¡Vive el Señor, que me ha protegido en todos los pasos que tuve que dar! Mi rostro sedujo a Holofernes para su propia perdición, pero no cometió conmigo ningún pecado que me hubiera manchado y deshonrado. (Judith 13, 16) © Biblia Hispanoamericana de la Nueva Evangelización (Sociedad Bíblica, 2015)
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El golpe decisivo (13:1-10).
1 Cuando ya se hizo tarde, los siervos de Holofernes se salieron aprisa, y Bagoas cerró por fuera la tienda e hizo a todos retirarse de la presencia de su señor, y se fueron a sus lechos, pues estaban rendidos, porque el banquete había sido largo. 2 Quedó Judit sola en la tienda, y Holofernes tendido sobre su lecho, todo él bañado en vino. 3 Dijo Judit a su sierva que se quedase fuera de la alcoba y aguardara su salida como en los días pasados, añadiéndole que saldría a la oración. Lo mismo había dicho a Bagoas. 4 Habíanse ido ya todos, sin quedar nadie, ni pequeño ni grande, en la estancia. Puesta entonces en pie junto al lecho de Holofernes, dijo en su oración: Señor, Dios todo poderoso: Mira en esta hora la obra de mis manos, para exaltación de Jerusalén, 5 pues ésta es la ocasión de acoger tu heredad y de ejecutar mis proyectos, para ruina de los enemigos que están sobre nosotros. 6 Y acercándose a la columna del lecho, que estaba a la cabeza de Holofernes, descolgó de ella su alfanje; 7 llegándose al lecho, le tomo por los cabellos de su cabeza, y dijo: Fortaléceme, Dios de Israel, en esta hora. 8 Y con toda su fuerza le hirió dos veces en el cuello, cortándole la cabeza. 9 Envolvió el cuerpo en las ropas del lecho, quitó de las columnas el dosel, y, tomandole, salió en seguida, entregando a la sierva la cabeza de Holofernes, 10aque ésta echó en la alforja de las provisiones, y ambas salieron juntas como de costumbre.
El banquete se había prolongado, y todos estaban rendidos por el sueño y el vino. Holofernes, no pudiéndose valer por sí mismo, fue arrastrado al departamento donde dormía, quedando tendido, inconsciente, sobre el lecho, vomitando el vino en cantidades hasta bañarlo. Bagoas, que ejecutaba puntualmente el plan prefijado por su amo, despidió a todos los presentes, menos a Judit, que debía pasar aquella noche en compañía de Holofernes. Antes de retirarse tiró la cortina (14:15) de la alcoba para no violar la intimidad de aquel encuentro del general con la joven viuda de Betulia. Judit recordó a Bagoas que, como en noches anteriores, saldría también aquélla para hacer oración. Judit cree llegada la hora de actuar aprovechando el estado inconsciente de Holofernes. En su oración no se vislumbra ningún odio personal ni deseo de venganza. En aquellos momentos Judit obra por puro patriotismo y por motivos religiosos. Jerusalén, la capital teocrática, está en peligro; la herencia de Yahvé puede pasar a manos extrañas. Una vez asegurado el auxilio del Dios de Israel, Judit avanza, se coloca junto a la columna del lecho, descuelga de ella su cimitarra (ten akimaken), se aproxima hasta rozar su cuerpo, agarra con la izquierda la cabellera desgreñada del general y con la cimitarra en su mano derecha descarga dos certeros golpes en el cuello de Holofernes, quedando la cabeza separada del tronco. El cuerpo del general rodó al suelo (14:15), envolviéndolo Judit con las ropas del lecho, acaso para empapar la sangre que a borbotones salía de la herida. Como trofeo y para que empapase la sangre que chorreaba de la cabeza, llevóse consigo el dosel que cubría las columnas del lecho (13:15). La cabeza de Holofernes fue entregada a la sierva, que la colocó en la alforja (pera) de las provisiones. Era llegada la hora de la oración, y ambas salieron como de costumbre.
Camino de Betulia (13:10-13).
