es de la vid de Sodoma,
de los campos de Gomorra sus sarmientos,
sus uvas son uvas ponzoñosas,
sus racimos son racimos amarguísimos,
33
Veneno de dragones es su vino,
veneno mortal de áspides.
Un obstáculo se opuso a que Yahvé pusiera en ejecución todas las amenazas que incluían la total devastación del país: la conducta de los vencedores gentiles, instrumentos de su justicia, que habrían de creer arrogantemente que su victoria se debía únicamente a su fuerza y no al poder punitivo de Yahvé contra su pueblo. Cuando, en la peregrinación del desierto, el pueblo desconfiaba de Yahvé, mereciendo así el castigo de su exterminación, Moisés aplacaba a su Dios apelando a su nombre entre los gentiles; es decir, el exterminio de los israelitas argüiría impotencia en el propio Yahvé.
Era como despertar el amor propio de Yahvé para que perdonara a su pueblo. Es lo que el poeta deuteronomista expresa aquí: ¿Qué pensarían los enemigos de Israel cuando se vieran vencedores de él23. Sin duda que no atribuirían su victoria a la voluntad permisiva de Yahvé, que castigaba providencialmente a su pueblo (v.28). Por carecer del
conocimiento de la providencia del verdadero Dios (v.26), no sabían interpretar rectamente la destrucción del pueblo protegido de Yahvé. Si fueran inteligentes y perspicaces, sabrían comprender los acontecimientos y
atenderían a lo que les espera, es decir, que su triunfo era efímero y sólo duraría mientras Yahvé no cambiara sus designios punitivos sobre su pueblo por otros salvadores. Si hubieran considerado la desproporción de fuerzas en la lucha, habrían deducido que
uno no puede perseguir a mil, ni dos poner en fuga a diez mil (í·30). Si los israelitas, a pesar de ser mucho más numerosos, han sido vencidos por un reducido número de atacantes, es porque su Roca (Yahvé, en otro tiempo castillo roquero y defensor de Israel) se
los ha entregado. Los enemigos de Israel, si bien consideran las cosas, pueden ser jueces en la causa al considerar el poder de la
roca de ellos (sus dioses) y la
Roca omnipotente de Israel (v.31). En realidad, los enemigos de Israel no son mejores que éstos y no pueden dar más que frutos amargos, ya que su
vid es de la vid de Sodoma, .de los campos de Gomorra sus sarmientos (v.32); es decir, su raza lleva gérmenes de muerte como las ciudades malditas24, y por eso él fruto dé sus perversos designios es amargo y comparable al·cien
áspides (v.33). Por tanto, a pesar de que son instrumentos de la justicia divina, también ellos serán castigados por sus crímenes y prevaricaciones. Ha llegado la hora del castigo de Israel, pero no se hará esperar la de ellos, para que no se enorgullezcan de sus victorias sobre el pueblo de Dios.
Estas consideraciones teológicas son muy frecuentes en los escritos proféticos. Los enemigos de Israel son meros instrumentos de la justicia de Yahvé, de tal forma que por sí solos no podrían conseguir sus victorias contra el pueblo elegido, ya que, malditos y viciados en su raíz, no pueden sino dar frutos amargos de maldición. El hagiógrafo, pues, quiere poner en claro que, si Israel es pecador y merece el castigo, sus enemigos no son menos, y les espera también la hora de la justicia divina.
Castigo de los Enemigos de Israel (34-43).
34
Acaso no tengo yo esto guardado,
encerrado en mis archivos,
35
para el día de la venganza y la retribución,
para el tiempo en que resbalarán sus pies?
Pues cerca está el día de su perdición
y ya lo que les espera se aproxima.
36
De cierto, Yahvé hará justicia a su pueblo
y tendrá misericordia de sus siervos
cuando vea que desapareció ya su fuerza
y que no hay ya ni esclavo ni libre.
37
Y dirá entonces: ¿Dónde están ahora sus dioses,
la roca a que ellos se acogían;
38
los que comían las grasas de sus víctimas
y bebían el vino de sus libaciones?
Que se levanten ahora y os socorran
y sean vuestros protectores.
39
Ved, pues, que yo soy yo, yo solo,
y que no hay Dios alguno más que yo.
Yo doy la vida, yo doy la muerte;
yo hiero, yo sano;
no hay nadie que se libre de mi mano.
40
Ciertamente, yo alzo al cielo mi mano
y juro por mi eterna vida:
41
Cuando yo afile el rayo de mi espada
y tome en mis manos el juicio,
yo retribuiré con mi venganza a mis enemigos
y daré su merecido a los que me aborrecen.
