Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
14. La miseria de la Vida Humana.
S iguiendo la consideración de la fragilidad humana, Job destaca el carácter efímero de la vida del hombre,
su propensión al mal y su fin sin esperanza. En sus ansias de pervivencia desea ir al Seol hasta que pase el furor desencadenado de Dios. Pero su destino es desaparecer para siempre. Generalizando su caso, Job traslada su perspectiva a la del hombre en general; la suerte del ser humano es peor que la del árbol, pues éste, una vez cortado, reverdece, mientras
que el ser humano no vuelve a recuperar la vida.
La brevedad de la vida humana (1-6).
1
El hombre, nacido de mujer, corto de días y harto de inquietudes, 2
brota como una flor y se marchita, huye como sombra sin pararse. 3
¿Y sobre un tal abres tus ojos y le citas a juicio contigo? 4
¿Quién podrá sacar pureza de lo impuro? Nadie 5
Si sus días están determinados, si es conocido de ti el número de sus meses, si fijaste su límite, que no ha de traspasar, 6
aparta de él tu mirada y déjale hasta que como mercenario cumpla su jornada. La vida del hombre es efímera y llena de miserias. Nacido de un ser frágil, la mujer 2, tiene contados los días de su existencia, y éstos están amasados en lágrimas e inquietudes (v.1). Su vida es tan inconsistente como una flor que brota tímidamente y con los primeros rayos solares se marchita y agosta; todo en él es cambio como la sombra pasajera. No pueden emplearse símiles más apropiados para reflejar el carácter efímero de la vida humana.
Supuesta esta fragilidad, resulta extraño que el Omnipotente, que permanece por siempre,
ponga los ojos sobre él, citándolo a juicio (v.3). Por otra parte, el hombre, nacido de mujer, lleva ya una mácula de impureza, no sólo física, sino moral, por proceder de un ser que también lleva el sello de lo impuro. Los teólogos antiguos han visto en este versículo una alusión al pecado original, I pero nada en el contexto avala esta interpretación. En la literatura bíblica del A.T. es corriente la idea de que el hombre es propenso al mal y que recibe una naturaleza contaminada en cuanto que está inclinada desde el nacimiento al pecado 3; pero no se relaciona esto con el relato del pecado original4. La doctrina de la transmisión del pecado original encuentra su base primera en la argumentación de San Pablo en la Epístola a los Romanos 5.
Habida cuenta de la vida efímera del hombre, parece que Dios debiera dejarlo en paz para que como mercenario cumpliera su jornada, sin hacerle sufrir más de lo que implica ya su vida agitada y en constante tensión espiritual (v.6).
La suerte del hombre, peor que la del árbol (7-12).
7
Porque para el árbol hay esperanza: cortado, puede retoñar, sin que cesen sus renuevos; 8
aunque haya envejecido su raíz en la tierra y haya muerto en el suelo su tronco, 9
al olor del agua rebrota y echa follaje como planta nueva. 10
Pero el hombre, en muriendo, queda inerte, y expirando, ¿dónde está? 11
Se agotarán las aguas en el mar, secaráse un río y se consumirá; 12
pero el hombre, una vez que se acuesta, no se levantará jamás. Hasta la consumación de los cielos no se despertará, no surgirá de su sueño. El árbol cortado vuelve a retoñar y sus renuevos surgen con nuevo vigor. En cambio, el hombre, una vez muerto, desaparece, sin volver a surgir sobre la tierra. Se secarán los ríos, desaparecerán las aguas del mar, se consumarán los cielos, pero el hombre no vuelve a aparecer, sino que seguirá en su sueño eterno. En estos versículos se echa de ver cómo en el libro de Job no hay perspectiva de supervivencia dichosa en ultratumba. La vida en el seol no merecía el nombre de tal, porque los difuntos llevan allí una existencia sin vigor ni consistencia, entregados a una especie de sopor de sombras. Sólo en el libro de la Sabiduría se encontrará la idea de la vida en Dios en un sentido más perfecto que la actual sobre la tierra 6.
Deseos de ocultarse en el seol mientras duren sus sufrimientos (13-17).
