I Macabeos 6, 55-63

Ofertas de paz

El rey Antíoco, antes de morir, había encomendado a Filipo que educara a su hijo Antíoco preparándole para ocupar el trono. Pero Lisias se enteró de que Filipo º había regresado de Persia y Media con el ejército del rey, intentando hacerse dueño del poder. Entonces se apresuró a ponerse en marcha y dijo al rey, a los jefes del ejército y a los soldados: — Cada día estamos en peor situación. Nuestras provisiones escasean, el lugar que asediamos está bien fortificado y los asuntos del reino nos exigen urgente atención. Así pues, ofrezcamos nuestra mano a esa gente y hagamos la paz con ellos y con toda su nación. Dejemos que sigan º con sus costumbres tradicionales, porque ellos se han irritado y han hecho todo esto porque nosotros hemos tratado de abolirlas. Al rey, y también a los jefes, les agradó la propuesta; así que enviaron una oferta de paz a los sitiados. Estos la aceptaron, comprometiéndose con juramento el rey y los jefes. Con esta garantía salieron los sitiados de la fortaleza. Pero más tarde, cuando el rey subió al monte Sión y vio las fortificaciones que había en aquel lugar, mandó derribar el muro que lo rodeaba. De esta forma violó su juramento. En seguida volvió a Antioquía, donde encontró a Filipo dueño ya de la ciudad: lo atacó, y ocupó la ciudad por la fuerza.
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