42
Emborracharé de sangre mis saetas,
y mi espada se hartará de carne;
de la sangre de los muertos y de los cautivos,
de las cabezas de los jefes enemigos.
43
Regocijaos, gentes, por su pueblo,
porque ha sido vengada la sangre de sus siervos,
le ha vengado de sus enemigos
y hará la expiación de la tierra y de su pueblo.
Yahvé se sirve de las naciones gentiles como ministros de su justicia, pero éstas no se creen tales, y obran llevadas de sus malos instintos. Por eso la justicia divina tiene que venir sobre ellos cuando les llegue el día. Yahvé tiene en sus
archivos los motivos de su condenación, los cuales hará públicos el día de la venganza, que no está lejos (v.35)25. Con esto Yahvé dará satisfacción a Israel, pues no aparecería la justicia, que da a cada uno según sus obras, si, castigando a su pueblo por sus iniquidades, dejara sin castigo a las naciones gentiles, que, además de desconocer al Dios verdadero y adorar a los ídolos, cometían grandes atropellos contra Israel, no como quien cumple un ministerio de justicia, sino como quien satisface sus ansias de dominación y de botín. Como el pensamiento de servir a Dios no entraba en los planes de estos pueblos, es natural que Dios castigue sus atropellos contra la justicia. Israel está a punto de desaparecer totalmente
(desapareció ya su fuerza, y que no hay ya ni esclavo ni libre, v.36) bajo la mano exterminadora de sus enemigos, y por eso va a intervenir
Yahvé para Castigar a sus Opresores.
Pero antes dirige una pregunta a Israel para que se haga cargo del origen de sus males: cuando llegó la hora del castigo,
¿donde están los dioses, la roca a que se acogían? (v.37). Yahvé quiere que saque lección de los terribles acontecimientos y reconozca la inutilidad y vanidad de los ídolos en que confiaba. De nada les han servido los numerosos sacrificios
(las grasas de las víctimas..., el vino de las libaciones)
ofrecidas a las divinidades de los gentiles (v.38). Sólo Yahvé dirige los acontecimientos de la historia y sólo El da la
vida y la
muerte (v.39)26.
Para asegurar que la venganza divina llegará sobre los opresores de Israel, Yahvé jura por su
eterna vida, levantando su
mano al cielo, como hacen los hombres al poner al Dios del cielo por testigo27. La expresión es antropomórfica y refleja vigorosamente la decidida actitud de Yahvé en favor de su pueblo. Como un guerrero implacable afila la espada de su justicia para sembrar la mortandad entre los enemigos de Israel28. En su mano está el
juicio, o decisión judicial sobre la suerte de éstos, que recibirán su merecido (v.41). Y el poeta termina su anuncio de la intervención justiciera de Yahvé sobre los enemigos de Israel invitando a las
gentes o naciones no israelitas a que se regocijen por haber sido
vengada la sangre de sus siervos (v.43). Este acto justiciero de Yahvé tiene el valor de una
expiación de la tierra y de su pueblo; es decir, un acto purificativo por todas las abominaciones y excesos que en la tierra de Yahvé se han cometido29. En los escritos proféticos es frecuente presentar la liberación de Israel de la cautividad babilónica como
la gran revelación de Yahvé a los gentiles, a los que se invita a unirse con el pueblo elegido para participar de los bienes mesiánicos.
Invitación al Cumplimiento de la Ley (44-47).
44
Vino Moisés e hizo oír al pueblo todas las palabras de este cántico. Con él estaba Josué, hijo de Nun. 45
Cuando hubo acabado de dirigir al pueblo estas palabras, 46
añadió: Meted en vuestro corazón todas las palabras que hoy os he pronunciado y enseñádselas a vuestros hijos para que escrupulosamente pongan por obra todas las palabras de esta Ley. 47
Porque no es cosa indiferente para vosotros; es vuestra vida, y cumpliéndolo prolongaréis vuestros días sobre la tierra que vais a poseer pasando el Jordán.
Terminada la recitación del cántico que el deuteronomista pone en boca del propio Moisés, el gran legislador invita solemnemente al pueblo al cumplimiento puntual de las prescripciones de la Ley como medio de asegurar la prolongación de la
vida sobre la tierra (v.47). Las bendiciones terrenales de Yahvé están supeditadas a la fidelidad a sus preceptos.
Moisés Contempla la Tierra Prometida antes de morir (48-52).
48
Aquel mismo día habló Yahvé a Moisés, diciendo: 49
Sube a este monte de Abarim el monte Nebo, en tierra de Moab, frente a Jericó y contempla desde allí la tierra de Canaán, que voy a dar en posesión a los hijos de Israel; 50
y muere en ese monte que vas a subir y reúnete con tu pueblo, como murió Aarón, tu hermano, en el monte Hor y se reunió allí a los suyos; 51
porque pecasteis contra mí en medio de los hijos de Israel, en las aguas de Meribá, en Cades, en el desierto de Sin, no santificando mi nombre en medio de los hijos de Israel. 52
Tú verás ante ti la tierra, pero no entrarás en esa tierra que voy a dar a los hijos de Israel.