10b Atravesando el campamento, rodearon el valle y subieron al monte de Betulia, hasta llegar a las puertas de la ciudad. 11 Gritó de lejos Judit a los que hacían guardia sobre las puertas: Abridnos, abridnos las puertas; Dios, nuestro Dios, está con nosotros, para mostrar una vez más su fuerza en Israel y su poderío contra los enemigos, corno hoy acaba de hacerlo. 12 Y en cuanto los hombres de la ciudad oyeron su voz, se dieron prisa en bajar a la puerta, y avisaron a los ancianos de la ciudad. 13 Todos, desde el pequeño hasta el grande, concurrieron, porque era para ellos inesperada la llegada de Judit. Abrieron la puerta, las recibieron, y, encendiendo fuego para alumbrar, las rodearon.
No dice que se purificara esta noche Judit en las aguas del torrente ni que se acercara a ellas. En 11:17 y 12-6 alega Judit que debía salir a orar a mi Dios; en 12:7 se dice que salía cada noche para bañarse en el agua de la fuente. La alegría que produjo su llegada a Betulia fue indescriptible. A pesar de la hora intempestiva, todos, jóvenes y viejos, hombres y mujeres, grandes y pequeños, corrieron a las puertas de la ciudad. La presencia de los ancianos era necesaria tanto para dar la orden de abrir las puertas como para ser testigos del triunfo de Judit. En contra de lo que dice el texto, debían todos esperar la vuelta de Judit, tanto más cuanto que expiraban las horas concedidas para entregar la ciudad.
Triunfo total (13:14-17).
14 Judit, levantando la voz, les dijo: Alabad a Dios, alabadle; alabad a Dios, que no ha apartado su misericordia de la casa de Israel: antes, por mi mano, ha herido esta noche a nuestros enemigos. 15 Y sacando de la alforja la cabeza, se la mostró, diciendo: Ahí tenéis la cabeza de Holofernes, el general en jefe del ejército asirio, y ahí el dosel bajo el que yacía en su embriaguez aquel a quien el Señor hirió por la mano de una mujer. 16 Yo juro por el Señor, que me ha guardado en todos rnis pasos, que mi rostro le sedujo para perdición suya, pero que no cometió contra mí pecado alguno que pudiera mancillarme o avergonzarme. 17 Todo el pueblo quedó estupefacto, y, doblando las rodillas, adoraron a Dios, diciendo a una voz: Bendito seas, Dios nuestro, que has aniquilado en este día a los enemigos de tu pueblo.
Judit reclama para Dios toda la gloria de haber triunfado sobre los enemigos. Dios no ha olvidado todavía a su pueblo; hoy como ayer y como siempre, Yahvé mantiene fielmente sus promesas mientras el pueblo se hace digno de ellas. La cabeza de Holofernes y el dosel de su cama atestiguan su victoria sobre el general asirio. La heroína quiere salir al encuentro de posibles torcidas interpretaciones, afirmando que sería blasfemo pensar que permitió Yahvé que ella saliera triunfante comprometiendo su honor y su virtud. Con energía vuelve a insistir diciendo que Holofernes no cometió contra ella pecado (amartema) alguno. De ahí que no debe avergonzarse de su hazaña, porque no se ha repetido en ella la aventura de Dina (9:2; Gen c.34).
Palabras de Ocias (13:18-20).
18 Ocias le dijo: Bendita tú, hija del Dios Altísimo, sobre todas las mujeres de la tierra, y bendito el Señor Dios, que creó los cielos y la tierra y te ha dirigido hasta aplastar la cabeza del jefe de nuestros enemigos. 19 Tus alabanzas estarán siempre en la boca de cuantos tengan memoria del poder de Dios. 20 Haga El que esto sea para tu eterna gloria y cólmete de todo bien, pues no has perdonado tu vida por librar a tu pueblo. En nuestra caída has sido su socorro, andando rectamente en la presencia de nuestro Dios. Y el pueblo contestó: Amén, amén.
Ocias pone de relieve que, en momentos difíciles para el pueblo, Judit no duda en exponer su vida para salvarle. Esto y su inquebrantable confianza en Dios la ha exaltado sobre todas las mujeres (Jue_5:24; Luc_1:42). La escena recuerda Gen_14:19.
1 J. E. Burns, Thegenealogy Ofjudith: Thecatholic Biblical Quarterly, 18 (1956) 19-22.
1 Virgilio, Aen. 1:336:7; Virginibus Tyriis Mos Est. Purpureoque Alte Suras Vincere Cothurno.
2 Sum. Theol 1-2 9.Uo 3.3 Ad 3.
1 L. Arnaldich, El pecado en el libro de Judit: Verdad y Vida, éü (1958) III.