Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
6. Reprensión de Israel por sus Transgresiones.
Los c.6-7 constituyen una nueva sección, y en ellos se expresa, de modo
dramático, la interpolación de Yahvé a su ingrato pueblo por sus iniquidades. La requisitoria de Yahvé recuerda a Israel su olvido de los antiguos beneficios conferidos al salir de Egipto. Yahvé dirige sus quejas contra
Israel, que puede aplicarse al reino del norte, con Samaría por capital (y en este caso el oráculo sería anterior a la destrucción de Samaría, 721 a.C.) o a las doce tribus de Jacob en general.
Querella de Yahvé con Israel (1-5).
1 Oíd, pues, lo que dice Yahvé: ¡Levántate, queréllate contra los montes y que oigan tu voz los collados! 2 ¡Oíd, montes, la querella de Yahvé; prestad oído, cimientos de la tierra! Porque tiene Yahvé querella con su pueblo y va a altercar con Israel. 3 ¿Qué te he hecho yo, pueblo mío? ¿En qué te he molestado? ¡Respóndeme! 4 Porque yo fui quien te hizo subir de la tierra de Egipto, te redimí de la casa de la servidumbre y mandé a tu frente a Moisés, Aarón y María. 5 Acuérdate, pueblo mío, de qué pedí a Balac, rey de Moab, y qué le respondió Balaam, hijo de Beor, desde Sitim hasta Guilgal, para que reconozcas las justicias de Yahvé. La requisitoria es tierna y dramática. Enfáticamente se invita a los
montes y collados a ser testigos de esta querella contra la ingratitud de Israel para que lo transmitan a las generaciones futuras. Los montes y
collados representan aquí a la nación israelita, a la que Yahvé va a llamar a litigio. De ahí la expresión
queréllate contra los montes del v.1. La tierra de Israel era casa particular del Dips de Israel. Las transgresiones del pueblo elegido la habían maculado, y por eso se invita al profeta
a pedir cuenta a los accidentes geográficos de la tierra santa por antonomasia.
Con acento tierno, Dios se presenta a su pueblo como inocente. Durante toda la historia no ha hecho sino acumular beneficios. Jamás le ha inferido mal:
¿en qué te he molestado? (v3). Es el grito de un corazón lacerado por la ingratitud de un pueblo que no ha comprendido los beneficios recibidos desde que empezó a formarse como nación:
yo te hice subir de la tierra de Egipto (v.4). En la peregrinación azarosa por el desierto,
Yahvé les dio un guía en Moisés y unos consejeros en Aarón y María 1.
Y poco antes de entrar en Canaan, las bendiciones sobre Israel se volvieron a repetir por boca de
Balaam, falso profeta contratado por el rey de Moab,
Balac, para maldecir al pueblo israelita acampado en la estepa moabita 2. La expresión
desde Sitim hasta Guilgal parece aludir a la protección especial de que fue objeto Israel desde que terminó su peregrinación por el desierto (cuya última etapa fue
Sitim)
hasta que entró en Canaán, al otro lado de Ganaán, acampando en
Guilgal 3.
Yahvé guió, pues, a Israel desde las estepas del Sinaí hasta la tierra de promisión, colmándole de bendiciones y protegiéndole contra todo evento. Aquí se recuerdan estos beneficios para hacer resaltar la ingratitud del pueblo elegido:
para que reconozcas las justicias de Yahvé, es decir, su generosidad para con Israel. Toda la historia del pueblo elegido es un trenzado de hechos providenciales, a veces espectaculares, en favor de los descendientes de Jacob; son
las justicias de Yahvé, prontas a proteger al pueblo que había de ser el vehículo de transmisión de las promesas salvíficas sobre la humanidad entera.
Israel, dispuesto a aplacar la ira de Yahvé (6-7).
6 ¿Con qué me presentaré yo ante Yahvé y me postraré ante el Dios de lo alto? ¿Vendré a El con holocaustos, con becerros primales? 7 ¿Se agradará Yahvé de los miles de carneros y de las miríadas de arroyos de aceite? ¿Daré mis primogénitos por mis prevaricaciones, y el fruto de mis entrañas por los pecados de mi alma? El profeta, ante las exigencias y reconvenciones de Yahvé, enojado por tanta ingratitud, presenta al pueblo preocupado por dar satisfacción a su Dios. Pero en su simpleza no se le ocurre sino apelar a los medios tradicionales de culto externo: holocaustos a base de
miles de carneros con abundantes oblaciones de
aceite (v.6). En realidad, los sacrificios como tales, si no van acompañados de la compunción del corazón y el arrepentimiento de los pecados, no tienen ningún valor. Por eso, aunque se multiplicaran por
miles los carneros y por
miríadas los arroyos de aceite (expresiones hiperbólicas para recalcar más la idea de impotencia en cuanto a la expiación), Yahvé no habría recibido satisfacción alguna4.
Y aunque entregaran sus
primogénitos, sus seres más queridos,
fruto de sus entrañas, no aplacarían al Dios enojado. No es que aquí el profeta admita los sacrificios humanos como lícitos (jamás en la Biblia son considerados como lícitos; al contrario, los hagiógrafos expresan el horror por los sacrificios de niños entre los cananeos y moabitas), sino que hiperbólicamente el profeta indica que ni la entrega a Dios de lo más querido, como son los hijos, serviría para satisfacer a la ira divina.
Dios quiere, ante todo, de su pueblo la entrega íntima de su corazón. Es la enseñanza que a continuación va a proclamar el profeta.