13
¡Quién me diera que me escondieses en el seol y allí me ocultaras hasta que se aplacara tu ira, fijando un término para volver a acordarte de mí! 14
Si, muerto, el hombre reviviera, esperaría que pasara el tiempo de mi milicia hasta que llegara la hora del relevo. 15
Llamaríasme entonces, y yo te respondería, y te mostrarías propicio a la obra de tus manos. 16
Y, en vez de contar, como ahora, mis pasos, no espiarías más mis pecados. 17
Sellarías como en un saco mi transgresión y borrarías mi iniquidad. En su deseo de supervivencia, Job ansia ser escondido temporalmente en la región de los muertos mientras se aplaca su ira. No quiere vivir en enemistad con su Dios, pues resulta insoportable su terrible cólera; sería feliz si pudiera temporalmente sustraerse a ella, aunque tuviera que vivir en la región tenebrosa de las sombras. Pero eso sólo en el supuesto de que fijara Dios un término para que de nuevo se acordara de él. Tiene ansias de vivir, pero reconciliado con Dios y disfrutando de los beneficios que otorga su amistad, como en otro tiempo de su próspera vida.
La esperanza de volver a la vida alegraría su existencia en el seol, y tomaría este lapso de tiempo en la región tenebrosa como el de su milicia, duro, pero que al fin se termina a la hora del relevo (v.14), que sería la hora de la reconciliación con Dios, El Creador volvería a recuperar su criatura y mostrarse propicio a la obra de sus manos, y entonces, en lugar de andar espiando sus pasos para castigarle, como hace ahora, se mostraría benevolente, cancelando sus transgresiones y sellando sus pecados para que no apareciesen a su vista, como cuenta ya pasada y saldada.
Pero no hay esperanza de salir del Seol (18-22).
18
Pero ¡ay! que el monte se desmorona, y se remueve de su lugar la roca, 19
y el agua corroe las piedras, y se lleva la inundación los terrones, y por modo semejante destruyes la esperanza del hombre. 20
Tú le asaltas, y se va para siempre; cambia su rostro, y lo despachas. 21
Tengan honores sus hijos, él no lo sabe; sean despreciados, él no lo advierte; 22
sólo él siente los dolores de su carne, sólo sobre sí llora su alma. La esperanza, antes expresada, de volver a la vida después de la muerte, es una vana ilusión, pues la vida del hombre se desgasta paulatinamente como el monte que se desmorona. Los elementos materiales más duros y estables, como los montes y las rocas, se desgastan; hasta las piedras son corroídas lentamente por la acción persistente del agua que cae. Del mismo modo, la esperanza de vivir en el hombre se va evaporando a medida que pasan los días (v.19). Por fin llega el momento en que
el ser humano recibe el asalto de Dios, que le arrebata el aliento vital, y se va para siempre; se convierte en cadáver (cambia su rostro) y desaparece de la escena de este mundo para entrar en la región tenebrosa del seol. Y todo porque Dios lo ha determinado así. Después el olvido oculta su recuerdo; el difunto no sabe nada de lo que pasa sobre la tierra, ni a sus mismos hijos (v.21). En la región de los muertos, el difunto piensa sólo en su triste suerte (v.22).
Con estas palabras se cierra el primer ciclo de discursos de Job y sus amigos. Elifaz invita a Job a volver a Dios en nombre de una revelación especial que ha recibido; Bildad supone que los hijos de Job han pecado, e invita a reflexionar sobre la experiencia de las generaciones pasadas; por fin, Sofar canta la grandeza de Dios y muestra que sólo el arrepentimiento de los pecados puede hacerle recuperar la felicidad pasada, y aun sobrepasarla. Job responde a estas argumentaciones, que son puras falacias y que, lejos de reconfortarle, no han hecho más que abrirle más la herida. En vista de que no le dan luces sobre su tragedia, él mismo
va a tratar de esclarecerla ante el tribunal divino.
1 Así Dhorme y Bib. de Jér. TM: que descanse*. 2 Cf. Lev 15.195; 12:28. 3 Cf.
Isa_48:8 : Tu nombre es prevaricador desde el seno;
Sal_58:4 : los pecadores son pervertidos desde el seno. 4 Cf. Gen 3:1s. Sobre el pecado original en estos textos véase A.-M. Dudarle, Le peché originel dans V Ecriture (París 1958) p.22s. Véanse, además, W. Eichrodt, Theologie des Alten Testament III (1935) p.81-118; Procksch, Theologie des Alten Testament (1950) p.640. 5 Cf.
Rom_5:12-21. 6 Cf. Sab 3:1s.