El cántico de Moisés, que anuncia la prevaricación de Israel y su duro castigo, a tenor de los vaticinios y amenazas consignados, viene a ser una confirmación de la sentencia del Apóstol de que las promesas de Dios son sin arrepentimiento30. Sabe a quién las hace, y no le sorprende la infidelidad de su pueblo para que cambie de parecer. No por los méritos de Israel, sino por su misericordia, por amor a su nombre, hace esas promesas y no las cambia.
Moisés sabía que Yahvé habría de cumplir sus promesas a pesar de las prevaricaciones reiteradas pasadas y futuras de Israel, y por indicación divina subió al monte Nebo para contemplar el panorama de la tierra de promisión. Desde su cima (el actual
dgebel Neba, de 835 metros de altura) domina el valle del Jordán y gran parte de la tierra de Canaán31. El libertador de Israel tuvo que contentarse con este espectáculo, sin poder pisar la tierra prometida en castigo de un misterioso pecado de desconfianza cometido en Cades. Como Aarón había dejado de existir misteriosamente sobre el monte Hor, aislado del pueblo, Moisés morirá en el monte Nebo a la vista de la tierra de las promesas. Así el esquema de la historia del gran profeta de Israel queda perfectamente enmarcado, dentro de los designios divinos, sobre el creador de la teocracia hebrea. El hagiógrafo, pues, destaca su misión providencial conforme a la panorámica
teológica de su narración: el cometido de Moisés
como libertador y conductor de su pueblo hacia la tierra de las promesas hechas a los patriarcas queda completamente cumplido, y así se cierra solemnemente el ciclo de su vida al final de la peregrinación por el desierto, para dejar el paso al que iba a ser el denodado conquistador de Canaán, Josué, el cual también cumplirá su ciclo histórico en conformidad con los designios divinos.
1 Cf.
Isa_1:2; Miq_1:2;
Sal_1:4. 2 Cf. San Jerónimo: PL 22,55s. 3
Exo_19:6. 4
Isa_1:3s. 5
Mal_1:6. 6 Cf. Heb 10:1s. 7
Hec_17:26. 8 Gén 6:1s. 9 Los LXX en el v.8, en vez de hijos
de Israel del TM, leen
ángeles de Dios. Interpretando el pasaje conforme a
Dan_10:13;
Dan_10:20-21;
Dan_12:1 y
Eco_17:17, se aludiría a los ángeles custodios de los pueblos. Pero el Pentateuco samaritano y la
Peshitta leen hijos de Israel. Luego la versión de los LXX parece una corrección conforme a concepciones angeológicas posteriores. 10 Véase el mismo tema en
Eze_16:3. 11
Eze_16:125. 12 De la raíz hebrea
y asar (ser recto). Aparece el mismo término en la bendición de Moisés (
Deu_33:5;
Deu_33:26). 13 Así la Bib. de Jér. 14 Cf.
Isa_43:12;
Jer_2:25;
Jer_3:13. 15 En asiro-babilónico, la palabra sedu designa un genio divino bienhechor. Cf. P. Dhorme,
La religión assyro-babylonienne 47. 16 Cf. Sal 106. 17
Eze_16:14-19. 18
Jer_44:155. 19 Cf.
Isa_54:8;
Sal_27:9;
Sal_30:8. 20 Cf.
Jer_5:15-17. 21 Cf.
Rom_10:19. 22 Cf.
Jer_9:20;
Lam_1:20;
Eze_7:15. 23 Los LXX leen insensatos en vez
de jueces del TM. 24 Cf. Gén c.19. 25 Cf.
Ose_13:12, 26 Cf. 15:41-4; 43:10-13; 48:12. 27
Cf.
Gen_22:16. 28 Cf.
Jer_50:25;
Sal_7:13s;
Isa_27:1;
Isa_34:5s;
Isa_66:16. 29 Los LXX terminan con una amplificación oratoria de tipo salmódico: Alegraos, cielos, con él y que todos los hijos se prosternen ante él. Alegraos, naciones, con su pueblo y que todos los ángeles del cielo se fortalezcan en él. Porque la sangre de sus hijos ha sido vengada. El se vengará y hará justicia de sus enemigos y castigará a los que le odian, y el Señor purificará el país de su pueblo. 30
Rom_11:29. 31 Véase Abel,
Géog. I 379-381