Yahvé, intransigente con las injusticias de los. israelitas (8-16)
8 ¡Oh hombre! bien te ha sido declarado lo que es bueno y lo que de ti pide Yahvé: hacer justicia, amar el bien y caminar en la presencia de tu Dios. 9 La voz de Yahvé interpela a la ciudad (sabiduría es temer tu nombre): Oye, tribu; oye, asamblea de la ciudad 5: 10 ¿Voy a perder de vista la casa del impío 6, los tesoros de iniquidad y el detestable efá escaso ? 11 ¿Voy a perdonar a pesar de las balanzas falsas y de las bolsas de pesas fraudulentas? 12 Por haberse llenado sus ricachos de violencias y haber hablado falsamente a sus habitantes, llevando en su boca una lengua mendaz, 13 por eso me he puesto yo también a herirte y a devastarte a causa de tus pecados. 14 Comerás y no te saciarás, y el hambre te roerá las entrañas; apartarás, pero no lo librarás, y lo que librares, yo lo daré a la espada. 15 Sembrarás y no cosecharás; pisarás la aceituna, pero no te ungirás con su óleo; el mosto, pero no beberás su vino,16 Has guardado los mandatos de ómrí y todas las obras de la casa de Acab, y has andado según sus consejos para que yo te entregue a la devastación y dé tus habitantes al escarnio. Llevaréis, pues, sobre vosotros el oprobio de mi pueblo. El profeta declara, en nombre de Dios, que para agradar a Dios hay que atender sobre todo a la práctica de las virtudes morales. La expresión
¡oh hombre! bien te ha sido declarado lo bueno puede aludir a las exigencias de la ley natural, conocidas por el
hombre como tal, o a la predicación de los profetas anteriores, como Amos y Oseas7, que tanto habían inculcado pocos años antes, en el reino de Samaría, el cumplimiento de los deberes naturales con los desvalidos y desheredados:
hacer justicia, amar el bien y caminar en la presencia de Dios (v.8). Este es el gran programa que exige Dios de los israelitas, y no puede ser sustituido por las prácticas meramente externas de culto en orden a agradarle.
Precisamente por no haber sido fiel a estos preceptos, Yahvé va a-interpelar a la
ciudad (probablemente Samaría) (v.8). La frase
sabiduría (o cordura)
es temer tu nombre es como un paréntesis doxológico, que puede ser de un redactor posterior. La requisitoria de Yahvé se dirige directamente a la
tribu y asamblea de la ciudad, es decir, a todo el reino del norte, y en particular a los habitantes de Samaría. Los términos de acusación están en parte tomados de Amos y de Oseas, quienes con toda crudeza habían condenado los procedimientos fraudulentos de los ricos en la explotación de los pobres 8.
Yahvé no puede pasar por alto las transgresiones elementales de la justicia social:
¿Voy a perder de vista la casa del impío? (v. 10). Sus
tesoros de iniquidad, e.d., amontonados con los procedimientos más inicuos e injustos, están clamando por la intervención de la justicia divina. Yahvé no puede aprobar las fraudulencias que se realizan en las transacciones, reduciendo el
efá (medida de áridos equivalente a unos 39 litros). La corrupción es general, y, por eso, las
balanzas falsas y las
pesas fraudulentas están a la orden del día. Todo es violencia y falsía. La ira divina tiene que descargar necesariamente en defensa de los derechos de la justicia conculcada. Vendrá la devastación, traída por el invasor asirio.
Y el profeta vuelve a recordar el vaticinio siniestro de Oseas:
comerás y no te saciarás (v.14) 9. De nada les servirá a los israelitas el comer, pues no lograrán satisfacer sus necesidades, y, aunque pretendan salvar algo de la catástrofe, al fin todo quedará en poder del enemigo:
apartarás (parte de tus bienes e hijos para salvarlos),
pero no lo librarás, porque todo será entregado por Yahvé
a la espada. Tampoco lograrán cosechar lo que sembraron (v.15). Sus trabajos serán totalmente estériles 10:
pisarás la aceituna, pero no te ungirás con su óleo. Todo quedará en poder del implacable invasor. Y todo ello como castigo de sus iniquidades.
Los habitantes de Samaría no han hecho sino imitar la pésima conducta de sus antepasados: Has
guardado los mandatos de Omrí y las obras de la casa de Acab (v.16). Omrí (885-874), padre de Acab (874-853), había fundado la ciudad de Samaría y es el fundador de una dinastía. Dejó fama de impío y de tirano n, lo mismo que su hijo Acab, el gran perseguidor del profeta Elias. Miqueas, en este fragmento, echa en cara a los moradores del reino del norte el haber seguido los malos ejemplos de los dos reyes impíos. Por eso Yahvé los entregará a la
devastación. Es el anuncio solemne de la ruina de Samaría, que tuvo lugar el 721 a.C., y que aquí tiene caracteres de maldición:
llevaréis sobre vosotros el oprobio de mi pueblo. La frase va dirigida contra los individuos del reino del norte, que han de participar del
oprobio o maldición que recaerá sobre todo el
pueblo como colectividad, la nación condenada a la ruina.
1 Cf.
Exo_15:208. 2 Cf. Núm 22ss. 3 Cf.
Num_22:1;
Jos_3:1;
Jos_4:19;
Joe_4:18. 4
Sobre las víctimas para los holocaustos véase
Exo_12:5;
Lev_9:3;
Num_15:27. 5 Así siguiendo el texto griego. 6 Así según una reconstrucción de Hoonacker. La
Bib. de Jér.: ¿Puedo yo soportar una medida falsa? Cantera: ¿Puedo soportar la casa del impío.? 7 Cf.
Amo_5:14.21;
Ose_6:6. 8 Cf.
Amó_8:5-6. 9 Cf.
Ose_4:1 o. 10 Cf.
Amo_5:11. 11 Cf.
1Re_16:31;
1Re_18:18;
1Re_22:26.