II Crónicas  23, 1-21

Conjura contra Atalía y entronización de Joás

(2 Re 11:4-20)

El séptimo año Joyadá se armó de valor y tomó consigo a los centuriones º Azarías, hijo de Jeroján, Ismael, hijo de Yojanán, Azarías, hijo de Obed, Maasías, hijo de Adaías, y Elisafat, hijo de Zicrí. Hicieron un pacto y recorrieron Judá convocando a los levitas de todas las ciudades de Judá y a los cabezas de familia de Israel para ir a Jerusalén. Luego toda la asamblea selló un pacto con el rey en el Templo de Dios, y Joyadá les dijo: — Les presento al príncipe que debe reinar, tal como el Señor prometió a los descendientes de David º. Esto es lo que harán: el tercio de sacerdotes y levitas º que entra de servicio el sábado hará guardia en las puertas; otro tercio se ocupará del palacio real, y el otro de la puerta de la Fundación, mientras todo el pueblo se quedará en los atrios del Templo del Señor. Nadie entrará en el Templo del Señor, a excepción de los sacerdotes y los levitas que estén de servicio, que podrán entrar por estar consagrados. Pero el resto de la gente observará las prescripciones º del Señor. Los levitas º rodearán completamente al rey con las armas en la mano y si alguien intenta entrar en palacio, lo matan. Tienen que acompañar al rey a todas partes. Los levitas y todo Judá hicieron todo lo que el sacerdote Joyadá les había ordenado: cada uno con sus hombres, tanto los que entraban de servicio el sábado, como los que salían, pues el sacerdote Joyadá no había licenciado a ningún turno. El sacerdote Joyadá entregó a los centuriones las lanzas y los escudos grandes y pequeños del rey David que se guardaban en el Templo; º al mismo tiempo distribuyó a toda la gente empuñando sus armas, desde el ala derecha del Templo hasta el ala izquierda, entre el altar y el Templo, alrededor del rey. Entonces sacaron al príncipe, le entregaron la corona y el testimonio º y lo proclamaron rey. Joyadá y sus hijos lo ungieron, aclamándolo: — ¡Viva el rey! Atalía oyó el griterío del pueblo que corría y aclamaba al rey, y se acercó a la gente que estaba en el Templo del Señor. Cuando vio al rey de pie sobre el estrado, junto a la entrada, a los oficiales y a los que tocaban las trompetas junto al rey, y a todo el pueblo de fiesta, mientras sonaban las trompetas y los cantores con los instrumentos musicales entonaban cánticos de alabanza º, se rasgó las vestiduras y gritó: — ¡Traición! ¡Traición! El sacerdote Joyadá ordenó a los centuriones que estaban al mando del ejército: — Sáquenla de las filas y maten a cuchillo al que la siga. Como el sacerdote había ordenado que no la matasen en el Templo, º le echaron mano cuando entraba en el palacio por la puerta de las caballerías y la mataron allí. Joyadá selló un pacto con el rey y con todo el pueblo º, que se comprometió a ser el pueblo del Señor. Entonces toda la gente se dirigió al templo de Baal y lo destruyeron, hicieron trizas sus altares e imágenes y degollaron ante los altares a Matán, el sacerdote de Baal º. º Luego Joyadá puso guardia en el Templo del Señor a las órdenes de los sacerdotes y levitas que David había asignado al Templo del Señor para ofrecer holocaustos al Señor, conforme está escrito en la ley de Moisés, con los cantos de alegría compuestos por David; y colocó porteros a las puertas del Templo del Señor, para impedir la entrada de personas impuras por cualquier causa. Finalmente tomó consigo a los centuriones, a los notables, a las autoridades y a toda la gente, bajó al rey desde el Templo, lo llevaron hasta el palacio real por la puerta superior y sentaron al rey en el trono real. Todo el pueblo hizo fiesta y la ciudad quedó tranquila, una vez que Atalía había muerto a filo de espada.
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